En la madrugada del domingo 1 de marzo de 2020, ha muerto, en Managua, el poeta Ernesto Cardenal. Su vida, que en cierto sentido también es su obra, inclina a pensar que fue uno de los últimos místicos en lengua española. Estudiante rebelde y bohemio en su juventud, durante el período más intenso de fiestas y borracheras entra en crisis espiritual y decide ser un sacerdote católico. En México, había publicado algunos célebres epigramas, que dan cuenta de una originalidad, una vocación y un talento poético excepcional. El duro período del convento, pasado bajo la supervisión de otro poeta, Thomas Merton, le sirvió de intensa reflexión sobre el arte de la poesía. Merton le había prohibido escribir, durante esa época. Cardenal memorizó, entonces, algunas poesías que fundarán un modo de expresión que él (o los críticos) llamarán “exteriorismo”. Se trata de una suerte de panteísmo poético. Todo es poético en el mundo, pues el Dios creador es el gran poeta del universo. El ojo del poeta debe descubrir lo poético en lo real.
Este es el núcleo de su fundamental Gethsemany, Ky., en donde el trigo del campo es poético, el discurrir del río es poético, las latas vacías de Coca-Cola en la basura son poéticas… La disolución de la distinción entre poesía y no poesía es la gran contribución de Ernesto Cardenal. De allí, también la forma: no existe una manera poética de escribir, sino la mera descripción de la realidad es poética. No llame a engaño la teoría, porque Cardenal tenía un extraordinario oído musical, y sabe encontrar la música de la lengua en donde otros no la oyen.
Por otro lado, su religiosidad le permite profundizar en algunos temas que son el eje del cristianismo: la fe, la esperanza invencible, la caridad como acto práctico de solidaridad con el prójimo. De gran poeta del amor romántico entre hombre y mujer, Cardenal pasa al amor universal: el amor al prójimo. Reescribe algunos salmos de la Biblia en clave contemporánea con un doble propósito: la actualización y el ataque a los sátrapas contemporáneos. Las multinacionales, el imperialismo, las guerras, la amenaza atómica son la Babilonia contemporánea, y los millones de oprimidos de la tierra son el pueblo de Israel en perpetua fuga y búsqueda.
El pecado, la culpa y la redención son los temas del clásico Oración por Marylin Monroe. Y esos mismos temas se elevan a nivel de sociedad en toda su poesía que por pereza se ha llamado “política”, cuando en realidad es una expansión del concepto de religiosidad: la unión con todos los seres humanos que sufren humillación y pobreza. Más adelantó en su vida, más elevó su mirada: el Canto nacional es una extensa oda a Nicaragua; Oración por los indios americanos abarca el continente americano; Cántico cósmico, uno de los poemas más extensos que existen, declara un amor profuso, desde las moléculas que constituyen la base de la existencia material hasta las estrellas, las constelaciones y las galaxias.
Cardenal fue revolucionario en todo, y al principio se le recordará como revolucionario social, pero el tiempo afianzará su revolución poética, que es una revolución de amor por la humanidad.