Trayectoria de Fernando Llort:
- 1949 | El 7 de abril, nace en San Salvador, uno de los seis hijos del hogar formado por Baltasar Llort y Victoria Choussy.
- 1964 | Toma clases de cerámica con el maestro César Sermeño.
- 1966 - 1969 | Llort comienza a pintar mientras estudia en Francia.
- 1970 | Regresa a El Salvador para formar parte de “La banda del sol”, junto a Manuel Martínez Daglio, Max Martínez, Carlos Aragón, Ricardo Archer y Alejandro Bella Battle.
- 1972 | Llort se instala en La Palma, a los 23 años.
- 1978 | El maestro pintor Carlos Cañas le da un taller privado de grabado en La Palma.
- 1980 | Elabora un mural de 30 metros en el Hotel Presidente Hyatt. La obra fue posteriormente destruida en una remodelación.
- 1981 | Abre en San Salvador las puertas del centro Cultural “El Árbol de Dios”, donde prosigue con su labor de enseñanza. Artesanos viajaban desde La Palma para entrenarse.
- 1983 | Con motivo de la visita del Papa Juan Pablo II, le es encargada la decoración del templete para la misa pontificia y el diseño de la estola Papal para la ceremonia.
- 1985 | Trabaja en la decoración de la Capilla Monseñor Romero en la UCA, en San Salvador.
- 1989 | Crea la “Fundación Fernando Llort para el Fomento del Arte y la Cultura”.
- 1997 | Es seleccionado para presentar alternativas al proyecto de un mural para la fachada de Catedral.
- 1999 | Se inaugura la remodelación de Catedral con el mural de Llort en la fachada principal.
- 2003 | Recibe de la Asamblea Legislativa la distinción de Hijo Meritísimo de El Salvador.
- 2011 | El mural de la fachada de la catedral metropolitana de San Salvador es destruido por orden del arzobispo José Luis Escobar Alas.
- 2012 | La Secretaría de Cultura le dedica una exposición retrospectiva en la Sala Nacional de Exposiciones “Salarrué”.
- 2013 | El presidente Mauricio Funes elige a Fernando Llort como Premio Nacional de Cultura.
Cuando en 1972 Fernando Llort decidió instalarse en La Palma, buscaba alejarse de la presión de sus padres para que tomara un camino “profesional” en lugar de seguir su pasión por el arte. No estaba en los planes que sus paisajes en miniatura pintados sobre una semilla de copinol terminaran por convertirse en el estilo más reconocido de la identidad salvadoreña. Con su muerte el sábado 11 de agosto dejó huérfana a una comunidad a la que donó su particular manera de ilustrar. Para despedirlo, los artesanos palmeños intervinieron el ataúd de Llort con las mismas herramientas que él les enseñó a usar.
“Fue ahí donde Dios puso una semilla en mis manos, de donde creció una comunidad de arte que ha dado frutos en abundancia para el municipio de La Palma y para El Salvador”, dijo Llort en 2013, cuando recibió el Premio Nacional de Cultura por su labor como gestor cultural.
Después de un breve episodio como músico en la Banda del Sol, enfocó la mayor parte de sus esfuerzos en el arte pictórico. Los colores vibrantes de su obra y las líneas claras y constantes se convirtieron en una suerte de abecedario del quehacer cotidiano de la comunidad de La Palma. Las casas de teja, los cusucos, las milpas, los ángeles y la cercanía con Dios son un lenguaje con el que fácilmente conectan desde el campesino que dejó la tierra para emprender como artesano hasta el hermano migrante que encuentra consuelo en un souvenir.
Uno de sus contemporáneos, el pintor Roberto Huezo, lo describe como un artista que “sembró y cosechó. Enseñó y obtuvo la gracia de Dios”. Silvia Elena Regalado, escritora y ahora Ministra de Cultura (Micultura), manifestó a la salida del velorio que Llort “tuvo fe y creyó en la gente'. 'En medio de la guerra y de las dificultades, él continuó trabajando de manera sencilla y generosa, compartiendo conocimiento.”
La obra de Llort fue sumamente prolífica y se plasmó en cuanta superficie le fue posible. Era de consumo tan masivo que no es exagerado decir que Llort era omnipresente.
Para el director del Museo de Arte, Roberto Galicia, el rasgo característico de la obra de Llort “es la sencillez. Está muy cerca del dibujo infantil. Es agradable, de fácil lectura, colorida, y logra penetrar en el imaginario colectivo”. Aún así, aclara, su estilo no tiene nada de primitivo.
Sus caminos se cruzaron por un amigo en común cuando apenas eran bachilleres, pero compartieron tanto maestros como espacios profesionales. De hecho, el primer encuentro de su vida profesional se dio en la Calle El Escorial 149, en la primera sede de la Galería Forma , dirigida por la pintora y gestora cultural Julia Díaz, una de las primeras en animarlo a dedicarse al arte. Díaz, recuerda Galicia, tenía un talento especial para “descubrir potenciales en algunos artistas”.
