Centroamérica / Política

“Me decían: ‘Aguantemos con Morales’, y les respondía: ‘Ustedes no tienen que tragarse el asco’”

Lucrecia Hernández Mack, ex ministra de Salud del gobierno de Jimmy Morales, narra cómo se fue deteriorando, poco a poco, la estabilidad de un presidente rodeado de asesores y funcionarios que le aconsejaron pelearse con la CICIG para salvarse de las investigaciones en su contra. Según Mack, la Corte de Constitucionalidad podría destituir por desacato a dos de los ministros más fieles a Morales. 

Víctor Peña
Víctor Peña

Domingo, 23 de septiembre de 2018
Gabriel Labrador

 

Lucrecia Hernández Mack fue ministra de Salud en el gobierno de Jimmy Morales, pero solo aguantó 13 meses en el cargo. Renunció en agosto de 2017, luego de que el presidente Morales declarara non grato al comisionado Iván Velásquez, jefe de la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala. En esta entrevista, ella narra la transformación del presidente desde las propias entrañas del gobierno. Su relato perfila a un presidente inestable, pero sobre todo endeble y maleado por funcionarios ligados a casos de corrupción.

Hernández Mack fue invitada para formar parte del gabinete para revertir una histórica crisis en el sistema de salud, marcada por la precariedad y la corrupción, pero fue poco lo que ella y su equipo lograron hacer en ese tiempo. Llegó un momento en que necesitaban más respaldo del presidente pero este, dice, poco a poco tomó la decisión de posicionarse no a favor de la lucha contra la corrupción, sino contra la CICIG.

Salubrista de profesión, la ex ministra enumera los capítulos que marcaron el camino de Morales hacia el punto de no retorno en el que se encuentra ahora, justo en medio de una guerra abierta contra el jefe de la CICIG, el comisionado Velásquez; la Corte de Constitucionalidad y el Ministerio Público.

Lucrecia Hernández Mack es hija de Myrna Mack, una activista asesinada en los ochentas por un escuadrón de la muerte del ejército guatemalteco. Es, además, sobrina de Helen Mack, defensora de derechos humanos y una de las activistas guatemaltecas más destacadas en las protestas que estallaron en 2015 contra el último gobierno del Partido Popular de Otto Pérez Molina. Ella pensó y repensó la decisión de entrar al Gobierno porque le parecía que el de Morales era un gobierno promilitar. Ahora, dice, está confirmado. Abandonó el cargo consciente de que eventualmente su trabajo iba a resultar inviable ante el acoso permanente de diputados, mafias sindicales y del propio presidente.

¿Debería llamar la atención que Jimmy Morales aparezca acuerpado, en las conferencias, solo con tres funcionarios entre ministros y el procurador?

Es más complicado para el presidente convencer a 14 ministros y ministras, que solamente a los funcionarios clave que le han servido de respaldo (el ministro de Gobernación Deggenhart, la canciller Jovel y el Procurador). Hay otros que no son muy visibles, pero que al parecer son de los que le aconsejan: el secretario de inteligencia estratégica que es de apellido Duarte; y probablemente, Bustamente, un militar retirado que le asesora. Creo que el presidente está atrincherándose con los más leales, en vez de tener que lidiar con un consejo de ministros para tomar decisiones.

¿El presidente ha desacatado la orden de la Corte de Constitucionalidad para ponerle fin a Iván Velásquez como jefe de la CICIG?

No es el fin para Iván Velásquez, más con la carta que envió el Secretario General de la ONU, confirmando su estadía y pidiéndole al mismo Iván que designe o busque un comisionado adjunto. Él no deja de ser comisionado… Lo que ocurre ahorita es que debe de poder entrar, y si no lo dejan entrar, pues, seguramente, los primeros en ser destituidos por desobediencia tendrían que ser la ministra de Relaciones Exteriores y el de Gobernación. Ahora bien, algunos piensan que lo primero que debe pasar es que ocurra eso, que no lo dejen entrar a Guatemala, y hay otros, como el procurador de derechos humanos, Jordán Rodas , que plantean que la desobediencia ya ocurrió en el momento que la canciller manda la carta a Naciones Unidas (en la que da plazo de 48 horas para que sustituyan a Iván Velásquez); y cuando el ministro da declaraciones de que Velásquez no puede entrar al país. Sin embargo, la Corte esperará a que no lo dejen entrar para que proceda una destitución o ver si logra entrar Iván. Por ser el presidente un funcionario electo, la Corte de Constitucionalidad no puede destituirlo como sí lo puede hacer con sus ministros.

