Columnas / POLÍTICA

La derecha, ¿dónde está?


Lunes, 24 de septiembre de 2018
Óscar Picardo Joao

Luego de escribir ¿Está la izquierda en la izquierda? era justo preguntarnos: ¿y la derecha en dónde ha estado y en dónde está? La historia contemporánea no es muy agraciada y lo que podemos destacar es lo siguiente: 1) Privatización de servicios estatales; 2) Dolarización sin debate; 3) Uso del estado para la protección de oligopolios y grupos empresariales; 4) Evasión y elusión fiscal; 5) Corrupción generalizada; entre otros fenómenos.

Después de la Guerra Fría y de la época de los Escuadrones de la Muerte, la derecha política tuvo la oportunidad de oro para renovarse y desplegar un sistema de gobierno democrático. En 1989 caía el Muro de Berlín (que dividió la capital alemana por 28 años) y se cerraba la etapa militarista más perversa de la derecha salvadoreña con el asesinato de los padres jesuítas; y así, el empresariado llegó al poder por vía democrática.

La mayoría de dirigentes empresariales con estudios superiores de “prestigiosas” universidades llegaron al gobierno. Habían salido graduados en las escuelas de negocios más destacadas, aunque pasaron con baja nota las cátedras de ética y de responsabilidad social empresarial. Comenzaron a seguir el guión de la “mano invisible” —la supuesta autorregulación del mercado— y las recetas neoliberales —privatizar todo—. El modelo también supuso tolerar al máximo la exportación de gente a Estados Unidos y captar todas las remesas posibles. El proyecto les salió bien: hicieron mucho dinero.

Fuimos el mejor laboratorio económico. Se privatizaron las telecomunicaciones, la energía eléctrica, los trámites para otorgar licencia de conducir, las pensiones, entre otros servicios. Obviamente, las nuevas empresas no tenían competencia y, detrás de las poco gratas Sociedades Anónimas, vaya usted a saber qué capitales había detrás —bueno, en realidad, los pocos y mismos de siempre que tienen los capitales-. La pregunta que nos debimos de hacer es: ¿no se pudo modernizar y mejorar los servicios estatales, siendo estos un gran negocio y representando buenas oportunidades de ingreso para el Gobierno? (en Costa Rica, por ejemplo, varios de estos servicios siguen en manos del Estado).

Luego, dolarizamos siguiendo los ejemplos de Ecuador y Panamá, pero sin hidrocarburos ni canal, ¡vaya negocio! Así evitamos la fábrica de billetes, pero nos condenamos a la “Enfermedad Holandesa” y difícilmente podremos hacer política monetaria para favorecer ciertas exportaciones. Pero bueno, supongamos que era beneficioso; entonces, nos preguntamos: ¿por qué no hubo debate ni discusión técnica, así como exigen ahora con cualquier medida?

Muchas corporaciones y grupos empresariales se beneficiaron al tener un amigo en las carteras de Estado. Una llamada bastaba. Lograron un tratamiento preferencial para cerrar o abrir mercados, crear tratados comerciales blindando ciertos sectores, legitimar o legalizar contrabandos. También lograron beneficios fiscales. Los más alagartados no pagaron impuestos, otros diseñaron maniobras para no pagarlos o lograron un acuerdo de largo plazo. Así, una considerable cantidad de artimañas fiscales en compra de vehículos y propiedades fueron y son utilizadas como escudos fiscales. Lanchas, camionetas de lujo, aviones, bienes raíces, entre otros, “gastos” son recursos de trabajo; mientras, las MIPYMES hacen malabares para pagar impuestos.

Finalmente llegamos a la etapa de la corrupción: licitaciones para beneficiar a amigos, desvío de donaciones, manejo publicitario inflado, sobresueldos y muchas cosas más detrás de la poco ponderada partida secreta. ¿Cuántos millones se habrán robado? ¿cuántos nuevos ricos hay? ¿cuántos incrementaron de manera exponencial su patrimonio? Todo esto, a costa de la clase trabajadora, de los pobres. Todo, al margen de los hospitales desabastecidos y de las escuelas en ruinas.

Creo que son pocos, muy pocos, los empresarios honestos que lograron enarbolar sus empresas con trabajo honesto y digno, sin necesitar los favores del Estado para crecer y expandirse. Es posible que estos empresarios se hayan mantenido alejados de la derecha política.

La derecha política no logró en su tiempo de oportunidad transformar el país al ritmo que crecieron muchas de las empresas del sistema. Hubo avances en ciertos indicadores, pero el nudo gordiano de la pobreza, de la migración y de las pandillas se gestó en momentos específicos bajo su responsabilidad política. Pesaron más las “libertades” del discurso liberal que las necesidades de los más pobres de este país. Hoy —como la historia es tan sabia y perversa— aparecen los efectos colaterales de lo que sembramos 20 años atrás y nadie se hace cargo. Ni siquiera los conversos de la izquierda les pueden ayudar.

Ha llegado la hora de pensar en un nuevo punto y aparte si quieren sobrevivir. El Salvador ya no puede ser “la tumba donde los rojos terminarán”. Tampoco los grandes violadores de derechos humanos y asesinos pueden ser los héroes de la historia. Ingresamos a una tercera generación de la ruptura de ideologías: ya no hay comunismo y anticomunismo. Ahora es el momento de honestos y ladrones, eficientes y despilfarradores. Tampoco servirán los anuncios en televisión, ni las campañas en radio y prensa. El nuevo campo de lucha política está en las redes sociales, en la integridad real y en la coherencia ética.

Los nuevos índices de innovación y competitividad ponen en duda la teoría de más o menos Estado o mercado. En efecto, éste es un axioma poco relevante ante la lógica de la comunidad global, de la sociedad del conocimiento y de la economía de la información. Los paquetes ideologizados se ahogan solos, sin ayuda. ¿A la derecha de quién están?

En la tercera y última parte presentaremos las conclusiones de esta reflexión sobre lo que queda y lo que viene en materia política e ideológica.

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