La única serie que veo se transmite cada cuatro años, tiene más o menos 23 episodios. Esto viene de los apuntes diarios del Mundial de Rusia 2018 pero sigue vigente. También mencioné entonces al admirado escritor peruano Daniel Alarcón que una vez dijo (no tengo la cita textual) algo en la línea de: no entiendo a quienes se preocupan por la edad que van a tener para el Mundial del 2026, yo voy a tener la misma de siempre, 9 años, los que tenía cuando vi mi primer Mundial.
Lo que mucha gente no entiende, ni está obligada a hacerlo, es que la FIFA (ente nefasto que odiamos con alma, vida y corazón) nunca podrá apropiarse de algo que hunde sus raíces allá en la patria de la infancia. En el fondo, diría que muches vemos fútbol porque como en el poema de Dylan Thomas (traducción al vuelo) 'la pelota que lancé cuando jugaba en el parque aun no ha tocado el suelo'.
Hoy terminó la primera ronda de la fase de grupos y ya volvió aquella sensación exclusiva de los mundiales, un sentimiento mitad expectativa mitad desamparo cuando termina el último partido del día. ¿Qué se hace en el océano de horas que nos separan de la próxima jornada de partidos? ¿Cuántas actividades de la vida normal, esa que sigue su curso inalterable, tenemos que realizar a medias, con la cabeza en la grilla del día siguiente, con el temporizador mental corriendo hasta que empiece un Irán vs Inglaterra, un Argentina vs Arabia Saudita, un Marruecos vs Croacia? Hay algo de fuerza gravitacional en la Copa del Mundo que nos convierte en satélites, en pequeños cuerpos que la orbitan con devoción (o, si se quiere, entregados a la alienación).
Todo esto ya se dijo, y se dijo mejor. Es evidente que estoy rodeando el tema. Vamos ahí, en seco, sin vaselina: España damnificó, arrasó y sepultó a la Selección de Costa Rica, todavía estamos sacando bolas del arco. Salvo los jugadores, el cuerpo técnico y algunos periodistas (sic) deportivos blindados detrás de un gesto menos soberbio que psicótico, nadie le llama de otra forma a lo que sucedió el miércoles. Más doloroso que los siete goles (guiño cabalístico), fue ver a un equipo sin alma, acobardado y sin dignidad. Pero bueno, no pocos venimos curtidos en la derrota desde inicios de este 2022: nuestros compatriotas eligieron como presidente a un impostor misógino y perdonavidas que ya es peor que el progre entreguista y sumiso a las élites que le precedió. Volviendo al partido, es decir a la masacre, de entre los numerosos spots publicitarios mundialistas, hay uno en el que, al lado de otras figuras públicas que le piden algo a la Sele, Shirley Cruz, futbolista pionera e histórica de Centroamérica, pide emocionada que 'hagamos historia'. Hay que reconocer que este deseo sí lo cumplieron.
Terminó la primera semana y ya está carburando el Mundial, de lo que va me quedo con el coraje y actitud de Uruguay y las selecciones africanas, con la celebración del ghanés Osman Bukani parodiando el salto de Cristiano, con el segundo gol de los japones ante la poderosa Alemania, con la contundencia del ecuatoriano Enner Valencia (tres goles en dos partidos) y con la joya monumental del brasileño Richarlison, el mejor gol por lejos a esta altura de la Copa.
* Luis Chaves es escritor costarricense