¿Usted cree que es un pleito personal lo que tiene el presidente con la CICIG o sus asesores le asesoran mal?

Creo que ya son las dos cosas. Él está defendiéndose él, su familia, por los casos de financiamiento ilícito.

¿Cuándo fue el primer gran cambio en el presidente respecto a la CICIG?

La relación cordial entre el presidente y la contraloría, el MP y la CICIG comenzó a distanciarse poco a poco, e incluso pasó a ser una rivalidad. Comenzó cuando sale la investigación del hermano y del hijo. Eso creo que generó las primeras facturas. Sin embargo, en esa primera ocasión su respuesta fue bastante atinada: dijo que no se iba a meter y que no iba a dar declaraciones al respecto. Pero a medida que iba avanzando la investigación, fue cambiando. Hubo una entrevista famosa de Jorge Ramos de Univisión donde él, básicamente, ninguneaba los hechos acusados a sus familiares; decía que era normal emitir facturas falsas. Y creo que aquí sí hay que ser críticos de la CICIG, de los medios, del sistema de justicia en general.

¿Por qué?

El caso tomó relevancia por los familiares del presidente, a pesar de que ellos eran solo actores marginales del caso. Era importante saber qué es lo que hizo la registradora de la propiedad que era la principal acusada. Hubo una mediatización alrededor de los dos familiares del presidente y creo que eso empezó a dar pie para que el presidente sintiera que era una persecución política.

¿Eso también alteró la estabilidad del presidente?

Cuando arrestan al hermano y al hijo, se les liga a proceso y les dictan prisión preventiva, se sentía la tensión. El presidente era una persona más irritable, más molesta, alzaba la voz, somataba la mesa…

¿En serio golpeaba la mesa?

Sí, o sea, se notaban los momentos de irritación y de estrés. De repente decía '¡Ya, no sé qué...!'. (Lucrecia golpea la mesa).

¿No era propio en él?

Yo no lo veía así antes. De hecho, como es actor, tiene la voz impostada, y todo eso, pero digamos que había momentos en que se salía del guion y sacaba eso.

¿Usted cree que esa personalidad del presidente ha sido aprovechada por Estados Unidos para presionarlo?

Creo que no, para nada, al contrario. Lo que ha pasado es que el presidente logró fortalecer su cabildeo en Estados Unidos, particularmente con algunos sectores conservadores, al mover la embajada de Guatemala a Jerusalén. Eso le ganó muchas simpatías al Gobierno. Y últimamente ha habido una discusión a si Guatemala se queda con Taiwán o si cambia a sus relaciones a China, entonces parece que ha estado ofreciendo eso para mantener esos apoyos por parte de políticos, más conservadores, también vinculados a iglesias evangélicas. Eso ha generado cierto círculo de apoyo que no tenía antes. El carácter ese de inseguridad de Jimmy no ha sido utilizado realmente por Estados Unidos, sino por otro tipo de actores que le dicen que él es el que tiene que mandar; y que la soberanía del país es a partir de lo que dice el presidente, y no lo que recomienden otros actores externos, sea Estados Unidos, Naciones Unidas o la comunidad internacional.

¿Habrá asesores que ven lo mismo que usted percibió en el presidente?

