Columnas / Política

Bukele es un remake de “Yo el supremo”

En lo ideológico, comenzó en el FMLN (izquierda), luego pasó a Cambio Democrático (centro izquierda), ganó la presidencia con GANA (derecha) y ahora tiene su propio partido, Nuevas Ideas, sencillamente amoldado a su persona. El guión no es extraño.
Víctor Peña
Víctor Peña

Jueves, 1 de febrero de 2024
Por Yanina Welp

Fue una guerra entre dos sistemas a nivel mundial, financiada por poderes extranjeros. Desde afuera la alentaron. El Salvador sólo fue el campo de batalla. El país centroamericano puso la sangre y el sufrimiento: 80 mil muertos, 20 mil desaparecidos, un millón de desplazados. Quedó destruído. “Qué extraño todo el guión”, dice Nayib Bukele en el video de seis  minutos posteado en su cuenta de X (26 de enero de 2024) en el que enuncia este relato. Agrega el presidente que es una verdad irrefutable que no hubo Paz, que fue un engaño. Toda una historia de conspiraciones externas, monolíticas, de nunca acabar. Más tarde vinieron las pandillas y con ellas – “qué coincidencia”–  una regulación, la Ley del Menor Infractor, que impedía pararlas cuando todavía se podía. Es “indebatible”, son “verdades irrefutables”. Este es el guión de Bukele, su marco refundacional. Antes de él, tragedia y engaños. La realidad es nítida. También la solución: él. 

El 4 de febrero tendrán lugar las elecciones presidenciales y legislativas y es muy poco probable que haya sorpresas. Bukele pide el voto para su partido, Nuevas Ideas, porque para que el camino sea irreversible necesita una mayoría calificada. De lo contrario “la oposición podrá lograr su verdadero y único plan, liberar a los pandilleros y ocuparlos para regresar al poder” (posteado en su cuenta de X el 22 de enero de 2024). En este momento, en el corto plazo, el camino aparece como irreversible, lo que no impide vislumbrar su inviabilidad. El guión, aunque tenga sus novedades, no es extraño.  

En El Salvador la pobreza, la violencia y la corrupción fueron generando una gran frustración y desencanto. Los datos del Latinobarómetro venían mostrando que una incipiente parte de la población expresaba niveles drásticos de desconfianza en las instituciones y alejaba de la democracia en su muy endeble manifestación local: “No me importaría que un gobierno no democrático llegara al poder si resuelve los problemas”, señalaba un 62,9% en 2020. De aquellos polvos (y todo lo que no se hizo para evitarlo) vienen los actuales lodos. No se pueden pasar por alto algunos datos clave: la criminalidad ha bajado hasta ubicarse en tasas canadienses en un país y una región donde la violencia campa a sus anchas (bajó desde 106 por cada 100.000 habitantes en 2015 hasta 2,4 en 2023). La población salvadoreña, acosada por décadas de violencia desenfrenada, vuelve a ocupar los espacios públicos sin temer por su vida o su integridad física. 

Pero los problemas del país no sólo refieren a la criminalidad, sino también a la pobreza y a la falta de crecimiento económico. Los encarcelamientos masivos calmaron las calles pero supusieron un golpe a la economía sumergida. Sin embargo, lo cierto es que las políticas de pacificación también comienzan a tener incidencia positiva sobre el crecimiento económico. El turismo, por ejemplo, está en pleno auge (según un informe del Banco Santander 2022 ya significa un 10% del PIB), y empiezan a llegar inversiones. El Banco Mundial y JP Morgan estiman un aumento del PIB que ronda el 2,9% en el primer caso y lo supera pudiendo llegar hasta el 3,9% en el segundo. 

Entonces, ¿funciona? En alguna medida, pero no es sostenible en el tiempo. El final difícilmente pueda conducir a otra cosa que no sea otra gran frustración. El presidente triunfó escuetamente en su primera elección en 2019, pero en las elecciones intermedias de 2021 consiguió una mayoría legislativa que le permitió avanzar reformas drásticas (muchas de dudosa constitucionalidad) para incrementar su poder. Destituyó a los magistrados de la Corte Suprema y al Fiscal General, y designó a los nuevos miembros, desarrollando una estrategia de cooptación que le ha dado resultados, como muestra la reinterpretación constitucional para permitirle presentarse nuevamente a elecciones en 2024. Se han promulgado leyes para purgar las instituciones, se persigue a la prensa, a las ONG, a las organizaciones que expresan desacuerdo. Los sucesivos estados de excepción, desde hace menos de dos años, y la estrategia de “mano dura” han pacificado el país pero a costa de graves violaciones a los derechos humanos, suspensión de las garantías procesales, miles de desplazados, torturados e incluso asesinados por las fuerzas policiales (se estima en más de setenta mil a la población encarcelada y una sobrepoblación del sistema carcelario estimada en 232%).

Muchos piensan que algunos “errores” son el precio a pagar por la pacificación. Sin embargo, la historia muestra que en el camino hacia el poder absoluto la lista de enemigos se va expandiendo a gusto del dictador de turno. En “Populismos, una ola autoritaria amenaza hispanoamérica”, un libro publicado en 2023, el periodista salvadoreño Carlos Dada señala que Bukele gobierna rodeado de un reducido grupo de familiares que acceden a las instituciones y se mueven con su aparato de seguridad del Estado sin que nadie les pida credenciales y pese a no haber sido electos. Un remake de “Yo el Supremo”, que ya  hemos visto tantas veces. 

En su camino hacia el poder absoluto, Bukele sigue el manual del estratega populista, alentando enemigos y conspiraciones y más aún el del dictador, saltándose el Estado de Derecho, y todo con un inédito apoyo popular. En lo ideológico, comenzó en el FMLN (izquierda), luego pasó a Cambio Democrático (centro izquierda), ganó la presidencia con GANA (derecha) y ahora tiene su propio partido, Nuevas Ideas, sencillamente amoldado a su persona. El guión no es extraño. El problema es siempre el mismo: cuando la disidencia empiece a crecer ya será tarde para expresarla libremente. 

 

*Yanina Welp es investigadora del Albert Hirschman Centre on Democracy, Suiza. Forma parte de la Red de Politólogas y del Observatorio de Reformas Políticas en América Latina. Puedes seguirle en Facebook como yanina.welp y en twitter como  @welpita o en @ReformasLATAM 

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