¿Quién más quiere pasar? —pregunta Rocío, la capacitadora, en un intento para que los mayores en el aula se sacudan las dudas y el silencio con el que han estado observando la capacitación—. Miren, yo esto ya me lo sé de memoria, yo no voy a estar el día de la elección en la mesa de votos, sino ustedes. Y si ustedes no aprovechan ahorita para aprender, no quiero imaginar cómo les va a ir ese día'.
La presión surte efecto y del fondo del salón se levanta Elda, mujer de cuarentipocos. Sus ojos se achinan, parece que sonríe con vergüenza bajo su mascarilla. Según dice, será su primera vez frente a una computadora. Se sienta ante la laptop y Rocío debe susurrarle las instrucciones al oído. Elda no está familiarizada ni con el teclado ni con el mousepad ni con los clicks ni dobleclicks. A trompicones, lo intenta. Resulta complicado imaginar a Elda el 28 de febrero como secretaria de alguna de las 8,500 Juntas Receptoras de Votos que habrá en el país. Estamos en un aula de una escuela pública urbana del departamento de La Libertad. Es una tarde de domingo de enero. Si no hubiera pandemia, durante las semanas este salón estaría ocupado por alumnos del octavo grado, sección B.
Las jotaerrevé, como se les conoce, son el corazón de cualquier elección. En ellas se recibe al votante, se le extiende una papeleta, se resguarda y se contabiliza su voto. En cada mesa hay un presidente, un secretario y tres vocales, con sus respectivos suplentes. Se supone que son personas sin afiliación política, aunque la mayoría de ellas fueron propuestas por los partidos. En cada JRV, los únicos que pueden estar plenamente identificados como miembros de partidos son los llamados “vigilantes”, que son uno por cada partido y sus suplentes. Por todo, entre miembros de mesa, vigilantes y suplentes, en cada JRV hay una treintena de personas encargadas de administrar cada papeleta de votación.
Hasta antes de esta elección, el conteo de votos se hacía de manera manual. Ponían un pizarra y así clasificaban los votos. Rellenaban a mano unas fichas y unas actas, pero todo eso, a partir del 28 de febrero, será cosa del pasado. Llegaron las computadoras. Sin embargo, para un país donde uno de cada diez adultos no sabe leer ni escribir, eso puede ser un problema. “Hay miembros de JRV que a la hora de firmar el acta solo ponen sus huellas digitales porque ni leen ni escriben”, me contó un veterano capacitador. Hay municipios rurales donde, por supuesto, la tasa de analfabetas crece hasta el 16 % de la población. Sobre todo, son mujeres. Y si bien hay lugares donde los índices de lectoescritura aumentan, la convivencia con computadoras es prácticamente nula porque no hay electricidad o la señal de internet no existe. El TSE sabe que habrá JRV instaladas cerca de esos lugares, y por eso también ha invertido en un sistema privado de señal de internet, una VPN, porque no puede confiar en las redes de telefonía celular.
Debido a eso es que el miedo a la tecnología se hace palpable en estos días en los que el TSE intenta preparar a todo mundo para el día D.
De vuelta en el salón de capacitaciones. Elda sigue en la lucha para completar el ejercicio en la laptop. En esas está cuando Reina Marilyn, otra alumna sentada al fondo de la clase, dice que quiere participar, pero pone una condición: “Que el muchacho que pasó de primero me ayude porque yo de computadoras no sé nada”. Reina Marilyn ha sido enviada por un partido político a capacitarse como futura integrante de JRV. Ella —un poco más joven que Elda— ha estado participando activamente a lo largo de la tarde porque, según explica, ya van muchas elecciones en las que ha estado en JRV. Cuando le dicen que debe usar la computadora, tartamudea.
—Yo prefiero que se equivoquen aquí en la capacitación. Así se aprende —le anima la maestra.
Reina Marilyn pide otra vez que alguien le ayude, pero nadie le hace caso. Reina Marilyn no sabe qué hacer con la computadora. Ahí cerca, Elda celebra que logró completar el ejercicio.
–Me tardé casi que un año, pero lo logré –bromea, mientras se dirige, satisfecha, a su asiento.
–Ya ve, lo logró. Ustedes van a tener que apoyarse entre ustedes. Si a usted le toca usar la computadora y no sabe cómo, que lo haga el presidente de la mesa —sugiere la capacitadora.
–¿Y si el presidente tampoco sabe? –desafía Reina Marilyn.
–Que lo haga alguien más de la mesa. Si no se apoyan entre ustedes, no van a salir adelante –responde Rocío.
