El 15 de marzo de 2011 el presidente Mauricio Funes anunció uno de los programas insignia su gestión. Prometió que con la entrega de un vaso de leche a cada estudiante de las escuelas públicas, el primer gobierno del FMLN reduciría la desnutrición. “Niños y niñas: La mala alimentación impide a los niños tener un buen rendimiento físico e intelectual, que es una barrera inclusive para el aprendizaje, que lleva a muchos al fracaso escolar y que aboga el círculo vicioso y la exclusión de la pobreza”, dijo, rodeado por estudiantes de una escuela urbana de Santa Ana. Le acompañaba el entonces ministro de Educación y vicepresidente de la República, el excomandante guerrillero Salvador Sánchez Cerén, que lo sucedería en la presidencia en 2014.
Así arrancó el programa presidencial “Vaso de Leche”, que sobre el papel buscaba nutrir a los niños del sistema de educación pública y, al mismo tiempo, reactivar la ganadería nacional. La leche del programa, según su diseño, debía ser líquida y provista por ganaderos locales para luego ser entregada en cada una de las escuelas del país. Fue en los años siguientes uno de los proyectos más publicitados por los gobiernos del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional. En 2013, un año antes de dejar el Gobierno, Funes lanzó una campaña de propaganda en la que aseguraba haber nutrido a 800 mil niños. En video aparecían niños sonrientes con bigotes de leche encima de los labios. Sánchez Cerén, en ese momento candidato a la presidencia, prometió continuar con el programa y una vez elegido cumplió esa promesa. Pero lo que no publicitaron los gobiernos del FMLN es que el programa nunca priorizó llegar allá donde más se necesitaba: las 2,000 escuelas más pobres del país.
Una de esas escuelas estaba ubicada a 33 kilómetros del lugar en el que Funes inauguró el programa. Delmy Polanco, directora y única maestra del Centro Escolar Caserío El Tule, en el Cantón El Pinalón del municipio de Santa Ana, recuerda muy bien aquella promesa. Dice que sigue esperando que esos vasos lleguen hasta su escuela.
A los días de iniciado el programa, el Ministerio de Educación (Mined) le informó que El Pinalón no sería beneficiada. “Me dijeron que no nos habían incluido porque un vehículo sencillo no puede subir donde está la escuela”, recuerda Delmy, que ahora atiende a 27 estudiantes. Su escuela está ubicada a una hora y media del centro de la ciudad de Santa Ana, si el vehículo es bueno, de doble tracción y logra sortear curvas, terrenos sinuosos de montaña y un riachuelo. En teoría, el Vaso de Leche debía llegar de forma gradual a todas las escuelas públicas del país, pero a ocho años de su implementación el Mined ha hecho poco o casi nada para alcanzar a escuelas como las de Delmy.
El alcance ha sido, efectivamente, creciente. En 2011, el programa atendió 247,903 estudiantes (el 19% de los que asistían a escuelas públicas); en 2013 llegó a 800 mil (el 61.3%) y en 2019 la cobertura creció hasta alcanzar a 1,174,753 estudiantes. Pero se ha priorizado el envío de leche líquida a las escuelas ubicadas en zonas urbanas o de fácil acceso para los distribuidores, y como resultado el Vaso de Leche llega a 3,085 escuelas, en las que estudian el 90 % del total de estudiantes del sistema público nacional. El otro 10 %, los 130,000 alumnos de las 2,000 escuelas restantes, quedó, otra vez, del otro lado de la grieta.
“No es fácil hacer llegar la leche líquida a esas escuelas”, argumenta Leonardo Quiroa, gerente del Programa de Alimentación y Salud Escolar (PASE) del Mined, la oficina responsable del Vaso de Leche. “A las que son muy pequeñas, llevarles 5 litros de leche resulta muy caro”.
Un programa “prioritario” pero sin recursos
El Gobierno ha invertido hasta hoy 48 millones de dólares en el programa Vaso de Leche. La apuesta, que según la publicidad estatal buscaba combatir una de las más evidentes expresiones de la desigualdad, la desnutrición infantil, terminó acentuando la diferencia en las escuelas más pobres. Fuera de las rutas de entrega de leche líquida, esas 2,000 escuelas reciben, a través de otro programa el Mined, leche en polvo importada, con menor contenido nutricional. Irónico, si se toma en cuenta que, de esas 2,000, una de cada cuatro no tiene servicio de agua potable. Los directores, además, deben idear la manera de ir a recoger los paquetes de leche a centros de acopio en las urbes y hacer lo que no hace el Ejecutivo: llevarla a los centros escolares más recónditos del país.
