Por tres minutos la selección de Costa Rica estuvo venciendo a Alemania y clasificándose a la segunda ronda del Mundial Qatar 2022. Un gol feo y reñido en el arco de Manuel Neuer colocaba la ventaja inmerecida 2-1 que se celebraba como un nuevo milagro en San José, en la Plaza de la Democracia y de la Abolición del Ejército, que un par de horas antes había alojado el acto oficial por los 74 años del desarme voluntario.
Pasaba lo que pasa en situaciones como esas. Abrazar al desconocido, grabar con el celular un video que nadie verá luego, alentar a la pantalla gigante que colocó el Gobierno en la céntrica plaza josefina. Unos 300 espectadores compartían felicidad y sudor, animando como si los jugadores escucharan allá en Qatar, rezar para que Dios impulse, frene, ataje, drible o sostenga. Mirar con súplica el minutero. Restregarse la cara como para arrancarse la ansiedad, taparse la boca para que el corazón no salga por ahí y abrir los ojos para intentar ver más allá de lo inmediato, porque nadie olvidaba: esa misma selección se había tragado siete goles de España y había derrotado a Japón con un gol improbable. Ahora estaba derrotando a Alemania, pero esto no estaba en los guiones.
Cualquier cosa podía ocurrir en la media hora que faltaba, pero también en el partido que se jugaba en simultáneo entre España y Japón. Cualquiera podía clasificar a la segunda ronda. La cabeza del vendedor de dulces a mi lado en el toldo era una tómbola con las combinaciones de resultados y diferencia de goles marcados versos los recibidos, considerando los duelos directos y otras cábalas que al minuto 73 poco importaban, porque Costa Rica estaba doblegando a Alemania y consiguiendo boleto directo, tomen eso.
El lapicero de la historia futbolera empezaba a apuntar la fecha del 1° de diciembre de 2022 como el día en que Costa Rica se clasificaba a octavos de final por encima de Alemania y España, que perdía en ese momento contra Japón. Testigo de honor era la estatua de bronce del caudillo José Figueres, revolucionario triunfal de 1948 que abolió el ejército en ese año, antes de que los militares pudieran reorganizarse y darle un golpe, sin saber que gestaba una de las principales cartas del mercadeo de Costa Rica en el mundo, pero sobre todo dictando una clase magistral de administración del riesgo.
¿Para qué combatir contra algo que se puede neutralizar antes mediante un acto que, además, quedará como un paradigma en la historia? Los recuentos y los análisis de la Costa Rica sin ejército abundan cada vez que se acerca un 1° de Diciembre. A los ticos nos gusta esta excentricidad de sabernos carentes de Defensa, replicamos las investigaciones para probar que el dinero no gastado en armas se dedicó décadas a escuelas, hospitales o acueductos, nos decimos pacifistas y redondeamos con el “pura vida” como ambición de un modus vivendi, pero al turismo nunca le decimos que la abolición del Ejército fue un frío acto de estrategia.
Por eso estaba tan contento Lars, un joven turista holandés que siembra repollos en su país y disfrutaba el partido Costa Rica-Alemania tumbado en la Plaza de la Democracia, gozando el sol picante, la brisa fresca y la sensación de conocer el alma costarricense en un infartante juego de Copa Mundial. Lamentó que los holandeses vivieron con frialdad la clasificación a segunda ronda, por motivos que no son atribuibles sólo al invierno entrante. Le divierte más este ambiente de vértigo en aficionados que apoyan a su selección conscientes de la superioridad del rival. Vio el temor cuando los alemanes anotaron su primer gol al 10' y amenazaban con una nueva goleada, el aplauso a las tapadas salvadoras de Keylor Navas, la alegría con el 1-1, la locura con el 2-1, el desinflón con el 2-2, la tristeza con el 2-3 y de nuevo el miedo a una paliza con el 2-4. Y el aplauso complacido al final o la decepción de unos pocos.
'Estoy muy divertido', decía el holandés en idio español que aprendió cinco minutos antes, pero lo vi sonreír nervioso durante los tres minutos en que Costa Rica derrotaba a los alemanes y llevarse las manos a la cabeza cuando al minuto 73 Kai Havertz anotó el 2-2 y sacó del sueño a los ticos, que ni siquiera se habían recompuesto de la celebración de su gol. Un camarógrafo todavía buscaba los anteojos y una muchacha con apariencia de modelo batallaba para sacarse 20 selfies con fondo de fiesta memorable. Tardó en darse cuenta que ya no había fiesta en el fondo de sus fotos. “Era demasiado bueno para ser cierto”, se quejaba. Japón estaba logrando 6 puntos suficientes para clasificar primero del grupo y España, aunque en derrota, pasaba gracias a los 4 puntos y al festín de anotaciones que le zampó a Keylor Navas en su peor día; poco importaba ya para efectos de clasificación lo que ocurriera entre Alemania y los costarricenses, que en la pantalla dejaban verse tan exhaustos como luchadores.
Los jugadores ticos pasaron de un vergonzoso 7-0 contra España, sin un solo remate al arco, a ganarle a Japón con un único tiro y una defensa reforzada, pero este jueves las estadísticas dirán que los ticos lanzaron siete veces contra Manuel Neuer, vencido en dos ocasiones. El fracaso es algo relativo. Por eso los aficionados hoy no maldecían como en el primer partido ni fingían desinterés como contra Japón; hay muchas maneras de quedar eliminados y la de hoy era decorosa. Por eso cuando cayó el tercer gol (85’) y el cuarto (89’), el gesto mayoritario era más parecido al de un padre amoroso que juró a su hijo respaldo eterno y no el de alguien que apostó su casa por la victoria.
“Confieso que me siento aliviada. Ya podemos descansar”, dijo bajo el toldo una señora, ama de casa, que había llegado sola a ver el partido sin entender las reglas del offside ni eso del gol diferencia que tenía con ventajita a los españoles y con problemitas a los ticos. “Hemos sufrido mucho con estos muchachos, pero ya podemos descansar con la conciencia tranquila”, agregó alzando la voz para que más gente escuchara cómo debía sentirse.
Acababa el año de congojas que comenzó en noviembre de 2021, cuando Costa Rica tenía solo 10 % de posibilidades matemáticas de llegar al Mundial, antes de dichosos apuros, remiendos, partidos menesterosos y mucha suerte, incluyendo un repechaje sufridísimo para obtener la última de las 32 sillas mundialistas. Pero sobre todo terminaba una presentación que pudo haber sido trágica y fue honrosa, a pesar de 11 goles encajados, cosa aceptable para aficionados a quienes preocupa mucho qué dirán los faitelson de México, los recelosos vecinos centroamericanos o los chiringuitos de España. Seguro dirán que Costa Rica hizo lo que pudo con lo que tenía, que se plantó ante Alemania y casi provoca la eliminación de España. Y eso es tan cierto como la muerte del sueño de avanzar a octavos de final o quién sabe qué otras ilusiones más.