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Bernardo Arévalo asume la presidencia más sufrida (y más esperanzadora) de la historia de Guatemala

El gobierno deberá transitar un equilibrio delicado donde se pueda limpiar la maleza que han dejado las redes criminales quienes han arrodillado al estado, y emprender un rumbo eligiendo mejores cortes de justicia, tecnificando las instituciones, usando el dinero público de forma correcta.
Carlos Barrera
Carlos Barrera

Lunes, 15 de enero de 2024
Álvaro Montenegro

Despertamos el 15 de enero bañados de realismo mágico: Bernardo Arévalo es presidente de Guatemala, amparado por el pueblo, la Constitución y legitimado por movilizaciones populares por cuatro meses sin parar. Los abuelos recuerdan los buenos tiempos de su padre: Juan José Arévalo, quien llevó a Guatemala al Siglo XX con el voto de la mujer, creando el seguro social, aprobando leyes laborales y promoviendo infraestructura. Ahora Bernardo junto a la vicepresidenta Karin Herrera, ofrecen empujar a nuestro país hacia el Siglo XXI: una lógica de desarrollo sostenible, defender los valores de la democracia, impulsar derechos sociales y paridad. 

Como en el final de una epopeya, Arévalo ingresó triunfante al Teatro Nacional acompañado de la “Primavera” de Vivaldi a la media noche para ser juramentado por Samuel Pérez, el nuevo presidente del Congreso, de 31 años, quien nació en la vida pública hace casi nueve años dirigiendo la asociación de estudiantes de economía de la Universidad Rafael Landívar, convocando a protestas con pañoletas amarillas y azules. A los 10 años que vivió Guatemala de 1944 a 1954 se le conoce como la “Primavera democrática” en medio de las dictaduras por lo que la primavera es un leit motiv que acompaña al Movimiento Semilla como un llamado de ir de vuelta a ese sendero que fue truncado con un golpe de Estado en 1954 que sumó al país en cuatro décadas de horrenda guerra interna. 

La crisis de 2015 cuando el pueblo salió a manifestar contra la corrupción no había terminado de resolverse; ahora se abre un camino de solución en el cual por fin un presidente promete transformaciones institucionales en lugar de aferrarse a los viejos patrones de criminalidad que fue el guion de los dos gobiernos siguientes a las protestas que no escucharon el clamor ciudadano sino que trataron de proteger con las uñas el statu quo corrupto y cooptar la justicia para perseguir a quienes impulsaran cambios. La consolidación del partido Movimiento Semilla, nutrido con gente que fue parte de las movilizaciones, con jóvenes, estudiantes, empresarios medianos, académicos, líderes sociales es el ejemplo de una nueva forma de hacer política alejada de los viejos esquemas clientelares que han dictado las normas en las últimas décadas. 

Guatemala repunta ante el mundo como una bengala democrática que ofrece soluciones en un mar de conflictos sin respuestas. Decenas de países de diversas ideologías apoyaron la transición de mando porque veían que era un parto difícil frente a la amenaza de un sistema resistiéndose a morir. El gobierno deberá transitar un equilibrio delicado donde se pueda limpiar la maleza que han dejado las redes criminales quienes han arrodillado al estado, y emprender un rumbo eligiendo mejores cortes de justicia, tecnificando las instituciones, usando el dinero público de forma correcta; uno de los anuncios es que Arévalo exigirá la renuncia de Consuelo Porras, la fiscal general que ha encausado un “lawfare” contra todos los actores democráticos. También se ha hablado, por ejemplo, de un plan para construir carreteras de forma agresiva y de incorporar componentes de cambio climático en políticas de finanzas públicas. 

Como agónica final mundialista, se ha sufrido hasta el último minuto pues el 14 de enero se alargó la sesión del congreso ya que los diputados aliados al expresidente Alejandro Giammattei se negaban a entregar el poder haciendo engorrosa la revisión de documentos e intentaron dejar sin validez al partido Semilla para que no pudiera dirigir el congreso, pero resultó que los nuevos congresistas asumieron su puesto con garra y consiguieron los votos para revertir esa decisión con la nueva legislatura que colocó a dos miembros de Semilla en la Junta Directiva: Samuel Pérez en la presidencia y Andrea Villagrán, de 32 años, quien, como Samuel, presidió la asociación de estudiantes de ciencias políticas en la Universidad Landívar, y ahora ocupará la Secretaría del Legislativo. Parece incrédulo que Semilla controle el congreso tomando en cuenta que el punto de negociación fue: “la política cambió y ya no se harán concesiones debajo de la mesa”. Eso se planteó como incentivo central para que otros partidos apoyaran la propuesta de Semilla ya que en esta elección no hubo coimas como se solía hacer. En un momento de la tarde, cuando las cosas se veían entrampadas, los cancilleres y diplomáticos asistentes a la toma de posesión llamaron conjuntamente a que se entregara el poder; la gente en la plaza central y aledaños se movilizaron al Congreso hasta que el nudo se destrabó. 

Para mientras, en el Teatro Nacional se esperaba desde las tres de la tarde con ansias la llegada de Arévalo que no ocurrió sino hasta nueve horas después provocando expectación, aplacando los bostezos, para escuchar su primer discurso en el cual enfatizó las líneas de desarrollo, el rechazo a la corrupción, el cuidado ambiental y la nueva posibilidad de amanecer. Ya con la banda presidencial colocada, Arévalo se movilizó al Ministerio Público en donde las Autoridades Indígenas tenían organizado un plantón permanente desde hace 106 días para oponerse a la criminalización de la fiscal general Consuelo Porras y apoyar el traspaso de mando; después el presidente se dirigió al Palacio Nacional en donde brindó un discurso desde el balcón hacia el pueblo que lo esperó durante 10 horas (¿durante seis meses, durante 70 años?) para festejar por la esperanza. A la mañana siguiente, Arévalo se dirigió a los militares a quienes citó en la plaza central, en el mismo lugar donde horas antes los manifestantes se congregaron para celebrarlo, a diferencia de sus antecesores quienes acudían a los cuarteles para hablarle al ejército, lo que simboliza que los militares deben supeditarse al poder civil. 

Llega al poder Bernardo Arévalo de la mano de los pueblos indígenas quienes nunca se habían movilizado con tal vehemencia en defensa de un proceso electoral; es un proceso largo que le ha costado ansiedades y cárcel a muchos guatemaltecos pero que parece que empieza a clarear luego de una larga tormenta de cinco años en la cual las instituciones de justicia se ensañaron contra los jueces y fiscales que quisieron limpiar el estado de corruptos y criminales. Estas administraciones dejaron al país mal visto internacionalmente siendo parte del capítulo IVB de la CIDH como uno de los que violan derechos humanos y tiene dinámicas regresivas. La asunción de Arévalo es una reivindicación que el pueblo se da a sí mismo demostrándose que, como me dijo un amigo, ha quedado una ceniza debajo de la hoguera que nunca se apagó y se notaba en las protestas, en la crítica, en la organización. El partido Semilla es el ejemplo de que la honestidad y la virtud pueden generar condiciones de cambio y que un pueblo nota la diferencia entre el político decente y el criminal. 

Hay fiesta en Guatemala luego de un largo sufrimiento y empiezan las horas de trabajo para recomponer al país de los escombros. 








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