El Congresista estadounidense Eliot Engel se despide de Washington dejando un martillo para los centroamericanos. El tiempo dirá si este sirve para construir o destruir. En el corto plazo, el Gobierno de Biden decidirá si esa herramienta sirve, al menos, para adecentar la política exterior norteamericana tras el Gobierno perverso de Trump.
La noche del 21 de diciembre del 2020, mientras los estadounidenses esperaban ansiosos la decisión del Congreso sobre las ayudas que recibirían para aliviar los efectos de la pandemia, el Congresista Eliot Engel resucitó el proyecto de ley que propuso en mayo del 2019, cuyo propósito es fijar ciertos lineamientos para trabajar con los países del Triángulo Norte. Esta propuesta parecía haber quedado en el olvido, pero, entre gallos y media noche, se logró que formara parte del paquete de alivio de covid-19.
Esta ley no es la única incluida en el paquete que no tiene nada que ver con la pandemia; estos enredos legislativos los llaman ‘proyectos de ley ómnibus’. Debido a su gran tamaño y alcance, las propuestas ómnibus limitan las oportunidades de debate y escrutinio, por tanto, suelen incluir proyectos de ley controversiales que no tendrían posibilidad de aprobarse si fueran presentadas individualmente. Lo que se incluye a última hora suele ser aquello que es apadrinado por cabilderos de peso pesado o propuestas de ley introducidas por algún legislador dispuesto a gastar su capital en el mercado de favores políticos. Fue en este escenario que Engel decidió jugarse sus últimas cartas como legislador, ya que después de 32 años como congresista se preparaba para regresar a Nueva York después de perder las elecciones primarias del partido Demócrata en junio del 2020.
En sus tres décadas como congresista, Eliot Engel no fue del todo ajeno a los dilemas que agobian a Latinoamérica. Apoyó algunas causas nobles, como su infatigable persuasión para incrementar la asistencia a Haití tras el terremoto y poner fin a las inhumanas condiciones de los haitianos. Sin embargo, las propuestas insignias de Engel para Latinoamérica, como la ‘Ley de Inversión Social y Desarrollo Económico para las Américas’ del 2007, la ‘Ley del Pacto de Energía del Hemisferio Occidental’ del 2008, y la ‘Ley de la Comisión de Políticas de Drogas del Hemisferio Occidental’ del 2009, nunca llegaron a materializarse y quedaron archivadas. En el 2019, cuando la retórica racista de Trump estaba en pleno auge y amenazaba con suspender la asistencia a Centroamérica, Engel, quien fungía en ese momento como presidente del Comité de Relaciones Exteriores del Congreso, encabezó una delegación bipartidista que visitó El Salvador para supervisar los frutos de la asistencia entregada a los centroamericanos.
En mayo 2019, dos meses después de su retorno a Washington, el despacho de Engel redactó y propuso un proyecto de ley que, según el congresista, estrecharía la relación entre EE. UU. y los países del Triángulo Norte. El proyecto de ley fue aprobado en la Casa de Representantes, pero no tuvo luz verde en el Senado de los Republicanos. No deja de llamar la atención que el Comité de Relaciones Exteriores del Senado, del cual es miembro el senador Republicano Marco –quien dice ser acucioso en temas de Latinoamérica–, ni siquiera consideró la propuesta de Engel. Un año y medio más tarde, los debates sobre como mitigar la pandemia le abrieron la ventana de oportunidad.
El documento legislativo de las ayudas contra la pandemia tiene 5600 páginas y ningún honorable legislador la leyó antes de su aprobación. Muchos se sorprendieron, una vez publicado el documento completo, al encontrar dentro de ese entramado, precisamente en la página 2644, el subtítulo F titulado The United States – Northern Triangle Enhanced Engagement Act.
La nueva legislación pone condiciones al Gobierno estadounidense para el uso de fondos de asistencia para Centroamérica. Las dos condicionales son, por un lado, que se debe presentar al Congreso una estrategia de cinco años sobre cómo se va a trabajar con estos tres países, para lo cual, la ley marca ciertos lineamientos estratégicos. Por otro lado, exige que se presente una lista, con nombres y apellidos, de todas las personas que han participado, a sabiendas, en actos de corrupción, obstrucción a investigaciones y acciones que socavan instituciones democráticas en Centroamérica. El Gobierno estadounidense tiene seis meses para presentar estos documentos al Congreso y una vez al año tendrá que presentar los avances y actualizaciones de estos documentos.
