El exviceministro de Seguridad Pública salvadoreño, Inocente Orlando Montano, quien era el responsable de las fuerzas de seguridad del Estado entre 1989 y 1992, aseguró ante un juez en Madrid que su papel en el Ejército no era de tanta relevancia como dicen la Comisión de la Verdad, las fiscalías estadounidenses y españolas y las organizaciones querellantes que lo responsabilizan de la muerte de seis jesuitas, una adolescente y su madre el 16 de noviembre de 1989. El coronel Montano, que rindió una declaración el 4 de diciembre en la Audiencia Nacional, dijo que sus responsabilidades en la Fuerza Armada eran, sobre todo, administrativas y que nunca pudo haber confabulado con oficiales de alto rango para asesinar al padre español Ignacio Ellacuría, rector de la UCA, no dejar testigos y luego encubrir el crimen.
El coronel, otrora miembro del Alto Mando del Ejército y uno de los cuatro hombres más importantes de la Fuerza Armada, junto al presidente de la República, quiere desdibujar todo el poder que amasó entre 1989 y 1992 en un intento de salir bien librado del proceso judicial, abierto en España en 2011. Él cumplirá 76 años en julio, y es el único procesado que ha comparecido personalmente ante el Juzgado Central de Instrucción N° 6. Otros 16 procesados están en El Salvador, de donde no pueden salir, so pena de ser arrestados y llevados ante la Audiencia. En El Salvador, la Corte los benefició con negar su extradición a España en 2016.
Extraditado desde Estados Unidos a Madrid el 29 de noviembre de 2017, ya declaró ante el juez Manuel García Castellón, durante 40 minutos, el 4 de diciembre. Con un tono por lo general claro y lúcido, el coronel apuntó media docena de razones para desligarse de su supuesta responsabilidad intelectual en los asesinatos de la UCA, entre ellas, que en la cadena de mando dentro de la Fuerza Armada era prescindible y que sus tareas eran de índole administrativa.
Una reconstrucción no literal de las respuestas del ex viceministro de Seguridad fue publicada por El Faro el 21 de diciembre, pero el acceso a la transcripción completa de su declaración permite detectar la estrategia de ‘invisibilización’ que planteará Montano en Madrid. Su tarea no será negar los hechos; sencillamente, él se replanteará dentro del mapa de poder. Como no podrá sustraerse del tablero -su alto rango en la época no se lo permite-, entonces buscará relativizarse, parecer irrelevante, desdibujarse de cualquier toma de decisión ocurrida en las horas previas al cometimiento del crimen.
Las paradojas son varias. Montano fue uno de los más importantes comandantes de la Fuerza Armada a lo largo de la guerra: comandó batallones, brigadas de infantería, y llegó a viceministro de Seguridad Pública en 1989, además de pertenecer a la generación de militares que, prácticamente, gobernó el país hacia los años finales de la guerra, según constantan informes de Estados Unidos. Otra paradoja es que el proceso en Madrid está a las puertas del juicio gracias a él. Con su arribo a España ha permitido que el caso supere la etapa de instrucción, pero ahora buscará escabullirse de cualquier escenario de culpabilidad y su relato apunta la responsabilidad hacia otros, en especial, el Estado Mayor Conjunto de la Fuerza Armada. Esto no parece fortuito: René Emilio Ponce, quien fuera el jefe del Estado Mayor, murió de causas naturales en mayo de 2011.
