Dos señoras se sujetaron una a la otra. Llevaban bastón, ni siquiera se conocían. Solo sabían que ambas eran de San Salvador y que habían sido citadas a las 9 de la mañana de este martes para recibir la vacuna contra la COVID-19 en el bautizado como Megacentro de Vacunación. Pero eran las 10:20 a.m., estaban cansadas de estar de pie y el proceso llevaba hora y media de retraso. Finalmente, lograron despegarse de la interminable fila que recorría el parqueo subterráneo del centro comercial Metrocentro.
“Ahorita vamos a topar. ¡Suba, suba, suba!”, gritó un hombre frente a ellas, antes de que se montaran en la coaster blanca. Dentro, se apretaban los viajeros, todos mayores de 60 años. Al parecer, para los responsables del transporte no era momento para pensar en el virus, en las medidas de prevención o en el distanciamiento de seguridad. Necesitaban trasladar gente. Mucha. Y rápido.
Un piso abajo, en el sótano, la cola no era la más alentadora: gente de pie, apretujada en el parqueo, caminando a cuentagotas. “¿No hay silla para ella?”, preguntó una mujer encargada de la logística. Usaba camisa manga larga amarilla y pantalón negro, los colores de los empleados del Ministerio de Obras Públicas (MOP), desplegados para dar orientación y asistencia. “No, están todas ocupadas”, le respondió otra mujer. Buscaban dónde sentar a una paciente de cáncer. Una señora se levantó y le cedió la silla en la que ella esperaba a que llegara el siguiente transporte.
Los menos afortunados, y con menos energías, se dieron por vencidos en una grada, o en el suelo, desde donde veían la fila pasar a la espera de que llegara su turno.
La mañana del martes 13 de abril, el Gobierno abrió las puertas del proyecto que, desde el estallido de la pandemia, vendió como el hospital más grande de Latinoamérica. En lugar de hospital, el presidente Nayib Bukele anunció, una noche antes de la apertura que el edificio de tres pisos, ubicado junto a Casa Presidencial, en la concurrida Zona Rosa de la capital, se convertiría en un Megacentro de Vacunación con capacidad para vacunar contra la COVID-19, dijo, hasta a 10 mil personas diariamente.
Para iniciar con la vacunación esperada, se programaron citas y puntos de encuentro y traslado por toda la zona metropolitana, desde donde miles de personas, adultos mayores en su mayoría, serían movilizadas al Megacentro para recibir su dosis.
Nadie debía llegar al Megacentro de Vacunación a menos que lo hiciera en los vehículos oficiales autorizados, como lo decía el sitio web oficial para registrarse. El transporte saldría desde los parqueos de Metrocentro, del Multiplaza, de Plaza Mundo Soyapango, Plaza Mundo Apopa y la plaza de comidas de Plaza Merliot. Es aquí donde comienza esta jornada, que entre la desorientación y el deseo por una vacuna hizo rendirse a varios ancianos. El de Metrocentro fue el punto de salida en el que se vivió más caos.
A las 10:41 de la mañana, el presidente Bukele escribió en su cuenta de Twitter que emitiría nuevas medidas para remediar el flujo saturado en los centros de transporte. “Solo tiene que llegar media hora antes de su cita. Llegar varias horas antes causará aglomeraciones”, decía intentado arreglar la logística en el último momento. Pero esa medida de media hora antes había perdido validez para buena parte de quienes, por cientos, ya estaban retrasados para su cita.
Para entonces, algunas personas habían pasado dos y hasta cuatro horas de pie, buena parte de la cola bajo el sol, sin orientación básica; otras habían desertado, porque escucharon a un policía perifonear que, ahora sí, contraorden, podían llegar por cuenta propia hasta el Megacentro.
Los grupos en los que llenaban los vehículos pasaron de 10 a 15, luego de 25 a 40, hasta llegar a las 100 personas. De microbuses con el sticker de COVID-19 rotulado en una de las puertas, pasaron a movilizar a cientos de personas en coasters del Viceministerio de Transporte (VMT) y buses de la ruta 30 y ruta 52.
“A partir de este momento, no importa si tiene o no cita. La van a atender igual”, le dijo un empleado del Gobierno a una señora que dejaba ir todo su cansancio en un bastón del que se sostenía.
En una esquina, a un lado de donde se cargaban los vehículos, estaba Ana Ramírez, de 45 años. Intentaba no llamar la atención, pero su cabeza y su mirada inquieta dejaba en evidencia que buscaba a alguien. Ana había perdido de vista a su padre, de 73 años. No pudo más que acompañarlo hasta una de las entradas, pero al estar sin cita, le dijeron que no podía seguir a su papá en la fila. Esperaba en esa esquina para verlo tomar el transporte.
“Por aquí debe estar, sino aquí me tocará esperar a cuando vuelva de vacunarse”, dijo. Ana vive al sur de San Salvador, pero su padre vive en San Marcos. Sabía que llevar a su papá al Megacentro implicaría exposición, pero aún así no habría preferido vacunarlo en una unidad de salud cercana a su casa. “¿Para qué? Yo creo que como lo están haciendo está bien”, aseguró. Para ella, los recientes anuncios del Gobierno tienen justificaciones válidas: es por el bien del ciudadano y si hubo mala logística es porque se trata del primer día.
En ese parqueo no era la única pensando así. Pese a los retrasos, pese a las extenuantes colas, a la desorganización, ¿hay alguna otra razón por la que habría que acudir a un lugar más cercano cuando se tiene un megacentro de vacunación operando? La respuesta a esa pregunta no estaba en discusión para quienes opinaban como Ana. Quizá por eso es que había quienes no terminaban de percatarse de lo que dicen los especialistas, de las advertencias, sobre los riesgos de una aglomeración en tiempos de pandemia, o de haber sufrido insolación o algún golpe por un mal movimiento al intentar abordar el transporte.
