El agente Medina tenía los bolsillos vacíos la tarde del 19 de marzo de 2016. Después de finalizar su jornada laboral en la Unidad de Emergencias 911 de la subdelegación de Lourdes, Colón, se dirigió a la casa que alquilaba en la comunidad 12 de Octubre, de la colonia Escalón, en San Salvador. Llegó y se resignó a esperar unas horas antes de ir al cajero electrónico a averiguar si ya le habían depositado en su cuenta bancaria los dólares balsámicos.
—Él estaba en la bendita espera del bono, eso estaba esperando: el famoso bono. Ese día iba llegando de licencia –recuerda su entonces compañera de vida, hoy viuda.
Un agente de policía salvadoreño gana en promedio 490 dólares mensuales. Además, de la contribución especial que la Asamblea Legislativa aprobó a finales de 2015 y que en 2016 generó un ingreso de 50.5 millones de dólares al erario público, el Gobierno les paga un bono trimestral de 300 dólares.
En el caso del agente Medina, el dinero de su último bono sirvió para costear, en parte, los gastos de su propio funeral.
El agente Samuel Arnoldo Medina Ramos tenía 32 años. Fornido y de piel blanca, era papá de dos niñas y un niño. Aquel 19 de marzo, para aliviar la espera y el calor, salió al frente de su casa con una cerveza en mano. La comunidad 12 de Octubre está a pocos pasos de la sede central de Tribunal Supremo Electoral y mientras charlaba con su suegro en el final de la 83a. Avenida Norte y pasaje 12 de Octubre, Medina reparaba un sedán color bronce, un Peugeot 406.
—Eso sucedió en la que fue nuestra casa de habitación por dos años –dice la viuda de Medina–. De la nada llegó la camioneta, armas pesadas, mucho mejores que la de él. Su arma la limpiaba, la cuidaba, no la dejaba… pero al final se encasquilló. No me van a decir a mí que por no darle mantenimiento, porque yo veía cómo le daba mantenimiento. Hasta los mismos compañeros dijeron: 'Estas son de las peores armas, ¿por qué no se la habían cambiado?' Él tenía, quizás, menos de un mes que lo habían trasladado para Lourdes. Gracias a Dios, le voy a decir, es una persona que se daba a querer mucho y sus compañeros sintieron su muerte. Él acababa de llegar, pero ya se llevaba bien con todo mundo.
—¿Cuánto tiempo llevaba en la Policía Nacional Civil?
—Desde octubre de 2006. Un dato curioso: él estaba estudiando. Usted sabe que en la corporación, si usted tiene conocimientos puede ir ascendiendo. Es en teoría, porque en la realidad puede uno jubilarse siendo agente, a menos que uno tenga contactos. Hay que hablar lo que es. A él le faltaba año y medio para graduarse en ciencias jurídicas en la Universidad Panamericana. Un excelente alumno. Sus maestros lo recuerdan porque, a pesar de su trabajo, él hacía todo el esfuerzo por no faltar, porque su meta era graduarse y buscar un mejor puesto siempre dentro de la corporación porque así por así, siendo agente, no lo iba a lograr. Ya iba para 10 años en la Policía y a los cuatro años tenía que haber empezado a ascender, cosa que no fue así porque quizás hay muchos.
—¿Desde cuándo vivían en la Comunidad 12 de Octubre?
—Dos años. Vivimos cuatro en Apopa, de donde se supone que salió la amenaza de muerte, cosa que yo nunca me esperé. Teníamos una buena relación en el sentido de que hablábamos y yo en su momento le dije: si estabas amenazado, ¿por qué no me dijiste nada? Y él me dijo: 'Mirá, está pasando esto: llegaron a Lourdes a buscarme, alguien que dijo que era de Salazar Romero'. Pero nosotros no andamos buscando casa, le dije. 'Y también llegaron a Apopa preguntando por el niño', me dijo. Y mi hijo tenía para ese entonces tres o cuatro meses. ¡Qué raro, verdad! Si nosotros ya no estábamos en Apopa.
—¿Compraron la casa en la 12 de Octubre cuando huyeron de Apopa?
—¡No! Nos fuimos a alquilar. Eso es otra cuestión: a los policías no les dan fácilmente una casa. Eso es algo que los limita.
