Vestido con la túnica negra típica de los honores en el mundo árabe, Lionel Messi logró alzar este domingo la Copa del Mundo que le faltaba a su legendaria carrera futbolística y convirtió al estadio de Lusail, en Doha, en el origen de los festejos que estallaron en Argentina al conseguir un tercer campeonato mundial, 32 años después de que la leyenda Diego Armando Maradona levantó el trofeo en México 1986 y del recordado trofeo de 1978 en Buenos Aires.
Con un partido digno del drama futbolero que caracteriza a Argentina, ante una Francia cuyo empuje basado en Kylian Mbappé obligó a llevar el pulso hasta la tanda de penales, el ahora legendario '10' argentino provocó el júbilo en el majestuoso estadio qatarí, donde la mayoría de los 89.000 asistentes apoyaba al combinado sudamericano.
Messi se consagró como capitán del equipo, inspirador de sus compañeros y aficionados, factor de jugadas claves durante los siete partidos de Qatar 2022 y además goleador con siete anotaciones, incluidas las dos que aportó en el marcador 3-3 que obligó a los lanzamientos desde los 11 pasos.
Aunque en el conteo de goles de la Copa lo superó por un tanto Mbappé, su compañero del club francés PGS, 'La Pulga' se apropió del título de mejor jugador del campeonato mundial como punto adicional para la fiesta que se desató entre los aficionados argentinos desde que el defensor Gonzalo Montiel acertó en remate definitivo desde el punto de penal.
'¡La concha de tu madre, somos campeones del mundo!', dijo un Messi dichoso desde un micrófono del recinto deportivo minutos antes de acudir a la premiación y permitir que el emir de Qatar, Tamim bin Hamad, y el presidente de la FIFA, Gianni Infantino, le colocaran la capa árabe llamada bisht, reservada para los hombres de poder.
El '10' saludó con esa típica frase argentina, no exenta de connotaciones negativas, a los miles de hinchas de la Albiceleste que ondeaban camisetas y celebraban el título del equipo de Lionel Scaloni.
Messi lució radiante al hablar por los parlantes y a la vez inquieto en la grama del estadio de la capital catarí, abrazándose con su compañeros y familiares.
Su esposa Antonela Roccuzzo y sus hijos Thiago, Mateo y Ciro se le juntaron en la celebración en el césped, ambientada con cumbia villera.
El gran amigo del capitán, el exdelantero Sergio 'Kun' Agüero, también estuvo en los festejos, cargando la copa ante los aplausos de sus excompañeros de selección.
Scaloni, el volante Ángel Di María y el portero Emiliano Martínez, que detuvo el penal de Kingsley Coman en la definición desde el punto blanco, no podían contener las lágrimas.
Al recoger el trofeo del mejor jugador de torneo, Messi tuvo su primer encuentro con el trofeo, llevado a un atril por Nery Pumpido y Sergio 'Checho' Batista, campeones junto a Diego Armando Maradona en México 86.
El '10' acarició la Copa dorada y, antes de seguir para una sesión de fotos, la besó tímidamente, provocando una ovación.
Delirio en Argentina
Con el corazón desbordante de alegría, los argentinos se tomaron las calles de Buenos Aires para celebrar su triunfo más sufrido y también el más deseado: su tercera Copa del Mundo después de 1986 y Argentina 1978
'Los seguí desde el primer partido. Casi no puedo hablar, es tan emocionante, es una felicidad que va a durar mucho', exclamó Cecilia Corato, de 22 años, apenas lograda la victoria en penales.
Reunidos con la familia o en grupos de amigos, en sus casas, en los bares o en los parques donde se instalaron pantallas gigantes, y siguiendo sus estrictos rituales para la buena suerte, los argentinos se fundieron en el grito unánime de gol con el penal cobrado por su astro Messi en el minuto 23.
El segundo tanto marcado por Ángel Di María (36), quien recién se incorporó en este último partido después de enfrentar molestias físicas, fue cantado como el apoteosis. 'Fideo, fideo, fideo', lo celebró la multitud.
