Bagdad, IRAK. Las fronteras, las relaciones de fuerza y los equilibrios demográficos se han visto alterados por este conflicto, que ha revelado que Irak no es ni el país estable ni el aliado sólido que Estados Unidos esperaba haber dejado atrás en 2011.
El 9 de junio de 2014, los combatientes de una organización denominada Estado Islámico en Irak y el Levante (EIIL) avanzaron por un tercio del territorio, principalmente en el oeste y el norte. Les bastaron 24 horas para tomar el control de Mosul, la segunda ciudad del país, a pesar de su clara inferioridad numérica. Durante un tiempo, también amenazaron Bagdad.
Rebautizado Estado Islámico, el grupo yihadista proclamó menos de un mes después un “califato” en los extensos territorios que controla a caballo entre Siria e Irak.
Desde entonces, los yihadistas se han distinguido sobretodo por sus atrocidades, decapitando, crucificando, ejecutando en masa o sometiendo a esclavitud sexual a centenares de mujeres yazidíes, una minoría religiosa del noroeste de Irak.
Estados Unidos invocó estos horrores, calificados de tentativa de “genocidio” por la ONU, para justificar sus bombardeos aéreos contra el grupo yihadista. Una coalición internacional se desplazó sobre el terreno, extendió sus operaciones antiyihadistas a Siria y envió consejeros militares a Irak. La guerra contra el Estado Islámico había comenzado.
Desorden total
Pero tras 4.000 bombardeos, que han abatido a más de 10,000 yihadistas según la coalición, y de combates terrestres dirigidos por las fuerzas de seguridad con la ayuda de peshmergas kurdos (las fuerzas armadas de la región kurda iraquí), milicias chiitas y tribus sunitas, el Estado Islámico no parece estar muy debilitado.
El grupo incluso ha avanzado en Siria, con la excepción notable de su fracaso ante la ciudad kurda de Kobane.
En Irak, los yihadistas continúan manteniendo el tipo ante las fuerzas gubernamentales, como demostró en mayo la toma de Ramadi, capital de la provincia de Al Anbar, que había resistido durante casi un año al asalto yihadista.
Como ya hicieron en Mosul, las unidades desplegadas en Ramadi se retiraron con gran desorden dejando tras de sí centenares de millones de dólares en equipos, armamento y vehículos blindados. Este botín de guerra contribuyó a reforzar las capacidades del grupo extremista sunita, que continúa, por otro lado, atrayendo a combatientes extranjeros.
Por otro lado, el Estado Islámico aprovechó el resentimiento acumulado contra el poder chiita de Bagdad para avanzar por los territorios sunitas con el consentimiento de los habitantes.
“Las causas subyacentes del ascenso del Estado Islámico (en Irak) siguen estando vigentes”, aseguró Patrick Skinner, experto del Soufan Group, especializado en labores de inteligencia. “Esto significa que el Estado Islámico perdurará, aunque las líneas del frente se muevan”.
Para recuperar terreno, Bagdad tuvo que apoyarse en milicias chiitas apoyadas por Irán, algunas de las cuales participaron en el pasado en enfrentamientos motivados por razones confesionales. Si bien estas milicias han probado que son un aporte esencial, permitiendo la recuperación de Tikrit, siguen siendo la espina clavada del gobierno, que no consigue controlarlas plenamente.
Tres millones de desplazados
Otro aliado de peso para Bagdad, las fuerzas kurdas, aprovecharon la retirada del ejército frente al Estado Islámico para instalarse en los sectores disputados. Será difícil para el gobierno recuperarlos.
Los desplazamientos masivos de población han modificado el equilibrio demográfico del país. Entre los tres millones de desplazados, numerosos árabes sunitas han llegado a regiones chiitas y kurdas, lo que podría convertirse en una fuente de tensiones confesionales.
El país está devastado y las arcas vacías, por lo que el gobierno no puede financiar las obras de reconstrucción necesarias para apaciguar la ira de la población.
Además, el Estado Islámico ha destruido sitios arqueológicos de renombre como Nimrod y Hatra y ha recurrido al saqueo de antigüedades para financiar sus operaciones. El gobierno respondió modestamente, reabriendo el museo de Bagdad, saqueado en 2003 durante la invasión estadounidense.
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