El año 2023 ha comenzado con un duro golpe a los pueblos originarios y sus lenguas: el Ministerio de Educación decidió desligarse del programa Cuna Náhuat. En su lugar, como parte de la Ley Crecer Juntos y el programa del mismo nombre que se impulsa desde el despacho de la primera dama, se abrirá un nuevo programa llamado Nidos de inmersión lingüística en los complejos escolares de los municipios donde las cunas funcionaban. Creo que toda iniciativa que promueva el náhuat en El Salvador debería ser celebrada, el problema es que el diseño de estos nidos está basado en la absorción del personal y de los niños y niñas que asisten a las cunas para dejarlas vacías, no para emular metodológicamente y pedagógicamente su modelo. Esto marca, de entrada, un retroceso importante en la revitalización del náhuat a la que el Estado, por ley, está obligado.
Estos nidos parecen orientados a continuar con la promoción del náhuat, aunque el modelo desarrollado en las cunas no se seguirá aplicando como tal. Obviamente el modelo de la Cuna Náhuat no es el único modelo de revitalización lingüística, pero sí es el único desarrollado en el país y la región que ha dado resultados positivos, reconocidos por propios y extraños. Esta columna no tiene como objetivo criticar a los nidos que se abrirán en los distintos centros educativos del país, algo necesario para atender a un sector de la población largamente olvidado por los gobiernos de turno, sino hacer pública la forma en la que el Mined cierra el único programa en el país que estaba revitalizando el náhuat, acción que ha causado sorpresa y disgusto entre la población, especialmente entre las maestras indígenas y los padres de familia.
El idioma náhuat o pipil es la última lengua indígena que se habla en el país y se encuentra en severo peligro de extinción, con menos de un centenar de hablantes nativos. Su inminente desaparición como lengua viva dejará al país sin ninguna de sus lenguas originarias. Ese es el problema, un problema que no es único del país. El caso del náhuat se repite miles de veces alrededor del mundo. Son más de tres mil idiomas naturales (el 50 % de todas las lenguas a nivel mundial) las que se encuentran amenazadas con la extinción inminente. En términos biológicos, es como si la mitad de las especies animales estuviera por desaparecer.
Como lingüista, y como salvadoreño, he dedicado gran parte de mi vida profesional al estudio, documentación, promoción y revitalización de esta lengua indígena, patrimonio lingüístico nacional y de la humanidad. Como alternativa para prevenir la extinción del náhuat, y dentro del modelo de revitalización que he desarrollado, en 2010, bajo el auspicio de la Universidad Don Bosco y con el patrocinio del Ministerio de Educación, iniciamos el programa Cuna Náhuat, como un componente esencial en el largo proceso de revitalización lingüística. La cuna inició como un programa piloto para probar que el modelo funcionaba y así poder aplicarlo a otras lenguas amenazadas.
La Cuna Náhuat se puede definir, en forma sucinta, como un centro de inmersión lingüística en el que niños y niñas de ascendencia indígena, entre las edades de 3 y 5 años, desarrollan actividades lúdicas en la lengua náhuat, guiados por mujeres indígenas nahuaparlantes que interactúan con ellos de forma exclusiva en su lengua materna. El medio de instrucción e interacción dentro de las cunas es el náhuat. A través de esta lengua, desarrollan las habilidades cognitivas y psicomotrices correspondientes a su edad, preparándolos para el éxito escolar.
Las maestras indígenas, o nanzin tamatxtiani, son señoras oriundas de Santo Domingo de Guzmán o Wizapan, Sonsonate, último reducto de hablantes de náhuat en el país. Estas mujeres nunca tuvieron acceso a la educación formal. El sistema las excluyó, por lo que nunca aprendieron a leer y a escribir. Crecieron en la pobreza, pero llevando consigo una herencia que no valoraban ya que había sido causa de discriminación y vergüenza toda su vida. Me refiero al náhuat, su lengua materna. Cuatro de estas mujeres aceptaron el reto en 2010 de participar como tamatxtiani (maestras) en la cuna náhuat de Wizapan. Se les capacitó de forma intensiva en educación infantil, así como en el enfoque de inmersión lingüística. Pasaron de amas de casa, alfareras o agricultoras a educadoras, cambiando radicalmente su estatus en la comunidad. Estas mujeres fueron el inicio de un proceso de transformación social que cambió radicalmente la visión negativa que se tenía en estos pueblos sobre la lengua nativa y los indígenas.
Iniciamos en 2010 con una sola Cuna Náhuat en Wizapan. Luego, y con el apoyo de varios patrocinadores, como Unicef y el colectivo vasco El Salvador Elkartasuna, principal cooperante en la actualidad, se abrieron dos cunas más. Hasta 2022, había tres cunas funcionando—Wizapan, Santa Catarina Masahuat y Nahuizalco—que atendían entre todas a más de 100 niños y niñas. Ahora, en 2023, debido a la intervención del Mined, ninguna ha podido abrir sus puertas.
La Cuna Náhuat, además, es un programa comunitario que nació con el apoyo de la comunidad (padres de familia, municipalidad e indígenas). Por esta razón, las cunas son patrimonio de las comunidades en donde funcionan. Cada padre de familia que envía a su hijo a la cuna, cada niño, niña que asiste a algún programa de esta, cada indígena de la comunidad, cada nanzin tamatxtiani, cada alcalde junto a su concejo municipal, cada persona de la comunidad es un actor importante en el proceso de revitalización. La Cuna Náhuat no es una escuela de náhuat, tampoco es una guardería ni un nido de lengua como los te kohanga reo maorís o los Pūnana Leo hawaianos, aunque tiene mucho de ellos, así como de los programas de las Ikastolas vascas y las escuelas de inmersión lingüística canadienses. La cuna es el motor que impulsa la recuperación del orgullo étnico y reivindica los derechos de los pueblos indígenas, especialmente los de las mujeres, a través de la salvaguarda y promoción de la lengua y cultura ancestrales.
Es por todo lo que significan las cunas que escribo esta nota. El cierre de las cunas viola los derechos de los pueblos indígenas, incluyendo el derecho humano a ser educados en nuestra lengua materna. La misma ley Crecer Juntos dice, literalmente:
Art. 59 Las niñas, niños y adolescentes tienen derecho a conocer, conservar, desarrollar y recuperar los valores espirituales, culturales, religiosos, lingüísticos y cualquier otro elemento que le permita definir su identidad cultural; para lo cual la familia, la sociedad y el Estado, deberán facilitar los espacios que le permitan desarrollar este derecho en los diferentes ámbitos: familiar, escolar, comunitario, municipal y nacional.
Así mismo, el art. 54(f) de la Ley estipula que es responsabilidad del Estado 'Fomentar el conocimiento y respeto del idioma castellano, lengua de señas, lenguas de pueblos indígenas, identidad cultural y de otras manifestaciones culturales'.
La Cuna Náhuat es un programa que, desde su génesis, ha buscado el cumplimiento de estos derechos para los niños y niñas de las comunidades en donde funciona. Por lo tanto, cerrar las cunas es una violación a sus derechos y de todas las comunidades indígenas del país. Todos los actores involucrados en el programa haremos lo que esté a nuestro alcance para que las cunas, que debieron retomar sus actividades este 6 de febrero de 2023 abran sus puertas a la mayor brevedad posible y podamos continuar con el proceso de revitalización de la lengua náhuat de El Salvador.
*Jorge Lemus es doctor en lingüística por la Universidad de Arizona. Premio Nacional de Cultura 2010 por sus esfuerzos por la revitalización del náhuat.