Columnas / Cultura

Un ritual para volver a lo humano

Si bien la virtualidad propicia nuevas estéticas de la escena, la experiencia como espectadores es diferente. Volver a la escena, a ese espacio de relación, de diálogo, se convierte en una necesidad imperiosa.

Martes, 23 de junio de 2020
David Rocha

El “Quédate en casa”, la regulación de desplazamiento humano y el distanciamiento social ha suscitado diversos debates en los medios artísticos, ha mostrado las distintas percepciones de corrientes filosóficas del arte escénico, ha enfrentado las miradas generacionales entre artistas y ha puesto sobre la escena pública las políticas culturales que los Estados han construido desde la desigualdad. El Salvador no ha sido la excepción.

En primera instancia, el cierre de los espacios de representación escénica ha puesto en crisis tanto las formas de vivir los fenómenos artísticos como las formas de representación y producción de los mismos. El internet ha sido la punta de lanza de los medios de escenificación virtual de diversos fenómenos teatrales. Asistimos a espectáculos pregrabados o a representaciones transmitidas en vivo. Nuestra experiencia como espectadores de artes escénicas ahora está mediada por la tecnología, la experiencia del convivio teatral ha sido extrapolada a la experiencia del tecno-vivio.

Esta mediación tecnológica ha producido la resistencia de muchos creadores escénicos que afirman que esto deshumaniza un arte que tiene al humano como centro, y apuntan que el teatro no puede perder su naturaleza de reunión, de cercanía, de estrechez humana. Por otro lado, hay quienes afirman que estamos ante un cambio de paradigma y que es momento de replantearse una nueva concepción de la teatralidad, de los fenómenos escénicos, sacar provecho de las posibilidades que ofrecen las nuevas tecnologías y de las posibilidades de la teatralidad como espacio contaminante, abierto a los cruces.

Más allá de las visiones de los creadores, aparentemente enfrentadas, todos hemos apostado para que el teatro no desaparezca ante la inminente crisis. Hemos puesto en práctica y teorizado sobre los recursos creativos que tenemos, las formas de producción de nuestros trabajos y las formas en que queremos relacionarnos después de la pandemia. En este sentido, observo la coincidencia de que todos queremos volver a entablar esa relación cuerpo a cuerpo con nuestras audiencias.

En todas las civilizaciones antiguas del mundo el arte escénico tiene orígenes rituales. Esta ritualidad se ha mantenido en el devenir de la historia de la humanidad. La palabra teatro tiene su origen en la palabra griega Theatron, que no es más que el espacio desde donde se observa, desde donde se ve. Esto me lleva a pensar en la premisa que para que exista el teatro deben haber, como mínimo, estos dos componentes: un fenómeno escénico y una audiencia.

Si bien la virtualidad propicia nuevas estéticas de la escena, la experiencia como espectadores es diferente. Desplazarnos a los espacios de representación escénica, ya sean plazas, salas de teatro, auditorios o cualquier territorio que funcione para construir ficción teatral, es, en sí mismo, un acto de socialización, de acercamiento con otros, de convivio entre diferentes. Como espectadores del acontecimiento teatral in situ podemos escoger la forma de observación del mismo, moviendo nuestra mirada en detalles particulares que solo nosotros elegimos ver; asistimos a los espectáculos para divertirnos, para sentirnos cuestionados, para aprender o desaprender, para ser interpelados por otros seres humanos que utilizan diversos recursos expresivos, diversas estéticas de construcción de una realidad efímera, de una realidad poética.

Ahora, con los procesos de la “nueva normalidad” se plantean otros retos que sin duda van a cambiar nuestros modos de construir esa relación humana entre artistas y audiencias, esa relación que se produce en el espacio llamado teatro. Sin embargo, volver a la escena, a ese espacio de relación, de diálogo, se convierte en una necesidad imperiosa, puesto que es una práctica atávica de la humanidad. Volver a los espacios de representación escénica es volver al afecto, volver a la humanidad.

David Rocha es un actor titiritero, crítico teatral e investigador cultural nicaragüense. Cuenta con una Maestría en Estudios Culturales por el IHNCA/UCA (2016) y una Licenciatura en Arte Teatral, con especialidad en Teatrología por el Instituto Superior de Arte de La Habana, Cuba (2013). Actualmente reside en El Salvador y colabora con el Teatro Luis Poma
David Rocha es un actor titiritero, crítico teatral e investigador cultural nicaragüense. Cuenta con una Maestría en Estudios Culturales por el IHNCA/UCA (2016) y una Licenciatura en Arte Teatral, con especialidad en Teatrología por el Instituto Superior de Arte de La Habana, Cuba (2013). Actualmente reside en El Salvador y colabora con el Teatro Luis Poma

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