'Están jugando como en el potrero, con presión, con lujos. Un trabajo maravilloso de este entrenador' Lionel Scaloni, comentó emocionado Gabriel Escalante, un cerrajero de 39 años del barrio que vio el partido en la pantalla gigante instalada en Parque Centenario, en el centro geográfico de Buenos Aires.
Pero la remontada de Francia en el segundo tiempo, con doblete de Kylian Mbappé (80 de penal, y 81) dejó helados a los hinchas, que se llevaban las manos a la cabeza y se arrodillaban en el piso.
'Imaginate lo que sienten estos muchachos. Toda la Argentina con el corazón apretado', soltó Emilse Roa, una abuela de 77 años que lleva los labios pintados de celeste y blanco.
El suspenso atormentó a los fanáticos hasta el final, con un gol de Messi en el minuto 109, empatado de penal por Mbappé (118).
'Se merecen ganar. Es una pena ir a una definición así. Argentina dominó más, le puso todo. El fútbol es así', dijo Sergio Loreto, de 32 años.
Apenas minutos más tarde, los rostros se llenaron de lágrimas con el triunfo de Argentina en penales.
Agustín Acevedo, un albañil de 25 años de la periferia que quiso ver la final en Buenos Aires, lo resumió así: 'Esta es la última Copa de Messi y todos en el mundo, no solo en Argentina, quieren que se consagre y tenga esa estrella que es la única que le falta'.
'Siempre hay altibajos económicos, siempre cuesta llegar a fin de mes, pero con el fútbol te olvidás de todo', añadió sobre el entorno incierto de la economía en Argentina y el ambiente social que se cruzó con la fiesta futbolera, determinante en este país como en pocos.
'A mí no me gusta el fútbol, pero no puedo evitar venir acá, sentarme y ver el partido. No puedo. La selección, la gente y el país merece la victoria. No hay una persona en el mundo que no se identifique con el fútbol argentino, con Messi y (Diego) Maradona, futbolistas que han hecho historia. Los que nacimos después del 1986 lo deseamos con el alma', dijo a la AFP Joel Ciarallo.
Es en cierta medida lo que dice la letra de la canción ‘Muchachos’, de la banda de ska y rock La Mosca, que se convirtió en himno mundialista de la hinchada en suelo argentino y de millones de seguidores de la albicelestes en todo el mundo y en redes sociales, argentinos o no.
Pasión contagiosa
El Obelisco, emblema de Buenos Aires, ubicado en medio de la muy ancha avenida 9 de Julio y lugar de festejo futbolístico por excelencia, fue tomado por los aficionados desde antes de comenzar el partido.
El centro de Buenos Aires estuvo cerrado al tránsito, con servicio limitado del metro. Las calles lucían totalmente desiertas durante la transmisión del partido.
En el barrio Villa Devoto, un grupo de aficionados pudo ver la final en la casa que fue de Maradona, abierta a los vecinos por su nuevo dueño Ariel García, un abogado de 47 años.
'Lo que tiene que ver con Maradona, a todos los argentinos nos recuerda a nuestra infancia con la familia. Maradona fue quien más alegrías nos dio', dijo García al evocar ídolo que los argentinos llaman D10s.
Buenos Aires y las demás ciudades argentinas y hasta los pueblitos más apartados mostraron de celeste y blanco: en las camisetas con el número 10 de Messi, pero también en los adornos de las ventanas de las casas y de las vitrinas de las tiendas, en los rostros maquillados y en las uñas pintadas, e incluso en algunos pasos peatonales del centro de la capital.
Incluso los turistas de paso por Buenos Aires se contagiaron de esa pasión.
'Todos queremos que Messi gane la Copa. Creo que es el mejor jugador de todos los tiempos y merece alzarla', dijo Greg Layhe, un inglés que bien podría haber sido en otro momento el más acérrimo rival de los argentinos.