El futbolista más exitoso de Centroamérica, Keylor Navas, tiene una película biográfica llamada ‘Hombre de fe’ que lo muestra de niño midiendo su estatura porque era muy bajo para ser portero; y despidiéndose de su papá, un jugador aficionado que emigraba a Estados Unidos porque nadie podía vivir del fútbol.
Navas creció en un municipio rural llamado Pérez Zeledón, fuera del Valle Central de Costa Rica, donde jugaba al fútbol como cualquier otro niño, pero quería ser portero y el equipo del pueblo lo había rechazado por chico. Siguió en otra escuela de fútbol hasta que alguien le vio atributos, lo conectó con el Deportivo Saprissa, el club más popular del país, y a los 13 años se fue solo a la capital.
22 años después, habiendo vivido los últimos ocho en el olimpo del fútbol con Real Madrid y París Saint-Germain, Keylor Navas aterriza por tercera vez en una Copa Mundial como el santo de los milagros posibles para su Selección, aunque ahora es un veterano, su carrera ya va en ascenso y acumula seis meses sentado en el banquillo porque el entrenador de su club prefiere al joven italiano Donarumma y Keylor no quiso dejar París en 2022, donde cada año gana más de $10 millones.
El cupo en Qatar 2022 siempre fue poco probable para Costa Rica, pero en la mente de Navas estaba segura esta oportunidad de mostrar al mundo que el fútbol es deporte de cabeza, no patadas y manotazos, como decía un popular programa radiofónico de crítica y humor dirigido por un productor asesinado en 2001.
Lo decía también el abuelo Juan Gamboa cuando en 2015 el rostro mulato de Navas era la novedad en el arco del Real Madrid, después de su estupendo Mundial 2014 donde todos hablaron de Costa Rica y del portero. “Keylor habla poco, pero tiene una mente muy fuerte. Nada lo detiene”.
Más que la agilidad o el buen juego de pies, casi de freestyle, esa mentalidad ha sido la mayor virtud de Navas y ahora la pone a prueba en Qatar, como principal líder de la selección que sufrió la inesperada goleada 7-0 en el juego inaugural, contra España y con al menos tres anotaciones en las que el mejor Navas, el del 2014, seguro las habría evitado.
Después vino el sorprendente triunfo de Costa Rica sobre Japón, que venía de ganarle a la misma Alemania que los ticos deberán enfrentar este jueves en un partido que podría darle la clasificación a cualquiera de las dos selecciones. Costa Rica, el David incierto, contra Alemania, el Goliat bajo cuestionamientos y con recursos para poner a Navas de nuevo a prueba a Navas.
Siempre por demostrar
En Costa Rica se ha asumido a Navas como la personificación de la frase “sí se puede” cuando parece que nada se puede. Luego se verá si se pudo o no, pero en el proceso nada detiene a Navas, que por años entrenó obsesivo, frío y paciente para irse a Europa, para desplazar a un sagrado del Real Madrid como Íker Casillas y para ganar tres veces la Champions League junto a Cristiano Ronaldo. Le pusieron al lado la sombra del belga Thibaut Courtois de 2 metros de alto (Keylor creció hasta 1,85), porque la carrera de Navas siempre ha corrido bajo sospechas y no a todos agradaba la presencia de un centroamericano nieto de indígenas como guardián del Real Madrid.
Por eso en 2015 los ejecutivos del Madrid intentaron canjearlo por el español David de Gea, que jugaba en Manchester United, pero cuando el tico ya estaba en el aeropuerto se canceló el negocio porque los documentos no entraron a tiempo a un fax. Sí, un fax también quiso que se cumplieran los objetivos de Navas y tanto que ganó después tres Champions League, convenció a unos cuantos y empezó a considerársele el futbolista más exitoso ya no de Centroamérica, sino de Concacaf.
Era una estrella y entraba, por tanto, en el portafolio del PSG francés, donde el dinero del petróleo de Qatar sustentaba el capricho de convertir al club en una selección mundial. En 2019 llegó al equipo donde ahora comparte camerino, aunque no partidos, con Messi, Mbappé, Neymar, Ramos y Donarumma. Navas no juega desde mayo y su último partido oficial fue el que le dio tiquete a su tercer Mundial, el repechaje contra Nueva Zelanda, tras la eliminatoria en la que el portero volvió a ser indispensable e inspirador para los ticos. “Este hijo de puta es un pija de portero” decía en un video viral un narrador hondureño elogioso y frustrado por la mano (o la mente) salvadora dos minutos antes del final de un juego en Tegucigalpa. Otro le llamaba “inhumano” y otro, “enfermo”. En San José un locutor exultante lo veneraba: “el mejor del universo”, pero despúés del 7-0 ante España se vio que el portero tampoco era inmune a las críticas.
Tiene 35 años de edad, seis meses de no jugar con su club y quizás la moral caída por ser el portero más goleado en este Mundial hasta ahora o presionado por tener que jugarse contra la siempre potente Alemania el boleto a la segunda fase, la meta mínima que se había fijado la Selección tica. Pero Navas es indispensable e indiscutible. Como en Brasil 2018, Costa Rica acude a la psicología o a la fe para no morir antes de tiempo, pero sobre todo a la esperanza en un portero que antes ha dado señales de saber alimentarse con las dudas ajenas. Como los pumas que habitan en el Cerro de la Muerte entre San José y Pérez Zeledón, el portero se mueve mejor cuando todo está oscuro.
Las metáforas sobran en emprendimientos empresariales y charlas de motivación personal, en iglesias neopentecostales que venden la teología de la prosperidad y sacerdotes católicos atribuyen a su dios los destinos de Navas, en los niños futbolistas que quieren imitarle hasta el tinte platinado del cabello y en los políticos que venden el artificio de una Costa Rica digna de ligas europeas.