Los otros 16 procesados están en El Salvador, país que nunca ha procesado judicialmente a los oficiales de mayor alto rango y que, además, en 2015 también negó la extradición de todos ellos a España. No obstante, un juzgado analiza la posibilidad de reabrir la primera investigación en la historia contra los autores intelectuales de la matanza. El 10 de abril, el juzgado 3° de Paz de San Salvador decidirá si reabre un expediente contra Montano, el presidente Alfredo Cristiani y otros cinco oficiales del Alto Mando. La reapertura ha sido solicitada por el Instituto de Derechos Humanos de la UCA (Idhuca), ahora que la Ley de Amnistía ha sido declarada ilegal por la Sala de lo Constitucional. El caso fue abierto y cerrado en cuestión de meses, en 2000, porque la jueza alegó que el plazo para investigar ya se había agotado. Un juicio entre 1991 y 1992 solo había condenado a cárcel a los autores materiales. Ahora, el Idhuca argumenta que aún se puede investigar, amén de que el caso es un crimen de lesa humanidad. Es decir, un caso que según ha declarado la Corte Interamericana de Derechos Humanos y la Sala de lo Constitucional salvadoreña no prescribe.
Mientras en San Salvador no se reabra el caso, Montano es el único oficial del Alto Mando en haber rendido su versión de los hechos en sede judicial.
El informe de la Comisión de la Verdad dice que oficiales del Alto Mando y del Estado Mayor estaban reunidos, el 15 de noviembre, antes de las 11 de la noche, cuando el coronel Ponce, entonces jefe del Estado Mayor Conjunto, dio la orden de matar al padre Ignacio Ellacuría, sin dejar testigos. Pero Montano sostiene que una reunión de ese tipo era imposible. Según él, la Fuerza Armada estaba milimétricamente jerarquizada, con límites infranqueables entre el Estado Mayor y el Alto Mando. En teoría era así, pero durante la ofensiva guerrillera que intentó tomarse la capital desde el 11 de noviembre de 1989, esas líneas se desdibujaron.
Vestido con una chaqueta jeans, sentado sobre una silla de ruedas, Montano dibujó el mapa de poder en el Ejército pero él se ubicó afuera, como alguien que en realidad no tenía poder de decisión. Montano niega que haya estado presente en la reunión en la que se ordenó asesinar a Ellacuría, pero señala al entonces jefe del Estado Mayor como el comandante que ordenó un despliegue de una unidad del Batallón de Reacción Inmediata Atlacatl en las instalaciones de la Universidad Centroamericana.
Defensor Antonio Alberca (A): Entre el 11 y el 16 de noviembre de 1989 ¿qué pasó? ¿Hubo ofensiva de la guerrilla?
Coronel Montano (M): La guerrilla montó una operación grandísima. Digamos que sorprendió no solamente al Gobierno sino al mismo pueblo también, porque se tomaron los guerrilleros la vivienda y hogares de muchas personas que viven en el contorno de la ciudad capital (…)
A: ¿Era la UCA un enclave estratégico?
M: La Universidad Católica es un complejo educativo que está exactamente enfrente de lo que es la colonia militar donde residimos más de 200 familias de jefes y oficiales. (…) En esa reunión del 15 [de noviembre] informaron al Estado Mayor que había guerrilleros en la Universidad Católica, por lo cual el Jefe del Estado Mayor le ordenó al Jefe del área esa, que tenía la responsabilidad de seguridad en esa zona, el director de la Academia Militar... Pero el director de la Academia Militar solamente tenía cadetes, que no podían ser empleados en combate ni… es una unidad de entrenamiento, nada más, entonces, el Comandante de esta escuela, director, pidió al Jefe del Estado Mayor que le diera personal para efectuar un cateo. El Jefe del Estado Mayor le dijo, “mira tú tienes ahí una sección de un batallón de reacción inmediata, el Batallón Atlacatl. Utiliza esa sección” y lo cual, fue eso lo que utilizó él. No mandó cadetes (…)
A: ¿Formaba usted parte del Estado Mayor?
M: No, era parte del Gobierno. El Estado Mayor es una cosa distinta e independiente. Es la parte operativa, prácticamente, de las Fuerzas Armadas.
A: El Jefe del Estado Mayor, ¿tenía que pedir alguna autorización al ministro o al viceministro de Defensa para alguna acción operativa?
