Cuaderno de viaje |
Hay preguntas que aparentan ser inútiles, porque en su formulación está su respuesta. “¿Será que este camino es peligroso?” Hay dudas que, por generales, por absurdas, se quedan ahí, en los albergues, en los techos de los trenes, en las veredas polvorientas. “¿Ya vamos a llegar a Estados Unidos?”, preguntó un hondureño en Chiapas
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Reviso la foto de Marilú en mi computadora una vez más antes de mandar la edición final del foto reportaje del tren. Debo haberla visto unas 50 veces desde el día que la tomé. Me mira con esa expresión intensa y calmada que a los fotoperiodistas les gusta llamar “dignidad”. Está sostenida cómodamente sobre tres puntos de apoyo, sus dos muletas y el único pie que conserva desde el día en que un hombre la empujó de un tren en marcha.
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Es raro, pero en La Arrocera hay viejitas. Viejitas que peinan a sus nietas bajo los dinteles de las puertas de sus casas. Hay un hombre que arregla llantas a la entrada del pequeño poblado, justo en la carretera que de Tapachula conduce a Huixtla. Hay un niño que corre tras su pelota de plástico en las callejuelas de tierra donde están las pequeñas casas de lámina y madera.
Escribo esto mientras un tren desgarra su potente pito a unos metros de aquí. Ese horrible gusano lleva a unos 50 indocumentados centroamericanos prendidos como garrapatas de su lomo. Viajarán ocho horas y lo más probable es que cuando lleguen a la siguiente estación los secuestren.
SLIDESHOW
El inquietante silencio de la muerte
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GUARDIANES DEL CAMINO
Aquí se viola, aquí se mata
CUADERNO DE VIAJE
El día de la furia
Por Óscar Martínez
El sur de México funciona como un embudo para los miles de migrantes centroamericanos. Ahí, muchos de ellos declinan aterrorizados de su viaje a Estados Unidos. Secuestros masivos, violaciones tumultuarias, mutilaciones en las vías del tren que abordan como polizones, bandas del crimen organizado que convierten a los indocumentados en mercancía. Este es el inicio de un viaje. Esta es apenas la puerta de entrada a un país que tienen que recorrer completo.
Nadie sabe ni de cerca cuántos cadáveres de migrantes se ha llevado el río Bravo. Este caudal que cubre casi la mitad de la frontera entre México y Estados Unidos suele arrojar cada mes algunos cuerpos hinchados. Enclavado entre uno de los puntos fronterizos de más constante contrabando de drogas y armas, el río, cumple su función de ser un obstáculo natural. Uno letal.