Ronald Johnson, embajador de Estados Unidos en El Salvador de 2019 a 2021, afirmó ante el Senado de Estados Unidos que, durante su tiempo en San Salvador, “no dudo que pudo haber” un uso del software de espionaje Pegasus contra sociedad civil o funcionarios de Estados Unidos. Si bien Johnson negó el pasado 13 de marzo haber tenido conocimiento directo de que “ellos (el Gobierno salvadoreño) hubieran utilizado Pegasus contra nadie en El Salvador”, reveló que “yo hacía énfasis con todo mundo con el que hablaba, desde el presidente Bukele hasta todo su gobierno, que no puede permitirse la vigilancia contra empleados de la Embajada” que se reunían con miembros de la oposición, sociedad civil y empresarios. Esas reuniones, según el embajador, “no implica(n) que apoyemos un lado más que otro”.
Esta sospecha de vigilancia contra funcionarios estadounidenses es la afirmación más frontal de este diplomático estadounidense en público sobre el posible uso de Pegasus por parte del Gobierno de Bukele. Desde diciembre de 2022, Pegasus es sujeto de una demanda en California por parte de 18 miembros de El Faro cuyos dispositivos fueron vulnerados en El Salvador y espiados entre julio de 2020 y noviembre de 2021 con este software. El desarrollador de Pegasus, NSO Group, opera en Israel y lo vende a gobiernos del mundo con el aval del Ministerio de Defensa israelí, bajo la premisa de combatir al crimen organizado. Hay abundante evidencia de que el software fue utilizado en varios países del mundo para espiar a opositores y periodistas.
Johnson lideró la misión diplomática en El Salvador desde septiembre de 2019 hasta enero de 2021. Un año después, a inicios de 2022, The Citizen Lab de la Universidad de Toronto y Access Now revelaron 35 casos de personas vigiladas con Pegasus en El Salvador. Los investigadores identificaron a un operador del software en suelo salvadoreño, al que bautizaron “Torogoz”. Entre ellos están 22 miembros de El Faro, además de otros periodistas y columnistas salvadoreños, miembros de sociedad civil y activistas de derechos humanos.
Johnson hizo esta afirmación sobre El Salvador de Bukele este mes, en una audiencia del Comité de Relaciones Exteriores para evaluar su candidatura a embajador ante México. También reveló que despidió a un contratista en El Salvador por reunirse sin autorización con un periodista.
Sobre la irrupción armada de Bukele en la Asamblea Legislativa en febrero de 2020, Johnson dijo que le había insistido justo antes: “No haga esto”. Rodeado de militares, Bukele usurpó el primer órgano de Estado asegurando que lo hacía para acelerar un préstamo de seguridad que aquella Asamblea, a la que aún no controlaba, demoraba en concederle. Bukele aseguró que, dentro del recinto usurpado, habló con Dios y que Dios le pidió que tuviera paciencia y no disolviera la Asamblea.
“No apruebo la presencia de la Fuerza Armada en la Asamblea ayer y me sentí aliviado que esa tensa situación terminó sin violencia”, tuiteó Johnson por la tarde del día siguiente. “Ahora reconozco los llamados a la paciencia y la prudencia. Me uno a todos los actores que están pidiendo un diálogo pacífico para avanzar”. Este mes, Johnson relativizó ante el Senado que, comparado con el 9 de febrero de 2020, “la Asamblea en El Salvador no había sido tan pacífica”.
Ahora el presidente Donald Trump lo ha ascendido: ha propuesto al embajador Johnson para México, una misión clave que toca áreas conflictivas de la agenda y el discurso de la nueva administración estadounidense: comercio, narcotráfico y migración. Senadores demócratas, entre ellos la de mayor rango en el comité, Jeanne Shaheen de New Hampshire, aprovecharon para cuestionar a Johnson no solo sobre el país vecino, sino también sobre el “uso masivo” de Pegasus en El Salvador contra la sociedad civil y funcionarios estadounidenses, o cómo su “amistad cercana” con Bukele al frente de la Embajada “llevó a que usted minimizara las críticas hacia sus inclinaciones antidemocráticas y autoritarias”.
