El Salvador / Cultura

Polvo de Gallo: las mujeres contra el sistema

Polvo de Gallo es la última película salvadoreña en llegar a las carteleras de los cines del país. Dirigida por Julio López, la trama ocurre en un país distópico, muy parecido a El Salvador, donde las mujeres son citadas por 'El Sistema' para asistir a una serie de abusos sexuales. 

Cuma Cine
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Martes, 12 de abril de 2022
Ramiro Guevara

Huachindango es la estampa de una ciudad latinoamericana en blanco y negro, con sus calles ruidosas y claustrofóbicas, transitadas por pick ups que trasladan cabras, edificios construidos uno encima del otro, donde el paisaje se teje con hileras de cables del tendido eléctrico, avenidas y parques que son escenarios para el coro de vendedores ambulantes y las miradas muertas de maniquíes que exhiben prendas bajo un sol abrazador. Se ubica en un país en el que sus niñas y mujeres, en algún punto de sus vidas, recibirán un citatorio de El Sistema para ser violadas. 

En ese país, en esa metáfora de El Salvador, es donde se desarrolla Polvo de Gallo (2022), el segundo largometraje y la primera cinta de ficción del director Julio López (La batalla del volcán, 2019), co-escrita por las actrices Egly Larreynaga, Paola Miranda y Alicia Chong, de la compañía Teatro del Azoro. Esta película se grabó en 2017 durante 18 días y con un presupuesto inicial de $5,000, otorgado por la Fundación Poma como el Premio Ovación en 2016. 

El proyecto, inicialmente, pretendía hablar de la prohibición del aborto en El Salvador, explica López, ya que el país tiene las leyes más punitivas y restrictivas. Cuando le hizo esta propuesta al Teatro del Azoro, las actrices no dudaron en sumarse, pero le hicieron una contrapropuesta, tomando en cuenta que “el aborto es sólo la punta del iceberg”, cuenta López. Desde la primera plática, Larreynaga, Miranda y Chong argumentaron que la mejor apuesta sería retratar en el filme la violencia de género en general, que abarca otras esferas sociales, incluyendo al Estado. Foto de El Faro: Cortesía de CUMA Cine. 
El proyecto, inicialmente, pretendía hablar de la prohibición del aborto en El Salvador, explica López, ya que el país tiene las leyes más punitivas y restrictivas. Cuando le hizo esta propuesta al Teatro del Azoro, las actrices no dudaron en sumarse, pero le hicieron una contrapropuesta, tomando en cuenta que “el aborto es sólo la punta del iceberg”, cuenta López. Desde la primera plática, Larreynaga, Miranda y Chong argumentaron que la mejor apuesta sería retratar en el filme la violencia de género en general, que abarca otras esferas sociales, incluyendo al Estado. Foto de El Faro: Cortesía de CUMA Cine. 

El proyecto, inicialmente, pretendía hablar de la prohibición del aborto en El Salvador, explica López, ya que el país tiene las leyes más punitivas y restrictivas. Cuando le hizo esta propuesta al Teatro del Azoro, las actrices no dudaron en sumarse, pero le hicieron una contrapropuesta, tomando en cuenta que “el aborto es sólo la punta del iceberg”, cuenta López. Desde la primera plática, Larreynaga, Miranda y Chong argumentaron que la mejor apuesta sería retratar en el filme la violencia de género en general, que abarca otras esferas sociales, incluyendo al Estado. 

“Una de las primeras etapas para abordar el tema fue juntarnos y definir los términos y luego hablar de lo que nos pasó, de lo que nunca habíamos contado y luego darnos cuenta de que entre más hablábamos con otras mujeres, más mujeres habían sufrido algún tipo de agresión”, dice Paola Miranda, la actriz protagónica. Para el equipo estaba claro: la película debía romper con los límites de la ficción para incorporar el testimonio de los abusos que las actrices habían vivido en algún momento de su vida. 

Desde que se estrenó en las tablas, Teatro del Azoro se ha dedicado al montaje y la producción de trabajos documentales y testimoniales como Los más solos o Made in El Salvador, es por ello que “ahora nos parecía apropiado utilizar nuestras propias historias y decir que si bien hay una ficción, el abuso pasa en la vida y le ha pasado a las mismas actrices. Los datos son espeluznantes: de tres mujeres, dos han sufrido una agresión sexual”, explica Larreynaga.

En septiembre de 2018, cuando el rodaje ya había terminado, Teatro del Azoro estrenó en la sala del Teatro Luis Poma una versión teatralizada de esta película, cuya puesta en escena incluía fragmentos de lo que ahora, tres años después, podemos ver en la gran pantalla. 

Afiche oficial de la película Polvo de Gallo. 
Afiche oficial de la película Polvo de Gallo. 

Paola Miranda cuenta que a ella y a sus compañeras les llamaba muchísimo la atención hacer uso del recurso audiovisual de López, ya que permitía un intercambio de lenguajes estéticos que motivaba mucho fusionar ambos formatos: cine y teatro. 

