Columnas / Desigualdad

El llamado a la tribu

Las marchas “por la familia” crean fraccionamientos en la sociedad. Al crear condiciones para que crezcan los prejuicios, se deteriora el ideal de coexistencia que debe prevalecer en un Estado de derecho.

Martes, 13 de noviembre de 2018
Herman Duarte

El 6 de noviembre del 2018, en El Diario de Hoy, el especialista en artes marciales, experto en seguridad y manejo de armas de calibre pesado, Luis Contreras, escribió la columna Marchando en defensa de la verdad (irónico título) en referencia a la marcha organizada por iglesias evangélicas y otros satélites conservadores. En la columna, Contreras evidencia sus simpatías –qué vergüenza- por personajes de la extrema derecha europea, xenófoba y racista, encarnada en personajes como Sebastián Kurz de Austria y Viktor Orban, de Hungría (busque sus nombres en periódicos de referencia y encontrará sobrada evidencia de sus posturas racistas contra todo aquel que no es blanco, antimigrantes y por supuesto, antiderechos de las minorías). Estos personajes que se alinean en el mismo carril del odio que colocó a Bolsonaro y a Trump en el poder, nos recuerdan que existe una ola de políticos populistas, antidemocráticos, que mueven los institutos más primitivos de las masas, apelando al miedo, explotando las inseguridades y activando las necesidades de supervivencia; haciendo un verdadero regreso a la tribu.

El artículo de Contreras no surge de manera espontánea; se enmarca dentro de las campañas de los grupos ultra conservadores anti diversidad sexual. En El Salvador, una líder visible de estos grupos es Julia Regina Cardenal Sol, de la organización Sí a la Vida (quién tiene notable experiencia como lobbista del Legislativo, impulsando reformas discriminadoras, como por ejemplo la prohibición absoluta de matrimonio entre personas del mismo sexo que impulsó en el 2016 tras la demanda que interpuse al respecto ). Estos grupos llaman a los movimientos feministas o de la población LGBTI como promotores de la “ideología de género” para poder mezclar harinas de diferentes costales; los perfilan como una amenaza para la sociedad, cuando en realidad no pretenden afectarle la vida a nadie, sino que únicamente buscan que se empiece a respetar sus derechos civiles. No se trata de privilegios (como sería no pagar impuestos, como hacen algunas iglesias), sino que se trata de derecho de igualdad ante la ley, un principio básico del Estado de derecho.

Los grupos con los que simpatiza Contreras viven enfrascados en teorías de conspiración de los años ochenta; hablan de “preferencias sexuales” (como si uno pudiera “preferir” hoy una cosa y mañana otra. Hagan la prueba, tomen una foto de alguien de su mismo sexo y decidan que les gusta… no van a poder cambiar su “preferencia” porque no se trata de un gusto adquirido); rayan con la fantasía de un mundo “gobernado” por George Soros, trayendo al temido fantasma del comunismo/marxismo; hablan de un afamado “lobby gay” que supuestamente financia todas las causas “malignas” (si lo conocen, que me lo presenten para plantearle varios proyectos); y niegan las toneladas de evidencia científica por las autoridades mundiales sobre el tema (Organización Mundial de la Salud, Asociación de Psicología Americana, Asociación de Psiquiatría Americana, Asociación Mundial de Psiquiatría) en donde se establece de forma contundente que ni la homosexualidad, bisexualidad ni la transexualidad son una enfermedad mental.

Estos grupos hacen un grito para regresar a la tribu: como los flat earth theorists o los anti calentamiento global, se dedican a rechazar la evidencia de la ciencia, promueven la represión de las personas, buscan limitar las libertades individuales de los demás y moldear las sociedades de acuerdo a sus prismas morales, subjetivos e imprevisibles. El uso de la “ideología de género” constituye un discurso de odio encubierto en lenguaje inocente, donde crean una dicotomía del tipo “ellos” contra “nosotros”, donde “ellos” son una amenaza contra “nosotros”. Usan apelativos despectivos (pervertidos, enfermos, sodomitas, sidosos, poseídos por el diablo) contra el grupo instrumental (feministas o lesbianas, gays, bisexuales, trans) para que poco a poco pierdan su humanidad. Los creadores del término “ideología de género” –una construcción falaz- se enfocan en señalar a la diversidad sexual como una amenaza contra la familia.

