Dos años después de que el presidente Mauricio Funes ordenó al ejército salvadoreño que dejara de honrar a los militares que violaron derechos humanos durante la guerra, el mandatario aclaró este martes 10 de diciembre que eso no significaba que retiraría los nombres de dos de los comandantes de la masacre de El Mozote con los cuales se bautizaron en los años ochenta -y que aún se llaman así- a la Tercera Brigada de Infantería de San Miguel y el Destacamento Militar #3 de La Unión.
“Yo no hice una promesa de quitar el nombre de los destacamentos militares. Yo lo que solicité es una investigación al ministerio de Defensa. La investigación ya se concluyó y está en estudio por la secretaría jurídica de la presidencia. Sobre la base de los resultados de esa investigación, decidiremos si como gobierno de la República mantenemos o no los nombres de los destacamentos militares”, dijo Funes este martes por la mañana, a la salida de una entrevista en un canal de televisión, en San Salvador, momentos después de ser abordado por una periodista que le preguntó si ya había tomado la decisión de renombrar esas guarniciones militares.
La aclaración del mandatrio se da en los días de conmemoración del trigésimo segundo aniversario de la masacre, la peor en los tiempos modernos de Latinoamérica, con mil campesinos civiles –la mitad de ellos niños menores de edad- asesinados por el ejército salvadoreño. Y se da casi dos años después de que, celebrando un aniversario de los Acuerdos de Paz en El Mozote, ante familiares de las víctimas de la masacre, Funes ordenara al Ejército revisar su cosmovisión, y luego de referirse a los comandantes militares que lideraron esa masacre, ordenar que el Ejército dejara de enarbolar a militares vinculados a violaciones de derechos humanos.
Desde la segunda mitad de la década de los ochenta, la Tercera Brigada de Infantería y el Destacamento Militar #3 llevan los nombres del coronel Domingo Monterrosa y el mayor José Azmitia, respectivamente. En la Tercera Brigada de Infantería, guarnición que Monterrosa comandó entre 1982 y 1984, está plasmado su nombre, en letras grandes, en un largo muro que recibe a los visitantes que ingresan a la ciudad de San Miguel. Adentro del recinto, al final de una avenida, sobresale otro mural, con la leyenda “Monterrosa vive” y un busto en color blanco del militar, con el puño derecho alzado, que recibe a los visitantes. En La Unión, Azmitia es homenajeado también con su nombre en la entrada del cuartel, pero además con una plaza de armas, en la que sobresale, en el centro, una estatua de color bronce del desaparecido militar. En esa plaza de armas también hay un espacio para Monterrosa, o más bien para el escudo de la Tercera Brigada de Infantería: un número tres de color rojo sobre un fondo amarillo. El número es atravesado por un cuchillo, y arriba se lee “Monterrosa”. Ese mismo escudo es el que llevan los soldados que, en patrullajes periódicos, suben hasta las montañas de Morazán, a la vista de los sobrevivientes de las masacres.
En el evento que Funes celebró en El Mozote, en enero de 2012, recordó que el informe de la Comisión de la Verdad señaló a personas específicas como las responsables de la matanza, entre ellas al coronel Domingo Monterrosa, como comandante del Batallón Atlacatl; el mayor José Armando Azmitia Melara, como subjefe del batallón, y al entonces mayor Natividad de Jesús Cáceres, como jefe operativo del Atlacatl.
'En virtud de ello, he resuelto a partir de este día, instruir como comandante general de la Fuerza Armada a la institución la revisión de su interpretación de la historia a la luz de este reconocimiento histórico que hoy en nombre del Estado salvadoreño y como comandante general formulo', anunció Funes. Luego explicó en qué consistirían los ajustes que estaba ordenando: 'Esta revisión debe reflejarse en los textos y símbolos con que se forman los cuadros militares a los efectos de un doble objetivo: primero, fortalecer el rol profesional, despolitizado y desideologizado de la Fuerza Armada y su integración profunda en el seno de la sociedad salvadoreña; y segundo, aportar a la pacificación de los espíritus, factor imprescindible para fortalecer la democracia, la justicia y la paz social.'
Inmediatamente después fue que hizo una petición clara de acabar con el culto a personajes como el coronel Monterrosa: 'Precisamente porque a 20 años de los Acuerdos de Paz estamos ante una institución militar diferente, profesional, democrática, obediente al poder civil, no podemos seguir enarbolando y presentando como héroes de la institución y del país a jefes militares que estuvieron vinculados a graves violaciones a los derechos humanos'.
Este 10 de diciembre, dos años después, la nueva versión de Funes solo abona a la confusión. ¿Qué es para Funes un homenaje, un símbolo del Ejército? ¿Su orden de enero de 2012 no fue lo suficientemente clara, como para exigirle al Ejército que comanda que deje de “enarbolar” y “presentar” como héroes a militares como Monterrosa y Azmitia?
A 32 años de la masacre, el ejército salvadoreño ha homenajeado a esas dos figuras con el bautizo de esas unidades, con dos salones que exhiben las pertenencias personales de los militares en el Museo de Historia Militar –los salones también llevan sus nombres, y comparten espacio con, por ejemplo, algunos próceres salvadoreños-; y con la conmemoración de su deceso, un acto que se ha venido repitiendo en los últimos años en el municipio de Joateca, Morazán, un poblado a escasos 15 minutos –en vehículo- de El Mozote.