Larreynaga dice que nunca había contado su historia de abuso en un escenario y que la primera vez que lo hizo cuando se estrenó Polvo de Gallo en versión teatro, fue un reto muy fuerte, al igual que cuando escuchó el caso de su compañera Alicia Chong, quien relata su testimonio de abuso cuando aún era menor de edad. 

Larreynaga reitera que para ella fue un reto personal hacerlo desde las tablas, pues entre el público habían personas que supieron de su historia de abuso y en su momento no hicieron nada al respecto. Por su parte, Miranda cuenta que la obra estuvo enredada por episodios controversiales, como cuando en el Teatro Luis Poma una mujer se levantó de su butaca e irrumpió para intentar defender a la protagonista mientras era agredida como parte del montaje. Miranda atribuye esta reacción a la falta de acompañamiento psicológico de muchas mujeres. 

Las raíces de esa violencia encarnada fueron también un factor clave para el actor César Pineda, quien personifica a un agresor llamado Otto. Para él, explica, las historias que se viven en Huachingango le remitieron a perfiles que conoció muy bien dentro de su generación, una compuesta por niños y niñas que crecieron con abusos normalizados, muchas veces de parte de un familiar, y rodeados de ambientes que influyeron a esa cultura, como el lenguaje, las mitologías urbanas o la música. Fue por ello que Pineda decidió usar la canción El gallo mojado, de Aniceto Molina, en una de las escenas más violentas de la película. “Esas canciones son parte de nuestra cultura, pero no dejan de ser misóginas, homofóbicas y con bastante sesgo”, dijo. 

Esta no es la primera vez que al actor le toca encarnar a un personaje de este tipo, su prolífica carrera actoral ha estado marcada por su interpretación de hombres esquizoides, malévolos y desagradables. Por su físico y apariencia “mal encarada”, explica, algunos directores de teatro le han asignado este tipo de perfiles, pero esta película le ha hecho reflexionar sobre la manera en la que los estereotipos, incluso en el teatro o el cine, responden a patrones que impone el machismo y que se evidencia en Polvo de Gallo. 

Uno de esos personajes retorcidos fue el de el hermano mayor, el cual interpretó en 2013 en la obra de teatro Anafilaxis, de la dramaturga Jorgelina Cerritos, que retoma la historia de los niños que crecieron bajo el yugo de la violencia homofóbica –también ejercida por mujeres–. Este, explica, fue una fuente de inspiración para encarnar a Otto, así como las historias de abuso que conoció en el gremio cultural mientras fue funcionario público y que, lastimosamente –dice–, ocurren muy seguido.

Polvo de Gallo tuvo su estreno oficial el 22 de agosto de 2021 en el Festival Internacional de Cine de Monterrey. Que su estreno en El Salvador pudiera ser hasta el 24 de marzo de 2022, se debió a que en 2019 el equipo de producción empezó a editarla y cuando ya había un corte final, llegó la pandemia de Covid-19. Eso complicó el plan de financiamiento para la posproducción y tuvieron que esperar casi un año a que se volviera a reactivar la economía. Ya en 2021, la película logró levantar fondos necesarios para su postproducción. 

A pesar de este retraso, este relato o antifábula, como López la llama, no pierde –tal como lo muestran las cifras– vigencia ni se desconecta con el contexto latinoamericano, específicamente con el salvadoreño. Según un informe presentado por el Observatorio Universitario de Derechos Humanos (OUDH) de la UCA, el año pasado se registraron 3,739 víctimas de delitos sexuales. El informe afirma que un 91 % de las víctimas son mujeres, de las cuales el 65 % fueron niñas menores de 17 años. Además, OUDH asegura que las mujeres son catalogadas como un grupo vulnerable dentro de la sociedad salvadoreña. Sólo en 2021 los feminicidios aumentaron un 11 %, mientras que las expresiones de violencia sexual contra mujeres incrementaron un 15 %. 

“Casi  parece que todas tenemos que pasar por esto y como que culturalmente lo avalamos y decimos que todo está bien, que hay que hacerse la maje… Ahí fue cuando dijimos que podíamos hacer una conexión con esta idea de que El Sistema lo permite”, afirma Paola, al reconocer que este proceso ha sido clave para reflexionar sobre su propia condición de mujer y posible víctima dentro de este sistema cómplice, impune y precario. 

“Mi personaje exige justicia y tiene eso dentro de sí. Ella no es la heroína cotidiana o normal de una película. Ili me enseñó que dentro de cualquier mujer hay fuerza, determinación o empuje para exigir justicia. Así que eso me ha dado una mirada y un posicionamiento hacia los agresores. Siempre habrá que exigirles justicia y toda mujer lo debería hacer”, afirma Paola. 

Pineda explicó que a la sombra de Otto, el personaje que encarna al agresor, hay también una víctima que eventualmente se vuelve victimario, porque la lógica de Huachindango es una de reciclaje: reciclaje de la violencia. “A veces detrás de la violencia del machismo hay una gran soledad, una gran insatisfacción, una gran frustración”, asegura Pineda.

