“Dios, ya mandaste a Perú, ahora El Salvador en el Mundial de Qatar 2022”, se leía en el afiche escrito por el aficionado salvadoreño Juan Posada, capturado para una nota de Mediotiempo.com y luego viralizado en las redes sociales de ESPN. El mensaje es bonito. Esperanzador. Coincidió además con las fotazas de Yuri Cortez, declarado croata honorífico, para que el 11 de julio fuera el mejor día del Mundial para El Salvador, condenado al ostracismo de esta fiesta desde 1982. Sólo ha habido dos menciones sonoras de El Salvador antes en Rusia 2018: una gracias al árbitro Joel Aguilar Chicas –que pasó por el Mundial sin pena ni gloria, con un único partido pitado–, y la otra por un diputado arenero con vocación de canciller que se había escapado de su trabajo y que fue filmado por un youtuber.
Pues el simpático letrerito del joven Posada está acompañado de lo que parece una genuina fe. Los peruanos “simplemente se pusieron las ganas, dijeron: ‘Nos vamos para Rusia’, y ojalá nosotros podamos hacer lo mismo', dijo el salvadoreño a Mediotiempo.
No me gusta ser aguafiestas. Llevo casi un mes evadiéndolo porque era justo lo que la gente pensaba cuando les decíamos que El Faro iba a cubrir el Mundial. “Ah, van a investigar la corrupción en el fútbol”. Y no. Este mes vimos partidos en un chupadero y en un salón de belleza, con embajadores y con obreros de construcción, en la radio y hasta en la playa. Pero ante la ahora famosa declaración de fe tengo que volver al papel de aguafiestas que a veces cumplimos los periodistas.
Dios no nos llevará al Mundial de 2022, porque tampoco fue él quien llevó a los peruanos.
“No es que el triunfo cae del cielo, y eso lo tienen que entender todas las personas. Hoy el Perú es respetado, pero es porque se trabajó duramente”, dijo Umberto Jara a RPP noticias de Perú. Jara es un periodista que escribió el libro ‘Camino a Rusia’, donde documenta el trabajo de la Federación Peruana de Fútbol desde que en marzo de 2015 Ricardo Gareca asumió la dirección técnica de la selección de la banda roja cruzada en el pecho.
En corto: la Federación creó el puesto de director deportivo y nombró a un gerente de selecciones. Contrató a un psicólogo deportivo. Mantuvo al técnico más de tres años en el puesto, aún cuando hubo resultados adversos (¿Ya ven, Fesfut, que sí se puede?). Eso para empezar.
Pero vamos más atrás. Gareca convocó a 72 jugadores en todo su proceso e hizo debutar a 18. Y eso habla de un pool importante del que sacar jugadores. Para 2016, seis clubes del fútbol peruano ya tenían categorías menores para jugadores entre los 12 y 18 años. En su actual plan de trabajo, la idea es que este mismo año esa cantidad de clubes crezca a 32.
“Hasta que no tengamos 16 equipos de Primera, 16 equipos de Segunda y 16 equipos de una tercera categorías, todos con entre cuatro y seis categorías menores, es imposible”, dijo Daniel Ahmed, jefe de la unidad técnica de la Federación Peruana de Fútbol al medio Perú21. “Cualquier otro resultado va a ser un milagro y no la consecuencia de un proceso y una estructura”, remató Ahmed.
Esta no es la fórmula de la Coca-cola. No es nada que no se sepa, y de hecho no es ni siquiera algo nuevo para El Salvador. Y sin embargo, no se ha hecho nada. Dos equipos tienen incipientes divisiones inferiores en El Salvador, justo los que han protagonizado las últimas cuatro finales: Alianza y Santa Tecla. El resto son esfuerzos aislados, descoordinados e inestables. El primer entrenador que llevó a un país centroamericano al Mundial, Gregorio Bundio, ya anunciaba la fórmula de Perú hace 40 años.
“¿Qué hacer para levantar el fútbol? ¿Qué hacer para ayudar a los niños? ¿Qué hacer para fomentar una juventud sana dotada de buenas costumbres? A todo esto hay una solo respuesta: encontrar dirigentes que orienten a los niños, que se dediquen a ellos, que no les nieguen tiempo y dedicación, porque hoy a los niños (deportivamente) les estamos negando todo”.
