No es inusual que la congresista Norma Torres azote verbalmente a los gobiernos centroamericanos por su corrupción, y por lo que ella considera su complicidad o culpa por los éxodos migratorios hacia el Norte. Desde al menos 2018 ha sido especialmente dura con el presidente hondureño Juan Orlando Hernández, a quien suele acusar de dirigir un narcoestado, y en el último año ha denunciado varias veces los excesos de Nayib Bukele.
Es quizá más noticioso que, 48 horas después de un durísimo enfrentamiento público con el presidente de El Salvador, aplauda que el enviado especial de Biden para Centroamérica esté valorando reunirse con él esta semana, o que se resigne a la necesidad de que Estados Unidos busque acuerdos, incluso, con Hernández. “Esos acercamientos son necesarios”, acepta, aunque no ahorra aguijonazos: “Tener la autoridad de un presidente trae consigo una responsabilidad”, dice. “Espero que el presidente Bukele se calme y se pueda controlar un poco”.
Torres (Guatemala, 1965), es Representante por California desde 2015 y la única miembro del Congreso estadounidense nacida en Centroamérica. No solo fue la creadora y co-preside el Caucus centroamericano en el Capitolio; también es miembro del poderoso comité de Asignaciones, que controla el presupuesto nacional y de cooperación externa de Estados Unidos. Eso incluye los 4 mil millones de dólares en ayuda que la Casa Blanca pretende destinar al istmo los próximos cuatro años.
En un Capitolio en el que pocos congresistas o senadores republicanos dan importancia a Centroamérica, y en un escenario político en el que el centrista Joe Biden necesita mantener aplacados o satisfechos los ímpetus de la corriente más progresista del partido Demócrata, la voz de Torres tiene un peso considerable que Bukele no parecía dimensionar cuando la insultó la semana pasada por Twitter diciendo que use “una parte del cheque de sus financistas para comprar anteojos” o pide explícitamente a los latinos californianos que no voten por ella.
“Va a ser muy difícil para la administración Biden convencerme de que dé mis votos para financiar un plan o un acuerdo con el presidente Bukele. Porque quiero resultados, y no estoy viendo avances en el Triángulo Norte”, responde Torres. Un hándicap más para un Bukele que arrastra tropiezos diplomáticos con Estados Unidos. Una fuente en el Departamento de Estado se refiere así al reciente intercambio de mensajes entre el presidente y la congresista californiana: “Vamos a defender a nuestros congresistas y la no intromisión en nuestras elecciones. Aunque Torres no necesita mucha ayuda para defenderse”.
Hace pocos días se reactivó en el congreso estadounidense el Caucus centroamericano, que usted co-preside. Refleja la atención de un grupo de congresistas, sobre todo demócratas, a la región. Pero en general, en el Congreso de Estados Unidos, ¿se comprende lo que sucede en Centroamérica?
La importancia del caucus, que yo fundé hace seis años, es que es bipartidista. No apoya leyes, pero promueve información para los representantes y sus asistentes sobre la situación de Centroamérica, sobre las acciones que tomamos nosotros u otros actores en toda Centroamérica, aunque el enfoque en los últimos años ha sido el Triángulo Norte.
En el Congreso hay miembros, específicamente latinos, demócratas y unos cuantos republicanos, que sí siguen con atención lo que pasa en el Triángulo Norte. Pero no es lo común. Mucha de nuestra atención va hacia el Medio Oriente, Europa, África... Pero para mí Centroamérica es una prioridad porque son nuestros vecinos, y son el origen la mayoría de nuestros problemas en la frontera.
Con la llegada de la administración Biden se repite que hay un cambio de prioridades, pero ¿cree que el nuevo gobierno estadounidense está haciendo todo lo necesario?
La administración Biden apenas tiene dos meses y un par de semanas en la Casa Blanca, pero vemos que ha encomendado la atención a Centroamérica a un grupo de personas que tiene experiencia en la región, y la Vicepresidenta se ha colocado a la cabeza del grupo. Eso nos da una señal de que él está realmente comprometido con la región y quiere ayudar a resolver problemas que ya son culturales. Porque el problema del narcotráfico, los problemas de violencia o corrupción, son parte de una cultura política que tiene que reformarse, que tienen que cambiar los mismos países.