Ante el Congreso, Johnson cruzó hábilmente las líneas partidistas, halagando a senadores de ambos partidos y esquivando la mayoría de críticas del lado demócrata, como esta última, a la que simplemente no contestó. Sobre Pegasus, negó tener conocimiento de ningún caso puntual: “No tuve conocimiento (I was not aware) de que utilizaran Pegasus contra nadie en El Salvador. No dudo que pudo haber pasado, pero no tuve conocimiento”, respondió ante una pregunta de Shaheen. Ahora queda a la espera de que el Senado termine de evaluar y vote sobre su confirmación.
“También hay reportes de que un empleado de la Embajada que investigaba algunas de las actividades antidemocráticas del presidente fue despedido sumariamente por esto”, dijo Shaheen. “¿Usted estuvo al tanto de esto? ¿Usted estuvo involucrado en alguna decisión de despedir a cualquier persona que investigaba las actividades autoritarias de Bukele?”
Johnson contestó que se había enterado de que “un contratista que había estado en el país por mucho tiempo” había tenido “una reunión no autorizada con un miembro de la prensa”, así que llamó a las jefaturas de la Embajada y el equipo de seguridad para que investigaran qué tipo de información podría haber sido filtrada. “Yo cedí al criterio de su jefe sobre cuál debería ser la disposición final en ese caso... pero sé que una de las primeras preguntas que siempre me han hecho en entrevistas de acreditación de seguridad es: ‘¿Usted ha sostenido alguna vez una reunión no autorizada con un miembro de la prensa?’ Aparentemente este individuo lo había hecho”, dijo.
El “gran amigo” de Bukele
Johnson no es diplomático de carrera —como el actual encargado en San Salvador, William Duncan— ni fue un nombramiento político desde las filas de grandes financistas republicanos: en El Salvador fue el primer embajador de Estados Unidos con trayectoria militar o de inteligencia. Según una ficha en el John F. Kennedy Special Warfare Center and School, dirigió operativos de combate en El Salvador en los años ochenta, como “asesor militar autorizado” durante la guerra civil. A partir de 1984, lideró un batallón de Fuerzas Especiales en Panamá. Tras retirarse con grado de coronel, una “segunda carrera” en la Agencia Central de Inteligencia (CIA) dio paso a altos puestos de enlace al Comando Sur (Southcom) y al de Operaciones Especiales (Socom).
Presentó sus credenciales en El Salvador en septiembre de 2019, tres meses después de la toma de posesión de Bukele, mientras el nuevo presidente —que inició su carrera política con el FMLN, la exguerrilla y partido de izquierda tradicional— se vendía ante Trump y el Heritage Foundation como un líder conservador respetuoso de la democracia. Se quedó en San Salvador hasta la inauguración del expresidente Joe Biden en enero de 2021. Johnson mostró cercanía pública con Bukele, promoviendo la cooperación contra pandillas y para frenar la migración con la Policía y la Fiscalía, incluso persiguiendo a migrantes como “coyotes” por haber coordinado su salida de El Salvador en grupos de WhatsApp.
Eran días en los que primaba en las redes sociales de la Embajada el lema #SocioConfiable, proyectando una relación fluida y cercana entre los gobiernos de Bukele y Trump. Bukele condecoró a Johnson una semana antes de su partida con el Gran Orden de Francisco Morazán, un reconocimiento que había creado para la ocasión. La relación también se extendió más allá de lo protocolario: en diciembre de 2020, Bukele y Johnson publicaron una foto cenando langostas en Miami. El embajador también asistió al bautismo de la hija del presidente. “Se va un gran amigo”, se despidió Bukele el 18 de enero de 2021.