El 5 de octubre pasado, El Faro constató que cinco unidades militares –alrededor de 300 soldados- viajaron hacia Morazán para conmemorar una vez más a los “héroes de Joateca”. En la celebración, que consistió en un responso, entrega de ofrendas florales y dos shows militares –uno de combate y otro ecuestre- se rindió tributo a Monterrosa, Azmitia, otros nueve militares, un capellán y tres comunicadores del ejército que perecieron el 5 de octubre de 1984, cuando el helicóptero en el que se conducían colapsó sobre una ladera cercana al poblado de Joateca. (La versión de la exguerrilla FMLN es que su organización le tendió una trampa a Monterrosa, colocando una bomba en un falso transmisor de radio que el militar subió a su helicóptero y que luego, desde tierra, hicieron estallar los guerrilleros. Lso restos del helicóptero se encuentran en exhibición en el museo de la guerrilla, en Perquín, Morazán. El Ejército se ha negado a aceptar esta versión, y consigna simplemente que el helicóptero se vino abajo por un desperfecto mecánico).
Esa reciente celebración militar, sobre la cual la Fuerza Armada no ha querido responder nada –El Faro consultó sobre ella al ministro de la Defensa, pero este dijo que no diría nada al respecto. También se pidió copia de las autorizaciones para llevarla a cabo vía solicitudes de información, pero tampoco hubo respuesta positiva- se dio en medio del estudio del que ahora habla Funes. Ese estudio son las recomendaciones que un grupo de militares y civiles hizo al alto mando del Ejército, y que posteriormente fueron entregadas al presidente Funes, para que él evalúe qué pedirá al Ejército, después de haberle ordenado el cese de homenajes a militares como Monterrosa y Azmitia. Funes, desde que conoció de ese documento, ha pensado mucho cuál será su decisión.
La comisión que evaluaría las recomendaciones dichas por Funes fue creada el 7 de enero de 2012, un día después del histórico discurso del mandatario (en el que incluso se le vio secarse lo que aparentaban ser unas lágrimas). Integrada por militares y civiles, en la comisión destacan el actual ministro de Justicia, Ricardo Perdomo, y el académico Joaquín Samayoa.
Este último, el pasado 6 de noviembre, dijo a El Faro Radio que el informe elaborado por la comisión fue entregado al exministro de Defensa, Atilio Benítez, antes de que este dejara su cargo, en virtud de que el presidente Funes volvió a juramentar a David Munguía Payés como ministro de Defensa. Eso invariablemente, tuvo que haber ocurrido antes del 12 de julio de 2013. Es decir, tres meses antes de que cinco unidades subieran a Joateca para homenajear a Monterrosa y compañía, cinco meses antes de que Funes declarara que la Presidencia sigue evaluando qué hacer respecto a la orden que él mismo dio en enero de 2012.
El 13 de noviembre de 2013, el coronel Joel Antonio Rivas, oficial de información del Ministerio de Defensa, ya había confirmado que la Presidencia tiene en su poder el informe emanado por esa comisión, cuando respondió a El Faro que “se deniega la entrega del informe de la Comisión, por tener un carácter de recomendatorio, quedando sujeto a la decisión del Presidente de la República y Comandante General de la Fuerza Armada tomar las acciones pertinentes, por ser esa la autoridad quien emitió la orden”.
El pasado sábado 7 de diciembre, en la trigésima segunda conmemoración que los familiares de las víctimas de la masacre hicieron en el caserío El Mozote, David Morales, procurador de derechos Humanos, dijo que el Estado, a través de la Fuerza Armada, debe cesar el homenaje a los autores de la masacre. “La Tercera Brigada de Infantería no puede seguir llevando el nombre del coronel Domingo Monterrosa Barrios”, dijo Morales.
El llamado del procurador fue aplaudido por un millar de personas que llegaron hasta la plaza central de El Mozote –en la que sobresale el monumento a las víctimas de la masacre- para rendirles tributo a sus familiares y amigos asesinados entre el 8 y el 13 de diciembre de 1981.
En esta celebración, 32 años después de la masacre, El Mozote enterró a otras 15 víctimas. Se trata de las osamentas encontradas en el terreno de la familia de Orlando Márquez en noviembre de 2010. Las osamentas, que presuntamente hablaban solo de seis víctimas (los padres y hermanos de Orlando Márquez) fueron estudiadas por el Equipo de Antropología Forense del Instituto de Medicina Legal. Los peritos confirmaron que se trataba de los restos de 15 personas, entre estos tres menores de edad. La más pequeña era Yesenia, una niña de 18 meses.
A través de los testimonios de aquellos sobrevivientes que huyeron de El Mozote días antes de la masacre, dos familias más –emparentados con los Márquez- han concluido que entre las nueve osamentas restantes están las de sus familiares. Ellos aseguran que previo a la masacre, sus familiares se refugiaron en la casa de Santos Márquez, el padre de Orlando. Gervasio Márquez es uno de ellos. Gervasio Márquez, 32 años después, por fin se ha reencontrado con sus parientes asesinados.
Luego de participar del entierro de las osamentas, Gervasio se dirigió al gobierno que hoy comanda Funes. Gervasio lloraba, se le notaban las lágrimas. La voz se le quebró de verdad, se detuvo, se contuvo, antes de gritar, ayudado por un micrófono_
“Para mí esto no es fácil… Yo soy el único sobreviviente de mi familia… Y al gobierno le quiero decir: no es justo que se erijan monumentos a ese coronel Monterrosa que vino a masacrar a toda esta gente inocente. Así es como se le paga ahora a las víctimas de El Mozote, honrando a esos criminales. Y yo ya lo dije: no sé cómo, pero si el gobierno no desmonta esos monumentos para los asesinos, yo voy a ir con mis propias manos a desbaratarlos. Óiganlo bien: ¡con mis propias manos! O mejor aún: ¡Entre todos vamos a botar esas placas!”.