“Si la Iglesia fuera lo que Cristo pensó, no permitiríamos que este pinche gobierno corrupto haga lo que está haciendo”
Cuando “el tren de la muerte” asoma por las vías de Ciudad Ixtepec, en Oaxaca, casi siempre es de noche. Un temblor sacude el lugar y todo se llena con el sonido inquietante que produce el hierro contra el hierro. De los lomos de esas inmensas bestias bajan montones de gentes que miran asustadas. Que han aprendido a no confiar. Ahí, cortada por la luz de una farola, se distingue siempre una silueta que camina por las vías. Su nombre es Alejandro Solalinde y cada vez que llega un tren, sale a dar voces en la noche, a invitarlos a todos a su casa, al albergue “Hermanos en el camino”. Solalinde dirige un refugio para migrantes centroamericanos indocumentados y es parte de una diócesis sin parroquia fija: “La diócesis de la movilidad humana”.
Como un Sísifo enjuto, este cura ha visto desde hace cuatro años lo mismo: todas las noches llega el tren y todas las noches llega una procesión de harapientos, esquilmados, violados, humillados, torturados... Oyéndolo, parecería un padrecito piadoso, ingenuo... pero si se le mira en acción, la perspectiva cambia: duerme siempre en el suelo, o en su vehículo, es capaz de atravesarle su propio auto (con él dentro) al tren si se entera de que hay retenes migratorios adelante, de apartar fusiles con las manos, de viajar como viajan los migrantes. Está varias veces amenazado de muerte: por Los Zetas, por los narcos, por los secuestradores y hasta, se entendería, por el poder político... ese poder al que no le regatea el apellido “corrupto”, como se lo endosa a tres gobernadores mexicanos... Pero lo más sorprendente es que está convencido de que el mundo es bueno, de que hay esperanza, de que todo es hermoso, de que Dios es amor.
Carlos Martínez. Fotos: Mauro Arias
Cuénteme qué es lo que hace usted, Alejandro.
Mi trabajo es muy hermoso, es un trabajo en el que nunca nos aburrimos, en el que no puede haber monotonía. Me encanta salir personalmente a recibir a los migrantes del sur, que sabemos provienen de Guatemala, Honduras, El Salvador y Nicaragua principalmente. Me duele verlos llegar así: lastimados, asaltados, despojados de lo poco que traían... me duele verlos así... me gusta mucho poder ofrecerles un espacio donde ellos puedan tener un momento digno, muy sobrio, muy austero -porque no tenemos lujos-, pero la seguridad de un respeto, de un cariño. Yo los veo con mucho cariño, como mi familia, y es un honor recibirlos.
¿Qué implica recibir migrantes en un albergue?
Bueno, aquí hay una doble dimensión. Por una parte, personas que necesitan asistencia. Es decir, recibirlos, ofrecerles comida, agua, “fresco” -como dicen acá (en El Salvador)-, café, galletas, la comida... cuando tenemos ropa, pues también la ropa. Todo eso. Podemos hablar también de una manera más extensiva de esa asistencia: contención emocional, defensa de sus derechos, escucharlos y cuando los escuchamos nos duele, es un martirio estar escuchando todo lo que les hicieron por el camino. Cuando nosotros podemos hacer algo y reaccionar y poner demanda, lo hacemos. Pero viene la otra dimensión: yo, al menos, tengo claro que no puedo ver esto de una manera nada más horizontal y sociológica. No, para mí no son eso. Yo tengo clara la dimensión que tienen los migrantes, nuestros hermanos del sur. Ellos tienen una misión, aunque muchos de ellos no lo sepan, pero la misión es refundar una nueva sociedad, refundar Estados Unidos. En su paso, ellos van cuestionando, van ayudando a que una época injusta se acelere y se acabe.
Parece un poco irrisorio cuando dice que son estas gentes machucadas día y noche las que según usted transforman algo.
Sí, transforman. Yo creo en el Evangelio y para mí el Evangelio es paradójico. Les quitan todo en el camino pero la esperanza no. Esos desarrapados, esos jodidos, esas personas vejadas, esas personas sucias, del color de la tierra, esas personas que con su sudor están proyectando el esfuerzo y el dolor, el drama que ellos viven en el camino, están hablándonos de una vocación. Ellos están marcándonos el camino. Nos están recordando que todos somos migrantes, que ellos son los que esperan una nueva vida, una nueva sociedad. Ellos arriesgan todo.
El inmigrante no emprende el camino necesariamente lleno de esperanza, sino muerto de miedo. Es decir: “¡Yo, en mi país, cerca de mi gente, ya no tengo esperanzas: para mí no hay nada o las maras me quitan mi dinero y sufro mucho y me largo!” ¿Nunca ha pensado que el origen de ese camino es, precisamente, la desesperanza?
Yo no lo veo de esa manera. Aún el que huye, huye de algo pero sabe que espera algo, si no, ni se moviera. Una persona desesperada, desahuciada, no tiene por qué hacer nada y ellos no son apáticos, ellos luchan, ellos están esforzándose.
El Faro tiene una sección de migración, donde relatamos las historias que les ocurren a los migrantes en el camino. Recuerdo algunas: la de un muchacho que había ahorrado con muchos esfuerzos durante dos terribles años una cantidad que él imaginaba inmensa, 150 dólares. Entrando a México, un policía se los robó y él se desmayó del dolor. A una mujer que huía de un marido que la maltrataba y humillaba, el tren le cortó la pierna. Un hombre tuvo que soportar ver cómo violaban a su hija mientras unos tipos lo inmovilizaban. Esto parece cualquier cosa menos esperanza, Alejandro.
Yo creo que, a pesar de todo, no debemos pensar que esas personas, que son las menos, las personas destructivas, pueden diseñar el panorama social, el panorama de la vida. Yo creo que no. Ellas son la excepción. Una de las cosas más hermosas que yo he aprendido es que con motivo de este drama también se cataliza la bondad. Muchísima gente se indigna contra estas historias y están haciendo lo posible porque no sucedan. Pero los migrantes, con su esfuerzo, con su lucha, con su dolor, con su drama, con la injusticia que viven, también están transformando la historia. Estoy seguro de ello.
Yo le conocí en el año 2007 y, entonces, había un tren terrible en el que asaltaban a la gente, las lanzaban y las mutilaban. En 2008 vi lo mismo y en 2009 era peor, y uno piensa: si esta gente transforma, ¿transforma qué? ¿Qué se ha transformado que sea para bien?