La política migratoria de Biden es inseparable de su política hacia Centroamérica. ¿Qué piensa de que se siga usando el título 42 para rechazar o expulsar de Estados Unidos a solicitantes de asilo? Múltiples organizaciones de Derechos Humanos señalan que Estados Unidos sigue cometiendo una ilegalidad, que incumple las leyes internacionales al usar esa herramienta para no reconocer de facto a miles de personas el derecho de asilo.
Estamos teniendo ese diálogo con la administración casi todos los días. Empujándolos para que hagan más y revoquen de manera permanente este artículo que el presidente Trump comenzó a aplicar. Pero hay que reconocer que el presidente Trump derrumbó toda la infraestructura necesaria para recibir de forma humanitaria a esas personas, que son víctimas, que huyen de las circunstancias de sus países. No había lugares en los que un niño pueda ser tratado con humanidad. Ha visto las jaulas, lugares que parecían perreras. Ahí no se puede recibir a un niño.
Estamos apenas comenzando a reconstruir la infraestructura y logística que se necesita. Y eso incluye contratar a nuevos empleados del gobierno federal para procesar esas aplicaciones. Hay mucho trabajo que hacer, pero en dos meses y medio se ven grandes cambios.
Y si, queremos que se anule el título 42 pero es difícil hacerlo si no tenemos la infraestructura necesaria para hacer pruebas de coronavirus, dar trato separado y cuarentena a quienes estén contagiados... Todo eso está planeado, pero no podemos movernos tan rápido.
A Biden se le cuestiona también que no haya incluido programas para los trabajadores indocumentados. En California, el estado al que usted representa, se ha aprobado el seguro de desempleo para trabajadores indocumentados, y se está estudiando en Nueva York. ¿Debería Biden impulsar una legislación similar a nivel federal?
Es muy difícil para el congreso hacer cambios como esos porque no contamos con la cooperación de los republicanos, que no reconocen a los once millones de personas indocumentadas que hay en el país, en gran parte trabajadores que son parte de nuestra economía. Yo, como californiana, estoy muy orgullosa de que mi estado reconozca la labor de estos trabajadores y haya comenzado a darles aunque sea algo de asistencia, porque esta pandemia ha sido terrible, muchos de ellos han perdido la vida. Trabajadores esenciales, que no solo trabajan en los campos, o en bodegas y almacenes, sino en hospitales, limpiando o en muchos casos como enfermeros. Tenemos que reconocer su labor.
También he pedido al Congreso un estudio detallado sobre los migrantes que llegan a nuestra frontera. Pienso que son personas cuyo futuro ha sido robado, por eso llegan aquí; pero cuando en Estados Unidos tienen oportunidades de estudio, de trabajo, de lograr comprar una casa, ¿qué tipo de trabajo logran tener? Muchos de ellos son profesionales, ya lo sabemos, y creo que es muy importante que se reconozca el talento que tienen. En realidad, el mejor recurso que tienen esos tres países son esos jóvenes que han llegado a nuestra frontera, y no se reconocen sus capacidades y su talento.
Habla de la posición de los congresistas republicanos. La propuesta migratoria de Biden se lanzó rodeada de euforia, pero ¿qué posibilidad real hay de que se apruebe una ley tan ambiciosa?
Primero teneos que controlar la migración irregular. Ese es el mayor obstáculo que tenemos en este momento. La reforma migratoria debería ser un tema bipartidista, y de momento no lo es porque muchos republicanos sienten que no hay un proceso legal y ordenado funcionando. Por eso es importante que en este tema colaboremos no solo con el Triángulo Norte sino con México, por donde pasan esos miles de migrantes.
Biden prometió una nueva mirada a Centroamérica, pero de momento la relación se basa en frenar la migración, un objetivo a corto plazo que no es distinto al de administraciones anteriores, incluida la de Donald Trump. De hecho parece que la cercanía con Guatemala en este momento se debe simplemente a su esfuerzo por bloquear el paso y servir de muro como impulsó Trump. Y lo mismo sucede con México.
Sí, frenar la migración irregular es muy importante. Y lo es cuidar las vidas de esas personas cuando emprenden un viaje de forma irregular. Ya en los últimos dos años de la administración Obama, cuando el ahora presidente Biden era vicepresidente comenzamos a tratar de ayudar a esas personas. Abrimos pláticas con Belice, Costa Rica y otros países de la región para pedir su ayuda en la tarea de proteger a estas personas que están pidiendo auxilio.
