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Del Super Bowl a los Oscar: la puerta que Rihanna abrió para maternar en público

Hemos romantizado tanto a la madre guerrera que trabaja duro hasta el día del parto, que si una cuyo oficio es el entretenimiento no cumple con sus propios estándares la juzgamos por no quedarse en casa.
Christian Petersen
Christian Petersen

Viernes, 17 de marzo de 2023
Cindy Rivera

No se había dejado de hablar del intermedio del Super Bowl cuando se anunció que Rihanna actuaría en la ceremonia de los Oscar, donde interpretó la canción nominada “Lift me Up”con orquesta en vivo y una calidad vocal impresionante. Pero además de su innegable talento, después de siete años fuera de los escenarios, sus presentaciones, especialmente la primera, dejaron en evidencia a una cultura misógina, machista y sin respeto a la vida. Para muchos no bastó con que su aparición estuviera cargada energía y calidad artística. Esto no es una cuestión de gustos ni de que ella nos tuviera “acostumbrados” a otro “nivel” en sus presentaciones. Para apreciarla, propongo quitarnos el sesgo patriarcal.

Ver a Rihanna en escena después de varios años en pausa musical era una expectativa para el público, sobre todo para sus seguidores. La cantante no se presentaba en público desde el 2016, y en una entrevista previa al Super Bowl, confesó que su motivación para aceptar el reto de presentarse en el medio tiempo había sido, nada más y nada menos, que la maternidad: “Cuando te conviertes en madre, crees que eres capaz de hacer cualquier cosa”, dijo. Era evidente que, sin importar los siete años de ausencia en escena, Rihanna saldría dispuesta a romper con cualquier estereotipo, y lo hizo.

Es comprensible que después de tanto tiempo fuera de los escenarios se tuviera una cierta expectativa del show que iba a dar: luciendo su figura esbelta con ropa ajustada y transparente, bailando una coreografía sensual y enérgica. En el Superbowl, en cambio, apareció una mujer distinta. No solo decidió salir completamente cubierta, sino que su baile era moderado y acompasado, en perfecta sincronía con los bailarines y con todos los elementos del escenario, demostrando así, el resultado de sus múltiples ensayos, tal como lo menciona en la entrevista.  La gran revelación de la noche fue el anuncio público de su segundo embarazo.

La moderación en sus pasos de baile versus los de sus bailarines generó muchos comentarios sobre la deuda que su reaparición en el escenario había supuesto. La decepción de ver a una mujer embarazada para quienes esperaban a una mujer esbelta es resultado de una cultura donde el cuerpo de las mujeres está al servicio de la opinión machista y del consumo. Y es que lejos de una apreciación artística, a Rihanna se le ha juzgado por ser mujer y se le ha cosificado para reducirla a una condición de objeto, uno cuya “tarea” es entretener.

Un ejemplo de ello fue el escándalo que en pleno 2023 le supuso a algunos verla tocando su vulva con una connotación erótica como parte de su coreografía. No faltaron los comentarios que evaluaban si era necesario hacer dichos gestos en la presentación. No obstante, cuando Michael Jackson hizo su intermedio en el Super Bowl, en 1993, pasó tocándose los genitales durante en toda la presentación. Para ambos este es un movimiento clásico en sus coreografías, pero nunca he escuchado a nadie quejarse de que MJ se tocaba los genitales en sus conciertos y videos, como sí ha sucedido con Rihanna, quien hace años también lo hace.

Esto obedece, sin duda, a los estereotipos de género. Ver a una mujer tocar sus genitales en una presentación artística pública para evocar el placer femenino les parece cuestionable porque el placer femenino sigue siendo un tabú, y más aún si se trata del placer femenino en una mujer embarazada, cuyo ejemplo es la mismísima virgen María, una mujer pura que sacrificó su vida para traer al mundo al hijo de Dios. A eso hay que agregarle la preconcepción establecida de que no importa nuestro pasado, al momento de convertirnos en madres las mujeres tenemos que ser intachables y, además, negarnos a nosotras mismas y existir para satisfacer las necesidades de nuestros hijos e hijas y la sociedad, no para las nuestras. Esa censura a la individualidad la experimentamos todas, sin distinción.

No faltaron los comentarios comparando a la cantante con otras mujeres que también se han presentado embarazadas, como Beyoncé. Estos comentarios son producto del mismo patriarcado que enfrenta a las mujeres unas con las otras, en constante rivalidad y comparación. Esto también anula nuestra individualidad como mujeres porque se nos compara y califica en relación a lo que otra hace o es.