Ese es el caso de Delmy. La escuela de El Pinalón son dos aulas. La primera, donde imparte clases, tiene ilustraciones de la pirámide de alimentos. Carnes, harinas, vegetales. Pósters para orientar, cual espejismo, sobre una dieta balanceada. En el otro salón hay una bodega improvisada con un estante lleno de libros deteriorados por el polvo, una plancha de cocina arruinada desde hace 14 años, cuando Delmy recibió la Escuela, y tres barriles de plástico donde la maestra-directora almacena alimentos: frijoles, arroz, aceite, azúcar, bebida fortificada. Y leche en polvo. “Para muchos de mis estudiantes la motivación para ir a estudiar es la comida”, cuenta. “Los niños vienen de familias que comen lo que cultivan: maíz y frijol. Es extrema pobreza”.
En los últimos ocho años, Delmy ha hecho lo que el Mined asegura que es muy caro y difícil. Tres veces al año, en enero, junio y agosto, sale de la escuela, camina 15 minutos, baja y sube cerros, para luego subirse a un pickup de su familia que la lleva hacia Santa Ana. Allí, en un centro de acopio del Mined, recibe la canasta básica para su escuela. Luego desenreda sus pasos para encontrarse, en una loma, con un padre de familia y un exalumno que la esperan con dos caballos para llevar los alimentos hasta la bodega-salón de clases.
El Gobierno sabe desde que lanzó el programa en 2011 que llevar leche líquida a escuelas como la de Delmy aumenta los costos, pero nunca dio más fondos. “Hacer llegar la leche líquida a escuelas pequeñas y de difícil acceso incrementa casi al doble el flete de transporte. No nos alcanzaría para tantos estudiantes”, dice Quiroa.
La empresa La Salud, que luego de recibir de ganaderos nacionales la materia prima se ocupa del proceso industrial de pasteurización, empacado y distribución de la leche para el Mined, se lava las manos. Su presidente, Juan José Arce, señala que la responsabilidad de llegar a más escuelas es del Gobierno, no de su empresa. “Puede ser cierto lo que dicen los técnicos del MINED de que el precio se duplica”, comenta, “pero en ese tema no decidimos nosotros. Allá ellos harán sus números. Nosotros no sabemos dónde están esas escuelas. Deben de estar en lugares con acceso complicado, zonas inhóspitas”.
El viceministro de Educación del gobierno Funes, Héctor Samour, insiste en que, con el presupuesto que recibía el Mined, era imposible hacer llegar la leche a las 2,000 escuelas excluidas, aunque reconoce la contradicción: “Eran las escuelas más pobres la que tenían que haberla recibido”, dice.
Consultado sobre si el Gabinete Social del Ejecutivo llegó a discutir el hecho de que estaban dejando fuera del programa a las escuelas más abandonadas, Samour responde en tercera persona: “Yo creo que el problema se miraba, pero no le encontraron solución. El programa se manejaba con los límites impuestos por el presupuesto”.
Cuando Salvador Sánchez Cerén llegó a la presidencia en 2014, la coordinación principal del programa recayó en su ministro de Educación, Carlos Canjura. Este responde, de nuevo, que durante su gestión hicieron lo posible con el presupuesto que tenían asignado por Casa Presidencial. “Con los fondos que teníamos llegamos a la mayor población posible. Por eso no hubo atención diaria para los estudiantes en ese tema. Lo ideal era que diariamente se tuviera”.
Los 27 niños, de parvularia a sexto grado, a los que Delmy imparte clases en el Caserío El Tule, viven en carne propia estos límites presupuestarios, que van más allá de la entrega o no de leche. El 14 de febrero, la empresa estatal de aguas, ANDA (Asociación Nacional de Acueductos y Alcantarillados), cortó el suministro a la escuela porque la tubería que sale de la montaña cumplió su vida útil y ya está quebrada. “En ANDA nos dijeron que el agua se desperdicia acá y no llega a Texistepeque, y que lo más conveniente era cortarla”, dice Delmy. “Ahora cada niño trae agua de su casa”.
