El Salvador / Memoria histórica

Académicos a Bukele: “le corresponde honrar la memoria” de los Acuerdos de Paz

Más de un centenar de académicos han suscrito una carta para reprochar la ligereza con la que el presidente Nayib Bukele calificó como 'una farsa' los Acuerdos de Paz firmados el 16 de enero de 1992. Aunque anticipan que el presidente hará caso omiso de ella, aspiran a que sirva de llamado de atención para la población sobre la importancia de mantener viva la memoria histórica.


Domingo, 10 de enero de 2021
María Luz Nóchez

El presidente Nayib Bukele cerró sus apariciones públicas de 2020 con un discurso frente a las víctimas y sobrevivientes de la masacre de El Mozote, en donde llamó al conflicto armado, y a los Acuerdos de Paz que le pusieron fin, “una farsa”. Lo hizo a pesar de que una de las personas sobre la tarima desde donde emitió su discurso era Sofía Romero, que fue violada por cinco soldados en los meses de asedio previos a la masacre, donde solo tres de sus familiares sobrevivieron. Más de un centenar de académicos nacionales e internacionales han reaccionado a ese desprecio oficial por el pasado y firmaron una carta donde piden a las autoridades: “Honrar la memoria de las víctimas del conflicto armado, fortaleciendo la positiva herencia de los Acuerdos de Paz”.

Un total de 107 historiadores, académicos y personalidades de la política nacional e internacional han reunido sus firmas en una carta en donde rechazan la ligereza de las declaraciones de Bukele. En ella listan ocho de los logros más importantes de la firma de los Acuerdos, como un sistema electoral confiable, la prensa libre, las garantías del acceso a información pública y la efectiva separación de los órganos de Estado. Le recuerdan, además, que la impunidad que persiste entre quienes cometieron delitos durante el conflicto “transmite un mensaje sumamente nocivo para una sociedad que debe aspirar a consolidar el Estado de derecho”. La carta será difundida en los próximos días en campos pagados y redes sociales.

El llamado a la reflexión sobre lo intransigente de esta afirmación pretende que el presidente, sus funcionarios y la población en general, específicamente sus seguidores, reconsideren las implicaciones que negar la memoria histórica tiene para el presente y futuro del país. 'Ciertamente El Salvador tiene todavía formidables desafíos económicos y sociales. Fueron esos problemas, con profundas raíces históricas, los que desembocaron en un cruento conflicto armado que cobró más de 75,000 víctimas, y dejó hijos huérfanos y familiares desamparados y desconsolados que merecen respeto'.

La gravedad de las palabras del mandatario va más allá de que las pronunciara en el lugar de la mayor masacre de civiles en la guerra salvadoreña. Representan una escalada por deslegitimar este hecho histórico, un esfuerzo sostenido desde antes de asumir la Presidencia. 

Durante la campaña electoral de 2019, Bukele acusó en su cuenta de Twitter a los entonces partidos mayoritarios, Arena y FMLN de hacer campaña sucia en su contra, y se refirió por primera vez a los Acuerdos de forma irónica: “Uno de nuestros primeros logros: firmar los verdaderos ‘acuerdos de paz’ entre ARENA y la Cúpula del FMLN. Ahora son mejores amigos, lastima que nunca lo hicieron para el bien del pueblo”.

Posteriormente, la noche del 1 de junio, en la celebración de su victoria electoral en la Plaza Morazán, en el centro de San Salvador, dijo que estaba honrando la promesa de “pasar la página de la posguerra”. La frase, aunque con anclaje directo en lo que algunos politólogos y medios llamaron “fin del bipartidismo”, pues representaba el cierre de la gobernanza de los partidos que firmaron los Acuerdos de Paz, concluyó en hechos concretos que han significado un menosprecio por la memoria histórica salvadoreña.

