Ivette Toledo sueña que sus hijos le piden que los busque a la orilla de un río. Ella ve el paisaje, escucha la voz de Eduardo, su hijo de 20 años, pero no puede verlo. Despierta y se empieza a preguntar dónde será ese lugar. “Debo de buscar a la orilla de un río”, se dice a sí misma. Otras noches sueña que encuentra a Karen, su hija de 18 años, en la entrada de casa. Cuando se despierta, Ivette Toledo suele prepararse para buscar los restos de sus hijos en el Instituto de Medicina Legal.
Karen y Eduardo Guerrero Toledo son hermanos y desaparecieron el 18 de septiembre de 2021. Fueron vistos por última vez en Santa Tecla, La Libertad. Cada uno aún tiene planes pendientes. Antes de ser desaparecidos ya se habían propuesto las cosas que harían para cerrar el año: Karen iría a comer pizza con sus amigos, aprendería crochet, iría a la playa y visitaría a una amiga. Eduardo quería celebrarle el primer cumpleaños a su hermano de crianza, construir muebles de madera y terminar de lijar las sillas del comedor de su casa. Por ahora, los planes se amontonan.
La desaparición de los hermanos Guerrero Toledo ha sido retomada ampliamente por medios de comunicación y autoridades gubernamentales. El ministro de Seguridad, Gustavo Villatoro, dijo que su caso está relacionado con “droga y pandilla” en una conferencia de prensa el 8 de noviembre. Esas declaraciones han colocado a Ivette Toledo, la madre, en una situación aún más difícil. “Él dijo que mis hijos eran pandilleros, ahora dígame, ¿qué pasa conmigo si vivo en una zona contraria? Yo me siento vulnerable ante las dos pandillas”, cuenta el jueves 25 de noviembre desde su casa en una zona popular de Lourdes.
Tras las declaraciones del gabinete de Seguridad, Ivette empezó a ser custodiada por dos policías que permanecen vigilantes frente a su puerta con la pretensión de protegerla. En la zona hay presencia de la pandilla Barrio 18. Durante el día, Ivette presta el carro de un familiar y recorre los 26 kilómetros que separan su casa de Lourdes y la morgue de San Salvador. De noche no le queda más remedio que esperar a que suene el teléfono por si alguien tiene información de dónde están. En las madrugadas -cuando logra dormir- escucha la voz de Eduardo y sueña que Karen vuelve a casa con una maleta en la mano.
La versión de los fiscales
El Faro tuvo acceso a la versión que manejan los fiscales asignados al caso sobre la desaparición de Karen y Eduardo. Esta versión es la que ha servido para procesar penalmente a Víctor Ruiz Mejía de 21 años y José Martínez Saavedra de 26 años. De acuerdo con la Fiscalía, ambos son miembros de la Mara Salvatrucha-13. La hipótesis es que el menor de ellos, Víctor Ruiz, es el autor intelectual de la desaparición y que José Martínez Saavedra fue el conductor del taxi pirata donde los jóvenes se transportaron por última vez.
La acusación se basa en la activación de antenas desde los celulares de los Guerrero y en la declaración de tres testigos protegidos identificados con clave Nathaly, Cobra y Nihilista. Debido a su estatus, no se puede conocer la identidad real de estos testigos y tampoco se sabe si son miembros de pandillas o cuál es su vinculación con el caso. Ninguno de los testigos especificó qué sucedió desde que los hermanos Guerrero se subieron al taxi pirata. Sin embargo, una de las personas que declaró en la investigación del caso dijo que escuchó que el cuerpo de los jóvenes fue enterrado en la zona costera de La Libertad.
La Fiscalía ha logrado establecer que “a eso de las 11 horas del 18 de septiembre de 2021, Karen se comunicó con su hermano Eduardo” y le dijo que estaba en la casa de su mejor amiga. Ella vive en la colonia Quezaltepec de Santa Tecla, una zona donde hay presencia eventual de pandilleros de la Mara Salvatrucha-13.
De acuerdo con lo consignado por los fiscales del caso, Eduardo llegó a esa casa donde además funciona un negocio. Luego, los dos hermanos caminaron un par de cuadras hacia la Senda París de la misma zona. Una cámara de seguridad los ubicó juntos caminando “con rumbo poniente” a la 1:16 pm. Veintidós minutos más tarde, a la 1:38 pm, es la última vez que los dos jóvenes son captados por una cámara de seguridad. Eduardo usaba un jeans color celeste y una camisa cuadriculada blanco con negro. Karen llevaba una blusa negra, una chamarra verde y botines.
