Columnas / Política

Democracia y mayorías

Discurso de aceptación del Premio Internacional de Periodismo de El Mundo, pronunciado en Madrid, el 14 de noviembre de 2023.
Casa Real
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Viernes, 17 de noviembre de 2023
Carlos Dada

Me emociona estar hoy en Madrid, en este maravilloso museo, entre obras maestras y buenas amistades, aislado temporalmente de las convulsiones que atraviesa nuestro planeta. Gracias a El Mundo por este premio. 

Quisiera comunicar en este momento y en este lugar algunas ideas, pero el tiempo es corto. Advierto que abusaré de este espacio privilegiado para decir algunas obviedades. 

Déjenme comenzar contándoles un cuento, que es una tradición muy latinoamericana de explicarnos las cosas con un poco de humor.

Supongamos que, a bordo de una frágil embarcación en altamar, tres migrantes salvadoreños y un migrante cubano están a punto de naufragar. El lanchero, mexicano, les dice: Nos estamos hundiendo. Tenemos que dejar a alguien aquí o moriremos todos. Los migrantes protestan pero el lanchero se mantiene firme: O se queda uno o nos morimos todos. Ustedes decidan a quién dejamos. Los tres salvadoreños se miran entre sí y luego miran al cubano. Uno de los salvadoreños le dice: “Querías democracia, ¿no? ¡Pues votemos!” 

El cuento funciona porque lleva al ridículo un concepto común. La democracia es el gobierno de las mayorías. Nos lo repiten en las escuelas y en los pasillos de los palacios en Europa y América: La democracia es el gobierno de las mayorías.

Tres salvadoreños son mayoría; un cubano es minoría. Abandonado democráticamente a su suerte en altamar. Tres votos contra uno.

Yo vengo del país que tiene ahora al presidente más popular de América Latina. Nayib Bukele, según las encuestas, cuenta con 85 por ciento de aprobación popular y se ha convertido en el principal referente del nuevo populismo latinoamericano. Con el apoyo popular como principal argumento contra sus críticos, Bukele se encamina hacia una reelección prohibida por nuestra Constitución. Controla los tres poderes del estado, gracias a un golpe técnico al poder judicial. Controla al ejército y a la policía. Controla todas las instituciones del estado.

Bukele será reelecto en febrero próximo a pesar de que seis artículos de nuestra Constitución prohíben la reelección. No hay autoridad ni institución capaces de frenar su voluntad. De imponer límites a su poder. Asistimos nuevamente al nacimiento de una dictadura. Una dictadura que llegó al poder por la vía democrática, algo cada vez más común en este mundo de hoy. Un desafío existencial a las democracias liberales.

Como buen dictador, Bukele no tolera la crítica. Construye un estado unívoco en el que no caben ni la pluralidad de voces ni las ideas ajenas ni proyectos políticos opositores ni las organizaciones de la sociedad civil que defienden derechos ciudadanos y derechos humanos. Tampoco cabe el periodismo. Solo la propaganda.

Al periodismo le toca posicionarse frente al poder. Siempre. Cuestionar a los poderosos el uso de su capacidad de afectar las vidas de los demás. El periodismo en regiones como la mía es frustrante porque raras veces encontramos entre los poderosos una voluntad real de transformar positivamente las vidas de los demás. Lo que encontramos con frecuencia son proyectos de concentración de poder y de enriquecimiento a costa de la corrupción y la explotación de los demás.

En El Salvador llevamos ya veinte meses viviendo bajo un régimen de excepción, Cien mil personas han sido detenidas sin orden judicial y sin derecho a ver a sus familiares ni a sus abogados. El Salvador es hoy el país con la mayor tasa de prisioneros en el mundo.

Desde su inicio hemos encontrado testimonios de sobrevivientes de las prisiones de Bukele. Hombres, mujeres y jóvenes inocentes cuyas vidas han quedado marcadas para siempre, sometidos a torturas, a vejámenes, a atestiguar la muerte de otros prisioneros por las golpizas de uniformados que hoy tienen licencia oficial para dar rienda suelta a sus peores impulsos. El pretexto es la guerra contra las pandillas. Según defensores de derechos humanos, ni siquiera la tercera parte de esos cien mil detenidos tienen vinculación con las pandillas. Es decir, al menos setenta mil inocentes se pudren hoy en las cárceles de Bukele sin derecho a defenderse, sometidos a tortura sistemática y sin que sus familiares sepan dónde están.

La mentira y la tortura no son fuerzas liberadoras, ni justas, ni democráticas. Incluso si son aplaudidas por la mayoría de la población.

Convencidos por los falsos argumentos del apoyo popular, representantes europeos y norteamericanos en San Salvador legitiman su ejercicio del poder y sus aspiraciones de perpetrarse en él. “Es lo que la mayoría de salvadoreños quiere”, dicen en público y en privado algunos diplomáticos. “Eso es la democracia”.

Y esta es la obviedad que parece necesario recordar y repetir: La democracia no es el gobierno de las mayorías, sino un sistema de pesos y contrapesos, de límites al poder, que garantizan derechos para todos los ciudadanos, incluyendo, y sobre todo, a las minorías. La democracia requiere necesariamente de límites al poder y de un estado de derecho. 

A partir de allí los ciudadanos elegimos una propuesta de gobierno, de administración de nuestra cosa pública con un aparato de justicia independiente y profesional. Quienes votamos por una oferta que no alcanzó mayoría tenemos garantizados nuestros derechos y nuestras libertades. 

En una verdadera democracia, el migrante cubano del chiste tendría derecho a demandar una opción distinta para dirimir el asunto, en la que él tuviera los mismos derechos que los tres salvadoreños. 

El Faro, el periódico que tengo el honor de dirigir, ha tomado la decisión de no claudicar ante las amenazas y el acoso del gobierno contra nosotros. Ni nos autocensuraremos ni dejaremos de publicar los acuerdos del gobierno con organizaciones criminales, ni el saqueo del estado, ni el nacimiento de la dictadura. Ni cómo todo ello afecta la vida de los habitantes de nuestra región del mundo. Esa es nuestra responsabilidad y nuestro compromiso con este oficio. Pero debemos mantener nuestros estándares editoriales y no ceder a las tentaciones de rebajar el discurso público. Eso es lo que este momento demanda del periodismo: la búsqueda de la verdad y la aplicación rigurosa del método periodístico, la defensa de la pluralidad de voces y el intercambio libre y honesto de argumentos. Y eso seguiremos haciendo mientras mantengamos la decisión de continuar dedicándonos al periodismo.

Quiero reconocer a mis colegas de Centroamérica, una región en la cual hoy el acoso a la prensa se ha generalizado.  Reconozco su valor y reconozco su compromiso. Hoy también quiero recordar a mis colegas caídos en el pasado mes en Gaza: 37 periodistas palestinos, cuatro israelíes y un libanés han muerto hasta hoy. A ellos, y a aquellos colegas palestinos a quienes hoy toca reportar la muerte de sus amigos y de sus familiares o el bombardeo de sus casas, a ellos dedico este premio. Muchas gracias.

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