EF Foto / Desigualdad

'No importa si el agua tiene parásitos, es nuestra agua'

Víctor Peña

Domingo, 6 de febrero de 2022
Víctor Peña

Una comunidad empobrecida del occidente de El Salvador está en riesgo de perder lo que tanto atesora: el agua de su manantial que abastece a más de 500 familias de diez comunidades que rodean la Hacienda La Labor, en el área geotérmica del cantón Chipilapa, del departamento de Ahuachapán. La construcción de 1,764 casas amenaza su manantial y su área natural protegida de 39 manzanas de extensión. La comunidad establecida en el casco viejo de una hacienda productora de café se enfrenta a Fénix, la empresa constructora a cargo del proyecto que, a pesar de carecer de los permisos necesarios, ya ha perforado un pozo para ejecutar el proyecto Ecoterra Hacienda, que pone en riesgo el único privilegio de La Labor: el agua que les  abastece; que genera ingresos y alguna seguridad alimentaria; el agua que les regala diversión como sitio turístico y que también inunda los lavaderos públicos cada mañana; el agua que les pertenece; el agua por la cual tres de sus habitantes enfrentan un proceso penal por salir a las calles a defenderla. “No importa si el agua tiene parásitos, si tiene azufre, si está matando de insuficiencia renal a nuestros viejitos, pero es nuestra agua. No vamos a permitir que nos dejen sin agua”, dijo una habitante de La Labor que ha participado de las protestas, pero que teme revelar su nombre tras la persecución judicial a la que se han enfrentado sus compañeros. Con miedo y tres compañeros presos, pero los habitantes de La Labor aceptan hablar, a diferencia de la empresa Fénix, que prefirió no contestar a las llamadas telefónicas para responder sobre sus perforaciones no autorizadas en busca de agua en esa zona. Esta es la comunidad que, a día de hoy, lucha por su agua.

La Labor es una comunidad que rodea el casco de una vieja hacienda que, hasta el año 2012, procesaba el café que se cultivaba a sus alrededores, en el cantón Chipilapa, departamento de Ahuachapán. Sus casas de lámina y adobe rodean un manantial que les abastece y sirve como un balneario de turismo interno. Esas casas también colindan con un área natural protegida de 39 manzanas.
La Labor es una comunidad que rodea el casco de una vieja hacienda que, hasta el año 2012, procesaba el café que se cultivaba a sus alrededores, en el cantón Chipilapa, departamento de Ahuachapán. Sus casas de lámina y adobe rodean un manantial que les abastece y sirve como un balneario de turismo interno. Esas casas también colindan con un área natural protegida de 39 manzanas.

 

 

 

La comunidad ha sufrido la tala clandestina en una parte su área protegida. Francisco Cinco, de 31 años, camina sobre la vereda reseca que conduce al sector de los ausoles que rodean la comunidad, y donde algunos miembros organizados han reforestado. Francisco es el comunicador de la hacienda, un guía que divulga las necesidades de los habitantes, y también una especie de operador que intenta atraer el turismo a la hacienda.
La comunidad ha sufrido la tala clandestina en una parte su área protegida. Francisco Cinco, de 31 años, camina sobre la vereda reseca que conduce al sector de los ausoles que rodean la comunidad, y donde algunos miembros organizados han reforestado. Francisco es el comunicador de la hacienda, un guía que divulga las necesidades de los habitantes, y también una especie de operador que intenta atraer el turismo a la hacienda.

 

 

 

Cada mañana, los lavaderos comunitarios reciben a las mujeres que llegan para lavar sus ropas y bañar a sus hijos. Los domingos hay más afluencia. Llegan desde las 4:00 de la mañana para lograr un espacio y aprovechar que las pilas están repletas de agua. Algunos hombres se aparecen a media mañana para cargar los guacales con la ropa limpia y llevarlos hasta sus casas.
Cada mañana, los lavaderos comunitarios reciben a las mujeres que llegan para lavar sus ropas y bañar a sus hijos. Los domingos hay más afluencia. Llegan desde las 4:00 de la mañana para lograr un espacio y aprovechar que las pilas están repletas de agua. Algunos hombres se aparecen a media mañana para cargar los guacales con la ropa limpia y llevarlos hasta sus casas.