El taxi pirata manejado por José Martínez Saavedra salió de una calle de la colonia Quezaltepec con Karen y Eduardo a las 2:07 pm del 18 de septiembre, de acuerdo con la reconstrucción de hechos de la PNC. Cinco minutos más tarde, el carro fue visto en el redondel Utila, cerca del ex rastro de Santa Tecla. A partir de entonces, la información se vuelve más escasa. En redes sociales circuló una captura de pantalla de una conversación de Karen con una amiga. Esta luego fue retomada como prueba por parte de la PNC. A las 2:18 pm dicha amiga dijo que recibió la ubicación de Karen Guerrero vía Whatsapp. El punto marcaba el municipio vecino de Nuevo Cuscatlán.
El testigo con clave Cobra dijo -según la versión fiscal- que “a ellos ya los tenían controlados porque se dedicaban a vender droga en sector contrario y no estaban autorizados”. La Fiscalía también sumó la declaración de una persona entrevistada que dice conocer a Eduardo porque se juntaba con él a “tripear” y fumaban marihuana “ocasionalmente''. La hipótesis de las autoridades que explica la desaparición de los hermanos se basa en esos dos testimonios. El testigo protegido clave Nathaly aseguró que “al haberse hecho bulla” sobre la desaparición, el imputado de 21 años, Víctor Ruiz Mejía, contó que se tomó la decisión de “irlos a desenterrar y llevarlos hacia la zona cercana a la playa San Diego”.
“Queríamos ir por una pizza a Plaza Merliot”
Karen y Eduardo estudiaron con becas en el Colegio Cristiano Flavio Josefo de Santa Tecla. Su padre migró a Estados Unidos antes de que ellos lograran ir al kínder. Desde allá, asegura la madre, nunca dejó de enviar remesas para sus hijos. “El papá ya había arreglado las cosas, entonces solo estábamos esperando la cita en la embajada de Estados Unidos”, cuenta Ivette. Los amigos de Karen sabían que ella pronto migraría junto a su hermano a Estados Unidos. Allá iban a reencontrarse con su padre. Por eso hacían planes pensando en cómo sacarle el máximo provecho a sus días en El Salvador.
A Karen sus amigas la describen como una fuerza de la naturaleza, alguien que lo quiere todo, como se suele querer todo a los 18 años: ser veterinaria o comunicadora. Gestionaba una página en Instagram para rescatar perros y gatos de la calle y tenía el sueño de montar un refugio. Solía vender ropa entre sus amigas y quería ganar dinero para ayudar en la crianza de uno de sus primos. Pintaba sus propios cuadros, cantaba con voz aguda y grababa videos aprendiendo a rapear.
Eduardo, por su parte, solía ser más introvertido que su hermana. Desde pequeño, recuerda su madre, le gustaba armar y desarmar cosas. De grande, construyó la base de madera de su propia cama, una pared de tablaroca para la casa de una vecina y una mesa. Solía usar un pin de la caricatura “Rick and Morty” y entre las cosas de su cuarto aún se encuentran cuatro carritos miniatura. Su abuela cuenta que él quería migrar para poder comprar dos casas: una para una tienda y una para su familia.
El Faro habló con nueve amigos de Karen Guerrero. La mayoría, entre los 17 y 20 años, puso la condición de no ser identificados para poder hablar. De los nueve, solo uno de ellos - el mayor de todos- aceptó hablar en persona sobre su amiga. Con el resto se sostuvieron pláticas a través de Instagram, WhatsApp y llamadas telefónicas. Desde la desaparición de Karen y Eduardo, tienen miedo de encontrarse con gente que no conocen previamente.
Quizá uno de los elementos que hacen que este caso haya tenido la alta repercusión mediática que ha tenido es que ocurrió en una colonia tranquila de clase obrera en Santa Tecla. La zona es densamente poblada, pero nunca ha sido famosa por altas estadísticas criminales. Las tiendas de la zona se mantienen abiertas hasta las diez de la noche, jóvenes y familias pasean por los parques de la zona sin problema a cualquier hora. A diferencia de otras colonias controladas totalmente por las pandillas, no hay “retenes” de pandilleros que exijan identificarse a los visitantes. Los amigos de Karen estaban acostumbrados a ser jóvenes, no a tener que lidiar con pandillas y mucho menos ver en las noticias a uno de ellos. Sin embargo, la sensación de seguridad se rompió.
De acuerdo con una investigación periodística, en lo que va del año las autoridades no han logrado dar con el paradero de 438 personas reportadas como desaparecidas. Al menos seis de esos casos han sido denunciados en Santa Tecla. Las autoridades solo han logrado encontrar a una de las personas reportadas como desaparecidas en la zona, Jimena Granados. Ella fue localizada tras haber sido asesinada.