La conciencia. La conciencia de mucha gente. Hemos recibido muestras de solidaridad de diferentes partes del mundo con ellos. Yo eso no lo había vivido. Y si es cierto que la violencia se ha recrudecido, sobre todo en Veracruz, también te puedo decir que hasta ahorita esa misma violencia estaba programada para Oaxaca y que ahí no hemos permitido que se haga, por lo menos ahí. Yo tengo bien claro que el gobernador tenía pensado hacer lo mismo que en Coatzacoalcos, Veracruz.
¿Qué está haciendo el gobernador de Oaxaca?
Ahorita no está haciendo nada, nada bueno al menos. Estamos al tanto de si hay secuestros, estamos en esto. Y a lo mejor sí los hay, pero son aislados. O sea, no es la misma situación que hay ahorita en la zona del golfo. Lo que pasa es que hay gobernadores corruptos como el de Puebla, como el de Oaxaca, como el de Veracruz. Son tres priístas que obviamente vienen de un pasado terrible, de una corrupción atávica que es difícil superar. Pero yo confío en que así como hay una toma de conciencia internacional, en México mucha gente sepa lo que está pasando. Pienso que no podemos bajar la guardia. Un día estaba sembrando unos árboles frutales en una casa de niños huérfanos y un joven voluntario me dijo: “¿Para qué los siembras? Tú no vas a ver esos frutos”. Y yo le dije: “Pues es importarte sembrar un árbol cuyos frutos no vas a ver, pero por lo menos estás dejando la semilla, algo tenés que hacer”. Si no hiciéramos nada, eso sí sería la desesperanza total.
¿Qué lo mantiene ahí? Yo entiendo que su sentimiento de bondad lo mantenga teniendo un albergue, lo que no entiendo es qué señales ve que le ofrezcan esperanza.
Mirá, aquí no hay señales prácticas ni garantías de nada, así supiera que mañana me van a matar, yo seguiría. Hay una cosa que tú debes entender: yo lo hago porque estoy enamorado, y una persona enamorada hace locuras, hace cualquier cosa y no le importan los riesgos. Y yo estoy enamorado, y perdidamente enamorado. Yo diría herido de amor. Mi amor muy grande es por Dios, y el hecho de que él haya creído en mí y me haya encomendado una misión para mí es lo máximo. Eso me mueve: la misión y no me va a parar nada más que una bala… o dos o tres. La misión que me ha encomendado Jesús es esa: defender y ayudar a mis hermanos más vulnerables y más atacados hoy.
Cuéntenos algunos de los episodios más o menos cotidianos de su trabajo, como cuando le quisieron quemar vivo o como cuando tuvo que ir a platicar con los narcos.
Hay una parte dentro del Evangelio en el que Jesús lleva una vida en conflicto y desastrosa, desde el punto de vista del éxito humano, pero muy llena y muy fiel a una misión que se le ha encomendado. A mí me amenazan de muerte un martes santo de 2007.
¿Y por qué le amenazan?
Porque una familia de secuestradores, que había estado implicada en los secuestros de 12 guatemaltecos en Ciudad Ixtepec, estaba enojada porque di a conocer a la prensa todo lo que había pasado. Y no solo eso, sino que los llevé también a ver las casas de seguridad que habían. O sea, todo lo hice visible. Y ellos se molestaron porque una de esas casas donde llevaban a los secuestrados era la de ellos. Y me reclamaban, y me dijeron por medio de Elvis, un joven que está en las mafias de robo a migrantes: “¿Sabes qué?”, me dijo, “te traigo un recado, un mensaje de la familia fulana”. Le dije: “Yo no sé quiénes son”. Me dice: “Pues dicen que si sigues hablando de los secuestros te van a matar”. Le dije: “Mira, no sé quién sea esa familia pero no tengo miedo. Más bien diles que ellos son los que tienen miedo porque desde el momento en que me dicen que me van a matar y no me matan, ellos son los que tienen miedo”. El jueves santo tuve la misa y le digo a mi obispo: “Me mandaron a amenazar de muerte. Deme la bendición, porque no sé si la van a cumplir”. Me dio la bendición y le dije: “No más le voy a pedir un favor: si me matan, por favor ponga a un sacerdote pero que no sea puto (maricón)”…
Ja, ja, ja…
Porque más de un cura quisiera estar con los migrantes pero por otros motivos. Yo cuido a mis ovejitas no solo de los lobos de afuera, también de los lobos de adentro. Y me contesta él: “¡Ay, Alejandro, puto o no puto, nadie se va a querer ir en tu lugar.”
Je, je...
Pasaron unos días. Y el martes de pascua, exactamente a los ocho días, me habla alguien –no puedo decir el nombre porque prometí no decirlo-, el más grande de los hijos de esa familia de secuestradores. Y le pido que le diga a su familia que quiero hablar con ellos. Y me dijo: “Pues tú estás loco. ¿Cómo crees que van a hablar contigo? Estás loco”.
¿Y este joven también lo llamó para amenazarle?
No, este joven no. Este joven no amenazaba. Él hacía la logística, sabía de los nombres de todos los delincuentes de ahí y lo amenazaron de muerte por razones de pleitos entre mafias. Eso fue hace dos años. Él les dice que quiero verlos. Este mismo joven me habla el sábado de pascua a las 9 de la mañana.
¿Él tenía que conseguirle una cita a usted con el mero capo?
Sí. Yo estaba casi seguro de que no iban a aceptar, pero tenía que jugármela porque el obispo ese martes santo me había informado que todo el problema de los secuestros de guatemaltecos iba a quedar en stand by, que no se iba a hacer nada, porque el secretario de gobernación había politizado el asunto, porque el gobierno federal –entiéndase del PAN- tenía que aliarse al PRI en el congreso para asegurar sus reformas estructurales. Entonces, el PRI puso como condición que no tocaran a Ulises Ruiz, que es un hampón…
Y además es gobernador, ¿verdad?