El primer gesto oficial de desdén hacia los Acuerdos de Paz ocurrió en enero 2020. Cada 16 de enero desde la firma de los acuerdos, la Presidencia ha organizado un acto conmemorativo para honrar la ocasión. Bukele y sus funcionarios, en cambio, dijeron que la mejor manera de celebrar ese día era el reporte de cero homicidios en esa fecha y no organizaron acto alguno. Mario Durán, exministro de Gobernación y actual candidato a la Alcaldía capitalina por el partido Nuevas Ideas, dijo a la prensa el 18 de enero que ellos habían decidido no gastar fondos “en actividades pomposas”: “Nuestra forma de celebrar es trabajar por la paz llevando a cero homicidios el día de ayer y eso para nosotros es más relevante que cualquier otro tema”.

Los Acuerdos, para Bukele, aparecen en su discurso cuando los usa como marco de referencia para publicitar sus logros en el descenso de homicidios y elogiar la efectividad del Plan Control Territorial, con el que asegura haber reducido los homicidios, pese a que se ha demostrado que su Gobierno lleva más de un año negociando con la Mara Salvatrucha-13. Caso contrario, cada vez que se refiere a los Acuerdos de Paz de manera irónica los entrecomilla y reniega de los actores involucrados. 

En septiembre 2020, por ejemplo, se burló del acompañamiento que hizo el FMLN a un grupo de veteranos que introdujeron una pieza de correspondencia en la Asamblea Legislativa en pro del cumplimiento de sus derechos. “Los engañaron cientos de veces. Los engañaron y usaron durante 12 años de guerra. Los vendieron en los “Acuerdos de Paz”. Los engañaron durante 27 años después de la guerra”, tuiteó. Cuatro días más tarde, durante una conferencia de prensa que se transmitió como cadena nacional, dijo en su defensa sobre el bloqueo de los archivos de la Fuerza Armada que no había permitido el acceso para evitar que 'oenegés de fachada del FMLN' los conocieran. Todo esto a pesar de haberse comprometido a abrir “de la A a la Z” estos archivos solicitados por un juez para poder esclarecer hechos como la masacre de El Mozote.

Discurso del presidente Nayib Bukele, durante su visita al caserío El Mozote, en el departamento de Morazán. A su izquierda está Sofía Romero, sobreviviviente de la masacre del 11 de diciembre de 1981. Foto de El Faro: Víctor Peña. 
Discurso del presidente Nayib Bukele, durante su visita al caserío El Mozote, en el departamento de Morazán. A su izquierda está Sofía Romero, sobreviviviente de la masacre del 11 de diciembre de 1981. Foto de El Faro: Víctor Peña. 

La indignación por las declaraciones del presidente colmaron la paciencia del historiador salvadoreño Héctor Lindo, quien redactó la carta y la compartió con sus colegas Carlos Gregorio López Bernal y Carlos Lara Martínez. Una vez que tuvieron lista la versión final del documento, decidieron ampliar la convocatoria de la carta no solo a otros historiadores, sino a académicos de otras ciencias y a los firmantes del Acuerdo de Chapultepec.

Entre las firmas están Gino Costa, exmiembro de Misión de Observadores en El Salvador; Geoff Thale, presidente de la Oficina en Washington para Asuntos Latinoamericano (WOLA, por sus siglas en inglés); la doctora María Isabel Rodríguez, exrectora de la Universidad Nacional y exministra de Salud; Anders Kompass, exembajador de Suecia para Guatemala y El Salvador; la exembajadora de El Salvador en Reino Unido, Elisabeth Hayek Weinmann; Elisabeth Jean Wood, profesora de Ciencias Políticas de la Universidad de Yale; Matthew James Hone, doctor en Estudios Latinoamericanos por la UNAM. 

La carta también la han suscrito personajes que el mismo presidente Bukele ha nombrado sus adversarios, como el académico Óscar Picardo o el sacerdote y rector de la UCA, Andréu Oliva: y también algunos de sus opositores políticos, como los efemelenistas y excomandantes guerrilleros Nidia Díaz y Salvador Sánchez Cerén.

Algunas de las personas firmantes tienen claro que es mínima la posibilidad de que la carta genere un cambio de postura de Bukele. La Presidencia demostró en el último semestre de 2020 que cartas públicas como esta, aún siendo suscritas por organizaciones internacionales y por congresistas y senadores estadounidenses, no le merecen mayor reflexión. “Conseguir congresistas que te firmen una carta es lo más fácil del mundo”, dijo después de que casi una veintena de demócratas y republicanos le enviaran dos cartas mostrando su preocupación por sus ataques a la prensa y el deterioro de la democracia bajo su mandato. “Esos congresistas no representan ni el 5 % ni el 3 %”, añadió. 

