En la vida, querida hija, te encontrarás con muchas trampas machistas. Pequeños engaños de nuestra cultura, casi imperceptibles, casi tan pequeños como tus manos; pero cargados de una violencia simbólica más grande que el océano en que se pierde Nemo cada una de las 20 veces que hemos visto juntos esa película.
Irás un día, por ejemplo –aunque quisiera que no–, a talleres de autos con paredes llenas de pósteres donde mujeres de largas piernas y pantalones pequeños deshojan marzos y abriles. Verás, además, jóvenes edecanes en tacones. Muchachas con vestidos a cuadros negros y blancos vendiendo llantas usadas y paquetes de frenos con el diez por ciento de descuento al ritmo de 17 años. Luego te mirarán los mecánicos con sus ojos de lobo y te aullarán en silencio. Te dirán “mire, seño”, en un tono compasivo, mientras por la mente les pasará un “esta muchacha no ha de entender nada”. Pobres. No sospecharán que ya a tus cuatro años (cuando escribí esta columna) sabías más de bujías que este inútil para la mecánica que soy yo.
Reparado el vehículo, valiente y pequeña señorita, pasearás en él con pericia y prudencia. Y mientras un cafre disfrazado de motorista te grite un “¡mujer tenías que ser!” con las palabras bañadas en rabia y saliva, verás a la orilla de la carretera una valla espectacular que diga “disponible” debajo de la foto de una mujer en bikini blanco. O quizás una con una señora en guantes de hule vendiendo lavadoras. O tal vez otra con un hombre que pesca mujeres en el río del placer usando solo un desodorante de moda como carnada. Qué sé yo.
Es muy probable, también, inteligente pedacito de cielo, que enciendas la tele y veas a la chica del clima anunciando tormentas, portando solo la mitad de un vestido desgarrado por un huracán. Y como supongo que te gustará el fútbol -espero le vayas al Águila, pero mal haría en obligarte a semejante sufrimiento- sintonizarás los programas deportivos y verás a hermosas chicas en falda corta que mandan a comerciales después de que cuatro tipos en saco y corbata debatan si fue penal, si existe el antialiancismo y si Messi es mejor que Cristiano. La respuesta a las tres preguntas es sí.
Luego, carambolita bebé, y pese a mi manía de arrullarte en las noches con canciones de Queen, Cadillacs o Pearl Jam, tu oído no ha de salvarse de algún reggaetón desperdigado que usurpe tus dos oídos con sus cuatro babys. Y hasta es probable, futura ingeniera, maestra, ¿periodista?, escritora, emprendedora, atleta o lo que quieras tú ser sin restricciones, que un día aparezca en tu muro de Facebook un link llamándose noticia con los mejores traseros de la televisión nacional o las despampanantes fotos en bikini de la Ligia Roca del futuro (acá puedes leer una investigación sobre la mujer en la prensa de espectáculos salvadoreña).
No les des clic, hija. Es una trampa. Es eso parecido a lo que la Ley Especial Integral para una Vida Libre de Violencia para las Mujeres llama violencia simbólica. Mensajes, valores, íconos o signos que transmiten y reproducen relaciones de dominación, desigualdad y discriminación. Solo son argucias para ir sembrando en tu mente la sensación de que todo está bien, de que todo es normal. Acciones enanas para que luego, cuando pasan hechos gigantes como lo de la periodista Karla Turcios, lo de la agente Ayala o los acosos denunciados en el Ballet Folclórico Nacional, los lectores de las noticias lapiden aún más a las víctimas y digan que “se lo merecían”.
Pero no, hija, no. No se lo merecían. Ni las mujeres son una pista sin frenos sobre el cual derrapar llantas usadas ni su cuerpo una valla espectacular sobre la cual anunciar lavadoras; tampoco son la cuarta pieza de un cuarteto de babys o los tacones para decorar con piernas una cancha de futbol. Y aunque sé que hoy, a tus casi cuatro no entiendes aun lo que te digo, sí sé que un día lo harás. Y entonces, valiente y pequeña señorita, carambolita bebé, inteligente pedacito de cielo –y por qué no- también preciosa, mi preciosa, querré que seas fuerte. Fuerte y consciente para que nada malo te pase en este país más peligroso que 20 océanos de Nemo juntos, en esta sociedad tan violenta, en este lugar tan feminicida.
Ahora, a dormir. ¿Pearl Jam o Los Fabulosos esta vez?