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El histórico triunfo de Marruecos retumba en la Cataluña profunda

En árabe y catalán los clientes de la cafetería Ali Babá anunciaron el desenlace del partido entre España y Marruecos. El remate de Hakimi, madrileño por nacimiento, llevó a la selección africana a cuartos de final por primera vez en su historia.

PAU BARRENA

Fecha inválida
Edu Ponces

Vic, ESPAÑA. Un hombre barbudo vestido con una chilaba entra a la cafetería Ali Baba y grita “Salam Aileikum”. Buena parte de los clientes responden enérgicos “Wa-Alaikum-as-Salaam”. Son unas 50 personas que ocupan todos los rincones de este pequeño bar. Todos hablan en árabe, el mismo idioma que suena en los dos televisores gigantes que hay instalados en el local. Dos camareros sufren entre las sillas para poder llevar té verde con menta y  café con leche a la clientela. Este es un local musulmán y por lo tanto está prohibido beber alcohol. Las edades son diversas, desde los 6 a los 70 y pico años. El género no. No hay ni una sola mujer. El bar completo aplaude cuando en las pantallas aparece un plano aéreo de la bandera de Marruecos sobre el césped del Education City Stadium de Doha, Qatar. Ni un aplauso cuando aparece la bandera española. Y, sin embargo, estamos en España.

La cafetería Ali Baba está situada en el barrio de El Remei de la ciudad de Vic, en el centro exacto de Cataluña. Este barrio es conocido por ser uno de los lugares con mayor concentración de inmigración africana de todo el país. Aquí viven senegaleses, ghaneses y nigerianos pero sobretodo marroquíes, que en España suman 870.000 según datos oficiales, más los indocumentados. Muchos ojos se fijaron en este lugar cuando en el año 2003 la ciudad de Vic tuvo el primer candidato a alcalde abiertamente xenófobo de España. Se habló de que la “degradación” de barrios como El Remei alimentaban este tipo de proyectos políticos. Pero eso era en otros tiempos donde ser racista todavía era una rareza en la política europea.

Suena el himno de Marruecos y la cámara recorre los rostros de los jugadores cantándolo con emoción. En el Ali Baba no se vive con la misma solemnidad. Los comensales hablan y ríen y piden a gritos sus tés con menta en vaso de cristal. Le pregunto al camarero de la barra desde qué hora está el bar así de lleno. Me dice que dos horas antes del comienzo ya no había donde sentarse. El partido arranca y el bar celebra cada pequeño éxito de su equipo. Un centro al área, un pase cortado. Ovación cerrada  cuando un extremo de Marruecos le hace un “cañito” a un defensa lateral de España. Un hombre sentado detrás me dice en castellano algo que muchos repetirán durante toda la tarde: “A ver si es verdad que vamos a hacer historia”. Marruecos nunca ha llegado a los cuartos de final de una copa del mundo de fútbol. Esta es la primera vez que alcanza los octavos en más de 30 años y es curioso que lo haya conseguido con una selección llena de extranjeros. 14 de sus 26 jugadores son nacidos en otros países. En la selección marroquí hay canadienses, franceses, belgas y por supuesto, españoles, como muchos de los clientes de este bar.

Avanza el cronómetro de la primera parte y el Ali Baba se llena todavía más. Es algo completamente insólito y no solo porque el público sea íntegramente marroquí. En esta parte de Cataluñnya es difícil encontrar un bar o un restaurante donde ver un partido del mundial. Y mucho menos encontrar uno lleno. Estamos en una de las zonas más independentistas de Cataluña. Ni la victoria en el mundial 2010 consiguió despertar el fervor por la selección española en esta parte del país. Todo el mundo en esta ciudad tiene claro que las celebraciones en la calle serán mucho mayores si gana Marruecos que si gana España.

Antes de llegar a la media parte el joven camarero que reparte bebidas por la sala me golpea el hombro. No consigue acercarse lo suficiente a la barra y me pide si puedo dejar unos vasos. Me lo pide un castellano de marcado acento marroquí pero cuando lo hago me da las gracias en un perfecto catalán de pueblo. Se llama Ahmed y forma parte de esa segunda generación nacida y estudiada en escuela catalana. No tarda en repetir en catalán el mantra: “Aviam si avui fem historia!”

