Columnas / Política

Hacer nuestro el Miss Universo: belleza, fealdad y política

Adoptar el certamen ha embellecido parte de El Salvador y promovido el turismo; pero también ha coronado a la “política aesthetic”, en la que imagen y bisutería esconden a lo poco fotogénico.
Marvin Recinos/AFP
Marvin Recinos/AFP

Martes, 14 de noviembre de 2023
Willian Carballo

La belleza

Bellas. Las plazas del centro histórico han quedado bellas. Sin cables que las ensucien, bien bañadas y con olor a Dove recién frotado, las principales explanadas de la ciudad lucen retocadas para recibir a las 85 concursantes que se esperan en El Salvador para Miss Universo 2023. Sobre sus ladrillos aún frescos, y de la mano lasciva y sudada de algunos hombres con bigote que las toman por la cintura, varias de ellas fueron hasta ahí a bailar cumbia-sabrosa-cumbia para engalanarlas aún más. Y una vez así, “aesthetic” −palabra de moda que define lo bonito en TikTok−, tanto plazas como calles aledañas quedaron listas para que los turistas se tomen selfis, los visitantes dejen dólares y el olor a cemento fresco de las remodelaciones borre ese tufo a violencia que era nuestra marca país.

La fealdad

Feas. Las calles miserables por donde no pasan las misses siguen feas. Mugrosas, como Thalía en sus telenovelas antes de que el Fernando Colunga de turno la despose, muchos caminos enlodan los pies de hombres y mujeres, a quienes nunca les alcanzará la plata para pagar cuatro dólares por una pupusa fina ni para rentar un apartamento con vistas a Sunset Park en el mar. Son calles de un circuito anti-aesthetic y poco instagrameable. Defectos de país pobre que los organizadores locales del certamen se han encargado de delimitar para que ninguna señorita con banda y corona cruce la línea que separa el pavimento del lodo; y para que ningún perro callejero irrumpa en grabaciones audiovisuales y quiebre la ilusión de esa sociedad sin pulgas que se pretende vender. 

La política

Belleza y fealdad. Ambos conceptos conviven en un mismo El Salvador, que se oscurece al mismo tiempo que se ilumina con luces LED. Ese país dividido ya existía desde antes, pero la adopción del evento Miss Universo 2023 le ha puesto traje de baño y lo ha sacado a modelar en un escenario internacional. En él conviven lodo y concreto. También perros callejeros y el moderno hospital Chivo Pets; vidrios polarizados que ocultan datos y espejos de agua que exhiben imágenes digitales para entretener; montañas a donde apenas llega la tecnología y montañas rusas en Surf City. Lo estítico y lo estético. La imagen real y la imaginación. Todos son lados opuestos de una misma moneda −digamos que de bitcoin− que a unos causan vergüenza, como nuestra Selecta de fútbol; y a otros rellenan el pecho de orgullo, como nuestro plato nacional, las pupusas. 

Uno de esos dos El Salvador −el bello− es una estrategia política bien pensada. Con la prensa mundial, los organismos de derechos humanos y gobiernos extranjeros respirándoles en la nuca, los burócratas encontraron en Miss Universo una forma de intentar convencer a la comunidad internacional de que no puede haber dictadura ni inseguridad pública ahí donde unas misses se van a ver ruinas arqueológicas y otras a echar pupusas o a surfear. Al mismo tiempo, vieron en el certamen la manera −nada barata− de alegrarle la retina a buena parte de la población local que, hay que decirlo, necesitaba recuperar espacios públicos como el centro histórico y ver que su ciudad capital no es solo un embudo de carros, buses y humo, sino también un lugar para presumir en Facebook y TikTok.

Entonces diseñaron la ruta de las misses y la embellecieron. Alfombraron sus caminos, instalaron modernos faroles, enterraron los cables, pintaron las fachadas, corrieron para inaugurar la nueva Biblioteca Nacional y mejoraron todo suelo que habrían de agujerear los tacones de las concursantes y de grabar las cámaras que las persiguen. Luego llegaron los youtubers aliados a masificar la palabra a la feligresía. Y como la Biblioteca es imponente, las plazas dan gusto caminarlas de noche, el espejo de agua de El Salvador del Mundo “no se ve ni en Estados Unidos” y los postes carretera al aeropuerto se miran chulos pintados de azul y blanco fluorescente, les fue fácil viralizar a ese El Salvador más estético, en especial ante extranjeros y hermanos migrantes, que antes solo leían de maras y hoy de mara-villas. Listo. Traigan el cetro. Quienes tienen el poder pueden, por fin, coronarse como reyes universales de la imagen, la estética y la bisutería hecha política de Estado. Política aesthetic, vamos a llamarla.