En comunidades como esta, las carencias se compensan con la voluntad de los padres. Mirna Aguilar tiene 56 años y cinco de sus nietos y su hijo menor son alumnos de Delmy. Como la escuela no tiene un lugar para cocinar, Mirna usa la cocina de leña de su casa para preparar el arroz con leche, que el 23 de julio de 2019 fue la merienda principal de la escuela. Dosifica para que la leche en polvo dure más. “El agua la vamos a traer. Hay unas mangueras que van a dar a la pila. De ahí sacamos el agua que usamos para preparar la leche”, dice. “Es agua de un nacimiento. Es un chorrito el que cae. Está que ya se va a secar”.
501 de las 2,000 escuelas condenadas a la leche en polvo acarrean agua de lagos, ríos y nacimientos; ocupan agua de lluvia almacenada en tanques; acuden a reservorios comunales de agua o se abastecen a través de pipas.
En contraste, el mandatario que puso en marcha el programa en 2011 y que lo institucionalizó por Ley en 2013, está hoy acusado de desviar, durante sus cinco años de administración, 351 millones de dólares pertenecientes a la partida secreta de la presidencia, un fondo de uso discrecional que el Presupuesto General adjudica al Presidente. Mientras el programa Vaso de Leche tenía adjudicados 6 millones de dólares al año, sobre Mauricio Funes pesa una acusación por sustraer de los fondos públicos de Casa Presidencial 70 millones cada año, según el expediente judicial. Solo en sobresueldos, pagados con esa partida secreta a titulares de más de 40 instituciones públicas, Funes erogó un estimado de 60 millones de dólares durante su gobierno; doce al año. El doble del presupuesto anual del Vaso de Leche para más de un millón de estudiantes de escuelas públicas.
El Faro contactó a través de mensajes directos en Twitter al expresidente Funes, hoy prófugo de la justicia salvadoreña y asilado en Nicaragua bajo la protección del régimen de Daniel Ortega, que acaba de concederle la nacionalidad nicaragüense para impedir una futura extradición. Dejando de lado las pruebas disponibles del derroche de fondos públicos que hizo en joyas o viajes personales durante su gobierno, se le consultó por qué no dio prioridad presupuestaria a este programa de Gobierno frente a, por ejemplo, el pago de sobresueldos a funcionarios. Pese a las pruebas ya publicadas por este periódico, Funes negó que haya pagado sobresueldos y aseguró que su administración dio la atención debida al programa. “El programa vaso de leche fue una prioridad en mi gestión y formó parte de la estrategia de inclusión social y combate a la pobreza que iniciamos desde el primer día de gobierno”, aseveró.
En su respuesta, el mandatario invitó a preguntar a “los funcionarios que tuvieron bajo su responsabilidad el diseño e implementación de tan exitoso programa” para obtener más detalles. Cuando se le dijo que tanto el encargado del programa como el viceministro de Educación de su administración afirman que el Vaso de Leche tuvo un presupuesto insuficiente, Funes terminó culpando a los gobiernos que le precedieron por la falta de recursos. “Dada la cantidad de necesidades insatisfechas que heredamos de los 20 años de gobiernos de Arena, cualquier asignación presupuestaria siempre iba a resultar insuficiente”, dijo.
Su sucesor, Salvador Sánchez Cerén, a pesar de haber basado su campaña electoral en programas sociales, tampoco inyectó recursos extra al Vaso de Leche durante su quinquenio. El Faro dejó una carta en su vivienda con preguntas sobre el programa y su grado de prioridad en el gobierno 2014-2019, pero al cierre de esta nota no se había recibido respuesta.
A falta de que presente sus propuestas presupuestarias para 2020, Nayib Bukele, en la presidencia desde el pasado 1 de junio, aún no ha dado datos precisos sobre sus prioridades en el área social.
El mito de nutrir a los niños más pobres
En 1970, Chile apostó a la entrega de medio litro de leche (500 ml) diario a los niños de 0 a 2 años de clases populares y clase media, como parte de una estrategia para combatir la desnutrición infantil y prevenir daños cerebrales permanentes causados por el hambre. Más de tres décadas después, Chile salió de la lista de países con los peores índices de desnutrición infantil de Sudamérica y ahora el 80 % de los beneficiarios de aquel programa supera en estatura a sus padres. En 2003, Brasil retomó esa apuesta en su Plan Hambre Cero, con un enfoque de compras locales y de seguridad alimentaria.