M: Podía hacerlo, porque el comandante directo del Estado Mayor es el ministro…
A: Entonces es el ministro…
M: …y luego el Presidente, que es el máximo(…)
A: ¿Quién era el responsable máximo del Ejército en la República de El Salvador en aquel momento?
M: El Comandante General, el Presidente. Es el que podía tomar las decisiones en el último momento.
A: ¿El Alto Mando era el que le asesoraba para que tomase las decisiones, en todo caso?
M: Sí, hace recomendaciones uno, desde el punto de vista militar o desde el punto de vista de la Seguridad Pública.
Montano involucró en su relato a la cúpula militar de entonces, a Cristiani, el comandante general de la Fuerza Armada, y a su Alto Mando. Una lectura superficial invitaría a pensar que Montano estaba emproblemándolos a todos, pero la declaración completa permite entender que, en realidad, el coronel tiene la intención de dejarlos fuera.
El Alto Mando solo tenía la función de asesorar al presidente, dice Montano. Durante la ofensiva guerrillera de noviembre, recomendaron al presidente las medidas operativas para repeler el ataque, pero nunca, dijo el coronel, se habló de atacar a los jesuitas.
El Alto Mando lo conformaban el presidente, el ministro de Defensa, Rafael Humberto Larios; los viceministros de Defensa y de Seguridad Pública, Juan Orlando Zepeda, y Montano, respectivamente; y el jefe y subjefe del Estado Mayor Conjunto: René Emilio Ponce (ya fallecido) y Gilberto Rubio, respectivamente.
En palabras de Montano, a diferencia del Alto Mando, era el Estado Mayor el encargado de 'la parte operativa de las fuerzas armadas'.
A: Como no formaba parte, ¿estaba usted presente en las reuniones del Estado Mayor?
M: Algunas veces, no todo el tiempo. Este… en este caso… mencionaron, digamos, en el enjuciamiento que se me ha hecho, de que estuve presente en varias reuniones ahí, y es mentira porque yo solamente asistí a una reunión, que fue la del final del día, en la cual estuvo el señor Presidente (…)
A: ¿Sobre las 23 horas estuvo en alguna reunión?
M: Ahí sí. Participé yo.
A: ¿En el Ministerio de Defensa fue?
M: En el Ministerio de Defensa.
A: ¿Cómo transcurrió la reunión? ¿Usted llegó? ¿Cómo es eso?
M: Sí, este… el Ministro promovió la reunión para… a nivel de todos los jefes de las unidades que estaban empleadas en la ciudad capital, y nosotros, por supuesto, como viceministros teníamos que acompañarles.
A: Pero porque era del Alto Mando la reunión, ¿no?
M: Exacto.
A: O sea, era consultiva.
M: Sí, era consultiva. Y también, pues, darnos cuenta de qué era lo que estaba pasando. Mucha de esa información pues la desconocíamos nosotros porque fue muy rápido esa acción de la subversión en el país (…)
A: En esa reunión, es decir, ¿llegó usted? ¿Ya estaban allí el Ministro y el Presidente de la República? ¿Se habló en algún momento de los jesuitas o del padre Ellacuría en esa reunión?
M: No, no, no. En ningún momento se mencionó a los padres jesuitas en esa reunión. Este… la intención de esa reunión era, precisamente, informarle al Presidente de parte de los comandantes de esas unidades, que tenían a su cargo la seguridad de la ciudad capital, informarle pues de cómo estaba la situación, qué era lo que estaba haciendo la subversión y qué era lo que nosotros podríamos hacer.
A: ¿Tomaron allí algún acuerdo, alguna decisión o…?
M: No, el acuerdo fue este… porque…
A: ¿O tomaba las decisiones el señor Presidente?
M: Nosotros le sugerimos al Presidente que podíamos resolver el problema de una forma rápida, pero si ocupábamos la violencia extrema… ¿va?