Un gobernador corruptísimo de Oxaca, y que también no tocaran a Oxaca, que tradicionalmente es una cepa priísta. Cuando el obispo me dijo “no se va a hacer justicia”, yo dije: “Entonces, yo voy a arreglar las cosas a mi manera”. Y la única forma es entrarle al toro por los cuernos y por eso busqué a esta familia, aprovechando esta amenaza de este Elvis. El jueves de pascua me habla por teléfono y me dice: “Mira, no sé los motivos que tengas tú, ni en qué broncas te vayas a meter con esto, pero sí vamos a vernos. Pero te voy a advertir: nada de grabaciones, nada de juegos sucios, nada de que nos sigan, nada de nada, porque tú te mueres, tú no regresas”. Le dije: “Tú no te preocupes, yo voy solo, no llevo grabadoras, no llevo celulares, no llevo nada. Pero voy a ir”. “Bueno”, me dijo, “sales a las 4 de la tarde de tu casa, ya sabemos dónde estás, y te vas por ahí y ahí me voy a subir yo. Soy así, tú paras el carro y nos subes”. Y así fue. A las 4 de la tarde -hacía un calor terrible, era abril-. Se sube él, me dice: “Dale por aquí, dale por allá, síguele derecho…”. Y él, al principio, no hablaba nada. Hizo solo una pregunta que me la hizo su hermano, el más chico: “¿No tienes miedo?”. “No”, le dije, “no tengo miedo”. Era como si estuviera con un analgésico contra el miedo. Caminamos bastante y llegamos al pie de una montaña que se llama El Nido del Ruido, ya en Tlacotepec, un pueblito pegado a Ixtepec. Llegamos antes de las 5 y empezamos a platicar.
¿Pero cómo era donde estaban?
Estoy hablando de un cerro, al pie del cerro. Ahí no había nada, nadie veía nada y yo para esto sí me despedí de mi familia, me despedí del obispo. Había religiosas que estaban orando por mí y mi equipo se quedó llorando porque no sabíamos qué iba a pasar. Se ofrecieron seguirme, dije que no porque entonces sí iban a empeorar las cosas. Y dicho y hecho. Encontré al papá de ellos, un señor de aspecto campesino, de esas personas de antes, con ropa sencilla de campesino, pero de aspecto duro. Yo calculo que debe de haber tenido casi 70 años el señor. Ese día estaba el hijo más chico, el más tremendo, que era como el conecte con la policía judicial.
¿Entonces comenzó a hablar con el jefe de la familia?
Primero habló el papá y me dice con palabras no muy amables: “¿Por qué nos denunciaste? ¿Por qué le avisaste a la prensa? ¿Por qué fuiste con el chisme? Parece que estabas haciendo un tour llevando a la gente”. Y yo recordé que, efectivamente, llevé a la gente, los paré enfrente de su casa y les dije: “Miren, aquí en esta casa fue donde estuvieron los secuestrados”. Entonces el papá me reclamó. Me dijo: “Por tu culpa yo tuve que salir unos meses de mi casa porque andaba ahí la prensa y andaba la policía molestando”.
¿Andaban armados?
Obviamente que sí, claro que sí. Esa gente no anda sin armas. Incluso uno de ellos la manejó para intimidarme más, pero no logró ni siquiera eso y en un momento…
¿Cómo la manejó? ¿La disparó?
No, no la disparó, sino que la mostraba, la exhibía, la ostentaba para que viera que no estaba jugando. Llegó un momento en que me dijo el más chico, que no tiene ni siquiera 20 años: “¿Que de veras no tienes miedo?” Como retándome, le dije: “No, fijate que yo no tengo miedo. ¿Y tú?” Él se queda y dice: “No, yo sí”. Como diciendo yo sí soy normal. Le dije: “Te voy a decir por qué tienes miedo: ustedes son el equipo chiquito; los grandes, el equipo mayor, ese ya se fue”. Me refería al comandante de la policía municipal, el comandante de la policía judicial, el presidente municipal, implicado en esto, había mareros también de Honduras, había taxistas.
¿Y qué cara pusieron?
“Todo esto”, le dije, “ha hecho que ustedes demuestren que no saben hacer eso. Yo en cambio sé perfectamente quién hace los asaltos. Tengo todo, pero además la droga está al otro lado de las villas, enfrente de nosotros. Ahí guardan la droga. ¿Y sabes qué? A mí no me pusieron ni para cuidar droga, ni para cuidar asaltos de los comercios, porque no es mi papel, pero sí me pusieron para cuidar migrantes. Hagamos un trato, yo no voy a hablar nada de ustedes. Es más, prometo ni siquiera decir sus nombres a la prensa, ni sus apellidos. Pero a cambio de eso ustedes no se metan con los migrantes”. Y otra vez el menor dice: “Bueno, además nosotros ya no trabajamos ese giro.
Pero no sabes de veras... si queremos, ahorita te podemos matar”. “Sí”, le dije, “pueden hacerlo, no traigo armas, no traigo nada. No tengo ninguna defensa más que la de Dios. Pueden matarme si quieren, pero te voy a decir algo: matar a un sacerdote no es como matar un perrito, porque primero te las vas a tener que ver con el gobierno. Segundo, vas a tener que verte con la Iglesia. Tercero, vas a tener que verte con Derechos Humanos, porque van a preguntar por mí. Cuarto, los medios de comunicación, que están al tanto de lo que está pasando. Quinto, mi familia, porque yo no nací de un nopal, y lo último y lo más importante: yo sirvo a Dios”.
¿Quería evangelizar a los capos?
Bueno, hay que intentarlo. Se terminó la conversación, ya era tarde, ya estaba oscuro cuando terminamos. Ellos se retiraron en su vehículo.
¿Y le dieron una respuesta antes de retirarse?
Por supuesto que sí. Hicimos el trato. Al salir de ahí le llamé a mi familia. Pero el momento más duro de mi vida, yo creo que fue el 24 de junio de 2008.
¿El más duro?
Sí. Yo reconozco que fue el día más difícil de mi vida, que sufrí más, que tuve consecuencias, inclusive lo somaticé. Esto no lo comento con nadie, pero sí lo somaticé muchísimo después de eso, pero aun así Dios me dio la fuerza. La delincuencia organizada, entiéndase el cabildo anterior de Ixtepec y el cabildo actual de Ixtepec, es el narco.
¿Qué cártel opera en Ixtepec?
Bueno, ahí se desplaza el Cártel del Golfo, aunque no le toca al Cártel del Golfo. Es un espacio natural -según las revelaciones de unos delincuentes- del Cártel de Sinaloa. Tengo además muchos argumentos para presumir que a un nivel estatal, a niveles muy altos de gobierno, se había planeado una estrategia para sacar el máximo dinero, que es lo que se está haciendo ahorita en Coatzacoalcos, Veracruz, y en toda Veracruz con los secuestros. Obviamente con la colusión del gobernador de Veracruz y también con corporaciones policíacas, aún la policía federal. Todo esto se iba a hacer ahí en Oaxaca. Pero estalló el escándalo del secuestro de los guatemaltecos, se destapa la cloaca y se viene todo abajo. Desde entonces se le pone la luz, se le pone la prensa y entonces ellos no pueden prosperar, porque para que prospere la maldad se necesita lo oscurito y ahí no había oscurito. Ese día, el 24 de junio, como que quisieron retomar el proyecto. Quisieron retomar el proyecto de la próspera industria del cachuco.