Hemos romantizado tanto a la madre guerrera que trabaja duro hasta el día del parto, que si una cuyo oficio es el entretenimiento no cumple con sus propios estándares la juzgamos por no quedarse en la casa. Es cierto, Rihanna es una mujer con privilegios que superan a casi cualquier mujer en el mundo, pero eso no quiere decir que por eso nos deba un espectáculo que pueda poner en peligro su salud o su embarazo.

La sociedad ha normalizado tanto la imagen de la mujer gestante que trabaja nueve meses sin descanso, que pasamos por alto su estado físico y emocional. El ejemplo de Rihanna es pertinente para explicar cómo nos hemos vuelto insensibles e inconscientes del proceso de creación de vida. Es esa ignorancia la que nos hace opinar sobre algo que no hemos vivido, sufrido o enfrentado. Yo también solía opinar con ignorancia, hasta que tuve la dicha de estar embarazada por tres meses. Hasta ese momento para mí embarazo y maternidad eran tan solo palabras o términos edulcorados por la publicidad, como lo son para una gran mayoría de gente.

Estamos tan acostumbrados a ver mujeres embarazadas luchando día a día, haciendo de todo para sostener sus hogares, sin detenernos a pensar qué está sintiendo ella en su cuerpo y en su mente, si cuenta con red de apoyo o si se siente sola. Solo una madre sabe, cuando está embarazada, de donde sacar la fuerza para enfrentar la vida diaria. Le pasó a mi abuela materna, quien era anestesista. Ella contaba que rompió fuente estando de turno en el hospital. La trasladaron de inmediato a la sala de parto a dar a luz de su cuarto hijo.

Tan insensible era yo al tema que recordaba siempre esa historia con admiración, no con empatía. Contaba esta anécdota hasta con risas, porque era inconsciente de todo el sacrificio que implicaba para ella en su estado haber trabajado hasta el día del parto, cuando lo que correspondía según su estado físico y emocional era la garantía de ser cuidada y protegida. Una mujer embarazada está para entregarse a su nuevo estado de creación de vida, no para romperse la espalda por pan. Sin embargo, esta es la historia de todas las madres movidas por el alto costo de la vida y el ausentismo de los padres, otra característica muy propia de nuestra cultura.

Consulté una reciente publicación de la Revista de la Facultad de Medicina de México, “Cambios Fisiológicos en un Embarazo Normal” y encontré un desglose muy rico de todos los cambios fisiológicos en el embarazo. Uno de los principales cambios se da a nivel cardiovascular, debido al incremento de la frecuencia cardiaca, que podría llegar hasta 120 latidos por minuto, 20 latidos más de lo considerado en el estado normal, y 10 latidos menos de lo que se considera una taquicardia. Por otro lado, también se producen cambios a nivel pulmonar y de sistema respiratorio: durante el embarazo, el volumen de aire presente en los pulmones disminuye, pues el volumen de aire que se inspira y expira en cada ventilación aumenta y con ello aumenta un 20 % la necesidad de oxígeno; además, del importante ascenso diafragmático que produce el crecimiento del útero, lo que condiciona una disminución de la capacidad residual funcional y de la capacidad pulmonar total. Le siguen los cambios gastrointestinales, renales y urinarios, y los psicológicos.

Juzgar a Rihanna, una mujer embarazada con mejor condición física que la mayoría de quienes la observábamos sentados con palomitas de maíz, me parece irónico y frívolo, y sobre todo machista.

Si realmente estuviéramos valorando su calidad artística, notaríamos que su técnica vocal nos regaló en vivo notas increíbles cuando su respiración y diafragma estaban comprometidos; bailó coreográficamente a pesar de que su sistema cardiovascular, trabajaba a elevadas pulsaciones, como toda una profesional. Más que quedarnos a deber, nos dio quizá incluso más de lo que debía. Valorar genuinamente la actuación de Rihanna requiere un profundo respeto por la vida y, por tanto, su gestación.

*Cindy Rivera, abogada y notaria. Docente universitaria, capacitadora en temas de género y litigante en casos de violencia de género y delitos patrimoniales. Ha fungido como consultora para organismos de cooperación internacional en materia de Violencia de Género, ha creado manuales y protocolos en materia de género para diferentes instituciones privadas y de cooperación. 

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