En cuanto a la lista de infames, se podría decir que, si las buenas intenciones se materializan, la lista debería incluir al menos a quienes lisonjeaban a Trump a cambio de que este se hiciera de la vista gorda frente a sendas acusaciones de corrupción en los países Centroamericanos. También debería incluir a aquellos que, al verse arrinconados por acusaciones, decidieron desmontar las instituciones que los acusaban. La ley exige que para elaborar la lista se debe consultar a la sociedad civil. Por tanto, se esperaría que, tanto oenegés y medios de comunicación centroamericanos también tengan voz. La ‘Lista Engel’, como seguramente la llamaremos, podría ser larga.
En cuanto a la estrategia de cómo trabajar con Centroamérica, la legislación establece ciertas ‘prioridades’, las cuales son generales y obvias: promover la prosperidad económica, promover la gobernanza democrática y mejorar las condiciones de seguridad. A parte de las prioridades, la legislación requiere que la estrategia incluya el inusual tema de la diplomacia pública para “educar” a los centroamericanos sobre los beneficios de la asistencia estadounidense e informar de los peligros que trae la migración irregular.
¿Qué tan filudos serán los dientes de la estrategia y la lista de infames? Eso dependerá del gobierno de turno en la Casa Blanca y, sin duda reflejará no solo las intenciones con Centroamérica –que, hoy por hoy, es frenar la migración en masa–, sino también la visión que se tenga sobre Latinoamérica.
Eliot Engel ya no estará en la palestra para describir sus intenciones, pero la espinosa historia de las relaciones entre EE.U.U. y Latinoamérica pone en duda las buenas intenciones de lo que se gesta en Washington. Estados Unidos continúa teniendo la misma escuela de pensamiento que siempre ha guiado la relación con los latinoamericanos: promover los derechos individuales como fórmula para la prosperidad. Ejemplo de esto son los detalles del texto de Engel sobre la estrategia para Centroamérica, donde aclara la intención de promover la prosperidad económica, ‘apoyando soluciones basadas en el mercado’. La célebre frase de ‘fortalecimiento institucional’ difícilmente se refiere a promover un rol de un Estado más sólido y efectivo que garantice lo mínimo en derechos de salud, educación y seguridad. Mercados más fuertes, sí. Esa sería la mejor interpretación.
La perversidad y alcahuetería del Gobierno de Trump deja la vara muy baja. Cualquier gesto o acción de la Administración Biden seguramente resultará en una mejoría. Pero también hay que recordar la reciente mirada miope que los demócratas han tenido hacia Latinoamérica. El mismo Joe Biden se jacta en proclamar: ‘Yo soy el tipo que armó el Plan Colombia’, refiriéndose a su participación en el enorme paquete de ayuda militar a Colombia para combatir el narcotráfico. Sin embargo, el mismo Congreso norteamericano acaba de considerar que si bien el Plan Colombia “fue un éxito para la contrainsurgencia, fue un fracaso (en temas) antinarcóticos”, que además dejó secuelas de violaciones a los derechos humanos.
Además, hay que considerar que todo lo que huele a izquierda latinoamericana causa urticaria bipartidista en el Capitolio estadounidense, para lo cual la receta siempre es ‘soluciones basadas en el mercado’. Cuando Argentina eligió a Mauricio Macri, después de 12 años de kirchernismo, Barack Obama, del cual Biden era vicepresidente, no tardó en viajar a Buenos Aires para consagrar la elección de Macri. Siempre lo elogió por su visión ‘moderna’ sobre el manejo del Estado y ofreció el clásico combo de ayuda norteamericana: libre comercio y lucha contra el terrorismo. El Gobierno de Obama criticó duramente la gestión de Evo Morales y le guiñó el ojo a la destitución ilegítima de Dilma Rouseff en Brasil. Con antecedentes como estos, no está de más preguntarse: ¿cómo se usarán la estrategia y la lista cuando Centroamérica cuente con gobiernos progresistas?
El tiempo desvelará el alcance de las intenciones de Washington con los países centroamericanos. Pero, sin duda, las intenciones de Eliot Engel, de ser recordadas, se materializarán en los próximos meses.