¿El cachuco?
La posibilidad de aprovecharse de todas las formas posibles del centroamericano. Vivo o muerto. Significa: centroamericano chuco. Esta jerga la acuñaron algunas policías corruptas y el verbo cachuquear lo acuñaron para indicar que iban a sacar para las chelas, sacar para las copas, para bebida o lo que fuera a costillas de los migrantes...
De los cachucos.
Yo no pronuncio esa palabra jamás, pero la digo porque es la jerga de los policías. Esta es una historia larga: después de que pasó lo de los guatemaltecos, el gobierno del Estado y su alfil, que era el cabildo de Ixtepec, se queman horriblemente como personas xenófobas, racistas, antiinmigrantes, entonces viene el nuevo cabildo. Llaman a la prensa para declarar que el municipio de Ixtepec será santuario de los migrantes.
¡Ixtepec como santuario de migrantes!
¡Oh, qué ternura, qué conmovedor! Es una política de montaje y llaman a la comisión estatal de derechos humanos y llaman a la prensa y llaman a los cónsules de Centroamérica para declarar a Ixtepec santuario del migrante. Y además están presentando a su flamante ombudsman municipal.
¿Un ombudsman municipal para los derechos de los migrantes?
Sí, da risa pero así es, para que se vea que el PRI, que el señor gobernador del estado de Oaxaca y el cabildo tienen un interés grandísimo por el respeto irrestricto a los derechos humanos... pero además, ellos se comprometen a declarar Ixtepec como santuario del migrante. ¿Qué quiere decir esto? Que nunca más nadie los va a dañar. A partir de este momento a mí me invitaron y yo asistí, tengo la invitación escrita, a partir de ese momento empiezan a hacer una amistad conmigo, me invitan a desayunar, yo empiezo a salir con ellos.
¿Pero les creyó?
Tengo que creer. Un sacerdote no puede vivir sin creer en los demás. ¡Imagínate, creí en el PRI! Y ahí voy, dejé a un lado el prejuicio de tantos años de corrupción de ese partido. Hasta que en junio del año pasado, yo fui a una reunión de conferencias episcopales de Centroamérica, México, Caribe, Estados Unidos y Canadá, en Tijuana, y yo iba a estar una semana afuera. Estos señores planean todo para armar una violación de una niña de seis o siete años y con esto mover la indignación de la gente y promover que hicieran talco el albergue.
A ver... ¿las autoridades planificaron que un migrante violara a una niña?
No planificaron que la violara, sino que inventaron que la había violado. Ellos calcularon perfectamente. Sabían que había un antecedente en Orizaba, Veracruz -que es un lugar donde también inventaron una violación de una niña que no existió, ni la violación ni la niña y cerraron el albergue de Orizaba-. Ellos quisieron hacer lo mismo en Ixtepec, aprovechándose de que yo estoy afuera una semana. Ellos buscan a una persona que no había estado en el albergue y que tenía tres años viviendo ahí. Lo que querían era quitarse ya ese estorbo que se llama Alejandro Solalinde, para poder hacer un negocio en grande con los migrantes, porque el síndico municipal y el presidente municipal están denunciados, demandados, yo los tengo demandados a los dos.
¿Por asaltar cachucos?
Por supuesto, y además por xenófobos. Torturaron al migrante que supuestamente había violado a la niña.
¿De qué país era él?
Era nicaragüense, lo torturaron para que dijera que él había estado en el albergue, cosa que nunca ocurrió. Lo turturaron. A los ocho días de haber sido torturado, en su expediente decía: “Lesiones: ninguna”. Fuimos con el coordinador general de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) en Coatzacoalcos. Yo lo acompañé a las 12 de la la noche el día 26 de junio. Y le preguntó “¿Te golpearon?” Tenía aún el ojo izquierdo morado y atrás del hombro derecho lo habían quemado y en la rodilla izquierda nos enseñó los golpes y así fue enseñando todos los golpes que tenía y el coordinador de la CNDH le dijo al director de la delegación que le entregara el expediente donde aparecía que no tenía lesiones y le dijo: “Señor director han pasado ocho días desde que este joven fue aprehendido y aún tiene lesiones... ¿quién hizo esto?” Y el director le dijo que el médico fulano de tal. Y se le preguntó por qué el médico no mencionó tantos golpes y el director le contesta: “Es que tiene mucho tiempo trabajando acá, ya está cansado, nada más firma y no se fija qué firma”. Y le pedimos que le ordenara en ese momento que llegara a hacer el certificado médico. Y el director pregunta: “¿Ahorita? ¡Pero son las 12 de la noche!” Y lo llamaron y tuvo que llegar a hacer el certificado médico.
¿Según usted lo torturaron para que asumiera la violación de la niña?
Pero nunca la aceptó y además le dijo delante de mí al de la CNDH: “¿Violaste a esa niña”? Y él dijo: “No, eso jamás fue, la casa es una galera con tres camas. Yo no pude haberla violado porque en la primera cama estaba la mamá de mi mujer, en la otra estaba el niño de 12 años y en la tercera cama estábamos la niña, yo en medio, vestidos todos, y la negra”, que era su mujer. Ellos habían discutido porque él la iba a dejar. Él se había salido luego de discutir con ella, ella sale, lo jala para seguir peleando, y él insiste en que la va a dejar y ella le amenaza con hacer un escándalo, pero él se sale y empieza la otra a gritar y él mejor se va y regresa a las 7 de la mañana, pensando que ya se le bajó el coraje a ella, y cuando llega lo que encuentra es a la policía que lo aprehende, lo golpea y lo detiene por haber violado a una niña.
¿Dónde es que aparece usted en esta historia?
Yo estaba fuera. Llego el 23 de junio. Acababa de llegar de Tijuana. Todo el pueblo de Ixtepec estaba indignado contra el albergue y contra mí. Yo sabía que el cabildo iba a tener una reunión con la gente y le llamé al presidente municipal para decirle que quería estar y me dice: “Es que es peligroso”. Pero yo quiero dialogar con la gente, pero él siempre me decía que era peligroso y yo le decía que no importaba. “Y si de veras se cometió una injusticia yo soy el primero en ayudar a la gente a que se haga justicia, pero yo quiero saberlo, quiero que me consiga una entrevista con la gente”. La respuesta siempre era la misma: no sabe lo que está diciendo, lo van a matar, la gente está enardecida. Pasó toda la plática y terminamos aparentemente bien, pues me dijeron que no me preocupara, que el problema no era tan grande. Me dijo: mire, vamos a poner un faro ahí, un poco de iluminación, vamos a limpiar ahí, vamos a patrullar, eso es todo.
