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La muerte es un negocio extenuante estos días


Lunes, 24 de agosto de 2020
Víctor Peña

Este es un ataúd económico. Un estilo que se fabrica en este taller cada vez que una funeraria lo encarga. “La Batellita”, como le llaman los carpinteros, se comenzó a ensamblar la mañana del 3 de agosto, y una familia del cantón Apulo, en el municipio de Ilopango, lo compró el 12 de agosto para el funeral de una mujer que murió en el hospital La Divina Providencia, de San Salvador. A lo largo de su construcción, este féretro recorre varias manos, varias vidas y distintas historias.
Este es un ataúd económico. Un estilo que se fabrica en este taller cada vez que una funeraria lo encarga. “La Batellita”, como le llaman los carpinteros, se comenzó a ensamblar la mañana del 3 de agosto, y una familia del cantón Apulo, en el municipio de Ilopango, lo compró el 12 de agosto para el funeral de una mujer que murió en el hospital La Divina Providencia, de San Salvador. A lo largo de su construcción, este féretro recorre varias manos, varias vidas y distintas historias.

 

 

El taller de la Funeraria Nazareth se creó cuatro años atrás, en 2016, en las entrañas del barrio Concepción, en el municipio de San Pedro Perulapán, del departamento de Cuscatlán. Bajo esta armazón de láminas trabajan doce hombres, pintores y carpinteros con música a todo volumen, gritos, risas, charlas, y bromas pesadas todo el día. Entre ellos hay una mujer silenciosa, y la única que hace los trabajos de tapicería.
El taller de la Funeraria Nazareth se creó cuatro años atrás, en 2016, en las entrañas del barrio Concepción, en el municipio de San Pedro Perulapán, del departamento de Cuscatlán. Bajo esta armazón de láminas trabajan doce hombres, pintores y carpinteros con música a todo volumen, gritos, risas, charlas, y bromas pesadas todo el día. Entre ellos hay una mujer silenciosa, y la única que hace los trabajos de tapicería.

 

 

Pedro Nieto comienza a unir las primeras piezas del ataúd, el lunes 3 de agosto. A las 8:05 de la mañana comenzó esa tarea que tardó cuatro horas. Pedro tiene  47 años, 25 los ha dedicado al oficio de la carpintería. Cada día trabaja hasta 12 horas en el taller. Así ha mantenido a sus cinco hijos, a golpe de martillo y de serrucho. Pedro dice ganar $25 por día en tiempos normales. En medio de la pandemia, su salario ha llegado hasta $45. Cada día viaja del cantón La Loma, de San Pedro Perulapán, para construir entre tres y cuatro ataúdes, por los que obtiene entre $10 y $12 por cada uno. Su familia no ha sido alcanzada por el virus, pero lucha con otra enfermedad: el cáncer de su sobrina.
Pedro Nieto comienza a unir las primeras piezas del ataúd, el lunes 3 de agosto. A las 8:05 de la mañana comenzó esa tarea que tardó cuatro horas. Pedro tiene  47 años, 25 los ha dedicado al oficio de la carpintería. Cada día trabaja hasta 12 horas en el taller. Así ha mantenido a sus cinco hijos, a golpe de martillo y de serrucho. Pedro dice ganar $25 por día en tiempos normales. En medio de la pandemia, su salario ha llegado hasta $45. Cada día viaja del cantón La Loma, de San Pedro Perulapán, para construir entre tres y cuatro ataúdes, por los que obtiene entre $10 y $12 por cada uno. Su familia no ha sido alcanzada por el virus, pero lucha con otra enfermedad: el cáncer de su sobrina.

 

 

La mascarilla se usa por regla en este taller. No por la pandemia, sino por el olor constante de solventes de pintura y las partículas de aserrín que genera la sierra eléctrica, que se enciende y se apaga cada cinco minutos para un nuevo corte de madera.
La mascarilla se usa por regla en este taller. No por la pandemia, sino por el olor constante de solventes de pintura y las partículas de aserrín que genera la sierra eléctrica, que se enciende y se apaga cada cinco minutos para un nuevo corte de madera.