A: ¿Qué podían acabar de forma rápida si ocupaban la violencia extrema?
M: Sííííí, rápido… podíamos haber utilizado fuerza aérea, artillería, fuerzas especiales… y eso significaba pues una mortandad grande dentro de la población civil, y eso también era el propósito de la subversión. Bueno, nosotros intuíamos que por eso era que habían promovido ese ataque a la ciudad capital, para provocarnos a nosotros como guardia armada y que nos fuéramos entonces en contra del pueblo.
A: Pero la decisión la tenía que tomar el Presidente en la forma en la que se va a combatir la…
M: Nosotros no podíamos, este… comenzar a disparar, digamos, a lo loco, ¿no? (…)
Montano dibujó con bastante precisión la cadena de mando del Ejército, pero de lo que no habló nada es del espíritu de cuerpo que caracterizó a la cúpula militar de los años finales de la guerra, “La Tandona”, que era la generación de graduados de la Escuela Militar de 1966. Eran 46 integrantes, casi el doble de una tanda tradicional.
El sistema de “tandas” en el Ejército salvadoreño creó algo parecido a las “mafias familiares”, donde todos se protegían entre sí, concluye un informe utilizado por Estados Unidos para extraditar a Montano a España. Un ataque a cualquiera de los miembros de la Tandona era considerado un ataque a toda la generación, dice el informe. Más que lealtad a determinada rama de la Fuerza Armada, la lealtad era hacia “la tanda”, añade. “Estamos hablando de 30 tipos con miedo de señalarse entre sí porque al hacerlo serían señalados de igual manera”, decía un asesor militar estadounidense al periodista Phillip Bennet, de la revista Vanity Fair, en noviembre de 1990.
Según el mismo informe, La Tandona fue la generación más grande, más poderosa y la más corrupta en la historia militar salvadoreña, además de que varios de sus miembros estaba señalado por abusar de los derechos humanos de civiles. Para julio de 1988, La Tandona comandaba cinco de las seis prestigiosas brigadas de infantería, controlaba cinco de los siete destacamentos militares, las tres fuerzas de seguridad (PH, PN y Guardia Nacional estaban a cargo de Montano), y los comandos de inteligencia, operaciones del Estado Mayor Conjunto, y algunos puestos en el Alto Mando. La corrupción, dice el informe, era porque las altas jefaturas cobraban el salario de “soldados fantasmas”, personal operativo que estaba de baja o había fallecido, pero cuyo sueldo engrosaba los bolsillos de los comandantes. En cuanto a las violaciones de derechos humanos, los libros Los Escuadrones de la muerte en El Salvador, de Linda Garret; Ventana al pasado: la historia desclasificada de los Escuadrones de la muerte en El Salvador, de Cynthia Aniston e informes desclasificados del gobierno de Estados Unidos documentan que Montano, y el viceministro de Defensa, Juan Orlando Zepeda, y el jefe del Estado Mayor, René Emilio Ponce, eran los líderes de La Tandona vinculados con mayor frecuencia en informes confidenciales a los escuadrones de la muerte.
Pero Montano no habla de esto y se limita a decir que él y sus compañeros de armas asumieron cargos relevancia porque así era el relevo generacional. Bajo esta lógica, cuando Ponce dio la orden de asesinar al rector de la UCA, el jesuita Ignacio Ellacuría, y no dejar testigos, nadie se puso a pensar que todos los que estaban en ese momento reunidos en las instalaciones del ministerio de Defensa eran testigos. Así funcionaba el espíritu de cuerpo de La Tandona.
Pero en su declaración Montano también dijo que él, en todo caso, solo cumplía labores administrativas. Poco importa que él haya sido uno de los cuatro comandantes más importantes de todo el aparato militar, después del presidente, el ministro y el viceministro de Defensa. Según Montano, también hay que relativizar que él fuera el comandante general de las tres fuerzas de seguridad de la época: él dice que no podía dar órdenes operativas al personal porque eso le correspondía –de nuevo- a Ponce.