¿La idea que promovían era que el albergue constituía una amenaza?
La gente me decía que veía en el albergue un peligro, que llegaban delincuentes ahí, hacían sus fechorías y que yo los protegía. Terminamos la conversación y le pregunté qué iba a pasar mañana. “Mañana vamos a tener un diálogo con toda la gente en el salón de actos del cabildo”, me dijo. Pero a la mañana siguiente empezamos a oír un perifoneo llamando a la gente para que fueran a quemar el albergue. Un aviso de una camioneta, diciendo de reunirse en una torre cerca del albergue. El presidente municipal sabía que yo tenía una cita a las 9 de la mañana con el obispo para explicarle la situación. Tomo la carretera, me voy pero a medio camino le llamo y le digo: “Ya me di cuenta de que está llegando gente ahí y están llegando porque van a ir al albergue”. Me dijo: “No, no, no se preocupe, no va a pasar nada...”
“Esté tranquilo, padrecito”.
Y me habla el coordinador de la casa y me dice: “Padre, venga, porque ya está a punto de entrar la gente y traen piedras, palos...”
¿Había migrantes adentro?
Había nueve, dos de ellos menores de edad. Y estaba el señor síndico municipal para apoyar la acción de quemar a la gente. Cuando me entero de eso, me regreso inmediatamente, me tardo unos minutos en regresar. Dejo la camioneta y me voy sin darme cuenta de lo que estaba pasando. Todavía me voy a saludar al presidente municipal y 30 hombres que estaban con él. Lo saludo de mano, sin darme cuenta de lo que estaba pasando. En eso salen como 90 gentes, mujeres, hombres. Casi no había jóvenes. Y salen y estaban hablando enojados. Pasé en medio de ellos y fui saludando y fui pasando. Cuando había terminado de pasar, se vuelven una señora que se llamaba Juana y Luis, un maestro, y le dicen: “Pues ahí está ese pinche cura, ese señor, ese es el culpable de todo lo que está pasando, él protege a los violadores...”
¿La mujer estaba arengando?
La mujer y un maestro arengando a la gente. Sin embargo, yo me detuve... ya me habían rodeado. Estaban moviendo palos, piedras, amenazándome, sobre todo... cuando dice la Juana esa: “¿Para qué estamos hablando tanto? Vamos a quemarlo”. Les dije: “Tienen que escucharme, los migrantes no son culpables de ese hecho, si esta persona lo hizo, yo sería el primero en exigir justicia y apoyarlos a ustedes. Pero ustedes no pueden criminalizar el albergue ni al equipo ni culpar a los del equipo o a mí”.
A todo eso, ¿ya había combustible o fuego?
Ellos llebavan garrafas de gasolina. Y dice uno: “Bueno, ya, ya, ya, ¿para qué estamos alegando tanto? ¡Vamos a quemar a este tal por cual!” Abren sus ánforas de gasolina y cuando ya me lo van a enseñar, yo hago esto (el sacerdote se pone de pie, baja la cabeza y extiende las manos, como alguien en una cruz). Entonces, les dije: “Bueno, si me van a quemar, pues quémenme”. “Así no”, me dice ella, “¡baje los brazos!” Entendí ahí que ella había visto algo de Cristo en mí, por eso no se atrevía a hacerme nada. Entonces dije: “Bueno, quémenme, aquí estoy”. Entonces se hizo un silencio impresionante, que nunca voy a olvidar. Jamás nadie me dijo una grosería, jamás nadie me tiró una piedra o me levantó un palo. Yo lo que hice fue darme la media vuelta y retirarme. No se atrevieron. Seguí caminando sin voltear. Entré al albergue, y en ese momento yo pensé...
¡De la que me libré!
De la que me libré, obviamente. Además, si hubiera corrido, me hubieran matado. Hubieran entrado al albergue, hubieran quemado a esos niños y a los adultos. Todo eso hubiera pasado. Esa fue la presentación del día, la primera. Lo segundo fue terrible.
¿Más terrible?
Una sesión en el cabildo. Ellos querían impresionarme mucho. Me hicieron un juicio para que yo aceptara culpabilidad y con base en eso aceptar que se cerrara el albergue, no tenían otra consigna más que “hoy tiene que cerrar el albergue”. Fue algo que yo no quería ni recordar, pero nunca se me va a olvidar. Todos los regidores del PRI iban por eso, menos uno, que era del PRD, que fue el único que dijo: “¿Por qué vamos a culpar al albergue y a los migrantes y a él si él no hizo eso, fue uno el que lo hizo?” Fue algo muy tremendo. Me sirvió esa sesión para me quedara claro el juego que estaban haciendo. Ya me quedó claro que todo había sido un montaje, no es cierto que Ixtepec era un santuario del migrante, ¡mentira! Era un intento nuevo para quitarme del medio.
¿El ombudsman no estaba ahí?
Sí, ¿y sabes qué dijo? Dijo: “Bueno, yo creo que si cierra el albergue, vamos a reubicarlo, yo propongo como ombudsman que reubiquemos el albergue”. Yo le dije: “Mire, usted a partir de este momento no es un ombudsman, es una persona cualquiera. ¿Cómo usted siendo defensor de los derechos humanos, está proponiendo que se atropelle la propiedad de una institución, ese es terreno de la Iglesia Católica”. El negocio de los migrantes es como un yacimiento de petróleo que hay abajo de un jardín -que es el albergue del migrante-. El jardín no les interesa, lo que les interesa es...
Sacar el petróleo.
¡Sacar el petróleo! Hay que quitar ese jardín, que es el albergue, hay que quitar ese jardinero, que es mi equipo y yo, para poder explotar libremente la industria del... Por eso una y otra vez lo han intentado. Ese día intentaron otro linchamiento más.
¿Ese mismo día?
Sí. El presidente municipal, ¡usando su fuerza de convicción!, le dijo a la señora Juana...
¿La promotora de linchamientos?
Era la que estaba moviendo eso. El presidente municipal hace así (un gesto de súplica): “Juanis, por favor, Juanis, yo le suplico, Juanis... sí vamos a cerrar el albergue, Juanis, pero por favor dennos una tregua de tres días, Juanis, se los pido yo, tres días nada más, tres días de tregua y cerramos el albergue”.