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El agente Medina ganaba 450 dólares mensuales. El salario de ese policía estaba un poco por debajo de los 560 dólares que el Estado paga a un profesor que imparte clases a estudiantes de nivel básico. En El Salvador, un salario como el del agente Medina apenas alcanza para cubrir los 393.74 dólares de la canasta básica ampliada oficial (alimentación básica, vivienda y transporte) que marcan la frontera entre pobreza y no pobreza. Y aunque los policías son una pieza clave en la política represiva del Estado contra las pandillas, sus salarios son bajos y los recursos del erario público tienen otras prioridades como el pago mensual de 5,225.15 dólares a cada uno de los cinco vicepresidentes de la Asamblea Legislativa, mientras que el presidente, Guillermo Gallegos, gana 5,781.72 dólares, sin incluir viáticos u otros honorarios como bonos. El diputado Gallegos, que suele declarar su admiración por los policías, preside una Asamblea que no ha ayudado a resolver la precariedad en que hacen su trabajo los agentes policiales y en que se ven obligados a vivir, pero que sí ha destinado millones de dólares a oenegés relacionadas con familiares o con asesores del presidente de la Asamblea.
Cargando la cruz de un mísero salario y ante la desesperanza de ascender dentro de la corporación, el agente Medina comenzó sus estudios universitarios, pero sus planes se complicaron cuando su familia tuvo que huir de Apopa por las amenazas de pandillas.
Huyó de Apopa. Huyó de El Descanso, una comunidad contigua al antiguo cementerio, un lugar controlado por la 18 Revolucionarios. Huyó, pero se llevó consigo una especie de condena que le perseguiría como una sombra: su precario salario, que prácticamente le obligaba a limitar su búsqueda de casa en lugares acechados por las pandillas. La maldición de los pobres: las comunidades habitacionales donde aquellas personas con menos recursos pueden costearse el alquiler de vivienda, suelen estar amenazadas y controladas por las pandillas. Medina no tenía el perfil de ingresos que exigen los bancos para otorgar un crédito hipotecario. Así, tras un intento fracasado de comprar una casa, terminó alquilando una pequeña vivienda en la comunidad 12 de Octubre, otro lugar controlado por el Barrio 18 Revolucionarios.
—Intentamos comprar una de las casas que están dando aquí arriba del paso a desnivel de Apopa –dice la viuda–. Lo intentamos ahí, pero el asunto era que él tenía que asociarse con otra persona porque sus ingresos eran de 450 dólares y necesitaban un ingreso de 750 dólares para poder adquirir una casa y con el sueldo que ellos tienen… bueno… entonces sucedió esto.
—¿Qué sucedió el sábado 19 de marzo de 2016?
—Yo le dije: ¿qué vamos a hacer? 'Vamos a salir', me dijo. Para ese entonces, él tenía contactos y me iba a ayudar con unas encuestas a nivel nacional. Eran pasadas las 2 de la tarde; para ser exactos, las 2:40. Me voy a bañar, le dije. El niño, como le repito, de cuatro meses, estaba en un cochecito frente a la casa, viéndolo, porque él estaba frente a la casa. Cuando yo me metí a bañar, mi mamá agarró el niño y dijo: '¿Qué hace el niño aquí?' Y se lo llevó para el cuarto. Llegó mi papá y también empezó a ver el carro en reparación... a él le gustaba eso en su tiempo libre. Yo que me termino de bañar, veo al niño, veo a mi mamá, cuando la descarga. Los primeros seis disparos… ¡Dios mío, ¿qué fue esto?!, dije. Cuando salí a la calle, iba pasando la camioneta y los hombres iban guardando las armas. Era una camioneta tipo Pontiac, gris. Vi que cayó al suelo, me le tiré encima. ¡No, no puede ser que a vos te esté pasando esto!, le dije. ¡Mamá, por Dios, llamen a una ambulancia! ¡Papá, llamen a una ambulancia! Mi papá en ese momento sólo le dijo: 'Soltá el arma y aferrate a la vida por Samuelito'. Él nos quiso decir algo, pero no pudo porque ya no tenía fuerzas. Llamé a la ambulancia, llamé a la Policía: ¡Un agente caído! ¡Un agente caído! Pero nada... No habían pasado ni 10 minutos cuando lo levanté. No lo puedo dejar aquí, le dije a mi papá. Lo eché en un pick up. Murió en el camino. Cuando yo empecé a ver el daño que me le habían hecho, eso era terrible… Los disparos fueron por la espalda y como eran balas explosivas, al salir hicieron el daño.