El primer plan piloto del programa Vaso de Leche llegó a El Salvador seis años más tarde. En febrero de 2009, cuatro meses antes de dejar el poder y en plena campaña electoral para elegir a su sucesor, el presidente Antonio Saca, último mandatario de derecha que ha tenido el país, anunció un proyecto para entregar leche líquida a 15 escuelas del municipio Concepción de Ataco, en Ahuachapán. Según Alfonso Escobar, presidente de Proleche, la gremial que aglutina a los productores de leche nacionales, ese proyecto se cayó cuando el Gobierno descubrió que la leche debía ser transportada con refrigeración y almacenada en cámaras frías en las escuelas, con la inversión que eso precisaba y los costos que significaba en las facturas de electricidad. En pocos meses, se dio por inviable extender la iniciativa a escala nacional.
Dos años más tarde, el gobierno Funes retomó la idea y lanzó su propio programa, replicando el modelo brasileño. Carlos Ernesto Guerrero, uno de los exfuncionarios del gobierno Funes que participó en el proceso de planificación, asegura que una misión de técnicos salvadoreños viajó a Brasil para conocer cómo funcionaba el programa allá, y que hubo estudios sobre las raciones que se iban a entregar en las escuelas de El Salvador.
Pero, a diferencia de los modelos de Chile y Brasil, el programa Vaso de Leche salvadoreño partió del criterio de cuánta leche era posible comprar con un presupuesto promedio de 6 millones de dólares anuales. La conclusión, con ese techo, fue que solo se podía entregar dos raciones semanales, de 200 ml cada una, a cada uno de los estudiantes del 60 % de las escuelas del país. Lejos del estándar chileno, la ración salvadoreña no alcanzaba ni al medio litro por niño a la semana.
Pese a las deficiencias, el Gobierno solo habló de éxitos. El 25 de septiembre de 2013, nueve meses antes de dejar la presidencia, Funes destacó ante la comunidad internacional, en un discurso pronunciado ante la Asamblea General de Naciones Unidas, los impactos positivos del Vaso de Leche. “Niños y niñas pobres del país reciben dos vasos de leche fluida a la semana como parte de su dieta alimenticia”, dijo.
¿Nutrió realmente el Vaso de Leche a los niños de El Salvador? Responder esa pregunta lleva a un callejón sin salida. Desde el 26 de junio, El Faro hizo solicitudes de información pidiendo al Ejecutivo las tablas nutricionales de la leche que se entrega a los niños beneficiados por el programa, pero el Ministerio de Educación dijo no tener esa información. El 12 de agosto se solicitó el análisis de la factibilidad presupuestaria para el programa y los estudios hechos por el Gobierno, en la última década, sobre las raciones de leche. Al cierre de esta nota el Mined no había dado respuesta. Según Guerrero, esos documentos existen, pero oficialmente nadie es capaz de presentarlos.
Sin datos oficiales, lo único que puede valorarse es el volumen entregado a los estudiantes: dos raciones por semana de 200 ml. de leche líquida. Según expertos, una cantidad insuficiente para tener un impacto sustantivo en la nutrición de los niños y adolescentes beneficiados.
Mirella Schoenenberg Wollants es médico y tiene dos maestrías en nutrición. En 1996, cuando el país era gobernado por el partido Arena, organizó junto a un grupo de especialistas un congreso para dar a conocer el Vaso de Leche, e invitó como ponente a Fernando Monckeberg, uno de los padres de ese proyecto en Chile. Recuerda que ningún titular de las carteras de Estado ni ningún diputado llegó a escuchar al pionero del programa. Hubo que esperar quince años para que Funes implementara un programa similar. Schoenenberg dice que los principios con los que nació el Vaso de Leche en América Latina son muy buenos, pero que en El Salvador se obviaron dos criterios técnicos esenciales para su implementación: la periodicidad y las raciones de leche. “El gobierno debió preocuparse por el calcio, pero con las cantidades de leche que escogieron no están logrando nada. Tampoco en el tema de la proteína ni de las calorías, importantes en la nutrición del niño”, asegura.
