Una imagen del rostro de Monseñor Romero -plasmado en un retazo de una camiseta vieja- ha sido pegada con clavos sobre la pared de una vivienda en la calle Santa Cruz, del Barrio San Rafael, en la ciudad de Santa Ana. Es un pequeño espacio en las paredes de una cuadra concurrida de talleres y que, según las expresiones de la gente que pasa por ese espacio, también hace las veces de altar callejero.
Este 24 de marzo es el 42 aniversario del asesinato de Óscar Arnulfo Romero y en distintas partes del país hay conmemoraciones de todo tipo. En la pared principal de la terraza de la familia Morales, en una colonia de San Salvador, también hay una especie de altar permanente para recordar su conexión con el Santo de El Salvador.
Es una carta de Monseñor Romero con fecha del 30 de enero de 1980, casi dos meses antes de su asesinato. En ella, Romero escribe a su amigo Adalberto Morales: “Como Ud. lo insinúa muy bien, cuando la Iglesia anuncia su mensaje liberador, sin identificarse con ningún poder temporal ni ideología política alguna, sino arrancando desde la transformación interior de los hombres, sucede que, los que permanecen con su conciencia tiranizada por el egoísmo, pretenden desde esa condenable posición tiranizar a los demás y, experimentan que el fuego de la verdad quema sus mentiras y su pecado”.
Así como la casa de la familia Morales, existen muchos rincones de El Salvador con figuras, fotos y anécdotas de Romero. Y desde que es Santo parece que se esparcen con más libertad, como la estampa de la calle de Santa Ana.