El problema es que en el camino se les atravesó el otro El Salvador, el menos fotogénico. Aparecieron ciudadanos de caseríos detrás de cercas, saludando y ampliando el zum del celular desde la tierra para fotografiar a las señoritas allá donde empieza el pavimento. Los muros de los lamentos de redes sociales del Seguro Social se llenaron de usuarios exigiendo medicina. La canasta básica siguió encarecida. Las denuncias de torturas siguieron publicándose. Y tipos que harían enorgullecer el alma de Vicente Fernández en Día de Muertos enredaron sus manos en las piernas de concursantes, criticaron las curvas de Miss Nepal y ningunearon a Miss Portugal por trans. El Salvador empobrecido, caro, escaso, intolerante y vulgar, pues, se vistió de traje típico y salió al escenario a lucir sus telas de yute. 

¿Qué hacemos, entonces, con este dilema de los dos países en uno? Negar que las plazas del centro o la de El Salvador del Mundo lucen bellas, como sonrisa de miss, como mujer que sabe lo que quiere, es estar ciego. Pero también lo es obviar que se trata de una estrategia para maquillar un rostro pálido y demacrado, producto de una economía con cáncer, falta de vitamina D-mocrática y exceso de inconstitucionalidades. La belleza existe en el país. Eso está claro; pero propongo ser, al mismo tiempo, conscientes de que los políticos la van a sobreexplotar con fines electorales y de imagen ante la comunidad internacional, mientras esconden la fealdad social y económica que también nos abunda. Viva la ciudad remodelada y hermosa. Nos gusta. La compramos. Mas tampoco nos traguemos el cuento de que en El Salvador todo es cumbia-sabrosa-cumbia en plazas bonitas, ricas pupusas con café en restaurantes con vistas a la ciudad y montañas rusas frente el mar. 

Una posdata

Si con la adopción de certámenes internacionales como Miss Universo van a arreglar las calles y embellecer ciudades, que se traigan cada año a las reinas de belleza, si gustan. Pero eso sí: tráiganse también al país la próxima gala del Balón de Oro y a Messi a echar pupusas, tal vez con ese pretexto arreglan los charcos a los que algunos llaman canchas y los más atrevidos estadios. Y luego organicen acá los premios Oscar y los Grammy; a ver si así apoyan como se debe al cine y a la música nacional. Y, sobre todo, anímense a celebrar la entrega de los premios Nobel de Literatura y de Física en un par de escuelas públicas y en la Universidad de El Salvador. Quizás así adecentan algunos gallineros mal llamados centros educativos, donde varios pollitos reciben matemática y lenguaje desde hace décadas en condiciones que dan pena. Ahí les dejo las ideas.

*Esta es la primera parte de una serie de artículos de opinión en los que el autor abordará temas sobre discurso y comunicación política en El Salvador.

**Willian Carballo (@WillianConN) es investigador, catedrático, periodista y ensayista salvadoreño. Doctorando en Sociedad de la Información y el Conocimiento y máster en Comunicación. Actualmente es coordinador de Investigación de la Escuela Mónica Herrera y docente de la Maestría en Gestión Estratégica de la Comunicación de la UCA.

logo-undefined
CAMINEMOS JUNTOS, OTROS 25 AÑOS
Si te parece valioso el trabajo de El Faro, apóyanos para seguir. Únete a nuestra comunidad de lectores y lectoras que con su membresía mensual, trimestral o anual garantizan nuestra sostenibilidad y hacen posible que nuestro equipo de periodistas continúen haciendo periodismo transparente, confiable y ético.
Apóyanos desde $3.75/mes. Cancela cuando quieras.

Edificio Centro Colón, 5to Piso, Oficina 5-7, San José, Costa Rica.
El Faro es apoyado por:
logo_footer
logo_footer
logo_footer
logo_footer
logo_footer
FUNDACIÓN PERIÓDICA (San José, Costa Rica). Todos los Derechos Reservados. Copyright© 1998 - 2023. Fundado el 25 de abril de 1998.