Columnas / Cultura

Ernesto Cardenal, el símbolo que se va

Ernesto Cardenal es el símbolo de una generación, de su tiempo, alguien que dejó su vida y la de su familia por una causa en la que creyeron miles y miles, y que murieron por ello, la transformación del “hombre nuevo”.

Jueves, 5 de marzo de 2020
Marta Leonor González

La muerte de Ernesto Cardenal, abre viejas heridas en los nicaragüenses. Su legado de humanismo y compromiso con los desposeídos, enunciados muchas veces en su poesía y en su praxis, son la voz de un poeta revolucionario. Heridas que también se asocian a “La Revolución perdida”, basta con leer sus memorias.

Su muerte es el símbolo de una época que se va, es el símbolo de un poeta grande para Hispanoamérica que ya no criticará a los dictadores con su voz aguda, pero lo hará a través de sus versos. Es el símbolo de una generación, de su tiempo, alguien que dejó su vida y la de su familia por una causa en la que creyeron miles y miles, y que murieron por ello, la transformación del “hombre nuevo”.

Ernesto Cardenal, fallecido a los 95 años el 1 de marzo, en Managua, cantó a través de sus versos su solidaridad con los pobres. Fue sacerdote, teólogo, traductor, escultor y político. También colaboró estrechamente con el Frente Sandinista de Liberación Nacional en la lucha contra el régimen de Somoza. Fue Ministro de Cultura de la revolución nicaragüense, desde su triunfo en 1979 hasta 1987.

Antes de entrar al FSLN, Cardenal ingresó a la orden de los trapenses de Nuestra Señora de Getsemaní, en Kentucky, Estados Unidos, donde conoció a su mentor el monje y escritor norteamericano Thomas Merton. Se ordenó sacerdote en Managua, en 1965, y luego fundó una comunidad cristiana con poetas y pintores, en una de las islas del archipiélago de Solentiname, en el lago Cocibolca, el gran lago de Nicaragua. Ahí escribió el famoso libro: El evangelio de Solentiname. En la isla se dedicó a evangelizar, realizaba la misa campesina y se discutía el evangelio desde una perspectiva social y cultural de acuerdo a las necesidades de sus pobladores.

Rompió con el Frente Sandinista en 1994 y más tarde fundó con otros intelectuales el Movimiento Renovador Sandinista (MRS), dando su apoyo a la Alianza Partido MRS durante las elecciones de 2006. Su ruptura con el FSLN, lo dijo muchas veces, se debió a que descubrió un sistema de valores corruptos y amañados por los dirigentes de la Revolución Sandinista, en ese sentido fue consecuente con sus palabras: “La poesía es anuncio y denuncia”.

En su vela, realizada el pasado 3 de marzo en la Funeraria Monte de los Olivos, en Managua, asistieron algunos comandantes disidentes del actual gobierno de Daniel Ortega, intelectuales que trabajaron muy de cerca con él cuando fue ministro, amigos de juventud, políticos, empresarios y embajadores, para rendir culto a un escritor polémico, crítico, reacio a las entrevistas largas, un poeta que le dio gloria a Nicaragua.

Destacado defensor de la Teología de la liberación en América Latina, línea religiosa que no comulgaban con las tradicionales enseñanzas del cristianismo de la Iglesia Católica, fue por esto que, un 4 de marzo de 1983, en su visita a Nicaragua, mientras era recibido por la jerarquía sandinista en el Aeropuerto Internacional Augusto César Sandino, el papa Juan Pablo II con gesto duro y el dedo índice señalándole, le sentenció: “Usted tiene cuentas pendientes con la Iglesia”. La imagen del poeta sacerdote, arrodillado con humildad frente al severo dedo del líder mundial de la iglesia católica, recorrió el mundo y quedó registrada para la historia como la imagen de un hombre poderoso castigando con dureza a uno de sus pastores, fue ese el castigo que el autor del monumental Cántico Cósmico recibió, por formar parte del Gobierno Sandinista y, por defecto, por haber ocupado una trinchera opuesta a la del Papa, quien sostenía una guerra personal contra las ideas de izquierda y, por consecuencia, contra los sandinistas.

El 4 de febrero de 1984, Juan Pablo II decretó y suspendió del ejercicio del sacerdocio a Ernesto Cardenal, a su hermano Fernando Cardenal y Miguel D´Escoto, quienes formaban parte del Gobierno Sandinista. Pero décadas después el 17 de febrero del 2019 cuando Ernesto Cardenal sufrió un deterioro de su salud y fue hospitalizado, le llegó la carta de la suspensión impuesta por Juan Pablo II. Días después, como sí la carta hubiese tenido un efecto milagroso, Cardenal recuperó su salud.

El poeta Cardenal figuró por mucho tiempo en las listas habituales que se proponen al Premio Nobel de Literatura, muchas veces dijo que no interesaba el Premio porque le haría perder su espacio e intimidad, y aclaró: “solo me interesa por el dinero, para dárselo a los pobres”. Si bien, nunca se le otorgó el Nobel, su obra poética mereció varios premios internacionales como, el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana en el 2012, el Premio Mario Benedetti por la Fundación Benedetti de Uruguay en (2018), entre otros y muchos doctorados honoris causa.

En febrero de este año fue internado, debido a fallos renales y cardiacos, y falleció el primero de marzo, a los 95 años de edad, dejando una enorme huella en sus lectores, con él se va una parte importante de la historia de Nicaragua. Este fin de semana sus cenizas descansarán en Solentiname, lugar donde están sus “hijos espirituales”, sitio donde el emprendió la transformación del evangelio, misma que era el de Jesús, el amor por los pobres.

Marta Leonor González es escritora y periodista nicaragüense, con amplia experiencia en medios de comunicación, ha sido editora de periódicos y por muchos años fue la directora de La Prensa Literaria del Diario La Prensa de Nicaragua; fotógrafa y activista en la promoción de la lectura y sus autores. Es autora de Huérfana embravecida, La Casa de Fuego, Versos, Juegos de la escritura, y Palomas Equilibristas. También es autora de varias antologías sobre poesía centroamericana contemporánea, entre otras.
Marta Leonor González es escritora y periodista nicaragüense, con amplia experiencia en medios de comunicación, ha sido editora de periódicos y por muchos años fue la directora de La Prensa Literaria del Diario La Prensa de Nicaragua; fotógrafa y activista en la promoción de la lectura y sus autores. Es autora de Huérfana embravecida, La Casa de Fuego, Versos, Juegos de la escritura, y Palomas Equilibristas. También es autora de varias antologías sobre poesía centroamericana contemporánea, entre otras.

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