¿Y la Juanis qué?
Supuestamente era la líder popular, que movía todo Ixtepec, pero no era cierto, era mentira. Porque el último día, aún perifoneando con toda la gente en el mercado y todos lados para que asistieran afuera del palacio municipal y cerrar el albergue, encontraron solo a 42 personas. Fueron personas manipuladas, mujeres y niños, por programas sociales, por programas del municipio, por dádivas.
Entonces básicamente se le arrodilló el presidente a la Juanis.
Sí, y ella le dice: “No sé, que digan los demás compañeros”. Y aquellos dicen, así con un tono de perdonavidas: es un tema riesgoso y no podríamos decidirlo. Pero bueno, total tres días, ¡pero no vamos a permitir que no se cierre el albergue! Uno de ellos, una persona ya de edad respetable y de aspecto campesino dijo así: “Este señor, que se dice cura, no es más que un pollero. Él saca a las 2 o 3 de la mañana a grupos de migrantes y se los lleva por las montañas, y está podrido en dinero, tiene mucho dinero porque hace negocios con los migrantes”. Y así empezó la discusión…
¿El presidente municipal estaba en el momento en que lo iban a matar a usted?
Por supuesto.
¿Y no hizo nada?
¡Por supuesto que no! Él quería que hicieran eso.
¿Y la policía?
La policía estaba a 30 metros impidiendo que la gente fuera a salir de ahí.
Ja, ja, ja...
Era el juego.
Y al final, ¿qué pasó?
Concedieron la tregua y les dije: “A las 6 de la tarde llega el tren, y yo voy a salir a recibirlos como siempre y espero que no haya nada”. Ese día los maquinistas del tren, por miedo a la gente, dejaron a los migrantes del otro lado del puente (antes de entrar a Ixtepec). Y les dijeron: “Ni se les ocurra entrar a a Ixtepec, porque los van a quemar, porque uno de ustedes violó a una niña de seis años”. Cuando yo fui, les dije: “Está esto, se está investigando, pero vénganse conmigo”. Ese día estaban ahí conmigo un sacerdote y una religiosa de origen coreano y los dos habían hecho cita para irme a visitar y querían comer conmigo.
¿Convencieron a los migrantes de irse a su albergue?
Los convencimos y cuando estamos a punto de empezar una cuadra larga, antes de llegar al albergue, había un grupo de personas y una señora gordita empieza a insultarme: “Así serás bueno, ¿no? ¡Cobarde! ¿Por qué no te bajas a ver si eres tan valiente? Bájate y ve con ellos”. Le dejé el auto a la madre Isabel y al padre Si Mo-kim y yo me voy con este grupo como de 100 personas y había varios niños vestidos de amarillo. Nunca lo voy a olvidar. A la gente le dije: “Aunque los amenacen, no contesten insultos”. Avanzamos un poquito hacia una tiendita que se llama El Siloé y ahí empezó el primer grupo a tener problemas. Para esto déjame decirte que la policía municipal estaba de un lado, y la policía estatal, de otro, observando, sin hacer nada. Viendo a aquella gente como estaba con piedras, palos, y con gasolina otra vez.
¿Volvió la gasolina?
Esta vez no quedó así: me tocaron. Se puso un señor alto, grande… me para, me avienta y me empuja con la gente. Cuando me avienta con la gente yo aprovecho para decirle a esa gente: “Supongo que ustedes creen en algo. Yo creo que todos ustedes creen en Cristo. Miren a estos hermanos, Cristo está aquí. ¿No les da pena ver cómo vienen ellos? Ellos vienen 10 horas de camino en un tren de carga, no han dormido, no han comido, tienen sed… véanlos cómo vienen sucios y vean estos niños, ¿no les dice nada? ¿En qué Cristo creen?” No me hicieron nada, seguí caminado otro poquito como unos 40, 50 metros y estaba otra vez esta persona, que se había adelantado, y otra vez me vuelve a aventar contra otro grupo…
¿El tipo lo agarraba a empujones a usted?
Me empujó. Aprovechando cuando estaba más gente ahí… él se puso enfrente y a la fuerza yo tenía que pasar por ahí. Me vuelve a aventar y esta vez ya perdí la paciencia. Y ya no fue como la mañana, de decir, “¡Bueno, quémenme, aquí estoy!” No. Yo ya los reté. Les dije: “¿Me quieren quemar? ¡Pues quémenme! ¡Órale! ¡Quémenme! ¿Quién va a ser el primero que me va a quemar?”
¿Y estaba la Juanis?
No, ya no estaba ahí. Pero la gente no se atrevió a tocarme ni a ninguno de los migrantes. Y les dije: vámonos y se fueron los migrantes detrás de mí. Yo iba impactado.
¿Enojado?
Sí. Soy un ser humano: iba enojado, preocupado... mi angustia durante todo el día no fue el peligro a mi persona, sino que vislumbré la posibilidad de que quitaran de una vez por todas al jardín y al jardinero. Es decir, lograr enterrar definitivamente el albergue. Me ponía a pensar: ¿Qué va a ser si lo cierran? Volver a vivir la angustia de 2006, cuando andaban desprotegidos y la policía hacía lo que quería con ellos. Desaparecían y nadie sabía de ellos, nadie llevaba registro, nada. Una cosa espantosa. Seguí caminando, pasé por la policía que nunca hizo nada. Cerca del albergue me esperaban el padre Si Mo y la hermana Isabel. Habían dejado la camioneta y volvieron a pie por mí. Ellos me agarran de cada brazo y me aprietan el hombro y en ese momento lloré.
¿De miedo? ¿De rabia?
No, de rabia no. Por todo lo que significaba el calvario que habíamos vivido desde la mañana y que no había parado, no hay que olvidar que yo soy un hombre de la tercera edad, tengo 64 años, no soy un súperman.
¿Qué pasó con los migrantes? ¿Ellos estaba muertos de miedo?
Ellos no se dieron cuenta, nunca supieron que a mí se me habían salido las lágrimas. Ni la mafia lo sabe y si lo sabe, me vale. Seguí caminando con mis hermanos y nadie se atrevió a tocarlos. Llegamos a la capilla del albergue y sucedió algo muy bonito: conmigo habían estado dos sacerdotes jesuitas, y uno de ellos tuvo una ocurrencia: no sé qué hizo mucha gracia a todos los migrantes y se empezaron a reír de una manera como si estuvieran en un teatro. Y eso me dio mucho gusto. Y le dije a los jesuitas: “Si saben un chiste, cuéntenselos. Ahorita no vamos a hablar de problemas”. Y estuvieron así todo el tiempo, como si se hubiera programado un espectáculo, se fueron programando para hacer gracias y chistosadas ahí. Mientras, yo platicaba con otras personas que estaban asustadas por lo que habían visto.
