El Ágora / Cultura y sociedad

Los primeros habitantes de El Salvador

Los asentamientos del Preclásico Temprano que se han descubierto en El Salvador fueron interpretados como campamentos y aldeas. Sus habitantes explotaban recursos marinos y terrestres, y practicaban la agricultura a pequeña escala. Parecen haberse dedicado, además, a actividades comerciales. En todo caso, participaron en vastas redes de intercambios, tejidos entre México y Costa Rica.


Martes, 26 de enero de 2016
Sébastien Perrot-Minnot

Un modesto montículo, ubicado en la costa del departamento de Ahuachapán, El Salvador, señala al yacimiento arqueológico más antiguo que se conozca actualmente en el país. Se trata del sitio El Carmen, al que sus dataciones por radiocarbono remontan sus ocupaciones hasta el siglo XVIII a. C., o sea, al Preclásico Temprano (1800-900 a. C.). En el país, este periodo ha sido identificado en cinco sitios más, localizados en los departamentos de Santa Ana y Usulután. Se caracteriza por la aparición de la cerámica (recipientes, figurillas y silbatos).

Los asentamientos del Preclásico Temprano que se han descubierto en El Salvador fueron interpretados como campamentos y aldeas. Sus habitantes explotaban recursos marinos y terrestres, y practicaban la agricultura a pequeña escala. Parecen haberse dedicado, además, a actividades comerciales. En todo caso, participaron en vastas redes de intercambios, tejidos entre México y Costa Rica.

Obviamente, estas poblaciones, que ya estaban bien organizadas y adaptadas a su medio ambiente, no eran las primeras en haberse establecido en el actual territorio de El Salvador. Fueron precedidas por grupos nómadas del Arcaico (7500-1800 a. C.) y el Paleoindio (el periodo de la colonización inicial de las Américas, comenzada hace más de 15 mil años, durante la última glaciación). Los mismos se pueden abordar a través de datos paleoambientales (de medio ambientes antiguos) y arqueológicos.

Así, un estudio estratigráfico realizado por Robert Dull en el cráter volcánico de la Laguna Verde, en la Sierra de Apaneca, en 2003, ha revelado la existencia de prácticas agrícolas hace unos 5,000 años, y polen de maíz de 4,440 años de antigüedad. El sitio de La Rama, en la costa de Usulután, podría conservar otras huellas de la época precerámica: huellas humanas de adultos y niños, plasmadas en una capa de arenisca. Según el arqueólogo Wolfgang Haberland, quien las descubrió junto con el geólogo Willi-Herbert Grebe, en 1955, las curiosas impresiones pertenecerían a un contexto estratigráfico anterior a 1500 a. C.

Algunos vestigios de piedra han sido atribuidos a los enigmáticos grupos que poblaban El Salvador antes del Preclásico. Incluyen puntas de proyectil y otros artefactos vistos por el arqueólogo Payson Sheets en colecciones privadas de Chalchuapa y Santa Ana, en 1969. Lamentablemente se desconoce el lugar de procedencia de estos objetos. Dos de las puntas eran del tipo Clovis, que se difundió del sur de Canadá al norte de Venezuela, entre 13,300 y 12,800 años atrás. Cerca de las ruinas de Quelepa, en el departamento de San Miguel, se reportó una punta arcaica, pero su contexto arqueológico no ha sido documentado.

Otros vestigios líticos han sido descubiertos por arqueólogos en otros sitios,  pero sus características y contexto no permiten demostrar irrefutablemente que se trate de artefactos precerámicos. Es el caso de lascas y navajas sacadas de las excavaciones dirigidas por Robert Sharer en Chalchuapa, en los años 1960; lascas, núcleos, metates, manos y machacadores hallados por Frederick Lange en los pozos de sondeo que abrió en Carolina (San Miguel) en 2002; y objetos que Haberland encontró en Corinto (Morazán), en la superficie y pozos de sondeo, en 1977. Estos últimos objetos fueron presentados como raspadores, buriles y perforadores. En realidad, son difícilmente interpretables, y habría que preguntarse, primero, si son artificiales.

Supuesto raspador encontrado en Corinto. Imagen cortesía del autor.
Supuesto raspador encontrado en Corinto. Imagen cortesía del autor.

En el mismo departamento de Morazán, en 1954, Haberland condujo un reconocimiento que reveló cinco sitios en los que reportó solo artefactos de piedra. Según este arqueólogo, la ausencia de cerámica se debe a la debilidad de la actividad agrícola durante la época prehispánica (la producción de recipientes siendo ligada al modo de subsistencia). No obstante, el material publicado no permite descartar totalmente ocupaciones precerámicas. Por ejemplo, una punta de proyectil encontrada en Pueblo Viejo es particularmente intrigante.

Como podemos ver, en El Salvador, el pasado Paleoindio y Arcaico está envuelto en una espesa niebla. No cabe duda de que nuevos descubrimientos favorecerán su exploración. Después de todo, en Centroamérica ya se conocen docenas de sitios que hablan de estos remotos tiempos, y hay otro millar de sitios más en todo el continente americano. Es cierto que en El Salvador las abundantes capas de ceniza volcánica no facilitan las investigaciones, pero como lo recordó Sheets en su “resumen interpretativo” de la Prehistoria de El Salvador (1984), la ceniza volcánica tiene también la ventaja de conservar muy bien los vestigios arqueológicos.

*Sébastien Perrot-Minnot posee un Doctorado en Arqueologia por la Universidad de París 1 (Panthéon-Sorbonne). Es arqueólogo del Centro de Estudios EVEHA (Francia) y docente en la Universidad de las Antillas, en la Martinica. Ademas, es investigador asociado al Centro de Estudios Mexicanos y Centroamericanos (CEMCA, Ministerio de Asuntos Exteriores de Francia) y Académico correspondiente de la Academia de Geografia e Historia de Guatemala.

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