Internacionales / Cultura
El peor enemigo de la campeona del mundo está en casa

El Mundial Qatar 2022 ya empezó y la selección de Francia, compuesta mayoritariamente hijos de inmigrantes, defiende el título frente el rechazo de una extrema derecha en ascenso. En la cancha, los bleus reclaman la etiqueta de favoritos con Kylian Mbappé como principal figura ante la repentina ausencia de Benzema.

BERTRAND GUAY

Fecha inválida
Álvaro Murillo

Solo cuatro seleccionados franceses convocados para Qatar 2022 son hijos de padres nacidos en la Francia continental.  Los otros 21 jugadores bleus son hijos de padres provenientes de países africanos, ex colonias francesas o territorios de ultramar, de Filipinas, de España o Alemania. Incluso dos jugadores nacieron fuera de territorio francés: el portero Steve Mandanda y el centrocampista del Real Madrid, Eduardo Camavinga.

El problema para la extrema derecha xenófoba es que esta  selección francesa es la campeona del mundo, tras ganar Rusia 2018, y como tal favorita para repetir. Se ha reforzado con más de lo mismo: atléticos y robustos hijos de inmigrantes o muchachos salidos de los barrios periféricos multiétnicos, los banlieues, que cada tanto se rebelan en las calles contra las élites que los miran como semilleros de delincuencia y terrorismo.

Les bleus ya eran favoritos en Rusia y recibían de igual manera el rechazo de grupos xenófobos de la ultraderecha, pero ahora hay condiciones distintas: ese movimiento extremista también llega fortalecido al cierre del 2022 después de haber obtenido en abril su mejor resultado electoral en la historia.

Una selección potente y de mayoría negra enfrenta, pues, la oposición de una extrema derecha que renegó de esos futbolistas desde antes de que nacieran muchos de ellos, cuando en 1996 el dirigente Jean-Marie Le Pen dijo que Francia no se sentía representada por su equipo. Su Francia, claro.

Pero no fue aquella una chispa espontánea de un aficionado molesto con su bandera. Marine Le Pen, hija de Jean-Marie y heredera de su partido Frente Nacional, reiteró el desprecio a la Selección en 2013 en términos más explícitos. “Es una especie de pandilla de chavales maleducados que no suscitan el orgullo nacional y se burlan del hecho de representar a Francia”, dijo en aquel momento la dirigente que nueve años después estuvo cerca de obtener la Presidencia del país.

El Frente Nacional, ahora llamado Agrupación Nacional, ondea sin admitirlo las banderas ultraconservadoras, nacionalistas y racistas. Esas son las consignas que colisionan contra la diversidad e inclusividad simbolizadas por su Selección de fútbol, según lo que decía el presidente Emanuel Macron en 2018, cuando celebraba el campeonato mundial: “No olviden nunca de dónde vienen y a sus padres que no escatimaron su tiempo para apoyarlos en el camino (…) así es Francia”.

Más de 13 millones de franceses, un 42% del total de electores, votaron en la segunda ronda de abril por Le Pen. El centrista Macron pudo mantenerse en el poder, pero el golpe de la ultraderecha quedó dado en sintonía con el ascenso de movimientos afines en toda Europa y más allá en la última década.

Sectores progresistas franceses culpan a Macron de haber permitido el ascenso de los flancos radicales, al continuar su gobierno con las posiciones de las élites, como le reprocharon en octubre 2018 cientos de miles de manifestantes del movimiento “chalecos amarillos”. Los reclamos de tipo socioeconómico llevaban también el componente de exclusión y la demanda de adaptación del país a su nueva realidad étnica, social y cultural, esa que parece quedar bien retratada en la convocatoria mundialista de Didier Deschamps, campeón en 1998 como jugador y en 2018 como director técnico. “El equipo tiene jugadores de África y de los territorios de ultramar. Eso siempre ha sido una riqueza para el fútbol y para todos los deportes franceses. Todos ellos son franceses y todos se sienten orgullosos de ser franceses', decía cuatro años atrás el entrenador que también ha debido sacudirse de cuestionamientos por supuesto sesgo racista en el pasado.

Francia llega como protagonista a pesar de las lesiones de sus estrellas Paul Pogba, N’Golo Kanté y Karim Benzema, abanderados de la fuerza descendiente de África, pero también de las canteras futbolísticas de los ‘banlieues’, los barrios periféricos poblados por la clase obrera descontenta con la élites de uno y otro lado. La ausencias no parecen insalvables: ahí va Kylian Mbappé, la nueva estrella mundial del deporte, con la potencia y velocidad que desarrolló en la escuela de fútbol de su padre camerunés en Bondy, en los suburbios del noreste de París.

Mbappé ya fue campeón en Moscú, pero en esta ocasión llega elevado. Es el futbolista mejor pagado del mundo, con 90 millones de euros anuales que recibe por patrocinios y el salario que le paga el club PSG manejado por Nasser Al-Khelaïfi, del círculo del emir de Qatar. Mbappé ha demostrado ser el mejor de sus barrios, pero no el único. En la convocatoria de Deschamps también entró el defensor de 1,94 metros de estatura William Saliba, hijo de camerunesa y libanés, que compartió en Bondy los entrenamientos de adolescentes con el centrodelantero.

Y por si faltaban descendientes de inmigrantes, Karim Benzema, hijo de inmigrantes argelinos. El goleador del Real Madrid fue convocado después de casi cinco años marginado de la selección por conflictos con otro seleccionado, pero dos días antes de la inauguración del Mundial reportó una lesión muscular. La larga ausencia la había atribuido a su origen, al culpar al entrenador Deschamps de ceder a las presiones de los grupos racistas franceses, dijo en 2016. En aquel momento Benzemá recibió el apoyo del exjugador Eric Cantoná, que acusó una discriminación racial contra el delantero: “Deschamps tiene un nombre muy francés. Quizá sea el único en Francia en tener un nombre verdaderamente francés. Nadie en su familia se ha mezclado con nadie, como los mormones en Estados Unidos”. 

Benzemá hablaba de presiones externas al fútbol porque 'en Francia el partido extremista llegó a segunda ronda en las dos últimas elecciones”, decía del delantero sin saber que en 2022 ese poder radical iba a crecer más y lograr un apoyo sin precedentes.

En cambio, Emmanuel Macron mantiene la línea de sus antecesores y se pone la camiseta azul. 'Cruzo los dedos, estoy con ellos, y el 18 de diciembre el autobús bajará esta vez lentamente por los Campos Elíseos', dijo en un documental emitido por la televisión francesa el mismo domingo en que se movió el balón en Qatar. Sabe el valor político de la selección por su composición y orígenes, pero también por la intención durante la Eurocopa 2021 de arrodillarse para apoyar al movimiento Black Lives Matter, un anuncio que políticos de derecha criticaron de inmediato.

Frente a Qatar y los numerosos cuestionamientos por sus violaciones a los derechos humanos, la Selección tampoco pudo quedarse en silencio. “En el convulso contexto de esta Copa del Mundo, queremos recordar nuestro apego al respeto de los derechos humanos (...) Nuestra pasión no debe ser la causa de la desgracia de algunos”, expresó un grupo de jugadores en una carta conjunta en la que reconocen haber escuchado a organizaciones activistas en días recientes, a las que ayudarán con recursos financieros, anunciaron. Al final la firma significativa: “Los jugadores de la Selección Francesa 2022 y la Generación 2018”. Los campeones.

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