Durante el período de Johnson en El Salvador, Bukele dio algunos de los primeros pasos contra la separación de poderes: al inicio de la pandemia Covid-19 acusó a la Sala de lo Constitucional de procurar la muerte de “decenas de miles de salvadoreños” al limitar sus decretos de cuarentena, que incluían un férreo toque de queda y encierros en centros de confinamiento apoyados por un amplio despliegue policial y militar en las calles.
Una crisis de marketing
El 9 de febrero de 2020, un escándalo mayúsculo acaparó titulares internacionales: Bukele amenazó con disolver la Asamblea si los diputados no le aprobaban un préstamo de seguridad. Tres días antes, en una conferencia de prensa junto con el embajador Johnson, Bukele convocó a una sesión extraordinaria, para el domingo por la tarde, mientras se negaba a dar detalles a fiscalizadores de oposición sobre el uso de un préstamo para su insignia “Plan Control Territorial”. Fuentes del Ejecutivo dijeron a El Faro que la amenaza fue un ejercicio en marketing salido de control, para desviar la atención de otros problemas que afectaban la imagen del presidente en redes sociales: una crisis de agua contaminada por algas en San Salvador y otra de un cuestionado vuelo privado del viceministro de Seguridad, Osiris Luna, pagado por una empresa mexicana de seguridad.
“El acierto está en elegir el conflicto e irlo ganando siempre”, dijo una de las fuentes del Gobierno que hablaron con El Faro. “Desde un mes antes se tenía esta carta: la Asamblea Legislativa es la más odiada. En las encuestas sale como la peor evaluada y la gente hasta paga para ir a putear (insultar) a los diputados”, dice. “Entonces, lo que hacés es encontrar una causa, elegís con quién generar el conflicto y hacer que el otro (la Asamblea) ceda por presión”.
Bukele incluso revocó la seguridad de los diputados de oposición durante horas el viernes anterior, después de hacer la convocatoria. Según agentes involucrados que hablaron con El Faro, esto fue para presionar a los diputados. El presidente entró a la Asamblea rodeado de soldados con fusiles largos. “Está muy claro quién tiene el control de la situación”, dijo en la silla del presidente del legislativo. El senador Tim Kaine de Virginia, candidato a vicepresidente junto con Hillary Clinton en 2016 y el demócrata de más alto rango para el Hemisferio Occidental, cuestionó a Johnson sobre el 9 de febrero. “He dicho públicamente que yo no excusé lo que él (Bukele) hizo”, contestó el embajador. “Y algo que pocos saben es que yo estuve en contacto con él momentos antes de que tomara la decisión. Yo le decía que no fuera: ‘no lo haga’”.
Johnson matizó esta crítica describiendo la incursión de Bukele en la Asamblea —en la que se mostró en aparente oración, pero anunció poco después, en un discurso ante miles de simpatizantes, que Dios le “pidió paciencia” para no disolverla— como un acto “pacífico”. Dijo que se había enterado del plan “horas antes” de que Bukele y los soldados entraran al Salón Azul. “Algunos miembros se molestaron porque se les estaba convocando y no llegaron”, dijo. “Había gente de ambos lados manifestándose y era una manifestación verdaderamente pacífica. Algo que he citado para subrayar su entrada a la Asamblea: el presidente Bukele no tiene elementos de seguridad vestidos de civil. Esa (los soldados) era la única seguridad que él tenía”.
Johnson afirmó ante los senadores que en otras ocasiones “la Asamblea en El Salvador no había sido tan pacífica. Pero lo abordamos y yo lo critiqué públicamente por haberlo hecho, así como en privado. Tuvimos unas largas discusiones sobre el tema”.
La Sala de lo Constitucional tuvo otra lectura: “el uso de la fuerza armada no puede emplearse con fines políticos, partidistas u otro fin que no sea constitucionalmente legítimo”, escribieron los magistrados. “La disposición de las armas y la posición de autoridad en que se encuentran los militares en servicio activo son propicias a causar intimidación e influir el ánimo de las personas por razones distintas de sus propias convicciones políticas”. Según la Sala, los hechos de la Presidencia pusieron “en riesgo la separación orgánica de funciones o división de poderes”. Advirtieron de “un posible uso ilegítimo de la fuerza militar y policial”.