Ya en 2011, quien fuera segundo al mando de la Escuela Militar, el teniente coronel Camilo Hernández enfilaba toda responsabilidad sobre el jefe del Estado Mayor: “En ese momento (ofensiva), el hombre más poderoso en área operativa era el jefe del Estado Mayor y su jefe de operaciones. Era el hombre más poderoso que había, que le estaba haciendo frente a la agresión”, dijo en la misma entrevista con El Faro en la que admitió que él había entregado el rifle al Atlacatl para asesinar a Ellacuría.
A: Bien. ¿Cuáles eran las funciones del Viceministro de Seguridad Pública, las de usted? ¿Cuáles eran?
M: Mis funciones eran, más que todo, la administración de todo lo que era la seguridad pública. A mí me tocaba comandar, digamos, administrativamente, las fuerzas de seguridad.
A: Pero usted, ¿tenía dirección operativa directa sobre ellas?
M: No, cada uno de esos cuerpos tiene su propio director, y yo solamente, pues, les daba el apoyo administrativo, digamos.
A: Operativamente, cada director ¿de quién dependía?
M: Depende, más que todo, del Estado Mayor… la parte operativa. La parte administrativa dependían de mí.
A: ¿Usted podía dar órdenes operativas a algún miembro de la seguridad pública o del ejército?
M: Podía hacer, pero no era mi facultad, digamos, directa. Para eso estaba el Jefe del Estado Mayor y estaban los directores de cada cuerpo.
A: De acuerdo. Entonces, dependían esos directores, operativamente…
M: …del Estado Mayor.
A: ¿Podía usted darles órdenes a esos directores para enviarles a hacer un cateo?
M: Podía haberlo… pero normalmente lo hacía el Jefe del Estado Mayor, que es el que tenía a su cargo las operaciones (…)
Como último cartucho para desligarse de cualquier responsabilidad del crimen, Montano y su abogado también intentaron desacreditar el testimonio de uno de los testigos ante la Audiencia Nacional, el teniente René Yusshy Mendoza Vallecillos, jefe de sección de la Escuela Militar, de donde salió un grupo de comandos del Batallón Atlacatl hacia la UCA para asesinar a Ellacuría. Mendoza Vallecillos fue acusado originalmente por la Audiencia Nacional en 2011, pero con los años, se convirtió en testigo criteriado junto al teniente coronel Camilo Hernández, el segundo al mando de la Escuela. Montano asegura que lo dicho por ellos son “mentiras”.
A: Ya voy terminando. Vamos a ver, ¿por qué dice René Valecillos… por qué hace esas supuestas confesiones achacando que fueron ustedes los que ordenaron los asesinatos?
M: Me imagino, ellos, en primer lugar, tenían este…una responsabilidad del cateo de toda la universidad católica. Y entonces, claro, su salida al problema fue echarle la culpa al Alto Mando. Uno. Y segundo, no sé por qué ellos mencionan como que estuvieron en unas reuniones en las cuales solo participábamos los altos jefes, no había ningún mayor, ningún teniente coronel ni nada.
A: Entonces, no estuvo en ninguna reunión, ninguna, nada.
M: Y mencionó él de que el director de la escuela había salido de una reunión de esas, a informarles a ellos qué era lo que estaba pasando. Eso es falso también. Él inventó una serie de cosas, incluso que yo había tenido una charla con la esposa de él.
A: ¿Conoce usted a su esposa o al padre de ella?
M: No, no los conozco. No los identifico pues, ahorita.
A: Pero ¿usted le ha dicho por qué habrían hecho lo de los jesuitas?
M: Esa fue la declaración que dio Yusshi Mendoza que le había…
A: ¿Pero eso es cierto?
M: No.
Lea la transcripción completa del interrogatorio del coronel Inocente Orlando Montano. O escuche el audio aquí: