Cinco horas antes de que Bernardo Arévalo jurara el cargo como presidente de Guatemala, su nombramiento seguía en peligro, como lo estuvo siempre desde el 25 de junio, cuando él y su partido, Movimiento Semilla, dinamitaron la cuidada estrategia de fraude de la alianza gobernante y pasaron sorpresivamente a la segunda vuelta electoral. Fueron meses de incertidumbre que iniciaron con la noticia de que en agosto hubo planes para asesinarle y estuvieron marcados por los constantes ataques del Ministerio Público, que llegó a confiscar las cajas con las actas y papeletas de votación y acusó dos veces al presidente electo y su compañera de fórmula, Karin Herrera, de delitos inexistentes. Los obstáculos acompañaron también una jornada que debió ser protocolaria.
Pero al final del pulso, aunque ya pasada la medianoche del 14 de enero, Arévalo recibió la banda presidencial de manos de su compañero de partido Samuel Pérez en el Teatro Nacional Miguel Ángel Asturias.
“Ha sido extenuante todo lo vivido, especialmente exacerbado en estos meses de profunda incertidumbre. El capítulo de la historia que acabamos de transitar no nos llena de orgullo ya que ha dejado ver a una minoría corrupta que persiste en mantener las cosas como están”, dijo el ya presidente en un discurso cáustico y emotivo pasadas las 3 de la madrugada del lunes 15 de enero, frente a una multitud de miles de simpatizantes que le había esperado todo el día en la Plaza de la Constitución de la capital guatemalteca.
Un par de horas antes, en el teatro, frente al cuerpo diplomático y los pocos gobernantes extranjeros que aún permanecían en el país a pesar de las más de nueve horas de atraso en la agenda protocolaria —el Rey de España o los presidentes de Chile, Paraguay y Costa Rica pasaron el día en Guatemala y se reunieron con el nuevo presidente, pero les venció la espera—, Arévalo también aludió a la noche oscura que casi impidió que llegara al Ejecutivo pero fue más comedido: “Nuestro primer gran compromiso: nunca más el autoritarismo, jamás permitiremos que la violencia sea utilizada como medio para promover agendas políticas o preservar privilegios”, dijo.
El diplomático y académico llega al poder con 65 años de edad y 79 después de que su padre, Juan José Arévalo, asumiera la presidencia e instaurara lo que suele denominarse “la primavera democrática” de Guatemala, que puso fin a una larga historia de gobiernos militares y represivos. Ahora Arévalo se describe a sí mismo como un admirador de aquella época, aunque también quiso impregnar de futuro su mensaje: “Comprendo que no podemos seguir mirando constantemente hacia atrás cuando nuestra gente necesita avanzar, caminar hacia adelante”, dijo en su discurso de la madrugada en la plaza. “Los consejos y enseñanzas que mi padre me brindó no van a quedarse como frases imaginarias; son un llamado para que Guatemala crezca en dignidad, crezca en justicia y crezca en porvenir”, agregó.
Arévalo también dijo que el hecho en sí de haber llegado al traspaso de poder del 14 de enero reflejaba la fortaleza de la democracia guatemalteca, aunque la ausencia del presidente saliente, Alejandro Giammattei, en la ceremonia de cambio de mando, así como su silencio absoluto en las 48 horas previas mientras el Congreso saliente, con su partido Vamos al frente, retrasaba la toma de posesión de la nueva legislatura y el nuevo mandatario, matizan la afirmación.
La última aparición pública de Giammattei fue el viernes 12 en un evento organizado para rendir su informe de gestión, algo que suele hacerse ante el Congreso el 14 de enero, poco antes de que los nuevos diputados asuman sus curules. Con la excusa del atraso que sus propios diputados y otros aliados habían provocado, el gobernante no acudió al acto protocolario en el Miguel Ángel Asturias, donde cuatro años atrás ingresó a su toma de juramento al son de la canción “My way” por petición personal suya. Adujo para ausentarse que se acercaba la medianoche y él no quería ostentar el cargo más allá del tiempo permitido por ley.
Por carta, notificó por la tarde que entregaba al Congreso todos los símbolos presidenciales: la insignia, la medalla, la banda con la bandera de Guatemala. Giammattei, que logró ser presidente en su quinta candidatura con cuatro partidos distintos, abandona el poder con la popularidad desplomada, manchado por numerosas sospechas de corrupción y convertido en símbolo del sistema de privilegios y cooptación institucional que rige Guatemala desde hace décadas. Según analistas y expertos consultados por El Faro, Giammattei es el rostro público de una compleja maraña de actores políticos, empresariales y militares vinculados a actos ilegales, interesados en garantizarse impunidad y obcecados hasta ayer en impedir que Arévalo, que enarbola una agenda anticorrupción, jurara el cargo.
La Fiscal General Consuelo Porras Argueta ha sido en los últimos dos años el brazo ejecutor de ese entramado y encabezó desde el Ministerio Público (MP) el intento por derrocar al nuevo presidente antes siquiera de que lo fuera. Arévalo ha dicho que en su primera semana de trabajo citará a Porras y le pedirá la renuncia.
Un largo camino
El nuevo mandatario ganó de manera rotunda, con un 60.1 % de los votos, el balotaje del 20 agosto y, tras un breve intento de ser parte de una transición ordenada, decidió distanciarse de Giammattei lo más posible después de que la Fiscalía allanó las oficinas del Tribunal Supremo Electoral en el marco de una supuesta investigación contra Semilla. Luego, en octubre, después de que los liderazgos indígenas del país llamaran a un Paro Nacional y cortaran decenas de carreteras para exigir la renuncia de Porras y proteger el resultado electoral, Arévalo y Giammattei se distanciaron aún más entre acusaciones cruzadas de estar detrás de la crisis política.
Una de las preguntas más habituales a Arévalo en los últimos meses fue si creía que Giammattei estaba detrás del intento de golpe de estado contra él. El presidente electo se limitó siempre a decir “no tengo pruebas para decirlo”, aunque en un evento en Washington a inicios de octubre dijo que en el gobierno de Giammattei todos los poderes, incluidos el legislativo y el judicial, así como la Fiscalía, estaban controlados por el Ejecutivo.
“Un factor que permitió que llegáramos al día 14 es el tiempo”, explica Gabriela Carrera, politóloga de la Universidad Rafael Landívar, una especie de cantera académica de donde se graduaron algunos de los rostros más visibles de Semilla. “Porque los procedimientos con los que el MP intentó embestir el resultado electoral tardaron mucho, la estrategia fue abrir muchos frentes y, a diferencia de los golpes de Estado de los 70 y 80, los procedimientos institucionales requieren tiempo”.
Para Carrera, un segundo factor que salvó a Arévalo fue el progresivo debilitamiento de Giammattei y Porras: “Mientras mirábamos al MP con todo el apoyo de la institucionalidad a principios del año pasado, para finales de 2023 los apoyos del pacto de corruptos y en específico de la Fiscal se habían debilitado”, asegura.
Parte del mérito corresponde a la presión internacional pero, sobre todo, a la movilización popular encabezada por los pueblos indígenas guatemaltecos, históricamente marginados por un sistema profundamente racista pero convertidos en los últimos años en la gran fuente emergente de legitimidad y fuerza popular en Guatemala. Arévalo tuvo la noche del domingo varios gestos hacia los pueblos indígenas y sus autoridades ancestrales. Primero en su discurso protocolario. Luego en la calle. Antes de pronunciar su discurso a las masas en la Plaza de la Constitución, el presidente visitó el barrio Gerona, donde frente a la sede del MP siete pueblos indígenas resistieron en un campamento de protesta durante 105 días para insistir en la renuncia de Consuelo Porras.
“El personaje del año fueron las autoridades indígenas”, dice Carrera. “Y eso tiene un sentido muy profundo para la sociedad guatemalteca, porque lo que el nuevo gobierno ha prometido es que a la par de Semilla va la ciudadanía”.
Faltaban cinco minutos para la medianoche del domingo cuando Arévalo ingresó al Miguel Ángel Asturias. Mientras avanzaba entre los graderíos acompañado de su esposa, Lucrecia Peinado, una cirujana y experta en salud que se prevé que tenga protagonismo en el nuevo gobierno, la banda marcial interpretó la Primavera de Vivaldi.
Tensión en la recta final
Hasta las 7:25 p.m. no hubo certeza de que sucediera la transmisión de mando. Las maniobras políticas de los partidos que integran la alianza política tejida alrededor de Giammattei, y que ahora están en la oposición, ya habían operado en los días previos para burocratizar la conformación de la legislatura 2024-2028, y el domingo la lograron bloquear por horas sabiendo que solo el nuevo Congreso podía tomar juramento a Arévalo.
Ya la sesión parlamentaria, programada para las 8 am, comenzó con dos horas de retraso, y una segunda señal de entrampamiento llegó cuando un punto inocuo, administrativo, en la agenda del día —la votación del acta de la última sesión plenaria— no se aprobó de inmediato y la presidenta del Congreso, Shirley Rivera, aliada de Giammattei, lo dejó caer en un limbo de hasta 25 minutos. Mientras, Semilla y el resto de bancadas seguían negociando la elección de la nueva junta directiva del Congreso, pieza clave de la legislatura entrante. Dos días antes, para complicar el proceso, la comisión permanente de la legislatura saliente había suspendido a Semilla con base en una orden judicial y en contra de lo resuelto por el TSE, lo que convertía a sus diputados en independientes y les vetaba por ley la entrada a la Junta Directiva o a presidir comisiones de trabajo en el parlamento.
Hacia las 11 de la mañana, otra crisis estalló cuando Rivera conformó a puerta cerrada un comité para revisar si los 160 nuevos diputados habían entregado la documentación requerida para asumir el cargo y cumplían los requisitos de ley. El diputado Áldo Dávila denunció que los miembros del comité no habían sido elegidos de manera transparente y la mesa estaba sesgada. La primera víctima fue el diputado electo Julio Héctor Estrada, del partido Cabal, inhabilitado por ese comité a partir de una denuncia penal presentada contra él y tramitada de forma express el viernes por la noche —horas más tarde se determinó que la inhabilitación se había hecho sin fundamento—. Semilla denunció que se buscaba inhabilitar también a sus diputados y estos irrumpieron a la fuerza en el salón donde el comité sesionaba y exigieron tener voz en el proceso.
Los forcejeos y gritos fueron registrados por los mismos diputados y por la prensa, incendiaron las redes sociales y desencadenaron una avalancha de reacciones diplomáticas —Todo mi apoyo al legítimo Presidente electo de Guatemala @BArevalodeLeon. Democracia siempre!”, tuiteó el presidente chileno Gabriel Boric— y populares. Cientos de personas que esperaban desde la mañana en la cercana Plaza de la Constitución los festejos del traspaso de mando, se encaminaron al Congreso para protestar. Toparon con un cerco policial que rodeaba la zona, pero en el cruce de la Séptima Avenida y la Novena Calle se abrió una brecha y decenas se agolparon entre gritos a las puertas del edificio en que se encontraban los diputados mientras otras marchas absorbían el tráfico del centro, y no dejaban de sonar las batucadas.
La tensión creció por unos minutos, al punto de que diputados de Semilla y movimientos cívicos como Justicia Ya publicaron comunicados pidiendo calma a los protestantes, temiendo que, de haber altercados, se usaran para justificar mayores atrasos en los nombramientos.
Quien sabe si por esa presión, o por las silenciosas maniobras diplomáticas que han acompañado estos meses de delicada transición, las nubes de incertidumbre en el Congreso comenzaron de golpe a disiparse. En un hotel capitalino, el canciller de Costa Rica convocó al resto de países y organismos invitados a la transición de mando, que emitieron una declaración conjunta: “Hacemos un llamado al Congreso de la República a cumplir con su mandato constitucional de entregar el poder como exige la constitución en el día de hoy al presidente electo Bernardo Arévalo y a la vicepresidenta electa Karin Herrera”, decía.
La leyó el Secretario General de la Organización de Estados Americanos (OEA), Luis Almagro, en compañía de los presidentes de Costa Rica y Paraguay, los cancilleres de España, México y Honduras entre otros, o del alto representante de la Unión Europea, Josep Borrell, que el día anterior había prometido sanciones para quienes obstaculizaran la transmisión de mando presidencial.
Medidas de presión
Ya a mediados de diciembre otras sanciones, estas impuestas por Washington, conmocionaron la política guatemalteca y, a juicio de Francisco Villagrán, profesor de la George Washington University y ex embajador de Guatemala en Estados Unidos, suavizaron la hostilidad contra Semilla en la Corte Suprema de Justicia o la Corte de Constitucionalidad. Estados Unidos, que ya había sancionado antes a Porras, a sus principales fiscales o al juez que persigue a Semilla, retiró de golpe la visa a 300 funcionarios y empresarios guatemaltecos. Aunque no hizo públicos los nombres, fuentes del departamento de Estado aceptan que una maniobra de esas magnitudes la hace comparable a las aplicadas contra Rusia o Siria en los últimos años.
“Esto tiene un impacto muy fuerte”, dice Villagrán, que desde mediados de 2023 es además el representante no oficial de Arévalo ante la administración Biden y otros organismos en Washington. “Causa una conmoción en las élites, y esto seguramente generó una serie de reacciones y presiones sobre el gobierno de Giammattei. El gran empresariado, que fue aliado de Giammattei, con esto sí reaccionó”.
Hacia las 7 de la noche, ocho horas después de lo previsto, los diputados salientes anunciaron que finalmente darían por terminada la legislatura y darían paso a los nuevos diputados, incluidos los de Semilla.
Aún estallaría otra batalla. A las 7:30, con la nueva legislatura instalada, comenzó la batalla por la directiva y, como si un fósforo hubiera caído en maleza seca, el hemiciclo explotó en gritos y forcejeos cuando el presidente temporal del Congreso, Joel Martínez, del partido de Giammattei, se saltó un turno de palabra para impedir que Semilla, que silenciosamente había forjado una inesperada mayoría con diputados realineados de una multitud de partidos, pudiera restaurarse como fracción antes de la elección de la Junta. Samuel Pérez, jefe de la bancada de Semilla en la legislatura pasada, reclamó. El intento evidente de que se votase por una planilla única ponía a Semilla contra las cuerdas.
Hubo largos minutos de gritos y discusiones en el hemiciclo. Los diputados y diputadas de semilla saltaron literalmente hasta la mesa de la directiva y acorralaron a Martínez. Exigían la introducción de un punto de votación previo. Al no lograrlo, se resignaron a presentar su propia propuesta de directiva pese a no tener oficialmente bancada, sabedores de que eso abría la puerta a posteriores impugnaciones. Arévalo esperaba mientras tanto ya en el Teatro Nacional.
La votación supuso la principal victoria de la noche para Semilla. La propuesta de directiva hecha por los partidos afines a Giammattei se quedó corta por cinco votos y no fue aprobada. La de Semilla, que integra a diputados de otras fuerzas progresistas pero también a congresistas de fuerzas tradicionales que ayer votaron en contra de la línea de sus partidos, consiguió más de 90 votos pese a necesitar solo 81. La euforia se contagió a la Plaza de la Constitución, donde la sesión plenaria se seguía en pantallas gigantes. En el Miguel Ángel Asturias, cientos de invitados vestidos de gala comenzaron a corear “sí se puede, sí se puede”. La administradora de USAID, Samantha Power, que encabezaba la delegación estadounidense en la toma de posesión, compartió en sus redes sociales el momento.
La agenda completa del Congreso terminó alrededor de las 10 de la noche. Antes, en una maniobra que reflejó los frutos de sus negociaciones matutinas, Semilla logró revertir los últimos decretos aprobados por la legislatura saliente, incluyendo el que los declaraba independientes. También restituyeron, con 70 votos de otros partidos, la credencial de diputado a Julio Héctor Estrada.
Para amartillar en lo simbólico la victoria, sería Samuel Pérez, nuevo presidente del Congreso, quien entregase la banda presidencial a Arévalo, su excompañero de bancada.
Una fiesta sin luna de miel
Cuando el Congreso cerró su sesión inicial, en la Plaza de la Constitución al menos dos mil personas bailaban, tomaban cerveza en lata y charlaban para matar el tiempo. El discurso de Arévalo tendría que haber sucedido cuatro horas antes, la toma de posesión seis, pero el tiempo ya no importaba.
Desde la noche del sábado cientos de personas de distintos puntos del país, algunos remotos, habían pernoctado junto a la plaza o en el Portal del Comercio que la rodea, para participar en la celebración de Semilla. “Una noche no es nada, comparado con todo lo que hemos esperado”, decía Domingo Álvarez, miembro durante la guerra de las Comunidades y Poblaciones en Resistencia, que viajó desde Retalhuleu. Pertenece a una comunidad en el municipio de Champerico, desplazada por la guerra civil guatemalteca, que duró 36 años, incluyó una brutal represión política, persecución genocida de pobladores indígenas y terminó en 1996.
Cuando Arévalo vistió por primera vez la banda presidencial, la alegría en la plaza se convirtió en euforia. Fuegos artificiales estallaron en amarillo y rojo.
“Durante estos últimos meses, nos hemos enfrentado a complejas tensiones y desafíos, que llevaron a muchos a creer que estábamos destinados a un retroceso autoritario”, dijo Arévalo en el Miguel Ángel Asturias. “Para miles de personas, estos meses sugirieron el resurgimiento de la dictadura. Sin embargo, el pueblo de Guatemala ha demostrado su sabiduría, e instituciones nacionales, como el Tribunal Supremo Electoral y la Corte de Constitucionalidad han protegido el deseo soberano de los guatemaltecos de vivir en democracia”, dijo.