La irrupción de Bukele en la Asamblea fue tan polémica entre las misiones diplomáticas que, dos días después, el Gobierno convocó a unos 60 embajadores y representantes de multilaterales a una reunión para tratar de calmar las aguas. En un audio obtenido por El Faro, el embajador de Japón, Kazuyoshi Higuchi, rompió el silencio: “Perder una imagen buena es un día, pero recuperar imagen se tarda más tiempo. Por eso, el acontecimiento en la Asamblea afectó a casi todos los diplomáticos y fue mala imagen, pero recuperar la imagen del país tarda mucho tiempo. Yo espero que no repitan para el próximo, no sé… Mañana, sábado o domingo, no repitan… Van a perder más confianza con los diplomáticos”.
Aliados conservadores
Bukele no cumplió con su amenaza de disolver la Asamblea. Pero la imagen internacional de su Gobierno empeoró el 1 de mayo de 2021, casi un año y medio después de la partida de Johnson y tras los comicios legislativos de febrero de 2021. Por la noche, horas después de tomar posesión la nueva mayoría calificada de Bukele en la legislatura, los diputados removieron ilegalmente y por orden ejecutiva al fiscal general y a los cinco magistrados de la Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema. El presidente de la Asamblea, Ernesto Castro, exsecretario privado de Bukele, acusó a la Sala de imponerse como un “superpoder” por encima del Ejecutivo.
Figuras clave dentro del círculo actual de Trump, desde Musk, asesor de la Casa Blanca y financista de campaña, hasta Donald Trump Jr., han expresado admiración por la agenda de Bukele, cuyo régimen de excepción cumple esta semana tres años, y su remoción de los magistrados hace cuatro años. Tras algunos amparos judiciales contra la agenda de Trump, sus operadores han acusado a jueces de violar el poder ejecutivo. Bukele también ha descrito estos amparos como un “golpe judicial” en Estados Unidos, suscitando aplausos del mundo MAGA.
No lo afirma sin ironía en San Salvador, donde la remoción de la Sala de lo Constitucional decretada por Bukele fue tildada de “golpe de Estado técnico”. Llevó a una supuesta suspensión de cooperación estadounidense, a través de USAID, a instituciones salvadoreñas cómplices de la administración Bukele. La embajadora Jean Manes, que precedió a Johnson en San Salvador, volvió como encargada de negocios a finales de mayo, mientras las nominaciones en Washington para nuevos embajadores languidecían en el Senado y el Gobierno de Biden buscaba trazar un camino en El Salvador tras el golpe a la Corte Suprema.
Meses después, en septiembre de 2021, vino el paso siguiente: la Sala de lo Constitucional impuesta por Bukele avaló su candidatura a la reelección en 2024 a pesar de seis prohibiciones explícitas en la Constitución salvadoreña. Manes dejó el país dos meses después, en noviembre, tras haber comparado las aspiraciones a la reelección de Bukele con Hugo Chávez. “¿Para qué voy a seguir en El Salvador si no tenemos contraparte?” lamentó Manes en una tensa conferencia de prensa antes de marcharse.
Desde que dejó la Embajada en San Salvador, desde Miami, Johnson se ha convertido en promotor activo de Bukele entre los republicanos, que en gran medida abrazan a Bukele en foros como la Conferencia de Acción Política Conservadora (CPAC) en 2024. Para junio de ese año, en la toma de posesión inconstitucional de Bukele, el Gobierno de Biden había pasado la mayor parte de los dos años anteriores suavizando las tensiones con Bukele ante su probable reelección. La Casa Blanca envió una alta delegación encabezada por el secretario de Seguridad Nacional, Alejandro Mayorkas. Un amplio despliegue de apoyo conservador incluyó a Donald Trump, Jr., el expresentador de Fox News Tucker Carlson y el político mexicano de ultraderecha Eduardo Verástegui. Johnson, de regreso en San Salvador, también asistió.