Los recientes ataques en Twitter del presidente Nayib Bukele contra los países que conforman la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) representan una nueva estrategia del mandatario para mover su política exterior a la extrema derecha y enfilando directamente contra Occidente y Estados Unidos. Para saciar su adicción por reconocimiento internacional, el nuevo Bukele se ha convertido en adversario profesional de Washington, Bruselas y la OTAN. La estrategia de reclutar cabilderos republicanos, aderezados con uno que otro ligado al partido Demócrata ha llegado a su fin.
La contratación del exdiplomático estadounidense Thomas Shannon a principios de 2021 tenía como fin ayudar en la negociación del acuerdo crediticio con el Fondo Monetario Internacional (FMI). Shannon parecía ser el “mejor embajador” que Bukele podía pagar. Shannon, ex subsecretario de Estado y experto en Latinoamérica y mentor de muchos de los funcionarios de Biden, parecía una apuesta ambiciosa para desamarrar los nudos en la Casa Blanca, el Departamento de Estado y el Departamento del Tesoro, siendo esta la última instancia que decide qué sucede en el FMI. Esta contratación, sin embargo, no rindió sus frutos, tal como lo confirmó el mismo FMI en un comunicado en noviembre de 2021, con el cual la entidad financiera negaba la existencia de negociaciones por este crédito.
Esa alianza que conectaba republicanos tradicionales, extremistas de derecha, centristas demócratas y exburócratas fue un rotundo fracaso que costó millones de dólares pagados por el gobierno salvadoreño. Es por ello que, a partir de enero de 2022, Bukele ha iniciado un giro diplomático cada vez más radical hacia la derecha. Esto responde a las sanciones del gobierno de Estados Unidos contra sus funcionarios y a los grandes reparos que el Departamento de Estado y el Congreso tienen sobre la continuidad de la cooperación militar y de inteligencia –específicamente la relacionada a las investigaciones contra las pandillas– con el régimen de Bukele.
Inicialmente, este giro a la extrema derecha estuvo encabezado por el cabildero Damián Merlo, quien ha trabajado para Bukele desde el inicio de su gestión. En enero de 2022, su rol como el asesor principal del mandatario fue confirmado con un contrato con el gobierno de El Salvador por 300 mil dólares para seis meses. Merlo fue uno de los rostros más visibles en la planificación de la primera visita del presidente a Estados Unidos en marzo de 2019 y en la reunión de Bukele con el expresidente Donald Trump en el marco de la Conferencia de Naciones Unidas en septiembre de ese mismo año. Después de ese flirteo con Trump, Bukele decidió abrazar a China como cooperante a finales de 2019. Viajó a Beijing, donde el gobierno del país asiático le prometió varios proyectos de infraestructura que ya se están marcha: la biblioteca nacional y un nuevo estadio de fútbol.
El empoderamiento de Merlo coincide, además, con el ocaso de Brian Dean con la administración de Bukele. Dean facilitó la colocación de artículos de opinión en medios estadounidenses por parte de funcionarios salvadoreños, como uno publicado por el vicepresidente Félix Ulloa en el Miami Herald, gestionó reuniones con tanques de pensamientos conservadores y liberales, y colaboró con la apertura de una entidad llamada Invest El Salvador en Estados Unidos, cuyos únicos logros fueron enviar boletines a influencers en Washington, como oficinas de congresistas en la capital estadounidense, y manejar una cuenta de Twitter de 500 seguidores, que casi siempre solo replicaba propaganda oficial. Esfuerzos que incidieron poco para mejorar la imagen del gobierno salvadoreño en Estados Unidos.
Merlo –quien ha asesorado a políticos en Haití y fue cabildero del expresidente Jovenel Moïse, asesinado en 2021– ha reforzado su trabajo en Washington después de que la Asamblea controlada por Bukele nombrara inconstitucionalmente a los nuevos magistrados de la Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia y al fiscal general de El Salvador en mayo de 2021. Fuentes en el congreso de Estados Unidos me han confirmado que Merlo organizó una reunión entre asistentes de congresistas y el vicepresidente Félix Ulloa en mayo de 2021. El objetivo era matizar la remoción de los magistrados de la Corte Suprema y el fiscal general.