Dos pantallas enormes replicaban su mensaje a las masas. Juan Bautista, un vendedor de elotes que vive en Zona 1 desde 1986, califica de “excelente” a Arévalo. El domingo, cuando terminó su venta, se desplazó a la plaza con su esposa, que no paraba de grabar videos con el celular. “Mi esposa, mis hijos, todos votamos por Arévalo”, dijo. “Esperamos que haya un cambio. Por lo menos un 50 por ciento, que sea mejor. Es lo único que quisiera yo. Por eso estamos aquí”. ¿Qué tipo de cambio está buscando? “Para mí, el tipo de cambio es la seguridad. Yo soy mayor de edad, ya tengo 70 años. Pero quisiera un cambio para la juventud, en educación”.
El optimismo cruzó fronteras y llegó a los exiliados por el Gobierno de Giammattei. Érika Aifán, exjueza antimafias asilada en Washington, publicó una imagen de Jacobo Árbenz, segundo presidente de la primavera democrática y sucesor de Arévalo padre, que fue derrocado con un golpe de Estado el 27 de junio de 1954. “El invierno duró 69 años, 6 meses y 16 días”, decía la imagen. Aifán tuvo que abandonar Guatemala en 2022 por amenazas en su contra desde el MP de Consuelo Porras.
Ahora, superado el invierno, muchos se preguntan cuánto tardará en germinar la primavera. “Tenemos la tierra, las semillas, tenemos todo el aparato estatal, las herramientas para cultivar, pero no hay primavera sin cultivo, no hay primavera sin cuidado”, dice Gabriela Carrera, la politóloga de la Landívar. “Y eso, en el sentido amplio de la democracia, no solo le toca al gobierno, al binomio o al partido, sino a la ciudadanía”.
Francisco Villagrán admite que el gobierno de Arévalo no tendrá luna de miel. “Podrían surgir dificultades en el congreso. Semilla no tiene los votos para ser siempre mayoría y… podría ser que las propuestas no encuentren el eco que esperaría”, dice. “Hay un riesgo menor en las cortes [Suprema de Justicia y Constitucional], porque es probable que se posicionen a favor de Arévalo después de las sanciones”, opina. Para el exdiplomático, otro tema relevante son las redes de crimen organizado que aún participan en los procesos de selección de candidatos, por ejemplo, para magistrados de la Corte Suprema.
La primera batalla legal ya está planteada: la Fundación Contra el Terrorismo (FCT) pidió este lunes 15 de enero a la Corte de Constitucionalidad que invalide el acuerdo parlamentario con el que Samuel Pérez resultó presidente del Congreso y se designó al resto de la directiva. La FCT fue, durante el Gobierno de Giammattei, un querellante particular en múltiples acusaciones contra operarios de justicia reconocidos por su lucha anticorrupción, como el fiscal galardonado Juan Francisco Sandoval o el juez Miguel Ángel Gálvez. La Cámara del Agro, una de las más activas —y conservadoras— del influyente Comité Coordinador de Asociaciones Agrícolas, Comerciales, Industriales y Financiera (CACIF), llamó también a que se revirtiera el acuerdo que instaló la nueva directiva por incluir a diputados independientes.
El escenario adverso obliga a entender el gobierno de Arévalo como uno de transición. “En cuatro años no pueden haber mayores cambios y se deben hacer acciones de corto plazo para iniciar un proceso de democratización. Un paso elemental es limpiar y depurar el Estado”, dice Ana María Méndez, directora para Centroamérica de la Washington Office for Latina America (WOLA). “Creo que a medida que pase el tiempo la popularidad de Arévalo puede verse afectada, porque los cambios no van a aparecer de la noche a la mañana y la ciudadanía necesita respuestas”, dice.
“Arévalo no es un presidente populista. Hasta la fecha no está engañando a la gente ni apelando a los mayores miedos de la ciudadanía para sostener su imagen. Con una buena estrategia de comunicación, podría llegar a la ciudadanía y explicar a la gente cómo son en realidad los procesos de cambio”, añade.
Para Méndez, que conoce de cerca las claves más turbias de Guatemala —pasó por el MP en la etapa de Claudia Paz y fue asesora especial en la Comisión Internacional Contra la Impunidad de Guatemala (CICIG) entre 2017 y 2019—, una de las áreas en las que Arévalo podría lograr resultados a corto plazo es la seguridad ciudadana: “Se podrían mejorar algunos componentes y el rol que juega la Policía. Arévalo tiene un liderazgo importante incluso a nivel regional y capacidad para implementar modelos distintos al de Bukele, que es la represión”, dice.