Opinión |
DESDE LA FRONTERA NORTE |
¿Fuente Ovejuna? |
Por Jorge A. Bustamante |
Publicada el 27 de octubre de 2008 - El Faro |
Acabo de recibir una copia de una nota publicada en el diario La Jornada, en su edición del 13 de octubre, sobre un grupo de inmigrantes centroamericanos que fueron secuestrados y torturados por policías del municipio de Lara Grajales, a 50 kilómetros de la capital poblana. Después de que lograron escapar, dos de ellos, desnudos, corrieron hacia la plaza del pueblo, donde fueron socorridos por transeúntes, quienes vieron cómo uno de los captores agredía a uno de los secuestrados en fuga. Enterados de que fueron víctimas del abuso de los policías, reaccionaron llenos de ira contra ellos, quemándoles una patrulla y dos motocicletas. Los policías tuvieron que guarecerse en el palacio municipal ante la ira de los vecinos por los abusos cometidos contra los indefensos migrantes. Éstos provenían de Guatemala, Honduras y Nicaragua. Como es usual, habían entrado a territorio mexicano con el propósito de cruzarlo para llegar a su destino planeado que era Estados Unidos. Cuando iban ocultos en el tren procedente de Tierra Blanca, Veracruz, subieron dos policías municipales y los hicieron descender a punta de pistola. Luego fueron trasladados a una casa a dos cuadras del ayuntamiento. Ahí fueron obligados a golpes a proporcionar los teléfonos de sus familiares en sus países de origen. Dos de los rehenes se resistieron y fueron torturados para obtener esa información. A uno le quemaron el estómago y a otro le apuñalaron las manos. A los demás los golpearon en las costillas y en los testículos. Los que finalmente accedieron fueron puestos al teléfono con sus familiares a los que los secuestradores les hicieron pedir 3 mil 500 dólares a cada uno como rescate para dejarlos en libertad.
El caso de lo ocurrido en la población de Lara Grajales es excepcional, pero no deja de revelar los aspectos más positivos de mexicanos de buen corazón que se indignan ante los abusos que se cometen en México en contra de seres humanos que sólo quieren encontrar las oportunidades que no les ofrecieron sus países de origen y que las buscan en el extranjero en condiciones muy adversas de vulnerabilidad como sujetos de derechos humanos. Esto es lo mismo que hicieron los más de 15 millones de ciudadanos mexicanos que emigraron hacia Estados Unidos y que desde allá mandan a México sus ahorros que el año pasado llegaron a más de 23 miles de millones de dólares.
|
Escribo esto mientras un tren desgarra su potente pito a unos metros de aquí. Ese horrible gusano lleva a unos 50 indocumentados centroamericanos prendidos como garrapatas de su lomo. Viajarán ocho horas y lo más probable es que cuando lleguen a la siguiente estación los secuestren.
SLIDESHOW
El inquietante silencio de la muerte
Por Toni Arnau
GUARDIANES DEL CAMINO
Aquí se viola, aquí se mata
CUADERNO DE VIAJE
El día de la furia
Por Óscar Martínez
El sur de México funciona como un embudo para los miles de migrantes centroamericanos. Ahí, muchos de ellos declinan aterrorizados de su viaje a Estados Unidos. Secuestros masivos, violaciones tumultuarias, mutilaciones en las vías del tren que abordan como polizones, bandas del crimen organizado que convierten a los indocumentados en mercancía. Este es el inicio de un viaje. Esta es apenas la puerta de entrada a un país que tienen que recorrer completo.
Nadie sabe ni de cerca cuántos cadáveres de migrantes se ha llevado el río Bravo. Este caudal que cubre casi la mitad de la frontera entre México y Estados Unidos suele arrojar cada mes algunos cuerpos hinchados. Enclavado entre uno de los puntos fronterizos de más constante contrabando de drogas y armas, el río, cumple su función de ser un obstáculo natural. Uno letal.