–¿Pero y si ninguno de los que está en la mesa sabe usar computadora? –insiste Reina Marilyn.
–¡Ahí sí estamos fregados! Por eso es de venir a las capacitaciones del TSE. Aunque yo me imagino que los partidos políticos van a darles otra capacitación interna a ustedes.
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Rocío, la capacitadora, no pasa de 35 años. Hablo con ella durante un receso. Dice que estudió Relaciones Internacionales en la Nacional y que en día de semana trabaja en un banco privado. En realidad, Rocío no se llama así, pero pide que así se le identifique para evitarse problemas. Rocío ha estado involucrada en la logística electoral desde hace unos 15 años, cuando eran los partidos políticos quienes ponían a sus afiliados en las JRV. En todo el país, hay otras 150 Rocíos desplegadas para capacitar a los futuros miembros de mesa.
–Hay que ser realistas, no en todas partes saben usar computadoras. Incluso en Antiguo Cuscatlán estamos viendo personas que nunca se han sentado ante una laptop, ya no se diga la gente de los cantones más lejanos –admite la capacitadora, durante un receso, justo antes de retomar la capacitación.
A las 5 de la tarde del día D, todas las mesas entrarán en un ritmo frenético de conteo de votos. Toda esa logística es una secuencia de pasos que durante largos años Arena y el FMLN llegaron a dominar con agilidad. Cada elección, los partidos desplegaban un ejército de afiliados en todas las JRV, pero a partir de 2018 una reforma de ley obligó al desmantelamiento parcial de esos ejércitos, pues las JRV y otras instancias temporales que se activan solo para las elecciones deben estar compuestas por ciudadanos sin afiliación alguna.
La reforma incluyó la posibilidad de que sean ciudadanos comunes los que ocupen una silla en la JRV. Se hace un sorteo nacional. También desde 2018 ha habido salvadoreños que se ofrecen como voluntarios para trabajar en una JRV, pero son la minoría. La mayoría salen sorteados a través de un mecanismo que diseña el TSE. Y eso explica por qué entre los alumnos de Rocío, en este domingo de enero, hay personas como Abigaíl, de 22 años, madre de dos hijos, que dice que nunca ha votado en su vida, pero que está aquí, recibiendo el curso exprés para miembros de JRV, porque salió sorteada. La ventaja, dice, es que le pagarán 50 dólares.
Esa es una de las diferencias respecto de anteriores elecciones, cuando se pagaban 20 dólares o menos.
Otra diferencia el 28 de febrero será, de nuevo, la tecnología en mesa. Esto quiere decir que las JRV no consolidarán el conteo de los votos en un acta escrita a mano, sino que digitarán en una computadora y lo que se vaya escribiendo será proyectado con un cañón luminoso para que todos puedan verificar la información. Una vez digitada, se imprimirá ahí mismo y se entregarán copias impresas a todos los partidos. El TSE ya hizo una prueba controlada el viernes 22. Y pese a que no se reportaron novedades, cierta preocupación recorre al personal del TSE y a los representantes de partidos por la complejijdad que supone el nuevo sistema que ha costado un total de 20 millones de dólares.
Y aquí, un paréntesis. La Asamblea Legislativa nunca había querido aprobar el uso de tecnología en mesa, a pesar de que el TSE lo solicitó al menos en las últimas dos elecciones. ¿Por qué ahora sí? “Nos estamos adelantando a las elecciones futuras donde, por cómo vemos el contexto político con el presidente Bukele, necesitaremos más certeza y tener más garantías de que las elecciones venideras se desarrollen en debida forma, por ejemplo, las de 2024”, admite Guillermo Welman, magistrado del TSE (2019-20124), propuesto por Arena. En otras palabras, es hasta ahora ante el fenómeno Bukele que Arena y el FMLN se pusieron de acuerdo para que el TSE haga uso de tecnología.
Aunque es cierto que los datos manipulados pueden escribirse a mano o en la computadora, cuando se hace manual, las cifras en las actas que emiten las JVR son susceptibles de ser alteradas en cualquier momento una vez cerrada la elección. En cambio, si se imprime el acta con el equipo informático, su manipulación posterior a la impresión se complejiza.
