Recientemente se hizo pública la mayor filtración de documentos de la que se tenga registro. Un extenso equipo de periodistas de investigación analizó casi 12 millones de documentos que revelan el mecanismo que personajes poderosos de todo el mundo utilizan para ocultar sus fortunas y, en consecuencia, evadir impuestos. Sin embargo, lo que quizás mayor indignación ha provocado a los latinoamericanos es la desproporcionada presencia de personajes de la política en estos complejos entramados.
Es cierto que, de acuerdo con las leyes vigentes, estos mecanismos no son ilegales, pero el escándalo abre todo un debate sobre la naturaleza de los recursos y el probable usufructo de la corrupción que puede estar detrás de algunas fortunas. Sobre todo, porque es aún más indignante que alguien sea haga rico haciendo política y que quienes hacen las leyes tributarias, que mantienen cautivos a millones de contribuyentes, sean los primeros en utilizar información privilegiada para sacar dinero de sus países para ocultarlo en sendos paraísos fiscales.
Desproporción latinoamericana
La nómina de políticos, además de amplia, saca los colores a más de uno, sobre todo cuando se observa que los latinoamericanos destacan por encima de sus pares de otras regiones del mundo. Los reportes de los Pandora Papers revelan que tres presidentes y 11 expresidentes de América Latina sobresalen entre las celebridades que emplean los mecanismos de offshore para “resguardar” su patrimonio económico. Pero, además, la lista incluye a ministros, embajadores, legisladores, funcionarios y hasta miembros de bancos centrales.
La triangulación de activos a través de este mecanismo no tiene nada de ilegal. Sin embargo, en una región con marcadas asimetrías, precarización, informalidad, corrupción e impunidad, revelaciones como la de los Pandora Papers dejan al desnudo que la estructura de oportunidades entre quienes tienen poder —económico y político— y el resto no sólo es abismal, sino que puede a llegar a niveles que rayan en lo impúdico y grosero.
El mensaje que nos dejan los Pandora Papers, sobre todo en una región extremadamente desigual como América Latina, es que en la política, como en el ajedrez, no es lo mismo ser peón que reina. Mientras el primero es carne de cañón y su movilidad está cautiva, la segunda no sólo tiene más estatus, sino que puede moverse con libertad por todo el tablero.
Esta metáfora, citada por un entrevistado en un programa televisivo de la cadena española La Sexta, describe a la perfección cómo mientras millones de personas son contribuyentes cautivos de las imposiciones fiscales que crean sus verdugos, estos últimos tienen la capacidad de hacer de la política una actividad lucrativa muy rentable, de la que, además, se valen para evadir las reglas creadas por ellos mismos.
Con nombre y apellido
Destaco tres casos a manera de ejemplo. El presidente chileno Sebastián Piñera es conocido por su fortuna previa a su incursión en la política profesional. Sin embargo, este se ha valido de su posición de privilegio para acrecentar su riqueza través de operaciones como la compraventa de la Minera Dominga, en la que también participó su esposa.
El segundo caso es el del expresidente Horacio Cartes, quien ha convertido al Paraguay en su estancia personal. Señalado por lo oscuro o irregular de algunos de sus negocios, lo cierto es que tras su paso por la presidencia no sólo ha hecho crecer su fortuna, sino también su influencia, lo que en un país altamente corrupto lo ha hecho prácticamente intocable.
Y el tercer caso es el del legislador mexicano Armando Guadiana, del oficialista Morena. Este rico empresario del carbón se ha beneficiado de jugosos contratos de adjudicación directa durante la actual administración del presidente López Obrador, a quien defiende a ultranza.
En conclusión, los Pandora Papers superan por mucho a los Panama Papers que en 2016 habían revelado el modus operandi que grandes celebridades utilizan para escapar del control tributario de las haciendas nacionales a través de empresas fantasmas u offshore. Esta filtración es un nuevo recordatorio de que, además de los políticos que en teoría deberían representarnos, muchos de nuestros admirados cantantes, deportistas, artistas y empresarios latinoamericanos se siguen aprovechando del resto de la sociedad. Al fin y al cabo no es ilegal y qué tanto es tantito.
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