 

 

William Flores hace una mezcla de talco y thinner (solvente de pinturas). Con eso fabrica una pasta de color negro que dará firmeza a la pintura final del ataúd. William camina a diario media hora desde su casa. Recorre tres kilómetros de ida y regreso desde su casa al taller. Lo hace por veredas remotas en el cantón El Rodeo, de San Pedro Perulapán. Con la pandemia, su salario diario ha aumentado a $35. Antes ganaba entre $20 y $25 por jornada. “Muchos dicen que en esta época nos está yendo bien, pero también requiere un esfuerzo mayor”, asegura William.
William Flores hace una mezcla de talco y thinner (solvente de pinturas). Con eso fabrica una pasta de color negro que dará firmeza a la pintura final del ataúd. William camina a diario media hora desde su casa. Recorre tres kilómetros de ida y regreso desde su casa al taller. Lo hace por veredas remotas en el cantón El Rodeo, de San Pedro Perulapán. Con la pandemia, su salario diario ha aumentado a $35. Antes ganaba entre $20 y $25 por jornada. “Muchos dicen que en esta época nos está yendo bien, pero también requiere un esfuerzo mayor”, asegura William.

 

 

 

El martes 4 de agosto no había energía eléctrica. Un rayo quemó los transformadores cercanos al taller la noche anterior. La mayoría de carpinteros cortaban madera, lijaban y pintaban manualmente. Pedro (camisa celeste) estaba por comenzar un nuevo ataúd cuando llamaron al taller. Su sobrina había muerto en el hospital Médico Quirúrgico del Instituto Salvadoreño del Seguro Social. Regina Nieto murió de cáncer de colon, la enfermedad contra la que luchó los últimos dos años. El reporte médico señalaba una “sospecha de infección respiratoria aguda
El martes 4 de agosto no había energía eléctrica. Un rayo quemó los transformadores cercanos al taller la noche anterior. La mayoría de carpinteros cortaban madera, lijaban y pintaban manualmente. Pedro (camisa celeste) estaba por comenzar un nuevo ataúd cuando llamaron al taller. Su sobrina había muerto en el hospital Médico Quirúrgico del Instituto Salvadoreño del Seguro Social. Regina Nieto murió de cáncer de colon, la enfermedad contra la que luchó los últimos dos años. El reporte médico señalaba una “sospecha de infección respiratoria aguda', sospecha de covid-19. Regina debía ser enterrada bajo protocolo covid-19. En la imagen, Fernando García coloca el nombre de Regina en la cruz.

 

 

 

 

Cuando los compañeros de Pedro se enteraron de la muerte de su sobrina, entre todos reunieron $53 para ayudar con los gastos del funeral. Asignaron un ataúd blanco que se fabricó en el mismo taller, pintaron una cruz de cemento y colocaron el nombre de la fallecida. En la imagen, Omar Pérez, de 29 años, camina hacia el cementerio general del municipio de San Pedro Perulapán. Omar, en su tiempo libre, ayuda al propietario con la entrega de ataúdes.
Cuando los compañeros de Pedro se enteraron de la muerte de su sobrina, entre todos reunieron $53 para ayudar con los gastos del funeral. Asignaron un ataúd blanco que se fabricó en el mismo taller, pintaron una cruz de cemento y colocaron el nombre de la fallecida. En la imagen, Omar Pérez, de 29 años, camina hacia el cementerio general del municipio de San Pedro Perulapán. Omar, en su tiempo libre, ayuda al propietario con la entrega de ataúdes.

 

 

Pedro y su familia asistieron al cementerio general de San Pedro Perulapán. Más de 15 personas llegaron apiñadas en la cama de un camión, para ver a lo lejos la inhumación realizada bajo protocolo covid-19. El cuerpo de Regina fue trasladado bajo custodia de la Policía Nacional Civil y el Ministerio de Salud.
Pedro y su familia asistieron al cementerio general de San Pedro Perulapán. Más de 15 personas llegaron apiñadas en la cama de un camión, para ver a lo lejos la inhumación realizada bajo protocolo covid-19. El cuerpo de Regina fue trasladado bajo custodia de la Policía Nacional Civil y el Ministerio de Salud.

 

 

Empleados de la Alcaldía de San Pedro Perulpán realizan la inhumación de Regina Nieto. El protocolo solo duró cinco minutos. Las autoridades municipales decretaron una emergencia sanitaria desde el 22 de julio en este municipio del departamento de Cuscatlán. Sus camposantos ya no dan abasto para más entierros en medio de la crisis por coronavirus.
Empleados de la Alcaldía de San Pedro Perulpán realizan la inhumación de Regina Nieto. El protocolo solo duró cinco minutos. Las autoridades municipales decretaron una emergencia sanitaria desde el 22 de julio en este municipio del departamento de Cuscatlán. Sus camposantos ya no dan abasto para más entierros en medio de la crisis por coronavirus.