El párrafo lo escribió Gregorio Bundio en un artículo llamado 'Y ¿dónde están los dirigentes?'. Una copia del artículo se encuentra en un libro titulado 'La clasificación de la selección salvadoreña al Mundial de México 70'. El libro ahora lo conserva su familia y compila artículos periodísticos y escritos propios del entrenador argentino. En el libro no hay detalles del medio donde se publicó ni una fecha exacta, pero sí algunos detalles que permiten ubicarlo. En la misma página del último artículo, hay una foto del “presidente Molina”, en alusión al coronel Arturo Armando Molina, presidente de El Salvador entre 1972 y 1977. Bundio fue técnico de El Salvador entre 1968 y 1970. Clasificó la selección a un mundial en el que sólo participaban 16 selecciones, pero no dirigió al equipo en el torneo de México (aceptenme un pagaré para los detalles de esa historia).
Gregorio Bundio tenía palabras para los directivos a quienes “se les ve dominicalmente en los estadios pero nunca en las prácticas. Cada domingo o cada fecha internacional ahí están pavoneándose y dándose pases de Santiago Bernabéu deseando que sus imágenes 'rectoras' queden impresas en los obturadores de las cámaras fotográficas”. Eso no ha cambiado.
“Su mentalidad, su forma desorganizada de actuar y su notoria despreocupación por los niños (fútbol infantil) conforman los rasgos característicos de este tipo de directivo que tanto perjuicio causa al fútbol”, decía. Eso tampoco ha cambiado.
“La historia de este fútbol, salvadoreño por los cuatro costados, es un constante reto para que estos directivos domingueros trabajen con conciencia de sus responsabilidades (...) Este 'directivo decorativo' debe renunciar porque sólo es brillo, y dejar su puesto al hombre que, como el motor del coche, sigue oculto pero impulsando la marcha, generando fuerza”. Esto tampoco… creo que ya se hacen la idea.
“Es hora ya de que estos dirigentes dejen de asistir a las sesiones de la Federación sin ideas positivas y sólo a pretender robarse el 'show'; es hora ya de que estos directivos planifiquen con mentalidad beneficiosa, es decir con mentalidad de club y no con mentalidad de potrero; es hora ya de que el dinero que aportan dirigentes bondadosos sea bien utilizado por esa 'mara' de directivos que no aportan nada, ni siquiera ideas porque sus mentes son obtusas (...). Para lo único que son buenos esos dirigentes de celófan es para la pose provinciana, para querer pasar ante los ojos del público como los dueños del circo, cuando en realidad sólo son famélicas fieras. La afición los tiene identificados (...) La afición sabe quiénes son los buenos dirigentes y quiénes son los malos”. Tenía más valor decir esto cuando los dirigentes eran militares, en época de dictadura. Pero cuatro décadas luego sigue siendo cierto.
Una de las primeras fotos que publicamos en nuestro especial del Mundial era de una cancha polvosa donde funciona una escuela de fútbol para niños de comunidades empobrecidas, en Ilopango. Cuando publicamos esa foto, a finales de mayo, la Alcaldía de Ilopango ofreció al entrenador de esa escuelita de fútbol que le arreglaría los vestidores. Han pasado dos meses y la ayuda aún no se ha concretado. Pienso en esa cancha cuando leo los últimos párrafos del artículo de Gregorio Bundio.
“El fútbol salvadoreño necesita dirigentes que se dediquen de verdad a la creación de verdaderos escenarios deportivos, que saquen a los niños de esos potreros insalubres que llenan de polvo sus pulmones”, decía hace ya 40 años: “¿Por qué si se quiere forjar una juventud mejor a través del deporte no analizamos la actitud del dirigente? ¿Qué se espera para comenzar? Ahí están los niños; ahí los potreros insalubres; ahí está la sagrada pelota que nunca se niega… pero los dirigentes ¿dónde están?”.
Pienso en todo lo que no ha cambiado y les digo que no iremos al Mundial de 2022 ni de milagro. Ojalá en cuatro años me puedan echar en cara esta columna. Soy muy malo pronosticando resultados, pero esa sería mi equivocación más feliz.