Así como me doy cuenta de la inseguridad de él, o sea… él necesitaba siempre reafirmarse: 'yo soy el presidente', 'yo soy el no sé qué', 'yo aquí toda la cuestión', 'yo soy el gobernante', 'a mí me eligió la gente”. Recuerdo una conferencia donde un reportero le dice: “Mire, presidente, dicen que aquí no hay quien gobierne”. El hombre se desencajó y empezó a decir una cantidad de incoherencias... Era muy fácil ver cómo se puede jugar con la inseguridad. Y había otros ministros que aprovechaban, que golpeaban la mesa y decían: “presidente, demuestre quién manda aquí, demuestre que hay quien gobierne”. Si le dicen: mire, usted no manda, lo están mangoneando, y le cuestionan su liderazgo… Es ahí donde, para compensar, saca su autoritarismo, su pequeño dictador que trae dentro. Si yo me percaté de eso, imagínense personas que se han dedicado a hacer perfiles y a manipular gente, por la experiencia en inteligencia militar... Aunque ahí estoy elucubrando, yo no sé. Pero con él es muy fácil identificar los botones para que reaccione de una u otra manera.

¿Cuándo comenzó a agravarse todo?

En marzo de 2017 ocurrió lo del Hogar Seguro, y son las primeras manifestaciones en contra de él. Eso lo saca de las casillas. Ese momento fue aprovechado por personas que eran cercanas a él, afectadas por casos penales... y fue entonces, creo, donde empezó a subir su nivel de paranoia. Antes, a mí me llegaban rumores, por ejemplo, de que estaban llegando los diputados de la bancada oficial a pedir mi cabeza con el presidente y vicepresidente. Entonces yo me sentaba con él y le decía: mire, me llegaron tales rumores. Él respondía: 'Ay, ministra, su cabeza me la están pidiendo desde el primer día que la puse'.

¿Quién era el que le pedía la cabeza?

Es un poco complicado, me cuesta identificar nombres y apellidos, pero sí sabía de los rumores.

'Cuando arrestan al hermano y al hijo, se les liga a proceso y les dictan prisión preventiva, se sentía la tensión. El presidente era una persona más irritable, más molesta, alzaba la voz, somataba la mesa', dice Hernández Mack. Foto de El Faro, por Víctor Peña.

¿En algún momento dudó si era conveniente trabajar para el gobierno de Jimmy Morales?

Como equipo de trabajo teníamos varias discusiones porque este era un gobierno, cuyo partido, había sido fundado por veteranos militares, muy conservador, y, en el caso mío, mi mamá [ Myrna Mack] fue asesinada en un operativo de inteligencia militar, y mi tía [ Helen Mack] es activista de derechos humanos, entonces había dudas sobre qué podía hacer una Mack en un gobierno promilitar o de veteranos militares.

¿Qué la hizo cambiar de opinión?

Para nosotros, entrar era coherente porque teníamos tres años y medio por delante para hacer cosas. Además, en el equipo teníamos gente que ya había pasado por el Ministerio de Salud. Hubo que entrar a aprender mucho de la administración pública, pero la parte técnica y la de política la teníamos clara. Nuestra propuesta era la política de salud más relevante en los últimos 25 años.

¿Pusieron condiciones al presidente?

Al inicio se mostró como una persona a la que no le importaba ser de izquierda o ser de derecha, sino solo el país. Él me había dicho: '¿Ustedes qué necesitan?'. Le pusimos tres condiciones: Una era que nosotros íbamos a hacer el equipo; la segunda era que necesitábamos una buena relación con el ministerio de Finanzas para asegurar el presupuesto; y la otra es que no nos estuviera llamando para beneficiar negocios ni andar contratando gente.

¿Creían que él haría un cambio?

Él nos aseguró que su interés era el país. Entonces pasamos a hacer los outsider del outsider, decíamos nosotros. Yo le había dicho que una cuarta condición que necesitábamos era estabilidad, porque en los últimos cuatro años habían pasado siete ministros, y los empleados decían: '¿para qué vamos a hacer esto? Si las jefaturas ya se van, son aves de paso'. Así que necesitaba que él nos diera los espaldarazos políticos para demostrar estabilidad. Entonces, en algunas reuniones tuvimos que hablar de los rumores (en nuestra contra).

¿Ustedes tenían respaldo de la embajada de Estados Unidos?

La embajada siempre fue... siempre nos decían que nos apoyáramos en la embajada.

¿Quiénes le decían esto?

Gente, para que recibiéramos un respaldo político en momentos en que se intensificaban las campañas de difamación en nuestra contra.