 

 

 

El manantial de La Labor está amenazado por Fénix, la empresa que pretende construir 1,764 casas en este terreno a orillas de la carretera Panamericana y cercano a las comunidades que se abastecen cada dos días del agua. La empresa también abrió un pozo de 160 metros de profundidad, que provocó una protesta de los habitantes para impedirlo. Días después, tres personas fueron detenidas acusadas de invadir propiedad privada. Pasaron casi dos meses presos, hasta su liberación a finales de enero, para que enfrenten su proceso en libertad.
El manantial de La Labor está amenazado por Fénix, la empresa que pretende construir 1,764 casas en este terreno a orillas de la carretera Panamericana y cercano a las comunidades que se abastecen cada dos días del agua. La empresa también abrió un pozo de 160 metros de profundidad, que provocó una protesta de los habitantes para impedirlo. Días después, tres personas fueron detenidas acusadas de invadir propiedad privada. Pasaron casi dos meses presos, hasta su liberación a finales de enero, para que enfrenten su proceso en libertad.

 

 

 

Antolino Artero, de 82 años, ayuda a su hija con el cultivo de tilapias. Cada tres meses producen alrededor de 200 libras que utilizan para su propio consumo. Como ellos, otras 17 familias cultivan tilapia y eso ya no vuelve el negocio rentable más que para el consumo propio. “Aquí disfrutamos del agua. Si nos la quitan vamos a tener que comprarla por cantaradas. Nosotros vemos que el presidente Bukele está trabajando, así que le pedimos que ponga atención en este robo que le quieren hacer a la comunidad”, dice.
Antolino Artero, de 82 años, ayuda a su hija con el cultivo de tilapias. Cada tres meses producen alrededor de 200 libras que utilizan para su propio consumo. Como ellos, otras 17 familias cultivan tilapia y eso ya no vuelve el negocio rentable más que para el consumo propio. “Aquí disfrutamos del agua. Si nos la quitan vamos a tener que comprarla por cantaradas. Nosotros vemos que el presidente Bukele está trabajando, así que le pedimos que ponga atención en este robo que le quieren hacer a la comunidad”, dice.

 

 

 

Enio Mauricio Ramírez, de 7 años, juega dentro de uno de los tanques de captación de agua que la Hacienda La Labor utilizaba para lavar el café. Es un espacio de 25 metros por 15, que se llenaba directamente del estanque a través de una canaleta que recorría alrededor de 300 metros. Dejó de funcionar en el año 2012, y ahora es una ruina con una mini cancha de fútbol adentro.
Enio Mauricio Ramírez, de 7 años, juega dentro de uno de los tanques de captación de agua que la Hacienda La Labor utilizaba para lavar el café. Es un espacio de 25 metros por 15, que se llenaba directamente del estanque a través de una canaleta que recorría alrededor de 300 metros. Dejó de funcionar en el año 2012, y ahora es una ruina con una mini cancha de fútbol adentro.

 

 

 

Basta una caminata de 10 minutos desde la comunidad para llegar a los ausoles que la rodean. Pequeños cráteres y riachuelos de agua hirviendo que son parte del área geotérmica de Ahuachapán. Los habitantes de la Hacienda La Labor usan este espacio para su turismo interno. Algunos hasta llevan sus verduras, las cocinan al vapor y comparten en este lugar.
Basta una caminata de 10 minutos desde la comunidad para llegar a los ausoles que la rodean. Pequeños cráteres y riachuelos de agua hirviendo que son parte del área geotérmica de Ahuachapán. Los habitantes de la Hacienda La Labor usan este espacio para su turismo interno. Algunos hasta llevan sus verduras, las cocinan al vapor y comparten en este lugar.

 

 

 

Adriana Monserrat llega cada tarde para extraer el agua caliente de la cañería cercana a su vivienda. Coloca su guacal para sumergirse y bañarse por un largo rato. Al igual que ella, otros habitantes llegan a esta cañería madre para abastecerse.
Adriana Monserrat llega cada tarde para extraer el agua caliente de la cañería cercana a su vivienda. Coloca su guacal para sumergirse y bañarse por un largo rato. Al igual que ella, otros habitantes llegan a esta cañería madre para abastecerse.