La esperanza es algo que casi no cabe en el grupo de amigos de Karen. “A estas alturas es bien difícil que una persona que haya desaparecido hace dos meses se pueda encontrar con vida todavía”, dice una de sus amigas de 19 años. La chica tiene el pelo rizado y habla como quien busca consuelo en sus propias palabras. Un día antes de que Karen desapareciera, se pusieron de acuerdo para celebrar su cumpleaños juntas. “Quisiera con todo mi corazón que apareciera con vida. Karen es la única amiga que yo tenía”, confiesa.
Karen tenía más amigos y amigas. “Nunca nos dio indicios de que estaba en malos pasos”, dice otro de sus amigos, un muchacho de ojos rasgados. Sus compañeras del colegio la recuerdan por servir en su iglesia. “La conocí porque ella era servidora en un retiro cristiano”, cuenta otra de sus amigas de 18 años.
“Ella es mi mejor amiga y hasta el día de hoy la necesito, Karen es una chica ejemplar, soñadora, graciosa, amante de las cosas sencillas como una canción con guitarra”, dice un muchacho moreno de ojos hundidos.
Los amigos de Karen y Eduardo se han organizado para difundir su información en redes sociales, han hecho una marcha exigiendo que sean encontrados con vida, han gritado sus nombres en las calles, han viralizado hashtags y han acompañado a la madre de los Guerrero en vigilias. Pero ahora, el enojo les empieza a llenar el cuerpo.
“Tengo 17 años y su desaparición en mi vida me ha afectado mucho, las primeras semanas me quitaba el sueño y el hambre”, cuenta un adolescente amigo de Karen. Antes de que ella desapareciera estuvieron chateando y planificaron el paseo que harían: “Queríamos ir por una pizza a Plaza Merliot”, escribe el muchacho a través de mensaje de texto. Pronto su discurso se endurece y critica a las autoridades del gabinete de Seguridad. “Como su amigo me llena de asco escuchar a personas que andan difamándola y que den falsas declaraciones por la ineptitud de no poder hacer su trabajo”.
Gobierno versus familia
Al mediodía de este jueves 25 de noviembre, Ivette Toledo manda a comprar las tortillas. Estas no son solo para ella y su madre, son también para compartir con los policías que vigilan la entrada de su casa. Han pasado 17 días desde que el ministro de Seguridad Gustavo Villatoro relacionara a sus hijos con pandillas y posteriormente se instalara un dispositivo de vigilancia en su puerta. Algunos vecinos -dice Ivette- la han empezado a ver distinto en la calle, con miedo de los supuestos vínculos criminales de su familia.
Mientras afuera un par de policías observa y cuestiona a cualquier desconocido que se detenga frente a la casa de Ivette, adentro hay una abuela lavando ropa en la pila y una madre que habla de los instrumentos que sus hijos tocaban cuando niños. Karen tocaba la guitarra y Eduardo, la flauta. En los últimos meses habían comprado un ukelele y lo compartían.
El 8 de noviembre, cuando el ministro de seguridad Gustavo Villatoro habló de Karen y Eduardo lo hizo reduciéndolos a supuestos vendedores o consumidores de drogas. “Hay una relación directa de jóvenes, droga y pandilla. Hay una relación entre las víctimas y los victimarios y es por el consumo o la venta de droga”, dijo Gustavo Villatoro ante las cámaras de medios de comunicación. Esas declaraciones luego se repitieron en los noticieros nacionales.
El ministro Gustavo Villatoro mintió sobre la denuncia del caso de los hermanos Guerrero en esa misma ocasión. “Recibimos la denuncia casi 48 horas después de que los hermanos habían desaparecido”, acusó el funcionario. En la misma conferencia se encontraba el fiscal general impuesto por el oficialismo, Rodolfo Delgado. Él repitió la mentira donde aseguraba que la denuncia fue hecha tarde. En la versión de los hechos que fue presentada ante la jueza del caso se asegura que “en la fecha 19 de septiembre del año 2021 a las 12:22 minutos denuncia la madre en la delegación”. Es decir, no había pasado ni siquiera un día cuando la Policía Nacional Civil ya tenía conocimiento del caso.
Ivette Toledo dice que ella incluso se acercó antes a la Policía. “A las ocho de la mañana estaba allá. Como mamá fui a poner la denuncia y me tuvieron hablando una y mil veces lo mismo toda la mañana”, lamenta. Incluso, cuenta que la misma noche de la desaparición de sus hijos, un familiar fue a denunciar el hecho a la delegación “y le dijeron que había que esperar”. Cuando a Ivette se le pregunta quién es esa persona, se niega a responder. Lo único que detalla es que su familiar le ha pedido que no le mencione más. “Después de las declaraciones del ministro, mi familiar tiene miedo de lo que pueda pasar”, explica Ivette.