Vaya día, Alejandro.
Cuando ya había pasado todo eso viene otro problema. El día no había terminado. Llegó el tren que iba para Medias Aguas (el siguiente punto en el trayecto de los migrantes). Se iba en seguida. Los migrantes ya habían comido, y en cuanto supieran que salía el tren se iban a montar y se iban a ir. Cojo el teléfono y le hablo al presidente municipal Gabino Guzmán y le digo: “En la mañana usted pidió una tregua y esa tregua no fue respetada, su autoridad no fue respetada. Le quiero decir algo: la gente está recogiendo piedras para aventárselas a los migrantes cuando salgan en el tren. Le quiero decir algo: si lastiman a uno de los migrantes, a cualquiera de mi equipo o a mí, lo voy a demandar a usted y contra usted voy a ir”. El tipo se prendió por teléfono. Se enojó muchísimo. Él poco a poco fue suavizando su postura y dijo: “Voy a ver qué puedo hacer, voy a tratar de evitar esto”. Y efectivamente, no lanzaron piedras a los migrantes, pero aventaron piedras al maquinista y lo lastimaron y tuvo que irse al hospital.
Uff...
Entonces, fíjate no más lo que es la vida, fíjate si va a ser casualidad todo eso. El tren se va y cuando se está yendo aparece el Reynosa, un operador de Los Zetas, que es de Los Zetas y que me amenazó de muerte en las festividades de fin de año de 2007. Yo ya lo conocía, ya lo habíamos seguido, habíamos tomado fotos de su casa, teníamos fotos de todos ellos y él se había acercado al albergue pensando que no lo habíamos reconocido. Pero lo descubrí y supe que era el mismo que me había amenazado de muerte, no personalmente, sino ahí en la puerta del albergue, mediante dos inmigrantes, que me dijeron: “Padre, una persona así y así y así dice que hoy va a entrar a matar con sus propias manos a ese pinche cura, que él mismo lo va a matar, que es de Los Zetas y que no se lo va a pensar”. Yo dije: “Perro que ladra, no muerde”. Era la primera vez que un Zeta me amenazaba de muerte y yo les dije “no se preocupen”. Y luego le dije a los migrantes, “miren, está pasando esto, ¿qué sugieren que hagamos?”. Y ellos dijeron “vamos a hacer guardia, vamos a vigilar las cuatro esquinas”... Estoy hablando de un tiempo en el que no había varda, no había cerca, no había nada, y entonces ellos podrían entrar por donde quisieran. Y ellos dijeron que iban a estar en cuatro lados para vigilar el albergue. Todo estaba muy bien, pero a las 9 de la noche...
¿Estamos hablando de la misma noche del intento de linchamiento?
No, estoy haciendo un flashback, me estoy regresando a diciembre-enero de 2007, cuando esta persona me manda amenazar. Ahora me regreso al 24 de junio en la noche, cuando el tren de Medias Aguas está saliendo y los migrantes también. Aparece de repente esa persona y me dice: “¡Padre, usted no está solo, estamos con usted!”
¿No estuvo tentado a preguntarle “¿quiénes estamos? ¿Los Zetas, cabrón”?...
Le dije: “Oiga, no sé quién es usted”, y me enseña su credencial de elector. Él las fabrica, él las falsifica y las hace mejor que la mía original que tengo aquí.
¿Y qué intención tenía este tipo mostrándole simpatía?
Ya verás. Me dice: “Padre, yo acabo de mandar al gobernador una carta de apoyo para usted, todos los vecinos firmamos una carta para que usted reciba apoyo de nosotros y le vamos a apoyar de ahora en adelante”. ¿Te das cuenta?
Querían entrar al albergue para tener acceso a los migrantes.
Claro, ganarse mi confianza para controlar el albergue. “Si no podemos quitar al cura, vamos a poder ser sus hombres de confianza para poner popotes hacia abajo y poder estar chupando el petróleo”.
¿Y por cuál tubo lo mandó usted?
En ese momento estaban dos amigos a quienes quiero mucho y que venden pollo en el mercado, y les digo a los dos: “Miren, les presento a esa persona”, y luego él llegó al albergue con su esposa, Irma. Cuando él hace un secuestro ella cobra... y tengo un original de los recibos cobrados de Western Union, que también Western Union tiene su complicidad...
O Elektra, ¿no?
Da lo mismo, son los mismos dueños, y estos también son cómplices de todos estos secuestros. Yo no me puedo explicar cómo Western Union o Elektra o el Banco Azteca pueden estar haciendo estos pagos tan grandes y me salgan con que no saben nada. En el albergue donde yo estoy, en ciudad Ixtepec, a los migrantes no les permiten sacar más de 2 mil pesos, pero esos secuestradores pueden sacar miles de dólares. ¿Cómo se explica eso? ¿Cómo es posible que ellos puedan sacar esas cantidades y no les digan nada? Bueno, se presentan como un buen matrimonio, y me dicen: “Padre, nosotros acabamos de levantar un escrito firmado por todos nuestros vecinos y le queremos ayudar”. Yo les dije que me gustaría tener una copia de esa carta, porque yo sabía que todo era mentira. Esta persona jamás volvió. Así están las cosas.
Usted menciona una gran connivencia del Estado y sus distintos representantes para esquilmar a esta gente. ¿Eso sigue siendo así?
Sí, sí.
México cada vez se manifiesta como uno de los Estados más corruptos del mundo, de América Latina, donde el narcotráfico...
No, no, no, no, nooo... yo quiero aclarar: no de los más corruptos, sino el segundo más corrupto del mundo, yo creo.
¿Después de qué país?
De no sé qué. Tiene que haber uno más corrupto.
Ja, ja, ja... Ahora, se va revelando este connubio terrible del Estado en contra de los migrantes y a favor del acceso a apropiarse de lo indebido. ¿Ve en términos de políticas públicas alguna solución posible?
