A los migrantes les ha tocado regresar del norte, solo que ahora por aire viendo desde arriba los países sin fronteras. Qué rápido es volver mientras la llegada se asemeja al peor de los suplicios. Ya se vivió la estadía en un centro de detención, la captura violenta por un agente de ICE después de atravesar esa ruta extrema, enfrentar todo tipo de posibilidades humanas e inhumanas en el salvaje desierto de México, sufrir violaciones, extorsiones, el fuego cruzado del narco, los abusos de los coyotes… Pero esto parece no ser suficiente para la vida de un migrante. Ahora, con la crisis del coronavirus, sus mismas comunidades los rechazan.
Varias poblaciones guatemaltecas hacia donde retornaron los migrantes se han mostrado reacias a recibirlos. Vecinos se han organizado para cerrar colonias o municipios completos, han ido a buscarlos a sus casas. En otros lugares, como en la relevante ciudad de Quetzaltenango, prohibieron la llegada de un bus con migrantes; en otros, como en San Marcos, lugar fronterizo con México, directamente los han expulsado. Otros han llegado vía terrestre desde México, y luego de que se concediera un amparo para desalojar los centros de detención por riesgos de contagio, el gobierno mexicano ha dicho que 3 653 centroamericanos han regresado a Guatemala por tierra.
La debilidad del Estado, sobre todo en comunidades rurales en donde el sistema de salud es precario, hace que la gente se ponga violentamente a la defensiva y se cierre ante el retorno de quienes alguna vez dejaron su tierra como héroes. Por otro lado, otros municipios, los menos, ante estas acciones herméticas, decidieron cambiar el enfoque y colocar mantas dándoles la bienvenida.
Más de cien migrantes retornados han vuelto contagiados de COVID-19. El presidente Alejandro Giammattei se refirió al vuelo del 26 de marzo, donde un 75 % dieron positivo en el examen, como “el vuelo maldito”, estas declaraciones abonan a la estigmatización de los expatriados sobre todo cuando la información respecto a los migrantes ha llegado a cuentagotas. Ante esto, el gobierno de Guatemala solicitó el cese de las deportaciones y eso se logró. Se pidió realizar exámenes médicos antes de abordar el avión pues hasta el momento solo les tomaban la fiebre, lo cual no es ningún indicativo confiable. Lo más seguro es que la suspensión será algo temporal, sobre todo tras las últimas declaraciones de Donald Trump que parece una cuestión de campaña para recordarles a sus votantes sobre el endurecimiento de la política migratoria y aprovechar a echarles la culpa a los migrantes por el desempleo. Los efectos son dañinos pues niega la solicitud de visas, tarjetas de residencia y enciende la llama ultranacionalista contra los latinos. A pesar de esto, el gobierno estadounidense cedió a la presión de ciertas empresas que han presionado para mantener los empleos temporales por la necesidad de mano de obra.
Por medio del envío de remesas, los migrantes guatemaltecos generaron en 2019 un 14 % del Producto Interno Bruto; estas cifras han caído en un treinta por ciento desde el inicio de la pandemia. Pero ese sostén de la economía, en un país con 60 % de los habitantes que viven en la pobreza, deja de ser relevante en momentos en los que el miedo se propaga desde la incertidumbre de la pandemia. Incluso, las autoridades vieron los viajes de deportados como una cuestión menor al recibirlos en sitios sin controles de salud, con las camas en el suelo, en el mismo aeropuerto. Tras las críticas se suspendió ese sitio improvisado y se están planteando desde la sociedad civil albergues en iglesias y lugares que tengan capacidad sanitaria. Mientras eso sucede, el secretario de la Comisión Nacional de Atención del Migrante de Guatemala (Conamigua) Carlos Narez, compró un vehículo lujoso con dinero del Estado, lo cual generó que el diputado Aldo Dávila solicitara su renuncia por incumplimiento de deberes.
En Estados Unidos el panorama no es mejor. Además de las últimas declaraciones, Trump ya había ha lanzado una cruzada aún más fuerte contra los migrantes para restringir el derecho de asilo negando que puedan optar a esa solicitud, lo que atenta contra normas nacionales e internacionales sobre convenios de refugiados. Los centros de detención se han desbordado y se registran masivos contagios de Covid-19 que se ha esparcido entre la población carcelaria y los guardias. Según datos de la cancillería guatemalteca 4613 guatemaltecos están en custodia de ICE y 1105 niños bajo el resguardo de la Oficina de Resarcimiento de Refugiados.
Algunos jueces, como el juez distrital de Pennsylvania John Jones, han emitido fallos ordenando liberar a migrantes de los centros de detención por razones humanitarias pero el mismo director de ICE ha negado las peticiones para que las personas detenidas que esperan a que se resuelva su solicitud de asilo puedan salir a vivir con sus parientes, ya que se ha estudiado que casi la mayoría de quienes solicitan asilo tienen familiares viviendo en Estados Unidos.
En estos momentos, se revela que los migrantes son de las comunidades más vulnerables pues se ha truncado por completo su propósito de buscar un futuro. En medio de esta crisis, se ha imposibilitado, aún más, salir de nuestros países por la falta de oportunidades para el desarrollo, de la violencia de pandillas y del narco. Se hace más complicado saltarse ese tope social que impide a las poblaciones en pobreza extrema tener un chance de vida digna. Los migrantes representan la sangre vital de nuestros países que se niegan a ser vencidos por un sistema excluyente, que a pesar de haber sido expulsados luchan contra todo para ganarle a las condiciones famélicas que los atrapan. Ahora, quienes regresan, en medio de esta crisis, merecen nuestro respeto y solidaridad.