Aun así, los académicos coinciden en que, aunque existe una gran probabilidad de que su carta pase ignorada, servirá como un precedente.

La investigadora e integrante del Grupo de Trabajo de Estudios de El Salvador Sonja Wolf lo tiene claro. “No me queda duda que el presidente hará caso omiso a la carta y que veremos descalificaciones por parte de él y sus seguidores en las redes sociales”. Sin embargo, su motivación para firmar está basada en la convicción de que es fundamental contribuir a la creación de contranarrativas. “La carta abierta al presidente Bukele debería recordarle a la población salvadoreña que su país no ha sido olvidado y que aún hay personas que creen firmemente en la importancia y la posibilidad de convertir el espíritu de los Acuerdos de Paz en realidad”.

Por su parte, la socióloga salvadoreña Leisy Ábrego, profesora y presidenta del Departamento de estudios chicanos y centroamericanos de la Universidad de California, decidió firmar porque cree que la carta tendrá un valor histórico. “Cuando alguien quiera estudiar lo que ocurrió en este período de la historia en El Salvador (y entre la diáspora), es importante que se sepa que hay resistencia, aun con un presidente que pretende no importarle tal oposición”. 

El nombre del académico Roberto Cañas, quien apoyó abiertamente la campaña presidencial de Bukele y que incluso aseguró que le gustaría ser ministro de Educación de este Gobierno, también está entre quienes suscriben la carta en representación de los firmantes de los Acuerdos de Paz. El economista fue firmante de aquellos acuerdos como parte de la comitiva del FMLN. “Saludo ese texto porque creo que el silencio y la inmovilidad son suicidas”, dice. Asegura que su firma no responde a un desencanto del Gobierno, sino más bien a la convicción de la importancia de buscar soluciones “político-negociadas”. Para él, hay un planteamiento entre los seguidores del presidente que califica de “temerario” y espera que la carta contribuya a que la gente “tome conciencia de que debe aquilatar el sentido de la historia que nos da un sentido de pertenencia, identidad, y que abandonemos el pensamiento de “saltamontes”.

Habitantes del caserío El Mozote esperan frente al Complejo Educativo de El Mozote, lugar de la masacre realizada en diciembre de 1981. Los habitantes llegaron a esta actividad organizada por la Presidencia de El Salvador. Foto de El Faro: Víctor Peña.
Habitantes del caserío El Mozote esperan frente al Complejo Educativo de El Mozote, lugar de la masacre realizada en diciembre de 1981. Los habitantes llegaron a esta actividad organizada por la Presidencia de El Salvador. Foto de El Faro: Víctor Peña.

Óscar Picardo, quien fue etiquetado de “loco” por el presidente en su cuenta de Twitter, después de que el académico propusiera una iniciativa a la que llamó Cerco Epidemiológico Inteligente, también está entre los firmantes. A pesar de haber sido insultado por Bukele, Picardo es un poco más optimista respecto a la respuesta que esta misiva puede tener, no necesariamente en el presidente o el gabinete, pero sí entre la población. “Quienes firmamos no lo hicimos por quedar bien o por esnobismo. Hay una máxima en ciencias sociales que dice que la ignorancia del pasado nos compromete a cometer errores en el futuro. Por eso creo que este es un tema importante en un sistema educativo débil que no genera pensamiento crítico suficiente”. Recalca que es un error grave que el presidente llame farsa a la guerra y a los Acuerdos de paz, pero recuerda que “nos guste o no, el presidente es un componente educador en la sociedad”.

Una llamada de atención como la que pretende ser esta carta tiene en estos días un espejo en la toma del Capitolio en Washington, agrega la socióloga salvadoreña Cecilia Menjívar, presidenta electa de la Asociación Estadounidense de Sociología. “Es sumamente necesario llamar la atención del público al enorme peligro que tienen los discursos polarizantes de mandatarios con metas populistas”, concluye.

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