Centroamérica / Desigualdad
Costa Rica y el recuerdo transformador de Italia 90

Un repaso por la trayectoria mundialista de la única carta centroamericana en Qatar 2022, partiendo la copa italiana en que el planeta conoció a una selección casi artesanal guiada por el yugoslavo Bora Milutinovic. Después todo fue diferente para su fútbol y más allá.


Fecha inválida
Álvaro Murillo

La selección de Costa Rica en Brasil 2014 venció a Uruguay y a Italia, mandó a casa a Inglaterra, superó con solo 10 jugadores a Grecia y obligó a Holanda a ir hasta penales para ganar el boleto en semifinales, pero no es ese el mejor recuerdo mundialista de los ‘ticos’.

La piel futbolera costarricense se eriza más rápido con un recuerdo más añejo y austero, con la música de ‘Un verano italiano’ y el eco de las narraciones que cantaban incrédulas los triunfos de aquellos jugadores artesanales contra Escocia y Suecia o la mínima derrota ante la Brasil de Dunga, Branco, Careca y Muller.

Era Italia 90 y a Costa Rica se le conocía, tal vez, por lo que no era. No era territorio de las guerras ochenteras que sangraron a Centroamérica; no era el podio de dictaduras y tampoco era un yacimiento de riquezas minerales que despertaran gran interés de capitales. El ecoturismo estaba aún en ciernes y aún estaba en diseño el buen mercadeo internacional que después alcanzó la marca “Costa Rica”.

El fútbol era casero, casi endogámico. Tanto que la selección de fútbol la formaban solo jugadores de la liga local en un país de 3 millones de habitantes de donde casi se migraba aún menos que ahora.

Ningún nadie hubiera servido para prever lo que se vio en los televisores: una victoria contra Escocia en el debut, con la anotación elegante de un mediocampista llamado Juan Cayasso tras un pase de tacón dentro del área; el mísero 1-0 favorable para Brasil en un juego en que el mundo tuvo que conocer al portero costarricense alto y de bigote, Luis Gabelo Conejo; la victoria 2-1 contra Suecia para sellar la clasificación a la segunda ronda. 

“¡Vívalo, Costa Rica! La pequeña nación en Centroamérica, ese remanso de paz ¡Pasamos a la segunda ronda con dignidad”, narraba eufórico aquel 20 de junio en Génova el locutor Mario McGregor en la tradicional radio Columbia. Después vendría la derrota 4-1 contra Checoslovaquia, pero la travesura ya estaba hecha.

El seleccionador, el serbio Velibor Bora Milutinovic, se ganó el sitio de maestro, de educador para los jugadores humildes que sonreían nerviosos y deseosos cuando al llegar a Europa les servían vino a la hora de la comida. Bora había dirigido a México en su Mundial en 1986, era un hombre de mundo que supo trabajar la mentalidad de los obreros. A él le dieron los méritos de haber evitado que Costa Rica repitiera las amargas experiencias mundialistas de El Salvador en México 70 y España 82 habiendo anotado solo un gol, en aquel grosero 10-1  contra Hungría.

En San José los jugadores de la “Sele” fueron recibidos como héroes y el Gobierno regaló a cada uno un auto con permiso oficial para taxi. Era una manera de asegurar ingresos que no todos recibían de sus clubes, aunque unos pocos futbolistas se colocaron en equipos internacionales y se convirtieron entonces en pioneros de la transformación del fútbol tico.

Deporte aparte, el nombre Costa Rica había sobresalido en su primera exposición de alcance global. El país que apenas consolidaba la apertura de su economía y conocía las mieles del turismo. La nación que le vio rentabilidad a los árboles sin talar y sentido de utilidad a la carencia de un ejército, en la construcción de imagen propia mientras la globalización se aceleraba con la caída del Muro de Berlín, solo unos meses atrás.

Los más veteranos de la selección actual aún no habían entrado a la escuela, pero crecieron en otro mundo futbolístico. Vieron la diáspora de jugadores con el cambio de siglo y el retorno de Costa Rica a una Copa Mundial en Japón y Corea, en 2002. También el juego inaugural de Alemania 2006 contra los anfitriones cuando Paulo Wanchope ya había sido figura en la liga inglesa. 

En la primera década del siglo XXI Costa Rica se sentía obligada a clasificarse a los Mundiales. Sudáfrica 2010 se le fue de las manos de manera dramática en el minuto final en un partido en Estados Unidos, pero para Brasil 2014 pudo asegurarse un sitio, aunque la suerte lo hizo caer en el “grupo de la muerte” con Uruguay, Italia e Inglaterra. 

“Yo de costarricense me tengo que pegar un tiro”, dijo entonces Diego Armando Maradona, una frase que cayó muy mal en San José pero que reflejaba también el pesimismo de los aficionados en ese momento, incrédulos de que pudiera superarse el desempeño de Italia 90. Todo había cambiado y había futbolistas colocados en las mejores ligas de Europa, hablaban inglés y ya eran millonarios, pero igual las casas de apuestas pagaban altísimo cualquier jugada que pusiera ganando a los ‘ticos’. 

Con un esquema táctico realistamente defensivo y encomendándose a su arquero Keylor Navas, como emulando en parte el planteamiento en Italia 90, Costa Rica se convirtió en la sorpresa del torneo hasta llegar a cuartos de final. En Brasil también estuvo Honduras, pero se quedó en la primera fase. Los costarricenses eran los representantes centroamericanos a mitad del campeonato; celebraciones en Tegucigalpa, San Salvador o en Antigua quedaron grabadas en las redes sociales, por si alguien se preguntaba por algún indicio de identidad en el Istmo. El resultado de la tricolor fue mejor que 28 años atrás, pero no el mejor recordado.

Era la cuarta Copa del Mundo y faltaría Rusia 2018, con un rendimiento mediocre que por contraste ayudó a elevar el de Brasil y el de Italia. Costa Rica y Panamá, que poco a poco ha acortado distancias con su vecino del norte, muy pronto dejaron el Mundial sin centroamericanos.

Para Qatar 2022 Panamá estuvo cerca de clasificar, pero en la eliminatoria se desinfló conforme Costa Rica elevó el desempeño de la mano de su arsenal emocional y de recuerdos como el de Italia o Brasil, hasta clasificarse in extremis en repechaje contra Nueva Zelanda. Fue una nueva oportunidad para que las emisoras volvieran a desempolvar las grabaciones de la anotación de Juan Cayasso y las narraciones de locutores que ya no están. La Sele, en Qatar, es otra vez solitaria representante de todo el istmo. 

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