La Copa Mundial Qatar 2022 entra a sus cuartos de final con una esperable mayoría europea y los habituales Argentina y Brasil, pero con toda la atención puesta en la selección de Marruecos que provocó el inesperado giro arábigo del primer campeonato que FIFA organiza en un país del mundo árabe.
Con los enfrentamientos Croacia-Brasil y Países Bajos-Argentina comienzan este viernes a definirse los semifinalistas, entre los que sueña estar Marruecos con el apoyo de las multitudes árabes que el martes festejaron su triunfo sobre España en numerosas ciudades de Europa, Oriente Medio y el norte de África.
Los magrebíes, primera selección árabe que avanza a cuartos de final de una Copa Mundial, enfrentará el sábado a Portugal antes de que Francia e Inglaterra se enfrenten en un clásico europeo de campeones para definir el último cupo de las semifinales.
Estas son las mejores ocho selecciones del mundial condicionado por el país anfitrión, Qatar, tan árabe como ajeno al fútbol de masas que sí gozan en Marruecos, como se comprobó con las multitudinarias celebraciones posteriores al lanzamiento definitivo desde el punto de penal que acertó Hakimi contra la selección de su país natal, España.
La victoria no fue solo la del vecino del sur del Mediterráneo sobre la nación al norte con la que acumula siglos de tensiones y relaciones religiosas, políticas y culturales. Tampoco fue la del país origen de migrantes sobre el que aloja a sus hijos, con al menos 870.000 marroquíes en suelo español. Ni siquiera fue solo la del país africano contra el europeo y va más allá del triunfo de un fútbol de media tabla sobre una selección que fue campeona mundial.
La celebración marroquí fue la de muchos países árabes y grandes comunidades que viven en Occidente entre tensiones según qué momento. Basta ver la bandera de Palestina en manos de los jugadores marroquíes y escuchar frases como la que replicaron numerosos medios pronunciada por Sofiane Boufal, mediocampista ofensivo del combinado marroquí: “Esta victoria pertenece a todo el pueblo marroquí, a todos los pueblos árabes y a todos los pueblos musulmanes del mundo”.
Mientras hablaban los jugadores, en la noche del martes, miles de seguidores festejaban en las calles de España, Francia, Países Bajos e Italia, pero también en Siria, Arabia Saudita, Palestina, Libia y por supuesto en Marruecos y en Qatar mismo, reportaron las agencias de prensa internacional.
Lo repetían los jugadores y su entrenador, Walid Regrari, primer africano y primer árabe que dirige a una selección del continente y la lleva hasta cuartos de final en Copa del Mundo. “Haremos sentir orgullosos a los qataríes y árabes, y también a los africanos”, decía desde días antes del Mundial, como presagiando lo que provocaron al confirmarse dentro de las mejores ocho selecciones.
No estaba ese capítulo en el guión mundialista, marcado por las restricciones impuestas por Qatar en cumplimiento de sus reglas islámicas y por los cuestionamientos a las violaciones a derechos humanos de mujeres y población no heterosexual. Es el primer mundial en una nación árabe y además musulmana, pero en el plano del fútbol nadie habría advertido un triunfo de tipo cultural y ribetes religiosos, porque los pronósticos estaban sobre los usuales de Europa occidental, los eternos favoritos de América, alguna sorpresa de los asiáticos que alojaron el mundial en 2002 y quizás la potencia que ofrecían las selecciones de la África negra.
Las naciones árabes, se pensaba, pondrían la casa, las reglas y parte de las aficiones, pero en la cancha los protagonistas serían otros. Pero no fue así. Solo Qatar perdió sus tres partidos, pero Arabia Saudita dio la sorpresa al voltear el marcador sobre la favorita Argentina en el primer juego, Francia fue derrotada por Túnez aún sin opciones de clasificación y Marruecos quedó primero en su grupo sobre el subcampeón mundial Croacia, sobre Bélgica y Canadá.
La selección marroquí, a pesar del cambio de entrenador en los últimos tres meses, halló una fórmula de cohesión suficiente para pasar a octavos de final y el cruce con España parece haber sido más un aliciente que una mala noticia. El planteamiento defensivo ante un estilo de juego anodino de los españoles resultó eficaz para alargar las acciones hasta el suspenso de los lanzamientos desde el punto de penal. Ahí fue donde España falló estrepitosamente o donde se creció el arquero Yassine Bounou, un curtido portero de casi 2 metros de estatura que juega en el Sevilla español, canadiense de nacimiento y argentino de acento por el entorno de fútbol en su formación en España.
De los 26 seleccionados, 14 son nacidos fuera de Marruecos, como Bounou. Es uno de los resultados de la fuerte migración de la población marroquí, pero con la permanencia de un vínculo suficiente para que los hijos de los migrantes decidieran representar al país de sus padres, aunque no fuera una potencia en el fútbol. Lo hizo Hakimi al escoger jugar con Marruecos y no con España, su otro país, y el atacante Hakim Ziyech, que pudo haber jugado con Países Bajos, pero no.
Importa menos el país donde se nace y las celebraciones del martes lo probaban. La bandera de Marruecos era el motivo, pero las fronteras del festejo eran otras y la Copa Mundial tiene ahora una historia nueva para contar.