 

 

 

 

Maura Díaz es la presidenta de la Asociación de Mujeres de la hacienda La Labor. Ella dirige a un grupo de mujeres que hace 10 años comenzó a trabajar por su comunidad, y ahora cultivan tilapia, que para ella genera la mejor ganancia: seguridad alimentaria. “Esa construcción de casas será un impacto, es un problema que se nos va a venir. De ese nacimiento tenemos un charquito de agua, pero es nuestro y abastece a casi 12,000 personas”, dice Maura.
Maura Díaz es la presidenta de la Asociación de Mujeres de la hacienda La Labor. Ella dirige a un grupo de mujeres que hace 10 años comenzó a trabajar por su comunidad, y ahora cultivan tilapia, que para ella genera la mejor ganancia: seguridad alimentaria. “Esa construcción de casas será un impacto, es un problema que se nos va a venir. De ese nacimiento tenemos un charquito de agua, pero es nuestro y abastece a casi 12,000 personas”, dice Maura.

 

 

 

 

El estanque principal alcanza hasta para la diversión de muchas familias que cada tarde abarrotan esta piscina de 60 metros de largo. La distribución de esta agua está controlada por la comunidad, así como el mantenimiento de las instalaciones y las tuberías.
El estanque principal alcanza hasta para la diversión de muchas familias que cada tarde abarrotan esta piscina de 60 metros de largo. La distribución de esta agua está controlada por la comunidad, así como el mantenimiento de las instalaciones y las tuberías.

 

 

 

La mañana del lunes 17 de enero, algunos habitantes se han organizado para reparar y sellar  una de las llaves que abren el tubo principal. Algunos han conseguido cemento y arena; otros llevaron ladrillos y otros pusieron las herramientas. Cuidan el manantial incluso de su propia comunidad.
La mañana del lunes 17 de enero, algunos habitantes se han organizado para reparar y sellar  una de las llaves que abren el tubo principal. Algunos han conseguido cemento y arena; otros llevaron ladrillos y otros pusieron las herramientas. Cuidan el manantial incluso de su propia comunidad.

 

 

 

Hace diez años, Flor Cinco, de 50 años, extrajo su agua desde el río Chipilapa. La arrastró por tuberías de poliducto desde más de 3,000 metros. Ella hizo su propia inversión y su agua no proviene del estanque principal, sino de una fuente más lejana. Constantemente deben revisar esos más de 3,000 metros de tubería cuando el agua no cae con mucha fuerza. “Muchas veces los animales muerden las tuberías y hay que ir a buscar el daño para repararlo. Aquí la gente tiene miedo de defenderse al ver a los que han detenido”, dice. Flor es hermana de Rosa Cinco, una de las tres personas que estuvieron en prisión por protestar contra la empresa Fénix.
Hace diez años, Flor Cinco, de 50 años, extrajo su agua desde el río Chipilapa. La arrastró por tuberías de poliducto desde más de 3,000 metros. Ella hizo su propia inversión y su agua no proviene del estanque principal, sino de una fuente más lejana. Constantemente deben revisar esos más de 3,000 metros de tubería cuando el agua no cae con mucha fuerza. “Muchas veces los animales muerden las tuberías y hay que ir a buscar el daño para repararlo. Aquí la gente tiene miedo de defenderse al ver a los que han detenido”, dice. Flor es hermana de Rosa Cinco, una de las tres personas que estuvieron en prisión por protestar contra la empresa Fénix.

 

 

 

 

El manantial de La Labor abastece a 500 familias de las comunidades que rodean este lugar, una zona protegida por el Ministerio de Medio Ambiente desde el año 2018, por considerarla un área de carga hídrica, y que abastece a una comunidad precaria cuyas casas están hechas de madera, lámina, bahareque y cemento, y que hoy defiende su agua.
El manantial de La Labor abastece a 500 familias de las comunidades que rodean este lugar, una zona protegida por el Ministerio de Medio Ambiente desde el año 2018, por considerarla un área de carga hídrica, y que abastece a una comunidad precaria cuyas casas están hechas de madera, lámina, bahareque y cemento, y que hoy defiende su agua.

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