¿Por qué nadie les decía que también buscaran a la embajada de Noruega o Suecia?

Porque no tienen el poder que tienen los gringos. Y porque en términos simbólicos pesa más una llamada del embajador de Estados Unidos que el embajador de Suecia.

¿Eran frecuentes esas llamadas?

Mucha gente pensaba que yo había sido colocada en el gobierno por la embajada, pero no. Yo no tuve mayor relación con la embajada, pero eso era lo que nos recomendaban. Yo veía USAID y otras, y el mismo embajador, siempre se referían a cosas que estaban pasando en los ramos de Seguridad y Defensa, pero no en otras carteras. Sí sentimos que la lucha contra la corrupción no es en general, sino para estos temas particulares.

Volvamos a la paranoia del presidente. ¿Cómo aumentó tras el incendio del Hogar Seguro?

Eso le generó un momento difícil porque se fue presa Anahí Keller, quien había sido su productora del programa de televisión que tuvo durante muchos años. Él la había puesto en la Secretaría de Bienestar Social porque era una persona de la iglesia evangélica, muy colaboradora y que había trabajado con jóvenes. Siento que el presidente se sintió acorralado y ahí ocurrió un mayor distanciamiento. Después comienzan a surgir estos rumores de que había un grupo de ministros y ministras que éramos, tal vez, más cercanos a estos actores -CICIG, MP, embajada, qué se yo...- u otros colectivos específicos que habían participado las manifestaciones a favor de las niñas. Hubo un rumor por el cual me tuve que sentar a hablar con él, donde decían que yo era una infiltrada de un colectivo político que se llama Somos, y del movimiento Semilla, que en ese momento no me acuerdo si eran comité pro formación de un partido... Decían que yo era parte de un plan de la izquierda para hacer un golpe de Estado desde adentro. Estos mensajes, de que yo era el alacrán en la camisa del presidente, se lo decían a él, y yo se lo escuchaba a él.

¿A él?

Por ejemplo, una vez estábamos presentando cómo íbamos a contratar más de seis mil trabajadores para los siete departamentos priorizados en el plan de salud, y nos dice: “Ah, ¿pero ustedes quieren armar su plataforma política ahí?”. Y nosotros nos quedamos mudos, totalmente. Le llegaron a decir que nosotros estábamos haciendo eso.

¿Tenía asidero esa suspicacia?

Tuve que aclarar muchos rumores con él. Por ejemplo, hubo un spot que había sido aprobado por junta directiva del nuevo censo nacional, y por distintas instituciones del Estado. Era una campaña que se llamaba Somos, Contamos y Valemos. En el spot salía gente que decía 'somos indígenas', 'somos mestizos', 'somos el pueblo', 'somos el campo', 'somos de la ciudad'; entonces la gente de la secretaría de Comunicación Social decía que el censo estaba siendo politizado y que estaba haciendo campañas para el movimiento Somos, después de que había sido aprobado por la misma directiva del censo. En ese momento yo era de Somos, se lo dije al presidente, pero le dije que no era cierto eso que decía la secretaría.

¿Ordenó la remoción de gente por esos rumores?

El presidente le dijo a mi viceministro de Salud que había pedido que se despidiera a Ekaterina Parrilla, la directora del censo, porque ella tenía a gente de Somos en el equipo; y que a él -eso le dijo al viceministro- no le iban a ver la cara de pendejo. Me pidió también que saliera mi subcoordinadora de comunicación, que había participado en las manifestaciones del Hogar Seguro, y que es de un colectivo que se llama Justicia Ya.

¿Y usted?

Había diputados que querían que nos quitaran, eran de la bancada oficial de FCN-Nación, pero ha de haber habido otras. El mismo sindicato de Salud también le dijo que nos quitara. Los diputados me citaron a mí y trataron de interpelarme, y empecé a notar que muchas cosas que decían los diputados, que decían los net centers, y que eran promocionados y pagados por diputados como Luis Hernández Azmitia, luego las decía el presidente. En ese momento, sin embargo, nos sentíamos muy respaldados porque dábamos resultados y había una opinión favorable respecto del trabajo. Eso hacía que el mismo presidente no nos quitara, porque habría implicado un costo político.