¿Qué hace alguien cuando tiene una amenaza o un riesgo? Se defiende. Este es el verdadero riesgo de estos discursos: Argumentar que todo se vale para “proteger a la Familia”. Cuando se argumenta que los grupos “promotores” de la “ideología de género” llevan una “agenda encubierta” para supuestamente transformar a todas las personas en homosexuales (científicamente imposible. Haga la prueba, su cuerpo no le va mentir, lo que le gusta… le gusta. Lo que no le gusta, no le gusta. Nadie lo va cambiar, ni a usted, ni a sus hijos, ni a su marido); reducir la población mundial (por favor, seamos serios estamos en un mundo con 7.5 mil millones de habitantes); “destruir” a la familia (si la familia solo se destruye cuando no hay amor, dejemos de implantar odio) lo que se busca es lograr la cohesión a través de una campaña de miedo, a través de un acorralamiento cuyo caldo de cultivo se genera por la ignorancia y el prejuicio. El riesgo, muy grave, es que poco a poco todo se alinee para que surjan ataques contra la población LGBTI, o contra las feministas, bajo el argumento de que hay que “sobrevivir”.

Olof Palme el primer ministro sueco, asesinado un 28 de febrero de 1986, nos explicó: “Nos gusta vernos a nosotros mismos como mente abierta y tolerantes. Pero no es tan simple. El prejuicio no necesita estar enraizado en algún tipo de teoría complicada. Sus orígenes son mucho más básicos. El prejuicio esta enraizado en la vida diaria…y sobretodo se trata de una expresión de ignorancia y miedo. Ignorancia sobre lo que hace a otras personas únicas. Miedo a perder una posición, un privilegio social, un derecho previo”. Al crear condiciones para que crezcan los prejuicios, se va deteriorando el ideal de coexistencia que debe prevalecer en un Estado de derecho. En este sentido, este tipo de marchas “por la familia”, lo que crea son fraccionamientos en la sociedad. Y es ofensivo para miles de familias leer declaraciones donde se plantea que todos los que vengan de hogares desintegrados están condenados al fracaso o se transformarán en pandilleros para justificarse. El verdadero motivo de la marcha es el bloqueo de información objetiva, respaldada en las tendencias modernas y dominantes en el derecho y la ciencia alrededor de la identidad sexual y la educación sexual. Recuerden que el hecho que los padres tengan derecho a educar a sus hijos no se trata de un derecho superior al derecho del menor a recibir información objetiva, seria y veraz para su formación como ser humano.

Finalmente, si dos adultos libremente deciden hacer una vida en pareja ¿por qué el Estado no los apoyaría? ¿Quién es uno para decir que algo es incorrecto o correcto? El Estado, según la Constitución, está para todos los ciudadanos, donde todos son iguales en dignidad. En ninguna parte de la Constitución viene un pie de página o un asterisco para decir una serie de excepciones. La Constitución no dice “todos son iguales, menos los gays y las mujeres”. No, la Constitución establece que todas las personas somos iguales y ya es momento de llevar a El Salvador al siglo XXI. No podemos seguir viviendo en una sociedad donde unos se creen superior a otros. ¿Qué no se dan cuenta que, en parte, por eso vivimos en una sociedad tan convulsa?

Herman Duarte es abogado fundador de Hduarte Legal y Fundación Igualitxs y autor del libro ¿Es Justificable discriminar? Una Discusión Cultural Sobre Estado de Derecho, Libertades y Sexualidad”,  publicado en Madrid por la editorial Aranzandi de Thomson Reuters.
Herman Duarte es abogado fundador de Hduarte Legal y Fundación Igualitxs y autor del libro ¿Es Justificable discriminar? Una Discusión Cultural Sobre Estado de Derecho, Libertades y Sexualidad”,  publicado en Madrid por la editorial Aranzandi de Thomson Reuters.

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