Adentrarse en Huachindango es introducirse a un lugar lúgubre en donde no hay matices, sólo blanco y negro. Un accidente entre lo moderno y lo corroído por el tiempo; entre lo rural y urbano. Un lugar retorcido, asfixiante, construido a base de callejuelas laberínticas y asimétricas. Una ciudad habitada por mujeres rotas y hombres destructores. Seres con nombres palíndromos que deambulan, huyen o persiguen. 

La decisión de rodar la película en blanco y negro, cuenta Manuel Flores, director de fotografía, responde a un interés estético no sólo para construir la imagen de un no tiempo y un no lugar que podría ser El Salvador, sino también de plasmar una oda al Nuevo Cine Latinoamericano como movimiento. “En el proceso buscamos una identidad visual y vi como referente a la película Hiroshima, mon amour (Alain Resnais, 1959), pero también quise combinar estilos de fotografía que me gustan, como el de Bradford Young, que es de los más actuales”, explica. 

La decisión de rodar la película en blanco y negro, cuenta Manuel Flores, director de fotografía, responde a un interés estético no sólo para construir la imagen de un no tiempo y un no lugar que podría ser El Salvador, sino también de plasmar una oda al Nuevo Cine Latinoamericano como movimiento. Foto de El Faro: Cortesía de CUMA Cine.
La decisión de rodar la película en blanco y negro, cuenta Manuel Flores, director de fotografía, responde a un interés estético no sólo para construir la imagen de un no tiempo y un no lugar que podría ser El Salvador, sino también de plasmar una oda al Nuevo Cine Latinoamericano como movimiento. Foto de El Faro: Cortesía de CUMA Cine.

Flores comenta que durante el proceso de rodaje hubo mucha espontaneidad, no se hizo demasiado scouting o exploración de escenarios, y él no tenía control de horarios de luz a pesar de que “casi toda la película se grabó con luz natural y en formato de 35 milímetros”. 

Julio López atribuye estas decisiones tanto a una obsesión artística como a limitantes en términos de recursos. “Sentíamos que nos debemos como país un montón de estéticas, por ejemplo, no hemos visto al Centro de San Salvador en blanco y negro”. Polvo de Gallo es, para su director, un homenaje directo a las películas Memorias del Subdesarrollo (1968), de Tomás Gutiérrez Alea, y La hora de los hornos (1968), de Fernando Solanas, que retoman historias de personajes vencidos, fantasmales y oprimidos por un contexto sociopolítico.

López afirma que la falta de recursos, que en este caso fue determinante para experimentar una puesta en escena más minimalista, no es deseado. Durante la premiere de la cinta el 22 de marzo, López aseguró en un discurso que: “Por desgracia seguimos sin tener una ley de cine, no contamos con fondos cinematográficos, seguimos sin tener escuelas de cine públicas e incluso carecemos de una cineteca nacional para poder ver nuestras películas. Con este equipo creemos que hay que generar modelos de producción que permitan hacer películas pequeñas”.

A López le agrada la idea de que Huachindango sea una especie de Ciudad Gótica, que aglutina historias de un país periférico cuyos habitantes han sido condenados a un trauma constante que queda evidenciado en la película. Si bien Polvo de Gallo tiene como eje central el abuso sexual, entre líneas también hay un planteamiento que conecta con otros elementos de una sociedad conflictiva, como el fenómeno de la migración. Una especie de versión feminista del Ferrocarril Subterráneo: aquel mito de un sistema de trenes secreto que surcaba el subsuelo de Estados Unidos en el Siglo XIX, por el cual escapaban esclavos negros del sur al norte. Aquí ocurre algo parecido, pero sin trenes: un sistema clandestino de mujeres rotas que huyen de Huachindango y su Estado violador. 

Los casos de mujeres que huyen por violencia tampoco se alejan de la realidad. Sólo en el período de 2021 a febrero de 2022, la organización Cristosal atendió a 870 mujeres en situación de desplazamiento forzado, de los cuales el 39.2 % tuvo como razón principal la violencia de sus comunidades.

El Servicio Social Pasionista (SSPAS) reportó haber dado atención a 253 mujeres, de las cuales el 69 % huían de la violencia. 

A López le gustaría seguir explorando Huachindango y sus oscuras fronteras. Dice que le interesaría hacer algo sobre el conflicto entre pandillas, pero actualmente deberá dejarlo reposar no solo para dedicarse a una nueva producción en la que también están involucradas las actrices de Teatro del Azoro, sino con base en las reformas al Código Penal aprobadas el 5 de abril. Por ahora, amplía, “Estamos escribiendo una obra, pero habrá una puesta en escena radicalmente diferente. Es un proyecto sobre memoria histórica de la guerra civil, pero desde el presente y con enfoque de género. Queremos contar cosas de la guerra que no se han contado y que es necesario hacerlo”, declaró. 

Mientras eso ocurra, Huachindango seguirá siendo una alegoría trágicamente vigente que no sólo explica a El Salvador como país de impunidad, sino también como país que engendra a abusadores, pero sobre todo a mujeres rotas que a veces sólo pueden construirse –si acaso– desde la huida o desde los márgenes, desde la furia o la rabia, desde la protección clandestina en sustitución de un Estado que no sólo está ausente, sino también que es cómplice.      

 

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