'Sí sentimos que la lucha contra la corrupción no es en general, sino para estos temas particulares (gobernación, seguridad)', dice Hernández Mack, en alusión a la falta de apoyos para investigar la corrupción en el sector salud. Foto de El Faro, por Víctor Peña.

¿Cómo se sembró la idea en su cabeza de que lo mejor era salir?

Cuando él toma la decisión de declarar non grato al comisionado de la CICIG Iván Velásquez. Ahí dijimos que no podíamos seguir acá, y la decisión fue otra vez en equipo.

Suena un poco abrupto. ¿Usted no tuvo un proceso gradual de construcción de ese rechazo como lo tuvo el propio presidente?

A nosotros nos tomó por sorpresa el anuncio de non grato. En general, él había cumplido con las condiciones que le pusimos y nosotros entramos sabiendo esas condiciones. Estábamos intentando avanzar al mismo tiempo que estábamos dándonos de “cuentazos” con los diputados y sindicatos, y estábamos dispuestos a seguir el trabajo. Luego de lo del non grato, venían rumores de que iban a investigar al presidente por financiamiento electoral ilícito y habíamos platicado qué hacer, qué haríamos cuando eso se presentara. ¿Seguiríamos o no? ¿Qué pasaría? 

¿Ustedes los ministros lo supieron antes que todos?

Lo supe un lunes por la noche; el martes se hizo público, el miércoles dijeron que siempre no iba a pedir que saliera, porque no era declararlo non grato sino que iba a pedirle a Naciones Unidas que lo cambiara. Después nos dijeron que no lo había pedido en Naciones Unidas y alguien nos dijo: 'puede ser que lo declare non grato'. El análisis que hicimos fue que había una contradicción ética. Uno de nuestros principios era la cultura de transparencia, y uno de nuestros ejes era la gestión transparente, y viene ese señor y declara non grato a uno de los principales actores que ha hecho la lucha contra la corrupción... es porque se está poniendo del lado de la corrupción. Eso por un lado. Y por otro, veíamos que se generaba unas condiciones políticas que hacían inviable el trabajo político que estábamos haciendo, porque estábamos peleándonos con todos estos actores: diputados, mafia sindical... Nos iban a hacer la vida imposible.

Si pelearon todo el tiempo, ¿por qué de pronto dejar de hacerlo?

La lectura que hacíamos era que iba a haber un nuevo intento de interpelación para echarme... Al final de cuentas, no íbamos a poder avanzar porque el Congreso, cuando el ministro o un funcionario no les hace el juego, ellos se convierten en un tubo metálico que se ensarta en un engranaje e impide el avance y deja de funcionar. Dijimos, entre la contradicción ética y la inviabilidad política, mejor nos vamos.

Hasta ahora usted solo me ha dicho…

…Y además no íbamos a seguir con un jefe, o sea... a mí me decían “aguantemos, aguantemos”. Y yo les respondía: “es que ustedes no son los que tienen que ponerse a la par de él, tragarse el asco y lavarle la cara”. ¡No! O sea, ¡no! No me pidan eso, pues, porque uno termina legitimando las decisiones completamente incorrectas, y lo de él fue una obstaculización a la justicia. Él decidió declarar non grato a Iván Velásquez cuando sacaron el caso de financiamiento electoral ilícito y pidieron que se le quitara el fuero.

¿Qué tan frecuente es que el presidente buscara ministros para lavarse la cara?

A él le encantaba esto: tener conferencias de prensa en donde estuviéramos los ministros y él se reafirmaba diciendo: 'Ministro de Finanzas, le instruyo que garantice el presupuesto'.

A lo Hugo Chávez.

'Ministra de Salud, necesito tantos puestos de salud y tal hospital no sé qué…". A él le encantaba eso. “¿Cuántos kilómetros asfaltados?”. “Tanto...”. “Lo instruyo de esto y lo otro...”. Eso le gustaba. Y esa es otra cosa: él nunca se presentó solo a una conferencia de prensa. Él se esconde de la prensa, siempre salía con sus ministros, instruyéndolos. Para lo del Hogar Seguro, por ejemplo, nos pidió que todos saliéramos ahí, respaldándonos.

