El embalse Cerrón Grande tiene una superficie de 135 kilómetros cuadrados, lo que lo convierte en el cuerpo de agua continental más grande de El Salvador. Abarca los departamentos de Chalatenango, Cuscatlán y Cabañas en el norte del país. En la cuenca del embalse se encuentra el municipio de Potonico que, hasta la fecha, es el lugar más afectado por las cantidades de desechos manejados incorrectamente que llegan desde los ríos que se conectan con El Lempa, como el Acelhuate, que desde San Salvador arrastra grandes cantidades de basura hasta depositarlas en su desembocadura en el Cerrón Grande.
En el año 2005 el embalse Cerrón Grande entró en la categoría de sitio Ramsar, un protocolo internacional que busca la defensa y proteción de diversas áreas en el mundo. Es zona protegida debido a la biodiversidad de lugar y su vitalidad como fuente de vida y trabajo para las poblaciones circundantes. Sin embargo, las estampas que ahora ofrece este sector del Cerrón Grande son de algunas aves chapoteando en las islas flotantes de desperdicios.
Según datos del Ministerio de Medio Ambiente, a diario se generan 4,226.48 toneladas de desechos en El Salvador; de esas, el 80 %, 3,381 toneladas terminan en rellenos sanitarios, y un 20 % no es manejado correctamente. Es decir que unas 845 toneladas de desechos terminan en los ríos, lagos y playas del país.
En Potonico, a principios del 2022 y debido a la extinción del jacinto de agua, una planta invasora que cubría la superficie en las costas, las cantidades de desechos, en su mayoría plásticos, se hicieron visibles y fueron arrastradas por la corriente hasta la parte del embalse del Cerrón Grande o Lago de Suchitlán, en el departamento de Chalatenango. Para los habitantes del lugar, acostumbrados a ver cada año los desechos pasar, no significó algo nuevo, pero con el paso de las semanas vieron que las cantidades de basura aumentaron hasta el punto de hacer imposible uno de los trabajos que más generan ingresos a las familias de la zona: la pesca artesanal.
A finales de agosto de este año, cuentan los líderes comunitarios, la situación se volvió insostenible. Incluso los ganaderos tuvieron que empezar a sacar la basura al ver cómo sus vacas y caballos enfermaron por ingerir trozos de plástico tras tomar el agua del Lempa; los que pescaban con arpón lo dejaron de hacer por la poca visibilidad en el agua, y en el municipio todos se enteraron de las playas de desechos que se habían formado a las orillas del embalse. Desde entonces, los líderes comunales organizados en una cooperativa ganadera y de agricultores llamada Piedra del Idioma, trabajan de lunes a viernes de 5:00 de la mañana a 12 del mediodía para tratar de limpiar. Pero, como ellos mismos dicen, es una labor de nunca acabar. A la mañana siguiente, la plasta sigue ahí.
El Salvador cuenta desde 2019 con una Ley de Gestión Integral de Residuos en la que se responsabiliza a personas naturales y jurídicas, al sector público y privado del consumo y manejo de residuos. En dicha ley se contemplan multas leves que no exceden los dos salarios mínimos; las graves, que contemplan hasta 20 salarios mínimos; y las muy graves, de 21 a 40 salarios mínimos. A pesar de eso, en Potonico los pescadores, ganaderos y agricultores siguen sacando la basura y responsabilizan a la gente de la ciudad: 'Allá arriba bien tranquilos tiran la basura donde se les antoja y aquí nos viene a joder a nosotros', dijo uno de los líderes ganaderos de Potonico.
CAMINEMOS JUNTOS, OTROS 25 AÑOS
Si te parece valioso el trabajo de El Faro, apóyanos para seguir. Únete a nuestra comunidad de lectores y lectoras que con su membresía mensual, trimestral o anual garantizan nuestra sostenibilidad y hacen posible que nuestro equipo de periodistas continúen haciendo periodismo transparente, confiable y ético.