Las raciones que entrega el programa en El Salvador quedaron consignadas en el informe de la Comisión Evaluadora de Ofertas de febrero de 2011. En ese documento, el Mined plasmó que “cada estudiante debe recibir dos raciones de leche fluida de 200 ml cada una, una vez a la semana”. Schoenenberg considera que las raciones son insuficientes y no están basadas en ningún criterio científico o escala nutricional. “Las cantidades que definieron no logran el objetivo de mejorar el estado nutricional de los estudiantes. Tienen que darle a cada niño por lo menos una taza de 250 ml de leche diaria, si en 25 años quieren verse resultados en talla y estatura”, dice.
Al preguntarle qué gana la sociedad con un programa bien implementado, la experta responde:
“En 25 años tendríamos niños más altos y con dientes más saludables. Tendríamos niños con mayores oportunidades de desarrollar su cerebro, porque habría un consumo de leche constante”.
Si las cantidades que reciben los 1,174,753 estudiantes que beben leche fluida son insuficientes, ¿qué sucede con los más pobres, los que reciben leche en polvo?
Jaime Escobar es director comercial de Inversiones Comerciales Escobar (Incoe), la empresa que importa leche en polvo para el Programa de Alimentación y Salud Escolar desde 2017. Asegura que la leche que se reparte en los centros escolares cumple los requerimientos que el Gobierno exige: “las leches que se entrega al Gobierno son pedidos especiales, piden un porcentaje de grasa, proteína y de calcio”, explica.
El Faro consultó a un especialista en nutrición vinculado a una de las asociaciones más importantes de pediatría de El Salvador, y le mostró los ingredientes y las tablas nutricionales de los empaques de las dos presentaciones de leche que entrega el gobierno a las escuelas, la fluida entregada por La Salud y la leche en polvo que entrega Incoe. Su conclusión es que el contenido nutricional del programa Vaso de Leche es mejor que el de la leche en polvo, que reciben los niños fuera del programa. “La cantidad de calorías es equivalente, pero la diferencia está en cuán fortificadas están las leches”, explica. “Ambas leches tienen más nutrientes agregados, vitamina A y D, pero la líquida tiene vitamina C, ácido fólico y hierro”.
Si los gobiernos del Frente se trazaron como apuesta disminuir la desigualdad erradicando la desnutrición a través del Vaso de Leche, ¿por qué no presentaron estudios que reflejen el impacto del programa ocho años después de lanzado? El exviceministro Samour y los funcionarios y exfuncionarios consultados coinciden en una misma respuesta: el objetivo principal del programa no era combatir la desnutrición infantil, como Funes había manifestado en 2011. El trasfondo era la creación de una política de reactivación económica a través de la compra de alimentos a productores locales. “Esa era la idea inicial”, dice Samour. “Se estimulaba la compra de leche nacional y se estimulaba la economía local”.
Guerrero coincide con Samour sobre el verdadero objetivo del programa. Cuenta que uno de los principales impulsores del Vaso de Leche fue Franzi “Hato” Hasbún, ya fallecido, que fue secretario de Asuntos Estratégicos y, al final del período Funes, ministro de Educación. “La visión de Hato era usar el presupuesto de alimentación de las escuelas para hacer compras locales”, dice.
Quiroa, actual gerente del Programa de Alimentación y Salud Escolar del Mined, opina lo mismo. “El trasfondo del Vaso de Leche fue otro, no la nutrición”, asegura. “Consistía en enlazar un programa que requiere la escuela con cómo hacer una vinculación con un sector productivo del país. El Vaso de Leche nació para hacer una vinculación con la producción local”.
Ganaderos con suerte, ganaderos sin suerte
Aquel 15 de marzo de 2011, cuando el presidente Funes anunció el programa Vaso de Leche, también explicó el objetivo secundario del programa. “El Vaso de Leche nos ayuda a lograr uno de nuestros objetivos fundamentales en materia de recuperación económica: la reactivación del sector agropecuario nacional, sobre todo en la ganadería nacional”, dijo.
Sin embargo, tras ocho años de programa, tampoco la reactivación del sector ganadero ha llegado. Aunque la inclusión de algunos productores en el programa les haya permitido tener asegurada la venta de una parte de su producción anual a un cliente llamado Estado.
El Vaso de leche se nutre de 2,700 ganaderías nacionales que proveen la leche fluida. La principal es la Ganadera de la Zona Norte, de Chalatenango, que incluye a 2,500 pequeñas ganaderías, pero también hay una decena de asociaciones cooperativas que aportan leche al programa.