 

 

Pedro regresó al taller un día después de la muerte y el sepelio de su sobrina. Volvió a su rutina de ensamblar ataúdes y cumplir con la demanda actual.  En la imagen, Xiomara Cruz le ayuda con los últimos acabados antes de que ese féretro pase al área de pintura.
Pedro regresó al taller un día después de la muerte y el sepelio de su sobrina. Volvió a su rutina de ensamblar ataúdes y cumplir con la demanda actual.  En la imagen, Xiomara Cruz le ayuda con los últimos acabados antes de que ese féretro pase al área de pintura.

 

 

Aunque el trabajo ha sido muy bien remunerado en medio de la pandemia, los trabajadores se exponen directamente a químicos y solventes, que a largo plazo afectan sus pulmones. “A nosotros nos ha ido bien en estos cinco meses, para qué le voy a mentir, pero también ha sido duro el trabajo”, dice Tulio Pérez, propietario de la funeraria.
Aunque el trabajo ha sido muy bien remunerado en medio de la pandemia, los trabajadores se exponen directamente a químicos y solventes, que a largo plazo afectan sus pulmones. “A nosotros nos ha ido bien en estos cinco meses, para qué le voy a mentir, pero también ha sido duro el trabajo”, dice Tulio Pérez, propietario de la funeraria.

 

 

Xiomara Cruz es la única mujer en el taller, y también la única que trabaja en el área de tapicería y acabados. Xiomara aprendió este oficio con sus padres, pero asegura que es más rentable trabajar en un taller ajeno a su familia. A diario tapiza diez ataúdes, al menos en los últimos meses, un trabajo que le deja ganancias de $40 por día. Ella y su hermano pagan seis dólares diarios para llegar a su trabajo desde el cantón Buenos Aires, del municipio de San Pedro Perulapán. Por esta caja en la que trabajará una hora, Xiomara gana $5.
Xiomara Cruz es la única mujer en el taller, y también la única que trabaja en el área de tapicería y acabados. Xiomara aprendió este oficio con sus padres, pero asegura que es más rentable trabajar en un taller ajeno a su familia. A diario tapiza diez ataúdes, al menos en los últimos meses, un trabajo que le deja ganancias de $40 por día. Ella y su hermano pagan seis dólares diarios para llegar a su trabajo desde el cantón Buenos Aires, del municipio de San Pedro Perulapán. Por esta caja en la que trabajará una hora, Xiomara gana $5.

 

 

La Batellita se vendió el miércoles 5 de agosto. La funeraria Cristo Rey, del municipio de Ilopango, pagó $125 por ese ataúd. Tulio Pérez asegura que se venden más de diez cajas por día desde hace un par de meses. Escenas como esta se repiten a diario en el taller. Las funerarias recogen los ataúdes para abastecer los departamentos de Cuscatlán y San Salvador.
La Batellita se vendió el miércoles 5 de agosto. La funeraria Cristo Rey, del municipio de Ilopango, pagó $125 por ese ataúd. Tulio Pérez asegura que se venden más de diez cajas por día desde hace un par de meses. Escenas como esta se repiten a diario en el taller. Las funerarias recogen los ataúdes para abastecer los departamentos de Cuscatlán y San Salvador.

 

 

El miércoles 12 de agosto, una familia pagó $550 por La Batellita y el servicio fúnebre económico, que incluye sillas, carretillas, dos lámparas, cuatro candeleros, dos cortinas, café, pan dulce, azúcar, vasos desechables, servilletas, transporte, una fotografía de 8x10 pulgadas y la preparación del cadáver. Nueve días después, el ataúd que se construyó en San Pedro Perulapán, se utilizó en el hospital Divina Providencia de San Salvador, donde una mujer falleció de cáncer, al igual que la sobrina de Pedro Nieto, pero sin protocolo covid-19.
El miércoles 12 de agosto, una familia pagó $550 por La Batellita y el servicio fúnebre económico, que incluye sillas, carretillas, dos lámparas, cuatro candeleros, dos cortinas, café, pan dulce, azúcar, vasos desechables, servilletas, transporte, una fotografía de 8x10 pulgadas y la preparación del cadáver. Nueve días después, el ataúd que se construyó en San Pedro Perulapán, se utilizó en el hospital Divina Providencia de San Salvador, donde una mujer falleció de cáncer, al igual que la sobrina de Pedro Nieto, pero sin protocolo covid-19.

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