Tras las declaraciones del gabinete de Seguridad, Ivette Toledo no tardó en reaccionar. A la mañana siguiente convocó a una conferencia de prensa en un salón de un pequeño hotel en la capital. “Lamento que las autoridades del Estado tengan un discurso que revictimice y estigmatice a mis hijos”, dijo ante un salón repleto de periodistas locales y extranjeros.
Ivette estuvo acompañada por una representante del Servicio Social Pasionista, activistas de la plataforma en línea “Alerta Raquel” y los abogados Pedro Cruz e Idalia Zepeda de la Asociación Salvadoreña por los Derechos Humanos (ASDEHU). Cruz ha representado a Sigfredo Reyes y Vanda Pignato, ambos exfuncionarios del FMLN procesados penalmente. Zepeda, por su parte, fue candidata a diputada del FMLN en las elecciones de inicios de 2021, pero no ganó.
El involucramiento de estos abogados en el caso provocó que medios afines al gobierno dijeran que Ivette Toledo está siendo manipulada por el FMLN. Diario El Salvador, un medio de propaganda pagado con fondos públicos, tituló una nota diciendo: “Defensor de exfuncionarios corruptos del FMLN está en caso de hermanos Guerrero”.
La desaparición de los hermanos se hizo viral en redes sociales, donde fue retomada por la colectiva feminista “Alerta Raquel”. Esta colectiva refirió el caso al Servicio Social Pasionista (SPASS). Johana Ramírez, coordinadora de atención a víctimas de esa organización, explicó a El Faro que el SPASS fue quien canalizó este caso con ASDEHU para la representación legal.
De vuelta en la conferencia de prensa, en un salón lleno de micrófonos, cámaras y reporteros, Ivette termina su intervención con una promesa y una pregunta. “No voy a descansar hasta saber dónde están mis hijos. Señor ministro, así como dio esas declaraciones ayer, como dijo saber tantas cosas de mis hijos, ¿dónde están Karen y Eduardo Guerrero?”. Después salió a una terraza anexa al salón de la conferencia. A pesar de que había una puerta de por medio, desde el salón se escuchaba su llanto a gritos.
Un caso con reserva total
La audiencia inicial para procesar a los imputados por la desaparición de Karen y Eduardo ocurrió el 10 de noviembre de este año. Se ventiló en el Juzgado Primero de Paz de Santa Tecla y la prensa no tuvo acceso. Afuera de la sala de audiencias 7, en la segunda planta del juzgado, uno de los fiscales del caso dio declaraciones escuetas a los medios de comunicación. “El caso tiene reserva total, en consecuencia, no es posible brindar detalles al respecto”, dijo. Luego procedió a mencionar lo que sí podía decir sobre el caso. El único problema: se equivocó de delito.
“Fiscalía ha presentado el requerimiento fiscal en contra de dos personas por el delito de privación de libertad en perjuicio de las dos víctimas”, declaró el fiscal ante las cámaras.
-¿El delito es privación de libertad o desaparición?- preguntó El Faro.
-Eh, perdón, es desaparición de personas. Corrijo, corrijo, les ruego las disculpas, corrijo. Es desaparición de personas.
-Si quiere nos puede decir esa parte- pidió un camarógrafo para obtener la toma correcta.
En El Salvador la figura del delito de desaparición de personas es reciente. En noviembre de 2019 se tipificó la desaparición de personas en un contexto de privación de libertad como delito. Actualmente se encuentra recogido en el artículo 148-A del Código Penal.
La audiencia inicial comenzó con más de media hora de retraso ese 10 de noviembre. Antes de que iniciara, personal del juzgado y Fiscalía permitió que la prensa se dividiera en tres grupos para entrar a hacer tomas. Ahí, se observó que uno de los imputados tenía un raspón en las muñecas, a la altura de las esposas.
Dos personas que tuvieron acceso a la audiencia, entre ellas una persona empleada de los juzgados, dijeron que uno de los imputados denunció prácticas de tortura ante la jueza. Según expresó, estaba siendo golpeado y amedrentado para dar una versión específica del caso.
Al mediodía del 11 de noviembre, se consultó a uno de los fiscales del casó qué se haría con la denuncia de los imputados sobre estar siendo torturados. “No puedo brindar mayores detalles de esa información y...eh… pues, no sé quién le habrá brindado esa información, yo no se la he brindado”, respondió.