Incluso comenzamos a identificar lugares, en los tres países del Triángulo Norte, en los que podríamos construir refugios para que quienes querían migrar pudieran hacerlo de forma ordenada. Para que no tuvieran que exponerse a los peligros del recorrido y cuando pusieran un pie en Estados Unidos fuera de manera legal. Eso sería lo ideal y eso estamos tratando de conseguir con esta nueva administración.
¿Qué opina de la creación de la figura del enviado especial para Centroamérica, y de que se haya elegido a Ricardo Zúñiga?
Creo que es muy importante. El equipo que se ha creado para la región son profesionales que conocen la historia (ríe), están informados y realmente nos pueden ayudar a promover lo que queremos hacer.
¿Se ríe porque piensa en gobiernos anteriores?
Es muy triste pensar en la intervención de los Estados Unidos en el pasado y su relación con muchos de estos dictadores actuales. Es algo que ha dañado a la región. Ahora queremos hacer algo diferente. Estados Unidos no va a decir cómo se tienen que hacer las cosas, pero trabajará con líderes que estén comprometidos con la sociedad civil, con la democracia, y con mejorar las condiciones de vida en cada país.
Algunas de las afirmaciones que usted ha hecho, calificando de narcoestados a Honduras, Guatemala y El Salvador...
Nunca he calificado de narcoestado a Guatemala y a El Salvador. Sí he dicho muy claro que Honduras es un narcoestado. En los otros dos casos... se podría decir que el jurado todavía está deliberando. Aunque hemos visto que han dado, desafortunadamente, muchos pasos en esa dirección.
[El pasado miércoles 24, un tuit en la cuenta oficial de la congresista Torres se refirió a los “narcogobiernos liderados por Nayib Bukele, Juan Orlando Hernández y Alejandro Giammattei”, aunque en el video que acompaña al tuit ella hace una distinción entre lo que llama “el narcogobierno”, en clara referencia a Honduras, y “los líderes corruptos y fallidos de Guatemala y El Salvador”.]
El punto es que la relación de la actual Casa Blanca con los gobiernos de la región aún está por construirse. ¿No cree que el tono de sus afirmaciones hace aún más complicado el trabajo del equipo nombrado por Biden? El ejemplo más claro es su más reciente enfrentamiento con el presidente Bukele.
Es importante que hablemos claro. No podemos ser ciegos ante la realidad de la región. Ni podemos tener diálogos con gobiernos que nos dicen lo que queremos escuchar. Nunca vamos a ayudar a solucionar nada si seguimos por ese camino. Ya lo hicimos y no funcionó. Hemos de hacer algo diferente, y la diferencia ha de empezar por la honestidad de los actores con los cuales tratamos de tener una relación.
El Salvador, Honduras y Guatemala son responsables. Son un ejemplo internacional porque no les ha importado las condiciones en que sus ciudadanos migran. Cuando vi a esas dos niñas, una de tres y otra de cinco años, tiradas desde un muro de 14 pies en medio de la noche... Yo soy madre y soy abuela, pero para cualquier ser humano es algo muy serio. Yo culpo a esos tres países porque han sido el ejemplo para todos los demás.
El presidente Bukele la cuestionó porque esas niñas no son centroamericanas sino ecuatorianas...
Hizo lo que hace siempre: torcer todo, cambiar la conversación. Lo que él tiene que reconocer es que la misma acción que en El Salvador han tomado se está tomando desde otros lugares. Nuestro intercambio de mensajes pasó el jueves por la noche; y a las 9 de la mañana hora de California el presidente de El Salvador había mandado 49 tuits o retuits contra mí. ¡49! Anoche lancé un comunicado y empezó otra vez. El presidente Bukele está asociado con troles, a los que paga para que impulsen lo que él quiere decir... pero no es real. Son cuentas de personas que no existen.
Pero eso no es lo que más me importa. Lo importante es que el trabajo de los funcionarios públicos no es fácil. Y tener la autoridad de un presidente trae consigo una responsabilidad. Él fue alcalde de San Salvador, no es nuevo en política.
¿Cree que estos enfrentamientos afectarán al diálogo con el gobierno de El Salvador?