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El asesinato del agente Medina fue consignado en la prensa y también la captura de cuatro pandilleros 'en vías de investigación', entre estos un palabrero. 'Sabemos la línea terrorista de donde vino el ataque. Hay alguna información preliminar', dijo a El Diario de Hoy el subdirector de la Policía Nacional Civil, César Flores Murillo. El Cuerpo de Agentes Metropolitanos de San Salvador subió en Facebook un vídeo de 30 segundos que mostraba el operativo que la Policía montó en la comunidad 12 de Octubre aquella misma tarde.
Los cuatro arrestos terminaron en nada. Al menos, en nada relacionado con el homicidio del agente Medina. La Fiscalía dice que el caso está bajo investigación de la Unidad Antipandillas, pero, 17 meses después, nadie ha sido acusado por el crimen. Los fiscales tienen la declaración de, por lo menos, dos testigos presenciales. Uno de esos testimonios es de la viuda de Medina, una mujer de carácter fuerte. Morena, cabello negro, liso. Trata de mantener firme su voz mientras unas lágrimas gruesas bajan por su rostro cuando rememora los mismos hechos que también detalló a los fiscales.
—Cuando llegué al hospital Médico Quirúrgico, del Seguro Social, me dijeron que ni aquí ni en China me lo podían revivir. En el momento yo les dije de todo por mi cólera, por mi fustración… Y me dijeron: lo que puede hacer es llevárselo para Medicina Legal. Ahí estuve nueve horas, hasta las 3 de la madrugada, cuando me fui a mi casa porque mi hijo no podía dormir porque estaba en lo mejor de la lactancia. A las 3 de la mañana me dijeron: regrese a las 5 o 6 de la mañana. Son cosas duras. No había nadie, estaba sola. ¿Qué hago…?
La Policía tiene una división de Bienestar Policial que coordina una serie de medidas médicas, sociales y legales para que los policías tengan un buen ambiente de trabajo. Además, cuando algún empleado de la PNC fallece, Bienestar Policial apoya al grupo familiar del fallecido. 'Hay un equipo de trabajo que está replegado a nivel nacional: trabajadores sociales, sicólogos y otros trabajadores. Hay un equipo directamente administrando los seguros de vida, todos los siniestros, todos los reclamos que suceden', dice el comisionado Bartolo Evaristo Padilla Campos, subdirector administrativo de la Policía.
El Faro pidió a la Policía el detalle de los beneficios que reciben los parientes de empleados fallecidos. La Policía respondió que las gestiones por sepelio son las siguientes: 'Asistencia espiritual, ya sea de un pastor o un sacerdote; atención sicológica al grupo familiar en caso de que lo soliciten; gestión de gastos funerarios por 2,500 dólares como parte del beneficio de seguro de vida; gestión del salario del mes en el que falleció el empleado; gastos funerarios equivalentes al 100% de su salario; indemnización del seguro de vida a los beneficiarios de la póliza; gestión de ayuda de sepelio ante el ISSS ($800); actividades anuales para la convivencia de viudas e hijos de los fallecidos y eventualmente donaciones de canastas con víveres y juguetes para el grupo familiar'.
La viuda, sin embargo, dice que no recibió ningún apoyo institucional en aquellos momentos difíciles. Eso sucedió, en parte, porque el asesinato ocurrió el 19 de marzo de 2016, cuando comenzaban las vacaciones de Semana Santa. Entonces, cuando estaba en Medicina Legal, una pregunta comenzó a inquietarla: '¿Cómo voy a sacar a mi muerto?'. Sin dinero, sin esposo y sin ganas de vivir, lo único que se le ocurrió fue colgar un mensaje en la red social Facebook: 'Necesito ayuda para enterrar a mi esposo'.
El agente Medina fue el policía número 13 asesinado en 2016. Ese año, en plena aplicación de las 'medidas extraordinarias', la cifra de policías asesinados fue de 44. Y aunque el gobierno defiende buenos resultados del plan El Salvador Seguro, la ola de asesinatos ha continuado en 2017: hasta el domingo 22 de octubre, las autoridades reportaban 40 policías asesinados. Julio y agosto fueron los meses con más ataques contra policías, 15 casos en total cada uno. En septiembre, el gobierno reaccionó con un despliegue de tanquetas y vehículos militares en la capital, pero la violencia no ha cesado. Los últimos dos agentes asesinados son Orlando de Jesús Castillo, destacado en el puesto policial de la Comunidad Iberia y atacado en la colonia El Espino, en Antiguo Cuscatlán; y Edwin Alberto Serrano, agente de la división de Protección a Personalidades Importantes, atacado a la salida de un juzgado en Mejicanos, San Salvador. Ambos fueron asesinados el martes 17 de octubre.