Mira, a nivel federal -entiéndase el PAN-, yo creo que no se atreverían a hacer lo que hacen gobiernos priístas con los migrantes. Pero hay otra forma de fastidiar a los migrantes, que es esta: el gobierno federal -entiéndase de Felipe Calderón- tiene una política de Estado con los Estados Unidos. Estados Unidos es su aliado y es su amigo, entonces él tiene que hacerse responsable y cumplirle a su amigo y a Estados Unidos. Cumplirle significa hacer el trabajo sucio, cuidarle su patio trasero, y si tiene una política de Estado, también tiene que tener una estrategia de Estado, que es la política migratoria que está implementando con los migrantes. México no puede, le da vergüenza y no tiene valor para hacer un muro de una vez por todas y sellar la frontera, que sería lo más honesto, porque sabe que si lo hiciera no tendría cara para exigir que quitaran el muro en el norte, pero además, tampoco podría exigir una reivindicación para los migrantes mexicanos en el norte, entonces lo que hace es una política de Estado por colusión o por omisión como son los secuestros.
¿Apachurrar a los migrantes es, según usted, una política de Estado en México?
Sí, yo digo que sí. A partir del 15 de junio el gobierno federal no puede ignorar lo de los secuestros. La Comisión Nacional de Derechos Humanos emitió su informe sobre los secuestros. Casi 3 mil secuestros de los casi 10 mil que se hacen, se hacen en el Estado de Veracruz, ¿y el gobernador Fidel Herrera ha parado los secuestros? En Coatzacoalcos, el Ministerio Público, jueces, la policía municipal, la policía ministerial, todos están vendidos, hay pruebas de que no hay justicia. Ahí los únicos que se salvan son la Comisión Nacional de Derechos Humanos y el ejército. El ejército ahí está haciendo algo, está haciendo que en estos momentos en Medias Aguas no se hagan secuestros. Me consta, tengo información del día: no están haciendo secuestros en Medias Aguas, que es el comienzo de Veracruz en el tren. Pero los están haciendo en otros lugares de Veracruz, en Tierra Blanca, en Orizaba, Veracruz.
¿Y qué piensa de los gobiernos de El Salvador, del de Guatemala, del de Honduras y del de Nicaragua?
Yo quiero decir que no solamente los gobiernos de Centroamérica, la iglesia en Centroamérica, con honrosas excepciones, han hecho lo mismo, no han sentido a su gente, no han hecho nada casi por su gente, no han levantado la voz para defender a su gente y han permitido que los pisoteen. Han permitido que les quiten lo que de aquí llevan, lo que han ganado. Lo que está haciendo la omisión del gobierno de México es hacer que dinero que ha ganado honradamente la gente en trabajos muy humildes y servicios muy humildes lo tengan que traer para que la delincuencia organizada compre mejores armas, para que esté mejor que el gobierno, para que pueda ser más poderosa y más organizada, eso está haciendo. La corrupción ha rebasado al mismo gobierno.
Si el gobierno de México es corrupto, ¿el de El Salvador es cobarde?
Es muy temprano para hablar del gobierno de Funes en ese sentido, pero de los gobiernos en términos generales sí. Han sido muy insensibles, han sido cobardes, han sido ojetes. Lo mismo aplico yo para todas las personas que no han hecho nada cuando ven estas injusticias. En México la palabra ojete es muy fuerte, es un mezquino, una persona que no hace nada por los demás, que se muestra egoísta.
Su iglesia, las autoridadse eclesiásticas en México, ¿son sus aliados, le han apoyado?
No todos, pero por lo menos han soportado esta actitud.
¿Qué podrían tener en contra?
Yo te voy a decir algo, mira: yo soy representante del episcopado mexicano, soy de los seis coordinadores a nivel nacional...
Conozco su albergue, Alejandro, vive en la tierra, no tiene muros, ni servicio de agua corriente, ni de electricidad, no una cama -ni siquiera para usted- y cuando llueve, se inunda. Sin embargo, su Iglesia no es pobre, es millonaria, ¿dónde está ese pisto en el albergue?
Yo mismo me lo pregunto, yo también me lo pregunto, si la Iglesia fuera lo que Cristo pensó, habría solidaridad, habría profetismo, no no más unos cuantos, seríamos todos. Todos nos uniéramos para dar la mano a los hermanos que están sufriendo y no permitiríamos que este pinche gobierno corrupto haga lo que está haciendo.
Un muy mal cantante dice que hemos llegado a unos tiempos tan terribles que bueno ya no es es el que ayuda, sino el que no jode. ¿Le aplicaría eso a su Iglesia?
Yo diría que la Iglesia en términos generales está saliendo de un esquema de neocristiandad, un esquema de estatus social, político, económico, donde se ha privilegiado la burocracia, donde se ha privilegiado la vida cómoda, donde el ser humano importa poco, importan más la liturgia, la disciplina, el dinero, el control, etcétera. Pero no las condiciones infrahumanas en que vive la gente, yo creo que la gente hay que decir, basta ya, no en los discursos, sino en otras acciones, para que la gente merezca llegar a niveles de crecimiento y de desarrollo. ¿Cómo es posible que en la Iglesia estemos hablando de la palabra de Cristo y no estemos haciendo casi nada? ¿Se puede hacer eso? Jesús decía, de los fariseos y los escribas, por favor, no hagan lo que ellos hacen, porque dicen una cosa y hacen otra.
Su Iglesia no lo está financiando, las autoridades de ciudad Ixtepec no le dan un peso...
Claro que no, no me dan un peso. No sólo no me financian, me han quitado tanto al hacerme perder tiempo al poner tantas demandas y se mantienen al acecho constantemente.
El gobierno central tampoco está encima suyo.
El gobierno central tampoco ha dado un peso.
Los gobiernos de Centroamérica, a cuyos hijos les da de comer y donde dormir, tampoco...
Tampoco.
La Iglesia tampoco.
La Iglesia centroamericana tampoco.
Le han querido quemar los vecinos de Ixtepec, le han querido matar, los vigilantes criminales de la zona son sus enemigos, está solo... ¿está loco?
Sí, estoy loco. Pero es una locura en Cristo y no estoy solo: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo están conmigo y mucha gente. ¿Sabes qué? Hay mucha más gente en México que quiere a los centroamericanos. Quiero decirte que México ama a Centroamérica, México ama a los migrantes, le duele hasta el alma que hagan eso y hay gente muy encabronada que no puede permitir eso y no se explica cómo es posible que en México estén haciendo eso. Yo he conocido mexicanos que viven en Estados Unidos de organizaciones mexicanas y centroamericanas que viven en Estados Unidos, que han venido a vernos y que me han hecho llorar: como 15 personas estuvieron viniendo de Estados Unidos a visitar este albergue tan humilde, y cuando oyeron las historias dijeron: “No podemos creer y le vamos a exigir a México que no se preocupe por nosotros, antes de preocuparse por nuestros hermanos centroamericanos”. Así es, esto es hermoso, esto es hermoso.