En cada elección hay dos momentos claves. Uno es el escrutinio preliminar, que ocurre el mismo día de la votación. Se hace con el propósito de reducir las ansiedades y que la población vaya a dormir conociendo quién es el ganador o al menos la tendencia. El segundo momento clave ocurre días después, con el llamado escrutinio final. Es un momento en el que el TSE y personal de los partidos políticos, la Fiscalía, la Procuradurías General y la Procuraduría para la Defensa de Derechos Humanos revisan todas y cada una de las 8,500 actas emitidas por las JRV. Normalmente, se instalan mesas redondas, con un enorme proyector que va proyectando cada acta. Si un acta presenta inconsistencias, la batalla entre los partidos comienza. En 2015, por ejemplo, fue en el escrutinio final donde Arena y CD terminaron disputándose el último escaño disponible para San Salvador. Las actas tenían tantas inconsistencias que tuvieron que analizarse 63 de ellas. Resultó que los miembros de JRV no habían llenado las actas en debida forma o incluso las habían manipulado.
Las actas rellenadas a mano tenían ese enorme flanco débil: el secretario de cada JRV escribía a mano los resultados oficiales de su mesa y lo que escribía se traspasaba a las demás copias a través del papel carbón. Si el secretario no presionaba lo suficiente, las últimas copias resultaban ilegibles.
Pero con la incorporación de tecnología en mesa, los trucos y errores de ese tipo tendrían que desaparecer, aunque eso no termine con las preocupaciones en el TSE. Una de las más obvias es que el sistema sea vulnerado y alguien manipule los números. Desde el TSE aseguran que eso es improbable. El magistrado Welman asegura que habrá múltiples auditorías al sistema informático. El software, agrega, fue diseñado por una comisión tripartita de informáticos: en ella participaron expertos informáticos delegados por cada uno de los despachos de los magistrados del TSE que representan partidos políticos. Uno nombrado por la presidenta del TSE, otro, por el magistrado del FMLN y otro, por el magistrado de Arena. 'Nuestro sistema electoral está basado en la desconfianza de los partidos, por eso es importante la figura de la vigilancia electoral consignada en la ley', dice Eduardo Escobar, de Acción Ciudadana, organización que monitorea el proceso electoral.
Otra de las preocupaciones grandes respecto del nuevo sistema tiene que ver con algo que probablemente ocurrirá el día de las elecciones cuando cada JRV se dedique a ingresar los datos de las papeletas en el sistema informático. El sistema permite que el secretario de la JRV (o quien esté manipulando la laptop) vaya digitando los datos de una papeleta a la vez. Cada vez que se completa una, el secretario debe dar click en guardar y luego pasar a la siguiente papeleta. La preocupación de algunos miembros de mesa y empleados del TSE es que el software ha eliminado la opción de corregir la información digitada. Una vez se da 'guardar y continuar' a la siguiente papeleta, solo se puede regresar a los datos consignados de la última papeleta. ¿Qué pasa si alguien detecta un error en la primera papeleta que se ingresó cuando ya van por la papeleta número 300 (cada JRV debe procesar 700 papeletas máximo)? Si la JRV necesita modificar los votos de una papeleta anterior a la última que han procesado, tendrán que volver a comenzar desde el inicio.
En la capacitación de Rocío, ella hacía hincapié en lo engorroso que resultará que si se equivocan. “Cuidado con equivocarse, porque créame que después de una larga jornada, lo que menos van a querer es comenzar a digitar los votos de cero”, explica Rocío durante la sesión del domingo. Me dice que ha habido elecciones en las que algunos miembros de JRV sencillamente se van a las 10 de la noche porque dicen estar cansados y luego los partidos tienen que ir a buscarlos a sus casas para firmar el acta.
“Hay casos en los que la gente sencillamente se va y deja la JRV, no se identifican con el proceso y les importa poco”, confirma Mirna Benavides, directora del FMLN para la Junta de Vigilancia Electoral, un organismo integrado por los partidos que tiene potestad de vigilar permanentemente las actuaciones del TSE.
Por eso la tecnología, pese al avance que supone, sigue causando miedo entre los miembros de partidos. “La preocupación que tenemos es que los miembros de la JRV no puedan usar la tecnología, porque sabemos que hay gente que no tiene esa educación”, explica Benavides. Para ella, es obvio que algún partido podría beneficiarse de la ignorancia de sus contrapartes en la JRV. “Hoy más que nunca los miembros de mesa y los vigilantes deben estar atentos. ¿Qué tal si son 25 votos pero se anotan 52? Los vigilantes deben estar viendo el número y alertar sobre cualquier anomalía”, dice.
Tanto para Welman como para Benavides, el uso de la tecnología puede representar una ventaja, pero solo si quienes tengan que manipularla saben hacerlo el día de las elecciones. “Debe haber la suficiente cantidad de pruebas previas para que la gente sepa cómo se usa el sistema”, dice Benavides. “Es la primera vez que se va a usar tecnología, y por eso estamos a la expectativa”, agrega.