—Me llené de ira porque lo de los gastos funerarios es algo que ni siquiera se da de buena fe, sino que es algo que les pertenece, es algo que han estado pagando por muchos años, algo que les ha sido descontado todo el tiempo que han trabajado. ¿Qué sucede? Nadie decía nada. Me habló Alejandrina, que es la encargada de Bienestar Policial. 'Mirá, hija' , me dijo, 'aceptá lo que te estamos dando. Ahorita aceptá, alguien que te dé una caja. No podés pedir más. Tenés que acomodarte a lo que tenés'. Yo le había dicho a Samuel: 'Si un día te pasa algo, te voy a despedir como lo más grande que sos para mí'. No lo iba a meter a una bolsa negra, ¿verdad? Entré en desesperación… él tenía cinco dólares en su cartera que ya no aparecieron. Yo no tenía nada. ¿Qué fue lo que hice? Entrar y poner públicamente en las redes sociales: 'Necesito ayuda para poder enterrar a mi esposo'. Su muerte cayó justo cuando la Policía estaba de vacaciones y no me dan respuesta. Gracias a Dios alguien se acercó a mí y me dijo: 'Yo lo conocí a él en vida y te voy a ayudar'. Era de una funeraria. 'Escogé el servicio que mejor te parezca y la caja que mejor querrás'.
—¿Un amigo de la familia?
—Era un amigo de él. Usted sabe que en la rebusca... ellos... ¿verdad…? Él me dijo: 'Muchas veces vino aquí sin dinero y llegó a tu casa con dinero, a nosotros nos ayudaba; cuando había una persona fallecida, nos avisaba y nosotros le ayudábamos. No te voy a cobrar nada', me dijo. Y así fue: a las 5 de la mañana ese hombre ya estaba ahí… Fue algo tan traumático... porque yo esperaba llegar a la vejez de él, cuidándolo, estando pendiente.
—¿La funeraria cubrió todo?
—No. Después me dijeron que la persona que lo iba a preparar cobraba 350 dólares ¿Y de dónde se los doy? ¿Qué me tocó? El grado de confianza, ¿veá?: 'Esta es la clave de mi tarjeta', me había dicho Samuel cuando estaba en vida. Y me tocó ir a ver si ya le habían depositado su pago. Y no le habían depositado su salario, pero sí el bono. A mí me tenían que haber dado apoyo moral, sicológico, transporte, y a mí no me dieron nada de eso. Por mis propios medios y, como le repito, por ayuda de esa funeraria fue que yo pude hacer todo. Cuando él murió, a mí me tocó pedir ayuda externa porque la PNC no me ayudó.
—¿Usted es la legal beneficiaria?
—En lo que es la cosa policial yo soy la beneficiaria. En la mayoría de documentación mi nombre está como compañera de vida. Eso de que dicen ayuda sicológica... yo busqué en Funter ayuda para mi hija porque vio cómo su papá era asesinado (el agente Medina asumió la responsabilidad de esa niña de 7 años desde que era bebé, pero no es su padre biológico). Cuando los agentes llegaron, mi hija salió gritando a decirles: '¡Pasó un carro y dispararon a mi papá y estaba sangrando y mi mamá se lo ha llevado al hospital para salvarle la vida! ¡Una criaturita de 5 años! ¡Es algo traumático! A mi hija ya no le pudieron dar terapia porque tenía un estrés que ya no soportaba que la tocaran. Empezó a colorear de negro, cosa que usted puede decir solo en las películas pasa, ¡nooooo…! Mi hija decía: '¡Mi papá no está, mi papá se fue al cielo!' Hasta hace un mes me la dieron de alta temporal, y en seis meses me la van a ver para ver si ya evolucionó. Entonces, ¿dónde está la ayuda?
—¿Qué esperaba usted?
—Para ellos es fácil reemplazarlos. Si ya no están, traigamos a los que ya se van a graduar, traigamos de otro lado. Así de simple, así de fácil. Entreguemos un pabellón y listo. ¿Qué me dijo el señor Howard Cotto (director de la Policía)? Porque él llegó y otros compañeros de Samuel se dirigieron a él con respeto y le dijeron: 'Queremos saber qué procede, porque ella tiene que salirse de la 12 de Octubre'. Y parece que Cotto dijo que sí, que me buscaran una casa. Pero si así me hubiera quedado esperanzada a todo lo que se dice, ¿dónde estaría yo ahora? Porque nunca llegó esa ayuda. Simplemente vinieron, hicieron su acto de presencia, su protocolo, entregaron la bandera a la mamá y listo. Tal vez no deba decirlo, pero en realidad hay que abrir los ojos a las personas, y yo se lo he dicho a muchas de las amistades que conservo: es cuando uno deja a su ser amado bajo cuatro metros de tierra que empieza lo duro de la vida. Mi esposo murió el sábado antes de las vacaciones y me lo dieron domingo, pero ellos regresaban de vacaciones de nuevo la siguiente semana, ¿verdad? Si yo me hubiera quedado a esperarlos, quizás podrido estuviera mi esposo. Así les dije.
