Columnas / Política

Con democracia no prospera el método Bukele

La medida estrella de Bukele ha resultado ser un fracaso electoral fuera de las fronteras salvadoreñas, en gran parte porque los países donde este ha querido ser replicado hay, al menos, separación de poderes.
El Faro
El Faro

Lunes, 7 de agosto de 2023
Ricardo Valencia

En las semanas recientes, los medios nacionales e internacionales han explicado cómo el presidente Nayib Bukele se ha convertido en un modelo exportable a otros países. Los Angeles Times lo llamó un culto, El Periódico de España un “fenómeno”, Le Monde lo llamó a secas el “sistema” Bukele. El mandatario salvadoreño ha encantado a una constelación de políticos oportunistas sin planes y con ambiciones de convertir sus mensajes en discursos virales en las redes sociales. Como resultado de esta moda, políticos de Argentina, Perú  Colombia y Honduras han adoptado el discurso y la estética de Bukele al mostrar prisioneros sin camisa y acusando a los defensores de derechos humanos del aumento del crecimiento de la criminalidad.

El espaldarazo más relevante al sistema Bukele fue dado por el Senador Republicano de Florida Marco Rubio, quien asegura que el salvadoreño trajo “libertad” al país. Sin embargo, la medida estrella de Bukele ha resultado ser un fracaso electoral fuera de las fronteras salvadoreñas, en gran parte porque los países donde este ha querido ser replicado hay, al menos, separación de poderes.

En Guatemala Zury Ríos, la derrotada candidata presidencial, prometió imitar “la firmeza” en la aplicación de la ley al mejor estilo del presidente salvadoreño. Ríos, sin embargo, no pasó a segunda ronda, y fue derrotada por un social demócrata. En Honduras, el giro bukelista de la presidenta Xiomara Castro en seguridad no ha parado el declive de la popularidad de la mandataria izquierdista. En España, semanas antes de las elecciones presidenciales, realizadas  el domingo 23 de julio, la ultraderecha trató de convertir a Santiago Abascal, el diputado español de VOX en un Bukele español. Al final, el partido de Abascal perdió una considerable representación en el congreso español, lo que podría permitirle al presidente socialista Pedro Sánchez formar un nuevo gobierno en alianza con fuerzas de izquierdas y agrupaciones independentistas.

Si bien el caso de Castro es paradigmático, los continuos intentos de políticos conservadores para engancharse a la imagen de Bukele parecen haber hundido a varios en la carrera electoral. La imagen del presidente salvadoreño “centroamericanizó” un discurso de extrema derecha a nivel mundial. Las presidencias de Donald Trump y de su clon brasileño Jair Bolsonaro aceleraron la separación de un sector de derechas de una derecha tradicional que se centraba en el liberalismo económico y en el respeto del estado de derecho, siendo la más importante el derecho a la propiedad privada. La elección de los primeros ministros de Hungría, Víctor Orban, y de Italia, Giorgia Meloni, auguraban –hasta hace unas semanas– una efervescencia global de ideas que años atrás eran controversiales en Occidente, como el desmantelamiento de la democracia representativa a favor del centralismo del presidente, la eliminación del derecho al asilo, la prohibición del matrimonio igualitario y la eliminación del derecho al aborto.

En este efecto cascada del primer al tercer mundo, Bukele aprovechó las migajas del discurso global de extrema derecha para vender su régimen de excepción y su reelección ilegal como una alternativa a una democracia representativa que defiende a la “gente honrada” de los derechos humanos, como lo cacarea demagógicamente el mandatario salvadoreño. De un día para otro, el régimen salvadoreño se aprovechó de la inequidad y el débil estado de derecho en Latinoamérica para vender su medicina –si bien amarga– mágica a toda la región. 

¿Por qué el modelo Bukele es una apuesta perdedora fuera de El Salvador? Primero, porque el bukelismo solo se explica con el secuestro total del poder político a mano de una persona y el manejo de las decisiones a través de un clan familiar. La disminución del número de municipios, los juicios sumarios contra acusados de estar ligados a pandillas y la renovación perpetua del estado de excepción solo funciona con un congreso cuya única función es la de pasa papeles del presidente. En países con sociedades civiles más activas que la salvadoreña, pasar leyes tan controversiales como la que le da inmunidad a funcionarios salvadoreños que se beneficiaron de contratos públicos durante la pandemia de covid-19 sería impensable. El sistema Bukele por naturaleza busca eliminar el disenso y se nutre de acosar a los medios de comunicación ydefensores de derechos humanos.

En segundo lugar, Bukele es un camaleón político que contrasta con la tradición ideológica de partidos de derechas como los que encabezan Abascal y Ríos. El presidente salvadoreño alguna vez se refirió a sí mismo como un izquierdista radical para luego pasar a convertirse en defensor de Trump, mientras negociaba dádivas con China, entre las que está un estadio de fútbol del que no hay noticias al respecto. El equipo de Bukele lo conforman, además, tanto antiguos anticomunistas como viejos marxistas de los setenta, que trabajan para preservar un sistema centrado en el presidente, como el expresidente de ARENA Walter Araujo y la exfuncionaria del FMLN Carolina Recinos, ambos sancionados por Estados Unidos.

La idea del bukelismo está siendo derrotada antes de emerger en las urnas iberoamericanas. El microcosmo salvadoreño no es fácilmente replicable fuera de un país con una rampante desigualdad, con un colapso de los partidos políticos y una sociedad civil con temor a ser perseguida por Bukele. En países como España, Chile y Argentina, el discurso de Bukele tiene el hedor de los viejos regímenes militares de Videla, Pinochet y Franco, pero con una incapacidad económica que asustaría a un grupo de economistas neoliberales estadounidenses –los llamados Chicago Boys– que colaboraron con el régimen militar chileno en los setentas. A lo mejor estamos ante un momento en el que muchos políticos latinoamericanos se den cuenta que el Bukelismo solo funciona sin democracia y sin competencia y que replicar este modelo es inútil.


*Ricardo J. Valencia es profesor asistente de comunicación de la Universidad Estatal de California, Fullerton. Twitter: @ricardovalp. 

logo-undefined
CAMINEMOS JUNTOS, OTROS 25 AÑOS
Si te parece valioso el trabajo de El Faro, apóyanos para seguir. Únete a nuestra comunidad de lectores y lectoras que con su membresía mensual, trimestral o anual garantizan nuestra sostenibilidad y hacen posible que nuestro equipo de periodistas continúen haciendo periodismo transparente, confiable y ético.
Apóyanos desde $3.75/mes. Cancela cuando quieras.

Edificio Centro Colón, 5to Piso, Oficina 5-7, San José, Costa Rica.
El Faro es apoyado por:
logo_footer
logo_footer
logo_footer
logo_footer
logo_footer
FUNDACIÓN PERIÓDICA (San José, Costa Rica). Todos los Derechos Reservados. Copyright© 1998 - 2023. Fundado el 25 de abril de 1998.