¿Todo el gabinete era obediente a Jimmy Morales?

Habíamos algunas voces más disonantes o no tan complacientes como la ministra de Trabajo, y en algún momento, el ministro de Finanzas, el entonces ministro de Gobernación (Francisco Rivas), y yo. Éramos los que preguntábamos un poco más en el Concejo de Ministros, tanto que alguna vez le dije: “presidente, no es por nada, pero esto se llama Consejo de Ministros, deje que lo aconsejemos”. Hubo un estado de excepción en el que no quise firmar, al final no pasó, no fue necesario implementarlo, pero no lo quise firmar. Le dije al secretario general: “yo no quiero firmar esto”. Se me quedó viendo y luego el presidente reaccionó así: 'Ministra de Salud me avisan que usted no ha firmado', frente a todos. “¿Por qué razón?”. “Por tal y tal razón”. Él dijo: 'Mmm, pues no la puedo presionar ni obligar, pero piénselo'. Otros ministros nos alegaban a la ministra de Trabajo y a mí que por qué no respaldábamos totalmente al presidente, que cómo era posible. Decían: “ni sus ministras lo quieren apoyar, presidente, dese cuenta”.

¿De qué eran esos estados de sitio?

Era una situación en Ixchiguán, departamento de San Marcos, porque se había subido de nivel la conflictividad por un problema de linderos con Tajumulco. Es bien compleja la situación y estaban pensando en un estado de sitio.

¿Qué tan frecuente era que él llegara con propuestas descabelladas al Consejo de Ministros o propuestas que ustedes cuestionaran mucho?

No, no era tan descabellado. Lo que pasa es que el secretario general no es muy bueno y hacía cosas que no iban.

¿Por ejemplo?

Hubo un estado de calamidad, un estado de excepción... Llegan las autoridades a decirnos que había mucha lluvia y mucho riesgo de que hubiera deslave y derrumbe sobre la aldea en la zona 6, no me acuerdo dónde exactamente. Entonces, querían evacuar a la fuerza. No había modo que el secretario general entendiera que no tenía por qué, para evacuar, limitaran la movilización y a los medios de comunicación. O sea, tomaban decisiones sin fundamento o las fundamentaban mal en los acuerdos gubernativos.

¿Estamos hablando de un secretario y un presidente que no tienen la experiencia necesaria o algo peor?

No son buenos en su profesión. Por lo menos un abogado... Yo tuve algunos asesores administrativos que leían las propuestas de ley y me decía: esto no lo firmés, esto sí, y esas cosas. La primera recomendación que me dio alguien al entrar al ministerio fue: “no firmés nada que no te hayan leído, conseguite que te lean para que todo lo que firmés esté dentro de la ley”.

¿Cuántas cosas no firmó?

En general, todo era como cuestiones administrativas que ni siquiera me tocaba a mí, sino que le tocaba a mi equipo venir, devolverlo, que se arreglara, se compusiera, y yo firmaba las cosas cuando ya estaban bien. Sí dejé de firmar un par de licitaciones con irregularidades y ese tipo de cosas.

¿El presidente le pidió algo especialmente recriminable?

El presidente nunca nos pidió nada malo, nada corrupto, en general, nos dejó hacer. Pero había muchas cosas que estábamos haciendo o que necesitábamos en el Ministerio de Salud. Por ejemplo, el ordenamiento del aspecto laboral necesitaba de decisiones que se tomaban a su nivel.

¿Era visible la crisis de salud por esa falta de decisión del presidente?