María Estela Ramos Rivera sirvió como representante de la JRV 1,125 del Polideportivo España en Soyapango. Ramos tuvo dificultades para buscar a las personas en el padrón y colocar los sellos sobre las papeletas en las elecciones de alcades y diputados de 2018. Foto: Carlos Barrera
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En el aula de capacitaciones de Rocío, ella sigue presionando a sus alumnos para que participen. Están ingresando los votos al sistema con papeletas ficticias. En el sistema, deben asignarle a cada partido los votos que aparecen en las papeletas. Un hombre sentado en el último de los pupitres, al fondo del salón, pasa al frente. Ha estado en silencio toda la jornada y cuando le toca manipular la laptop dice que nunca antes ha tocado una. Se ajusta los lentes y estira su brazo para intentar hacer algo, no sabe muy bien qué, con el dedo índice. Rocío le susurra en voz baja que puede desplazarse con el mousepad, y luego le enseña a hacer click.
El hombre debe ingresar al sistema los datos de una papeleta con voto cruzado, un verdadero rompecabezas. Se equivoca, pero vuelve a intentarlo. En su segundo intento, el hombre vuelve a ingresar datos erróneos, pero nadie parece notarlo. Kevin Josué, uno de los dos jóvenes que más ha participado durante el día, sí lo nota y advierte en voz alta que se han ingresado datos equivocados al sistema. Es la lógica del proyector luminoso, que todos los que están en la mesa vean lo que se está digitando. La capacitadora celebra el hallazgo muy a su manera:
–¿Y solo él tiene ojos en esta aula? ¡¿Cómo es que nadie más se dio cuenta que él cometió un error?!
El hombre frente a la computadora no entiende muy bien dónde está el error, pero al final Rocío le explica detenidamente en qué se equivocó. Rocío hace énfasis en que si se equivocan tendrán que comenzar de cero, digitar todo otra vez.
–Tienen que poner atención en los votos cruzados y verificar bien que no les falte o sobre una marca –dice Rocío, mientras el hombre frente a la laptop sigue en su confusión.
El miedo a la tecnología está alimentado por el pasado reciente del TSE. En 2018, el Tribunal divulgó resultados erróneos y, aunque la falla se corrigió pronto, la avalancha de dudas y críticas causó mella. Tres años antes, en 2015, el mismo TSE provocó otra crisis y hasta tuvo que suspender la divulgación de resultados preliminares porque hubo errores informáticos. Para algunos de los magistrados del TSE, la culpa no era de ellos sino de la Sala de lo Constitucional por las reformas electorales que ordenó desde 2010. “Hacer elecciones así es como cruzar el mar en medio de una fuerte tormenta, con rayos y centellas incluidas, seguida de un huracán y luego de tsunami”, decía el magistrado Julio Olivo.
De alguna manera, esa complejidad también preocupa a los alumnos en el aula de Rocío.
Un niño pequeño, de unos dos años, rompe a llorar por quinta vez en 20 minutos. Se golpeó la cabeza, una vez más, y Abigaíl, la madre, sentada en primera fila, no puede prestarle mucha atención porque la capacitación en el aula aún no termina. Abigaíl intenta tomar apuntes, pero lo hace a medias, porque el niño ahora amenaza con botar el proyector. Su hermano mayor, de unos ocho años, intenta mantenerlo a raya, pero parece imposible.
Rocío coloca en el pizarrón blanco unas fichas de plástico que simulan papeletas de votación para elegir diputados. '¡Hora de hacer ejercicios! No todos ustedes han sido miembros de JRV antes, pero ¿verdad que todos ya han ido a votar? ¿O alguno nunca ha ido a votar nunca?'.
El silencio inunda la mesa hasta que Abigaíl, la joven madre de los dos niños, levanta su brazo derecho de manera resuelta. Nunca en su vida ha votado. Tiene 22 años. En 2019, en la elección que ganó Bukele, casi la mitad de los electores no asistió a votar .
Rocío pregunta al salón cuáles son los tipos de voto válido, pero nadie responde. La capacitadora toma un plumón y marca una bandera en una de las fichas que ha pegado en el pizarrón. En seguida, también marca con una x una de las casillas abajo la bandera.
—¿Cómo se llama ese tipo de voto? —pregunta Rocío, y el silencio sigue inquebrantable.
—…
—Voto cruzado —responde Abigaíl con timidez.
—¡Me mató! Ya les expliqué eso, este es un voto preferente. ¡Me mató! —se queja Rocío.
En seguida, la capacitadora vuelve a repasar los distintos tipos de voto válido que hay: 'bandera, preferente, bandera y preferente, cruzado… '