Este tipo de comportamiento demuestra la inestabilidad de un líder de la región, hace ver que sus acciones no son serias. No soy la primera miembro del congreso a quien ofende. Un compañero me llamó ayer para decirme “¡También a mí me hizo eso!”. Es el comportamiento de un muchacho muy joven, no de un presidente.
Esta semana viene el enviado especial Ricardo Zúñiga y visitará Guatemala y El Salvador. Tengo entendido que en su agenda de reuniones está una con el presidente Giammattei y otra con el presidente Bukele. ¿Qué espera usted de esas reuniones?
Esos acercamientos son necesarios. Espero que el presidente Bukele se calme y se pueda controlar un poco. Espero que puedan tener un diálogo. Porque yo, como congresista, tengo un trabajo importante que no se limita a representar a mi distrito y garantizar información y transparencia sobre cómo estamos gastando los impuestos: también soy parte del Comité de Asuntos Internacionales y del Comité de Asignaciones, que aprueba y supervisa el presupuesto de Estados Unidos. Tomo muy en serio esa tarea, y va a ser muy difícil para la administración Biden convencerme de que dé mis votos para financiar un plan o un acuerdo con el presidente Bukele. Porque quiero resultados, y no estoy viendo avances en el Triángulo Norte.
El presidente Bukele ha pedido que se dé un trato diferente a cada país del Triángulo Norte. ¿Usted está de acuerdo con eso?
Sí, al cien por ciento. Ese fue el plan que trabajamos con el presidente Biden cuando era vicepresidente. Fueron los tres países los que crearon sus planes de prosperidad y de seguridad. Lo hicieron ellos mismos. Así va a ser de nuevo, y después veremos con qué plan estamos más de acuerdo. Y es importante pensar en los países por separado al aportar fondos a la región, porque así durante el proceso podemos redirigir la ayuda a los países que estén avanzando más en el cumplimiento de los acuerdos que logremos.
¿Qué cree que deben incluir esos acuerdos?
Condiciones de respeto al estado de derecho, transparencia, no solo en el uso de esos fondos sino en todo el gobierno... La transparencia es esencial para una democracia, para una república. Y respetar a los periodistas, y a las diferentes opiniones. Es muy importante para un líder aceptar que no todo el mundo piensa como nosotros. Y deben orientarse a mejoras de la educación, desarrollo de puestos de trabajo, entrenamiento, infraestructura. Acceso a servicios básicos como luz, agua. Son cosas que ayudan que un país crezca, no solo en su economía.
Entiendo entonces que, pese a las dudas que dice tener sobre los gobiernos de Guatemala y El Salvador, está a favor de que se busquen acuerdos con ambos prsidentes. ¿También con el de Honduras?
Sí. Es más difícil, por el caso del hermano del presidente. Y no tengo toda la información del caso contra el presidente... Pero mientras esté en el cargo tendremos que buscar un acuerdo con él. Nos guste o no, estos son los presidentes con los que tenemos que tratar.
En esta conversación la percibo más prudente de lo habitual. Está midiendo las palabras más que en otras ocasiones. ¿Es porque piensa que es momento de bajar la temperatura?
No, es porque a final de año hay elecciones en Honduras y tengo que respetar el proceso. Ojalá elijan a líderes con los que nosotros podamos trabajar, pero mientras he de tomar distancia. ¡No puedo hacer lo que ha hecho el presidente Bukele (se ríe), pidiendo a los ciudadanos de mi distrito que no voten por mí!
¿Qué impresión le causó ese mensaje?
Nunca es bueno que un líder trate de influir una elección en otro país. Me lo tomo muy en serio. Muchos colegas me escribieron al verlo, y están muy molestos por esos mensajes que él sigue promoviendo.
¿Colegas demócratas?
Sí.
¿Cree que el presidente Bukele tiene mejor relación con el lado Republicano?
No lo creo. Lo que creo es que muchos de mis colegas republicanos no han prestado mucha atención a la región y suelen pensar que cada presidente es igual al anterior porque las condiciones no cambian. Están cansados de tener que tratar en nuestra frontera los síntomas de los problemas que ellos no resuelven en sus países. Además, la mayoría no representa a distritos latinos, como sucede con muchos demócratas a los que la población nos está pidiendo que ayudemos a sus compatriotas y que impulsemos una reforma migratoria para ayudarlos a ellos aquí.