Hasta la fecha, el ahora Museo Forma exhibe de manera permanente dos piezas de su autoría y tiene nuevo local. Las autoridades de ese museo eligieron a 2008 como el año de Fernando Llort. Así, montaron una exposición que, cromáticamente, iba en sentido contrario de lo que, hasta la fecha, había mostrado Llort al público: “En blanco y negro. Fue una retrospectiva por su obra a través de bocetos inéditos”, explica Jackeline Peña, encargada de comunicaciones del Forma.
Antes de fundar su primer sala de exposiciones y ventas en uno de los extremos de la calle La Mascota, en San Salvador, sus piezas estuvieron a la vista del público en la Sala Nacional de Exposiciones y en la galería el Bigote Rosado, en Metrocentro. Su estilo naif ha sido plasmado en casi todo tipo de superficies, que van desde una serie de objetos de colección, como toallas, vidrio, cerámica, tarjetas de crédito; hasta escenarios a gran escala, como el vestíbulo de un hotel cuatro estrellas, los ornamentos litúrgicos que utilizó el papa Juan Pablo II en San Salvador en 1983 y, el que fue por siempre su mayor honor, la fachada de la Catedral Metropolitana.
Armonía de mi pueblo, popularmente conocido como “la toallona” fue un encargo del entonces arzobispo de San Salvador, Fernando Sáenz Lacalle, en 1997. Pero 13 años más tarde, los azulejos que conformaban el mosaico fueron destruidos por órdenes del sucesor de Saénz Lacalle: monseñor José Luis Escobar Alas, actual arzobispo de la capital.
La iglesia daba versiones contradictorias: que las piezas se estaban despegando y representaban un riesgo para los transeúntes, que dentro de la obra había signos de contenido masónico, que en realidad las víctimas eran ellos. Mientras tanto, las autoridades de cultura decidieron guardar silencio por una orden expresa del presidente Mauricio Funes para evitar entrar en conflicto con el jerarca. Como una persona de fe que declaró ser, Llort optó por el perdón; aunque la tristeza de ver destruido el trabajo de año y medio en cuestión de horas quizá nunca lo abandonó.
La destrucción del mural puso sobre la mesa, y en las redes sociales, un debate sobre la valorización del arte. La opinión pública estuvo muy polarizada incluso a la hora de discutir lo “bonito”, o no, de esa pieza de Llort. El mismo extitular de la Secretaría de Cultura, Ramón Rivas, denunció que desde Casa Presidencial llegó la orden para no avivar más el debate sobre cómo y por qué se removieron los azulejos.
Lo cierto es que el influjo de la semilla ha servido de referencia también para artistas contemporáneos como el ilustrador Gabriel Granadino. “Su influencia en mí está en un nivel muy amplio. Cuando decidí especializarme en ilustración, lo hice en ilustración infantil porque me interesaba obtener un lenguaje que, al igual que el de Llort, lo pudiera descifrar un niño pero también un adulto”, comentó Granadino. La técnica de Granadino, de hecho, tampoco se ha limitado a exhibirse en espacios exclusivos para obras de arte y sus ilustraciones han servido como distintivo de otro producto nostálgico: el queso vicentino.
La expresividad de Llort fue lo más cercano que tuvo El Salvador a una marca país durante décadas.“Él hizo algo muy positivo, porque lo hizo en momentos en que el país está inmerso en una guerra, orientado a otras cosas. Él dice: ‘Tengo que devolverle a las manos su capacidad creadora’”, dijo Regalado.
Por su parte, el pintor Salvador Vásquez recordó las otras obras complementarias a las pictóricas. 'Su trabajo tocó y transformó fibras importantes. (Tenía el) taller con los jóvenes de La Libertad, la técnica del muralismo con jóvenes en situación de riesgo (social). Un artista que siempre estuvo produciendo', manifestó Vásquez.
Llort también fue el elegido para intervenir el monumento al Hermano Bienvenido a Casa, en la intersección de la autopista a Comalapa con el Bulevar Los Próceres, entre otras múltiples obras que son puntos de partida y llegada para los salvadoreños. El arzobispado de Londres eligió a Llort para organizar la creación de la obra “Romero Cross” (La Cruz de Romero) en el templo católico Saint George. Es una cruz de cuatro metros, con el inconfundible estilo del artista, en homenaje a Monseñor Óscar Romero. En septiembre de 2013, La Cruz de Romero fue presentada al público.
La Palma se quedó sin su maestro generoso. Pero sus azules, sus pájaros coloridos y ese mensaje de alegría ya le han dado la vuelta al mundo.
* Con reportes de Lourdes Quintanilla