Entrado el mediodía, el Gobierno había logrado desahogar las colas en Metrocentro. Estas seguían llenándose de personas que tenían citas programadas para la tarde, pero el flujo era menor.
Mientras la multitud se apiñaba, esta vez, fuera del Megacentro de Vacunación, el infectólogo de adultos Iván Solano Leiva, miembro del Colegio Médico y del Comité Asesor en Prácticas de Inmunizaciones (CAPI), lamentaba que no exista un plan nacional de salud conocido y que el Ministerio tampoco haya tomado en cuenta a los técnicos de salud pública, como a la academia, en el diseño de un proceso de vacunación masiva como la iniciada este martes. Para el especialista, las decisiones que ha tomado el Ministerio de Salud son “medicina basada en ocurrencias, que no tiene protocolos ni un plan definido”.
“¿En qué lugar del mundo los centros de megavacunación han sido cerrados? Si quieren ellos acelerar a través de megajornadas de vacunación, deben hacerlo en lugares abiertos”, cuestionó el infectólogo Solano Leiva.
La opción de transformar lo que se esperaba fuese un hospital y ahora se convierta en un megacentro de vacunación no es ni será para Solano Leiva una opción porque a lo único que llevará es a que se siga cometiendo el mismo error: centralizar la vacunación.
La vacuna a la gente y no al revés
El 6 de abril, el ministro de Obras Públicas, Romero Herrera, decía que había realizado obras en 156 puntos de vacunación, espacios ya existentes de la red hospitalaria y unidades de salud. También habló de la instalación de las 26 cabinas, cuyo costo ronda los $32 mil, según el ministro de Salud, Francisco Alabí. Según estimaciones del ministro Alabí, los trabajos en 156 módulos, incluidas las nuevas cabinas, costarían $5 millones.
Con la idea de los módulos presente, nunca se habló de que la Fase III del Hospital de El Salvador, para atender a pacientes COVID-19, que representó un monto para el Estado que asciende los $34 millones, según Obras Públicas, concentraría a la mayor parte de la población vacunada.
Un experto en el área que trabaja en el Ministerio de Salud, y que pidió la reserva de su nombre por temor a ser despedido, comparte la opinión de Solano Leiva en dos puntos: la vacunación no debe estar centralizada y tampoco se tomó en cuenta la opinión de los técnicos con experiencia en vacunación que podrían haber ayudado a generar un plan idóneo. Las decisiones las tomaron asesores venezolanos en Casa Presidencial, comentó el experto a El Faro.
“La vacuna tiene que ir a la persona. La mejor manera de ponerla en los brazos de la gente es acercándola a la gente”, opinó el profesional, que dice que El Salvador cuenta con una larga historia de vacunación exitosa gracias al trabajo de personal como los promotores de salud, que por años han sabido mapear el territorio.
Descentralizar, explica, no debería entenderse sólo como una manera para disminuir la exposición al virus, sino porque garantiza el cubrir a toda la población, sin exclusión alguna. Por ello, para Gonzalo Batres Baires, médico intensivista salvadoreño radicado en Alemania, el hecho de que se recomienden escuelas, droguerías o centros comunales ya conocidos por la población es una garantía para disminuir el riesgo de exclusión y facilitar el accesos a la vacuna.
“La centralización de la vacunación en El Salvador es un error. Está claro que no va a funcionar adecuadamente (...) no es posible que aspiren a movilizar a toda la población para aplicar dos vacunas por persona en dos citas diferentes”, mencionó en cuanto a que un plan como el implementado requiere no solo de logística, sino de recursos.
¿Qué debería hacer el Gobierno? Los médicos insisten en que los espacios abiertos y de fácil acceso siguen siendo los sitios para vacunar: un estadio o las mismas unidades de salud. Solano Leiva dice que la vacunación contra la COVID-19 está llevando el ritmo esperado en clínicas comunitarias con tiempos cortos, sin mayor espera y sin tanta exposición. ¿Qué ha faltado? El médico del Ministerio de Salud dice que es urgente “una vacunación fácil, informada y accesible”, que incluya más información sobre la vacuna CoronoVac, que está siendo aplicada en la mayor parte de la población salvadoreña.
Con la implementación del Megacentro de Vacunación, Solano Leiva recordó una imagen: la de lo ocurrido un año atrás frente a las oficinas del Centro de Atención por Demanda (CENADE), donde el Gobierno pidió a los salvadoreños acudir para solicitar el subsidio de $300.
Es ahí donde Batres Baires concluye, tomando en cuenta otras acciones del Gobierno, que “la politización de la pandemia ha llevado a tomar decisiones en base a ganar simpatía y no a ser efectivos”.
Pero, la efectividad del presidente Bukele se traduce en números. Al cierre del martes, celebraba en un tuit el resultado de esta jornada de vacunación: 46,062 personas vacunadas, de las que 8,853 pasaron por el Megacentro. La cifra no pudo comprobarse de manera independiente por falta de acceso a registros oficiales y porque no hubo accesopara medios al Megacentro de vacunación.
En Metrocentro, comenzaban a regresar algunos microbuses desde el Megacentro de Vacunación con personas que volvían vacunadas. Una mujer caminaba junto a dos niñas uniformadas, con pinta de haber terminado una jornada de clases en alguna escuela. “Mañana (miércoles) mi mamá tendrá cita a las 9”, le dijo a un policía al que se le acercó para preguntarle a qué horas debía de llegar al parqueo para tomar transporte. “Ah... Trate de estar a las seis de la mañana, para que avance”, le respondió el oficial. “Las filas son largas”, le insistió.