El defensor de Marruecos #02 Achraf Hakimi (2do R) celebra con sus compañeros de equipo después de convertir el último penalti durante la tanda de penaltis para ganar el partido de fútbol de octavos de final de la Copa Mundial de Qatar 2022 entre Marruecos y España en el Education City Stadium en Al-Rayyan, al oeste de Doha el 6 de diciembre de 2022. (Foto de JAVIER SORIANO / AFP).
El defensor de Marruecos #02 Achraf Hakimi (2do R) celebra con sus compañeros de equipo después de convertir el último penalti durante la tanda de penaltis para ganar el partido de fútbol de octavos de final de la Copa Mundial de Qatar 2022 entre Marruecos y España en el Education City Stadium en Al-Rayyan, al oeste de Doha el 6 de diciembre de 2022. (Foto de JAVIER SORIANO / AFP).

Durante la pausa un hombre viejo y barbudo me llama con la mano al grito de “Amigo!” para que me acerque a su mesa.

-          ¿Quién va a ganar, amigo?

-          Yo veo más cerca a Marruecos que a España – respondo

-          A mí me da igual quien gane. Esto es solo un juego. Somos adultos, no somos niños. A mí no me importa quien gane.

-          ¿Y, entonces, por quée viene a ver el partido?

 El viejo me mira extrañado y luego señala a sus compañeros de mesa con la mano abierta.

 -          Pues para pasarlo bien, amigo.

 Otro cliente, más joven, lo interrumpe decidido.

 -          No da igual, no da igual. Tiene que ganar Marruecos.

 La segunda parte avanza sin goles. Muchos clientes se empiezan a aburrir y se centran en sus conversaciones más que en la pantalla. En el Ali Baba se habla en árabe y solo en árabe ahora que nadie se dirige a míi. Solo entiendo palabras sueltas que se cuelan en las conversaciones. Coca Cola, bocata, cafée cortado, cero-cero. El partido se acerca al final y por primera vez veo angustia en el rostro de Ahmed. “Nos van a marcar en el último momento. Siempre nos pasa lo mismo. Así nos pasó en la Copa África”. Llega la prórroga en Qatar. Cheddira roza el gol para Marruecos. Sarabia manda un balón al poste para España. Ahmed se lleva las manos en la cabeza tras la barra del Ali Babá. Habrá penales.

Y entonces Marruecos hace historia. Achraf Hakimi Rodríguez, nacido el 4 de noviembre de 1998 en Madrid, España, anota el penalti de la victoria marroquí.  El Ali Baba estalla y aparecen las banderas rojas con estrella verde. Los niños saltan y gritan en las mesas y el anciano al que le daba igual quien ganara se tapa los oídos. Hay abrazos, puños alzados y, sobretodo, muchas caras de incredulidad. Los aficionados marroquíes no están acostumbrados a la victoria, al menos no a una de este calibre. No contra España. Ahmed trabaja a destajo cobrando a los clientes que quieren irse con una inmensa sonrisa en la cara.

Mientras en Qatar, en el primer mundial en tierras árabes, los jugadores marroquíes celebran con una bandera de Palestina en mano, y otras ciudades  también se abren como escenario de festejo, en pocos minutos la fiesta se traslada a la calle de Vic. Los más jóvenes salen de sus casas y de otros bares para juntarse en la avenida más cercana, el Passeig de la Generalitat. Una caravana de coches se va acumulando y pita sin parar. Por las ventanas ondean banderas de Marruecos. Esta noche los jóvenes del barrio de El Remei, en la ciudad milenaria de Vic, lanzaran sus vítores en árabe para celebrar la victoria del país de sus padres sobre el país que han hecho suyo también. Y esto, aunque parezca extraño, no lo es. Son solo los tiempos que vivimos. Hoy la fiesta será en la calle. Es donde más les gusta celebrar a los hijos del Mediterráneo, sean del sur, del norte, o de ambos lados.

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