El Vaso de leche les ha brindado estabilidad en los precios, dicen los ganaderos, pero consideran que la compra que hace el Estado, que representa un 2 % de la producción nacional, no llega a reactivar el sector. Aceptan, solo, que es un colchón para sus empresas. La empresa La Salud, que pasteuriza toda la leche fluida del programa para que pueda conservarse durante cinco meses sin refrigeración, genera $1.02 por cada litro que el Mined le compra. De ese dinero, $0.49 va al bolsillo del ganadero que entrega la materia prima. “El gobierno nos paga $0.05 por encima del precio del mercado”, reconoce Mario Vaquero, representante de la Asociación Cooperativa de Producción Agropecuaria Lechera Metapaneca (ACPALMET).
El presidente de Proleche, Alfonso Escobar, asegura que es “un error” creer que el Vaso de Leche es una ayuda al sector ganadero. “Han querido decir que eso nos ha reactivado, pero no”, sentencia. Según cifras de Proleche, si el gobierno quiere apostar a una reactivación significativa las compras del Estado deberían rondar entre un 30 % y un 35 % de la leche fluida que se produce en El Salvador. La lógica interesada de los ganaderos conecta con la lógica nutricional que, según los expertos, debería contemplar un programa Vaso de Leche bien ejecutado. Según Escobar, con la compra de un 30 % de la producción “puede entregarse leche todos los días a cada niño en todo el año”. “Hay que considerar que las vacas producen leche todo el año, pero en el invierno el precio de la leche cae porque se produce más. Y el Mined deja de comprar leche cuando no hay clases y eso genera pérdidas”, dice.
Alejados de la bonanza del Vaso de Leche están otras cooperativas nacionales que no lograron conectar su producción con los planes del Gobierno, aunque se supone que fueron capacitadas y entrenadas para ello. Se trata de un grupo de cooperativas a las que el Ministerio de Agricultura regaló maquinaria para pasteurizar y entregar leche directamente a escuelas del interior del país. Pero en este otro modelo, de cinco experimentos solo uno dio resultados positivos.
Hugo Mata es el representante de APANC, una cooperativa de Chalatenango que nació en marzo de 1999 y produce 15,000 botellas de leche diarias. De ellas, 7,000 son destinadas al programa Vaso de Leche. La cooperativa recoge la leche, usa su planta pasteurizadora para procesarla, y en camiones con refrigeración entrega las botellas a 45 escuelas de Chalatenango. Los centros educativos cuentan con cámaras enfriadoras instaladas, por obligación contractual, por la cooperativa.
Mata hace un recorrido de la planta. Está ubicada en un local en el centro del municipio de Nueva Concepción, en Chalatenango. En los terrenos aledaños pastan vacas, que son propiedad de los ganaderos que entregan leche a la cooperativa, en la que participan 16 socios. Mata cuenta que todos los lunes y martes salen a repartir a las escuelas. La ración que entregan por contrato se corresponde con aquella que los expertos aseguran que no alcanza para una nutrición adecuada: un litro por niño a la semana.
Los ganaderos participan en reuniones con los directores de las escuelas de la zona. Ahí escuchan demandas y presentan ofertas. Los directores escogen la que mejor se acopla a sus necesidades. “Si ganamos el contrato, estamos obligados a responderle al Ministerio de Educación. Si nos asignaron 39 escuelas a las que debemos repartir la leche debemos cumplir a todas. No importa que sean solo dos litros los que recibe una de las escuelas. Hay que llevarlo”, dice Mata.
El Gobierno intentó replicar este modelo entregando maquinaria donada por Taiwán y apoyo técnico a otras cinco cooperativas en los departamentos de Morazán, Cabañas, San Miguel y San Vicente, pero los proyectos fracasaron. El Faro habló con tres de las cinco cooperativas que recibieron maquinaria. Dos de ellas dijeron nunca haberlas utilizado por falta de permisos para procesar la leche: la Asociación Cooperativa de Producción Agroindustrial y Comercialización Ganadera de Cabañas (Copigac) y la Cooperativa de Productores de Leche de Oriente (Coproleche).