Aunque Ulloa toma distancia de Bukele en pláticas privadas, el vicepresidente ha sido fiel escudero de las prácticas autoritarias del mandatario usando, en ocasiones, una retórica marxistoide, como la de citar al teórico italiano Antonio Gramsci para defender lo que llama una “revolución pacífica”. Una fuente en el Congreso de Estados Unidos me aseguró que, al igual que el vicepresidente, durante los últimos meses, funcionarios del gobierno de Bukele se muestran “menos combativos y no necesariamente les gusta lo que dice el presidente” en privado.
En septiembre de 2021, Merlo intentó organizar un nuevo evento con asistentes de congresistas republicanos y demócratas con la ministra de economía Maria Luisa Hayem, para discutir la adopción del Bitcoin como moneda de curso legal y las negociaciones con el FMI. Sin embargo, muchos de ellos se negaron a asistir. “Nosotros sabemos que quienes manejan esos temas son los asesores venezolanos de Bukele. Por eso pensamos que la ministra no maneja el tema del Bitcoin y de la deuda, así que creo que por eso no se realizó”, según me confirmó un asistente del Congreso cercano a las decisiones de la administración Biden. Esa misma fuente asegura que “Merlo cree que al tener relaciones con ‘staffers’ en Washington puede conseguir todo, pero Bukele carece de legitimidad en el Congreso. Shannon no ha sido visto tampoco por acá”. Para mala fortuna de Bukele, el Departamento de Estado y el Departamento de Justicia han tenido una intensa agenda con el Congreso para definir temas como el crédito del FMI y una mayor regulación de las criptomonedas en el exterior.
Como los acercamientos de los últimos dos años y medio no han dado los frutos esperados, Merlo ha dejado claro en sus interlocuciones que su creciente influencia podría radicalizar a Bukele a tal grado que podría pasar de un discurso conservador a una retórica cercana a los sectores antivacunas de la derecha estadounidense y en franca confrontación con los planes de la OTAN contra una posible invasión de Rusia a Ucrania. En diciembre 2021, Merlo le respondió en Twitter al asesor de seguridad del presidente Joe Biden, Juan González, que “Joe Biden necesita mantenerse fuera de Latin America, es lo mejor que le podría pasar a la región (…) Nada cambiará hasta después de 2024, cuando Joe esté afuera…#Trump2024”. A la diplomacia prepago de Merlo se suma la asesoría de Ronald Johnson, exembajador de Estados Unidos en El Salvador, al que, según fuentes diplomáticas citadas por Infobae, Bukele ha visitado en los últimos seis meses. La influencia de Merlo y Johnson –ambos radicados en Florida, se ve reflejada en la decisión del presidente de relajar las medidas de control migratorio para reducir los contagios de covid-19 desde noviembre 2021.
Mientras la relación entre Washington y San Salvador se sigue deteriorando, las sanciones a funcionarios salvadoreños de parte de Estados Unidos parecen haber surtido efecto en distintos sectores del oficialismo. Dos fuentes estadounidenses cercanas al proceso de consulta de las sanciones al Gobierno de Bukele me confiaron que el miedo a perder visas americanas evitó que muchos de los diputados titulares del bloque oficialista votaran a favor de la reelección del fiscal general Rodolfo Delgado en diciembre pasado. Por lo que al final se requirió el voto de 19 suplentes tras frustrarse en varias ocasiones la votación.
Recientemente quedó claro que Casa Presidencial ha perdido confianza en Óscar López Jerez, debido al temor de este a las repercusiones que el gobierno de Estados Unidos podría aplicarle por sus acciones como presidente impuesto de la Corte Suprema de Justicia. Ante lo cual, magistrados leales a Bukele resolvieron remover a 17 jefaturas que había nombrado López Jerez desde que fue impuesto como presidente de la Corte.
Bukele ya trató con una alianza con operadores de pago de diversas proveniencias políticas y fracasó. Ahora solo mira una salida: transformarse en un adversario profesional de Biden. Si decidiera lanzarse por una reelección inconstitucional, su única esperanza es que Donald Trump gane de nuevo la presidencia. En ese caso, la transformación del que alguna vez se llamó un izquierdista en un propagandista de extrema derecha estará completa.