Por su parte, el abogado Pedro Cruz alegó a los medios que no podía decir qué se había hablado en la audiencia. Cuestionado por las razones de la reserva del caso, se limitó a decir que la reserva había sido a petición de la Fiscalía. Según Cruz, el argumento de la FGR para solicitarla fue “salvaguardar la intimidad de las víctimas, de los imputados y para que no haya un juicio paralelo de los medios”. La encargada de comunicaciones de la Fiscalía dijo desconocer los argumentos legales de la solicitud de reserva. Cuando se le solicitó consultar la fundamentación de la reserva se desmarcó diciendo que “los únicos que tienen esa información son los fiscales”.
La audiencia inicial se pausó el día que inició. El 10 de noviembre por la noche se realizó una diligencia en el lugar de los hechos. Un fiscal del caso se negó a llamarla una “reconstrucción” y un técnico que estaba en la zona dijo que en realidad se trataba solo de un “recorrido”. Esa diligencia provocó tráfico en toda la colonia Quezaltepec y una parte de la carretera Monseñor Romero.
A las 7:09 pm, los fiscales del caso, los abogados de ASDEHU y la jueza del Primero de Paz estaban reunidos frente a la casa de la mejor amiga de Karen. Ese es el último lugar donde se sabe con certeza que Karen estuvo bajo su propia voluntad. Los juristas, acompañados de técnicos policiales y personal de Fiscalía fueron custodiados por agentes de la Sección Táctica Operativa (STO) de la Policía Nacional Civil.
Veinte minutos más tarde, la jueza del caso y los fiscales se trasladaron unas cuadras arriba en la colonia Quezaltepec hacia una calle empedrada. Desde ahí se supone que salió el carro en el que se transportaron por última vez Karen y Eduardo. Cuando faltaba un cuarto de hora para las ocho de la noche, se estaban afinando detalles para empezar a tratar de emular el recorrido que realizó el carro en el que iban los hermanos Guerrero. Para ello se usó un pick up blanco y las autoridades se dieron cuenta de que faltaban “dos actores” para que dentro del carro se condujeran la cantidad de personas que según la Fiscalía iban dentro. Para solucionarlo, llamaron a dos de los agentes que se encontraban brindando seguridad. Ellos subieron al pick up con sus armas largas y bromearon sobre no caber en ese espacio. A las ocho de la noche, el pick up blanco salió de la calle donde supuestamente inició el viaje de taxi pirata de Karen y Eduardo.
Al recorrido se sumaron diferentes cámaras de televisión, pero los abogados Pedro Cruz e Idalia Zepeda se habían retirado de la zona antes de que iniciara la ruta hacia Nuevo Cuscatlán. A la mañana siguiente, el 11 de noviembre, se retomó la audiencia inicial. Ahí Cruz expresó su descontento cuando fue entrevistado por los medios. Dijo que para que dicha diligencia se correspondiera a unas circunstancias similares a los hechos, tendría que haberse realizado de día, a las horas en las que se observó a los jóvenes en la zona, y, aunque Karen y Eduardo desaparecieron un domingo entre la una y dos de la tarde, la diligencia solicitada por Fiscalía se hizo en la noche de un miércoles.
Karen Guerrero cumpliría 19 años este siete de diciembre. Para esta fecha, Eduardo tenía planeado haber renovado ya los sillones de su casa. Más de dos meses después de su desaparición, se ha capturado a una tercera persona acusada de estar involucrada en el caso. Además, se ha decretado detención provisional para los dos primeros acusados mientras el caso pasa a la etapa de instrucción. Las capturas aumentan, el proceso penal avanza, pero los hermanos aún no son localizados.
Este jueves de noviembre Ivette Toledo está en su casa porque se quedó sin dinero para la gasolina del carro prestado en el que llega casi todos los días a Medicina Legal. Dice que estos días son más difíciles de afrontar que los primeros. Se esmera por hablar de los talentos de sus hijos y muestra las cartas que su hija Karen le escribía. Quiere encontrarlos vivos y luchar contra el discurso del ministro de Seguridad que los relaciona con pandillas y drogas. “¿Cómo lo desmiento a él si es la máxima autoridad?”, se pregunta desde su sala. Presiente que las autoridades de seguridad la “aislaron totalmente”. “Socialmente me han tachado”, agrega. Las pruebas las observa en su misma comunidad. “Algunos vecinos ahora me miran y agachan la cabeza, no me saludan”, relata. Frente a ella hay una mesa baja que Eduardo construyó. Encima están las fotos de sus hijos. En el suelo ha colocado dos velas blancas que se mantendrán encendidas hasta que vuelva a ver a sus hijos. “Los estoy esperando”, dice.