Las plantas pasteurizadoras que el Ministerio de Agricultura y la Secretaría de Inclusión Social entregaron están, a la fecha, inutilizadas. Consultado sobre estas donaciones de maquinaria, que no han sido puestas a producir para el programa Vaso de Leche, Quiroa, el gerente del PASE, responde que ese componente es responsabilidad del Ministerio de Agricultura, que administra esos recursos. Se atreve, eso sí, a atribuir el fracaso del plan a la falta de experticia de los ganaderos en procesos industriales. “Hubo un intento con una Cooperativa de San Vicente de mujeres, pero no les funciona. Tuvieron problemas y la leche se le arruinaba a la escuela. Esa parte no es fácil”, dice. “Es bien difícil para un ganadero entrarle un proceso en el cual no es experto”.
La cooperativa que menciona Quiroa es Biolact de R.L. Recibió maquinaria valorada en casi un millón de dólares, donada por el gobierno de Taiwán. A la inauguración de su planta, el 17 de septiembre de 2014, asistió el presidente Sánchez Cerén. “Este es un proyecto que integra el esfuerzo y trabajo de diferentes instituciones y que favorece la autonomía económica de las mujeres, y al mismo tiempo, un proyecto que permite la continuidad y mejoría del programa social Vaso de Leche, en beneficio de las y los estudiantes de las escuelas públicas”, dijo en su discurso ese día.
Biolact, sin embargo, no logró entregar los 1,500 litros de leche diarios que debía hacer llegar a las escuelas. “Hicimos la prueba con Biolact, que recibiera leche localmente y la procesara. Tuvo muchas dificultades. La leche se arruinaba”, relata el exministro Carlos Canjura. “Aun con un Ministerio de Agricultura muy comprometido, no es sencillo preservar por 15 días leche producida por las cooperativas. Y eso implica distribuir día a día a las escuelas”, añade.
Desde mediados de julio El Faro intentó obtener reacciones de los exfuncionarios de Agricultura ligados al Vaso de leche, el exdirector general de Ganadería Héctor David Martínez y su sucesor, Víctor Torres; así como del actual ministro de Agricultura, Pablo Anliker, y de las autoridades responsables del programa en la actualidad. Al cierre de esta nota no había respuesta. Este periódico intentó comunicarse con el actual director de comunicaciones del Ministerio, pero no respondió las llamadas telefónicas ni los mensajes solicitando entrevistas con los funcionarios responsables del programa.
La actual ministra de Educación, Carla Hananía, también rechazó conceder una entrevista a El Faro. El 2 de julio de 2019 contestó a un reportero de este periódico que para brindar declaraciones necesitaba la autorización del Secretario de Prensa de la Presidencia, Ernesto Sanabria. Sanabria no respondió la carta que El Faro le envió el 12 de julio pidiendo que autorizara una entrevista con la Ministra.
Creado inicialmente como un programa presidencial, el Vaso de Leche es desde el 7 de febrero de 2013 Ley de la República. Eso no ha impedido que sus principales compromisos sigan siendo letra muerta: hasta hoy, los sucesivos gobiernos han incumplido el artículo 1 de esta Ley, que “establece el ‘Programa Vaso de Leche Escolar’ a nivel nacional para todos los centros educativos públicos para niños y niñas estudiantes de educación Parvularia y básica, garantizando como mínimo el consumo de dos vasos de leche fluida, de producción nacional, por semana”.
El ex ministro de Educación Canjura critica tanto la redacción de ese artículo como la falta de prioridad que el Estado ha dado al programa. “Llevamos leche líquida a donde era posible llevarla, el resto les tuvimos que dar en polvo”, dice. “A veces las leyes son hechas por personas que no entienden el problema, y estas leyes terminan sin tener una base en la realidad”.
Héctor Samour, el exviceministro de Educación durante el gobierno Funes, insiste en que las limitaciones presupuestarias lastraron el programa. Cuestiona que no se haya dado al Vaso de Leche la importancia que merecía. “Si no se lograba llegar a la meta, se tenía que encontrar una manera de cumplir”, dice. Ya fuera del Gobierno y de regreso en la vida académica, lamenta lo obvio: “Al final, no hubo capacidad de llevar leche fluida a todas las escuelas”.
*Con la colaboración de Daniel Reyes, Kattia Merlos y Verónica Sánchez.
Este reportaje forma parte de la investigación regional 'La leche prometida', liderada por la red de Periodistas de América Latina para la Transparencia y la Anticorrupción (Red PALTA), que integran El Faro de El Salvador, La Diaria de Uruguay, OjoPublico de Perú, Datasketch de Colombia, La Nación de Argentina, PODER de Mexico y OjoConMiPisto de Guatemala.