—¿En cuánto tiempo recibió el dinero de los gastos funerarios?
—Casi un mes, porque me lo dieron con el desembolso del seguro. Y no es ayuda. Ayuda es cuando entre sus compañeros reúnen de cinco, de poquito, y te dicen: señora, esto es de nosotros. Eso sí es ayuda. Pero que la corporación diga que nos va a ayudar, esa no es ayuda. Eso ellos lo han pagado. Ahora bien, yo me he caído dos veces, ¿por qué? Porque me tocaba ir a Chalchuapa para tener partidas de nacimiento de él. Anduve en San Salvador sacando las mías, las del niño, viendo, puyando en Medicina Legal... No ha sido fácil. Ahora, yo recibí el seguro de vida, que es de ellos, les pertenece. ¿Ayuda sicológica me han dado? No, lo que he recibido han sido difamaciones, ofensas. Creen que con una tarjeta para el súper, con darle una cantidad, ya tienen la vida resuelta, y a los seis meses o al año que se les vuelva a dar. ¿Creen que alcanza? A una criatura de dos años que crece día con día y me dice: mamá, ¿y papá? No está, anda trabajando. ¿A quién toca decirle papá? Al abuelo, pero usted sabe que no es lo mismo, no va a ser igual. Yo agradezco a mi padre que se tome ese papel, pero no va a ser igual. Él necesita a su padre, necesita el calor de su padre y no lo tiene.
—¿Por qué cree que su hijo o usted no han recibido lo que merecen?
—Yo considero que el gobierno tiene dinero, pero lo tiene mal invertido. ¿De qué sirve que se invierta en diputados? Tanto dinero que entra al país, porque entra dinero, y no pueden tener una seguridad digna. Yo le digo al nivel básico [conformado por agentes, cabos y sargentos de la PNC]: apóyense entre ustedes, porque el día que ustedes mueran a ellos les dará igual, a ellos no les importa en nada. Yo siento que es parte de la corporación, pero no solo de la corporación sino del Gobierno. Vaya a ver las instalaciones. ¿Cómo va a ser higiénico si hay instalaciones que no cuentan con agua o les toca dormir en el suelo? ¿Acaso es problema de los agentes? Eso es problema del Gobierno. Es cierto, ellos escogen esa profesión, servir al país, pero… Hay veces que yo cierro los ojos y hablo con él: 'Tú ya no estás aquí y me has dejado un cargo tremendo, porque yo no me imaginé todo lo que me iba tocar vivir después de tu partida'. Entonces, allá ellos, la verdad tengo mucho por delante, principalmente el varoncito. Mi hijo no tiene seguro social, ni yo. En la clínica empresarial (de la Policía) me lo atienden, pero no me le dan la medicina.
—¿Por qué?
—Porque él no aparece reflejado en el seguro. Y en la clínica empresarial me dicen: nosotros la podemos seguir atendiendo a usted, pero no le podemos dar medicamentos. Igual, una persona de Bienestar Policial me dijo: '¿Es verdad que les están pasando los 50 dólares? ¿Cómo es que usted está dentro y no lo sabe?'. ¿Y cómo lo voy a saber yo?
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La historia de los 50 dólares que debe recibir el hijo del agente Medina es la siguiente: en enero de 2015, el presidente Salvador Sánchez Cerén reconoció tácitamente que su antecesor negoció con las pandillas, algo que consideró como un error y prometió 'actuar con firmeza' contra los pandilleros. En los meses siguientes, esa política de choque contra las pandillas se tradujo en una serie de 'medidas extraordinarias' para, según el gabinete de seguridad, afianzar el control en las cárceles y reducir los altos índices de homicidio.