Como alguien decía, entrar al Gobierno después de la administración del Partido Popular de Pérez Molina era como entrar a una casa saqueada, donde estaba todo desordenado, quebrado… Había que limpiarla, reamueblarla y ponerla a funcionar. Había duplicidad de funciones, estructuras parainstitucionales, no había procedimientos administrativos claros, los procedimientos no eran apegados a ley o normas, y había un problema institucional laboral porque cumplir con los pactos colectivos a veces significaba violar leyes de administración pública. Cuando entramos, de las 29 áreas de salud, 19 estaban tomadas por el sindicato mayoritario, por eso es que se fue el ministro de Salud, porque no pudo lidiar la conflictividad. Y nosotros comenzamos a ordenar las cosas. Comenzamos a hacer una gestión pública más ordenada porque el ministerio de Salud tiene una adicción a las compras directas. Son compras muy ágiles, poco transparentes y sin economías de escala, y nosotros comenzamos a promover licitaciones, contrataciones, a armar las bases para cuatro paquetes de contratos abiertos, dijimos no al clientelismo político....

Perdón, ¿al qué?

Al clientelismo. A nosotros se nos acercaron los diputados para pedirnos que les contratáramos gente. Nosotros encontramos mil cincuenta cartas provenientes de la Secretaría Privada de la Presidencia, vicepresidencia, Registro de la Propiedad, como 600 o 500 provenientes de diputados... filiales del Partido Patriota, enviadas casi todas al ministro de Salud del gobierno anterior, pidiéndole la contratación de fulanito, sutanito, menganito, en tales y tales puestos. ¡Mil cincuenta cartas! De las mil cincuenta había alrededor de 500 que sí habían sido contratadas y se hizo la denuncia ante el MP y la CICIG.

¿Había plazas fantasmas?

El ministerio era una agencia de empleo para los diputados y los partidos. Como decía nuestro jefe de la Unidad de Transparencia y Anticorrupción, es muy difícil que un ministerio de Salud cumpla con los fines para los que está diseñado cuando en realidad solo es un aparato sofisticado de corrupción. Todo es negocio. Hay una creatividad enorme para sacarle raja al Estado en cualquier transacción, desde fotocopias, vales de combustible, los talleres de mecánica... Por ejemplo, hubo un director de área Retalhuleu en donde, en componendas con la cúpula sindical del lugar, compraban llantas nuevas para las ambulancias, nunca se las ponían, las dejaban con las llantas viejas y vendían las llantas nuevas en otro lado. Y como estaba vinculado, y era amigo del gobernador...

¿Por qué no se logró erradicar la corrupción en el Ministerio de Salud?

No sé, no sé… La corrupción en el ministerio de Salud se siente, se ve... No habían vacunas, medicamentos, presupuesto, eran solo deudas, no se le pagaba salario a los profesionales en meses... se siente.

El presidente Morales aceptó la renuncia de Julio Héctor Estrada y en su lugar llegó Víctor Martínez. ¿Qué significa para la lucha contra la corrupción la salida de Estrada?

No tengo información, y lo que puedo decir es conjetura, pero lo que sí es interesante es que el nuevo ministro, quien había sido viceministro, es unionista, viene del mismo partido que Álvaro Arzú, el alcalde que falleció y que de alguna manera había sido uno de los principales aliados de Jimmy Morales antes de morir. No creo que en términos de gobierno vaya a haber mucha diferencia entre el trabajo que hacía Julio Héctor y el que pueda hacer él. Víctor puede seguir apoyando las decisiones que tome Jimmy. Puede que Julio Héctor no estaba ya con esa misma disposición de apoyar todas las decisiones del presidente, o puede ser que Julio Héctor tuviera también otras oportunidades de crecimiento profesional en otros espacios. No lo tengo claro.

logo-undefined
CAMINEMOS JUNTOS, OTROS 25 AÑOS
Si te parece valioso el trabajo de El Faro, apóyanos para seguir. Únete a nuestra comunidad de lectores y lectoras que con su membresía mensual, trimestral o anual garantizan nuestra sostenibilidad y hacen posible que nuestro equipo de periodistas continúen haciendo periodismo transparente, confiable y ético.
Apóyanos desde $3.75/mes. Cancela cuando quieras.

Edificio Centro Colón, 5to Piso, Oficina 5-7, San José, Costa Rica.
El Faro es apoyado por:
logo_footer
logo_footer
logo_footer
logo_footer
logo_footer
FUNDACIÓN PERIÓDICA (San José, Costa Rica). Todos los Derechos Reservados. Copyright© 1998 - 2023. Fundado el 25 de abril de 1998.