Actualmente vivimos la cuarta revolución tecnológica, y muchos mandatarios son conscientes de ello. Autores como Octavio Ianni o Ignacio Ramonet han postulado que, en un mundo interconectado por la tecnología, los gobiernos optan por cambiar sus estrategias de comunicación. Las redes sociales han obligado a los gobernantes a sumarse a estos canales.
Durante el siglo XX y la primera década del siglo XXI, los presidentes consideraban que la comunicación con su electorado solo se daba a través de mítines, propaganda física y mensajes televisivos. Sin embargo, con la aparición de los nuevos medios de comunicación, los políticos se vieron forzados a incursionar en las redes sociales y enfrentarse a nuevos escenarios para conseguir respaldo, pero también para la confrontación.
TikTok se ha convertido en uno de los productos más consumidos a nivel mundial. Si bien fue fundado en 2016, su auge se dio durante la pandemia de Covid-19, entre 2019 y 2022. Esta plataforma se caracteriza por la publicación de videos cortos y las trasmisiones en vivo, lo cual incentiva su consumo. Además, cuenta con una configuración algorítmica que se asocia a las preferencias del usuario.
Dentro de este tenor, varios mandatarios comenzaron a crear sus perfiles para poder llegar a un mayor número de personas. Ahora bien, el uso de las redes puede ser interpretado como la difusión de mensajes importantes o la perpetuación y reproducción de modelos autoritarios. En el libro Linchamientos digitales, Ana María Olabuenaga expone cómo estos canales no necesariamente democratizan la información, sino que el ciberespacio se ha convertido en la nueva arena política.
Por ejemplo, el expresidente ecuatoriano Guillermo Lasso se hizo conocido no solo por haber competido tres veces en las elecciones, sino por su canal de TikTok, en el que contaba el día a día de su campaña y permitía que le hicieran preguntas sobre sus gustos y vida privada. Su técnica de publicar videos cortos con información puntual e incluso sumarse a los denominados trends impactó en su popularidad.
Incluso cuando asumió el poder, siguió comunicando por este medio; publicaba videos sobre el aumento de salarios, la recuperación de áreas verdes o las reuniones con otros líderes del mundo. Sin embargo, cuando estalló el escándalo por su presunta participación en la operación El Gran Padrino, con la que financió ilegalmente su campaña presidencial, la gente lo cuestionó en comentarios por este tema. Su gobierno terminó con la muerte anticipada, es decir, disolvió el Congreso, pero también renunció a la presidencia.
Su sucesor, Daniel Noboa, también se ha unido a la lista de mandatarios que usan esta red para enviar mensajes a la población, pero su canal está, sobre todo, lleno de videos editados con música que es tendencia. Al analizar el contenido, se puede ver que lo que Noboa busca es posicionar su agenda y temas de gobierno. Por ejemplo, se graba haciendo ejercicio y seguido de esto manda su apoyo a la delegación que compitió en los Juegos Olímpicos, o aparece con niños y lo aprovecha para hablar de la importancia que tienen para su gobierno.
Otro caso es el del autócrata venezolano Nicolás Maduro, quien también se ha sumado a TikTok para publicar videos en los cuales la base del chavismo lo respalda de acuerdo con los logros de su gobierno. Además, se ha vuelto célebre por la microserie Superbigote, en la que Maduro es un superhéroe que se enfrenta al capitalismo, a los banqueros y a la oposición. En cada capítulo destaca los valores de la revolución bolivariana y su política.
Pero la realidad es que esta estrategia también se le ha vuelto en contra tras los resultados de la polémica elección, que han generado protestas en todo el país. Justamente esta red sirvió para visibilizar el malestar venezolano, las movilizaciones, los cacerolazos y los eventos de la oposición. Ante este escenario, Maduro comenzó a propagar el discurso de que se trata de la derecha internacional y Estados Unidos intentando frenar la revolución mediante un golpe de estado; el autócrata llamó a desinstalar por 10 días WhatsApp y TikTok por supuestas amenazas.
Esto solo ha generado preocupación en la comunidad internacional, ya que Maduro lo que pretende es silenciar y aislar a Venezuela de los ojos del mundo para que no se sigan propagando imágenes de la represión y la violencia. Esto muestra que las redes sociales contribuyen a que los regímenes autoritarios ya no sean tan herméticos y sólidos, ya que están expuestos a que, con un solo clic o video, el mundo sepa de ellos.
En Centroamérica, el presidente de El Salvador, Nayib Bukele, se ha vuelto una celebridad no solo por su política de mano dura contra las pandillas sino por su habilidad para comunicar a través de las redes sociales. En su cuenta se dedica a publicar videos sobre la política de seguridad que ha implementado, acompañados de fragmentos de sus discursos contra los delincuentes, con el objetivo de popularizar su modelo, que ha sido halagado por diversos gobiernos del mundo.
También se ha vuelto popular porque varios influencers lo han entrevistado para abordar desde su deber público hasta su vida personal. Así, Bukele ha sido uno de los ejecutivos más beneficiados por las redes sociales. Su contenido se caracteriza por responder a quienes lo han criticado (como Nicolás Maduro) y promocionar obra pública y visitas de estado.
Por último, también el presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador abrió un perfil en esta plataforma para comunicarse con sus seguidores. En su canal se difunden canciones, figuras animadas de él y la presidenta electa, Claudia Sheinbaum, y fragmentos de sus conferencias o cápsulas de historia. López Obrador creó su cuenta durante el proceso electoral para influir en la intención del voto, lo cual está prohibido por la ley, que establece que los servidores públicos no pueden hacer proselitismo. Sus críticos han señalado que con su perfil trata de limpiar su imagen, tras un mandato que se ha caracterizado por la erosión democrática y la destrucción institucional.
Tras exponer estos ejemplos, es posible entender que las campañas y los gobiernos se han sumado al ciberespacio no por gusto, sino por necesidad. El objetivo ya no es solo imponer temas en la agenda pública, sino generar gobernabilidad en sus países y, en algunos casos, reproducir los modelos autoritarios.
En conclusión, excluir a redes sociales y plataformas como TikTok del análisis politológico es desconocer que la forma de ejercer el poder se ha modificado, lo que ha modificado a su vez nuestro campo de estudio. A esto se suman los nuevos fenómenos sociales que aparecen en este medio, como las noticias falsas, la desinformación y la posverdad, que han cobrado relevancia en la opinión pública.
*Sebastián Godínez Rivera es Cientista Político. Graduado en la Universidad Nacional Autônoma de México (UNAM). Diplomado en periodismo por la Escuela de Periodismo Carlos Septién.