Una de las reacciones de las pandillas fue aumentar los ataques contra policías, soldados y custodios penitenciarios. Según la PNC, en 2014 fueron asesinados 39 empleados de la institución. Un año después, en momentos en que el gobierno del FMLN reivindicaba la política de mano dura contra las pandillas que el FMLN criticaba cuando era oposición, la cifra de policías asesinados aumentó a 63, el año más mortífero para la PNC en lo que va del siglo XXI. En ese contexto, en septiembre de 2015 el gobierno creó un fideicomiso de 787,500 dólares para ayudar a las familias afectadas. El fideicomiso permite la entrega de una cuota mensual de la siguiente manera: los hijos de 0 a 6 años reciben 50 dólares para complementar sus necesidades básicas; de 7 a 15 años, 60 dólares; de 16 a 18 años, 75 dólares; y las viudas o compañeras de vida 140 dólares. Entre los 44 policías asesinados en 2016 estuvo el agente Medina. La viuda de Medina no tiene todos los documentos para ser beneficiaria, pero su hijo sí. Ella dice que su hijo, Samuelito, de dos años, no ha recibido la ayuda que prometió el Gobierno.
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—¿Usted sí ha recibido la cuota del fideicomiso para su hijo?
—En dos ocasiones, pero me ha salido de 30 dólares. Quizá en el banco me lo quitan, porque ellos dicen que los 50 están dando. Por lo menos, ahorita pasé a ver al banco y nada…
—Con todo esto que me ha contado, ¿qué significa ser viuda de un policía asesinado?
—Bueno… ¿Qué le puedo decir…? Ser viuda por lo menos para mí significa ser nada… nada… Nosotros ni siquiera podemos gozar del Seguro Social, y ni medicamentos nos dan. Entonces, es así como que mi esposo murió y ya, ¿me entiende?
—No, no le entiendo.
El reclamo de la viuda de Medina no es un caso aislado. El Movimiento de Trabajadores de la Policía (MTP) ha recolectado víveres para apoyar a otras familias que han tenido dificultades para cobrar los seguros de vida y la pensión a favor de familiares de policías asesinados. Aunque la PNC es la principal beneficiada con los fondos de la 'contribución especial', en 2016 esa institución tenía una deuda de $2.4 millones con la empresa que proveía el servicio de seguro médico y de vida. Un año después, en julio de 2017, la PNC volvió a tener una controversia similar con otra empresa aseguradora.
—Mire, no es por nada, pero ellos murieron y la vida de un agente es como... ¡pasó, pero ya! No es una gran novedad. Eso es lo que pasa, pasa algo y ya. Somos bastantes, pero tristemente no tenemos el valor de hacernos escuchar.
—¿Y qué es de la familia después de que el papá, el esposo, fue asesinado?
—Lo que se viene es una soledad. Hay compañeros que dan su apoyo, la gente te dice que hay que rehacer la vida, que la vida sigue y que él ya no está y... ¿ajá? ¿Pero y eso qué? Lo que ellos no saben es que tus hijos preguntan: ¿dónde está papá? ¿cuándo va venir? Y por nuestra soledad no vamos a ponerle a cualquiera al frente, no es así. Es un sufrimiento, ¿verdad? La mayoría cree que lo llevamos al cementerio, lo enterramos y hasta ahí llegó, pero no es así.
—¿Cree que la política de choque que el gobierno promueve contra las pandillas es una solución a la violencia?
—Política es política, es puras palabras. En la realidad, usted sabe que ellos tienen mejor armamento que la propia Policía, ¿y entonces? ¿Cuál es el combate que hay? Cuando los amenazan, ¿qué es lo que los policías tratan de hacer? Huir, irse de la casa de uno. Entonces, ¿dónde están las autoridades? Cuando a los elementos policiales en legítima defensa los acusan, les ponen delitos, les ponen informes, traslados injustos... ¿y entonces? Los jefes no ven todo eso porque los jefes solo pasan en una oficina.
—Hay unos vídeos de importantes políticos del FMLN y de Arena negociando en secreto con las pandillas. ¿Usted que piensa de esas negociaciones?
—Me indigna, a cualquiera le indigna. Aquí se ven tantas cosas y tristemente comienzan por ahí, pero ellos no son los afectados. Los afectados somos nosotros los familiares y los mismos policías. Yo me puedo sentir mal, pero, ¿de qué sirve? Si para ellos uno ya no cuenta. Como le repito, los policías quieren hacer bien su trabajo y les ponen limitaciones, los mismos jefes les ponen limitaciones. Ellos también tienen derechos humanos porque están arriesgando su vida, y la arriesgan por buenos y malos. Es indignante ver que digan que están combatiendo la delincuencia con tanto policía muerto.